El Comité de Defensa de los Derechos
Animales, anunció recientemente desde su sede principal en París, que un grupo de sus más experimentados
asesores, junto a una representativa representación de su junta directiva, está
evaluando emitir un considerando para elevar una denuncia formal ante el
tribunal penal internacional en contra de las clínicas veterinarias por
maltrato animal. Dicho procedimiento lo llevarían adelante en contra de estos
nuevos “asesinos en serie” en que se han convertido los veterinarios, así como
sus asistentes, ya que han detectado una sistemática labor, a la que bien se
podría considerar de exterminio en contra de las pulgas. También anunciaron los
voceros de tan egregia institución que han exhortado a la ilustre Organización
de las Naciones Unidas a que se nombre un comité de ayuda y defensa de los
sifonápteros. Algo semejante está por ocurrir con los nuevos “emigrantes”
venezolanos buscando asilo en Estados Unidos.
Se ven grabaciones de todo tipo circulando
por las omnímodas redes sociales de ciertos muchachones maltratados y
perseguidos por el régimen que, celular en mano, se dedican a convivir
sanamente en donde se les antoje. A fin de cuentas, ¿no están en el país de las
libertades democráticas?, ¿por qué no voy a poder comprarme mi caja de cerveza
y ponerme a libar en honor a MomoMaduro y BacoChávez en el parque de la
esquina?, ¿acaso es pecado que agarremos y montemos un sancocho en ese
parquecito que está allá y de pasos agarramos unos patos para el sancocho?
Siempre con el celular en la mano, acción muy importante, y el consiguiente
coro de “grábalo, grábalo” recogiendo a todo aquel policía o vecino que se les
acerque a pretender vulnerar sus derechos.
Pregunta que uno se hace: ¿de dónde
sacaron, acabados de llegar, para
comprar celulares y líneas para subir de inmediato lo que registran en sus
teléfonos móviles? Iñaki Huarte, cura jesuíta, a quien tuve la honra de tener
como guía, me enseñó: “Piensa mal y acertarás.” ¿Debe pensarse que la reciente
oleada de “perseguidos” que está llegando a Norteamérica en realidad es una
estrategia del gobierno venezolano para colapsar los organismos de inmigración
y, a la vez, enturbiar el proceso de todos aquellos verdaderamente perseguidos
que están en tierras estadounidenses?
Mientras pasa esto vemos el silencio
que guardan los diligentes voceros de la defensa de la dignidad humana antes
tres situaciones verdaderamente espantosas.
Una es el caso de Mahsa Amini, una
muchacha iraní, apenas tenía 22 años, que fue arrestada por agentes de la
Policía de la Moral cerca de las 6 de la tarde del martes 14 de septiembre, en
los alrededores de la estación de metro Shahid Haqqani, en Teherán, donde se
encontraba con su hermano Kiaresh Amini, a quien le dijeron que la llevarían al
centro de detención para recibir “una hora de reeducación”. Su delito era
portar de manera inadecuada el velo islámico. Al poco tiempo fue trasladada en
ambulancia al Hospital Kasra, donde permaneció en terapia intensiva por dos
días hasta que murió. Las autoridades persas aseguraron que había sufrido un
ataque al corazón. Ni de vaina explicaron las múltiples contusiones y señales
de violencia física que mostraba su cuerpo de lirio maltratado. El silencio de las heroicas defensoras de los
derechos de la mujer es atronador, es Urbi et orbi, y tanto que, hasta
el muy preocupado de los derechos del ser humano, Francisco, el papa, ha
callado.
Otra situación, no del horror humano
que significa el asesinato de Mahsa Amini, pero si de una bajeza moral infinita
es la de Irene Montero, y por lo visto miembro –¿Será que debo llamarla
miembra?– emérita del harem del falócrata Pablo Iglesias, ministra de igualdad
en España, quien afirmó ante una comisión del Congreso español: “La educación
sexual es un derecho de los niños y de las niñas, señoría, independientemente
de quiénes sean sus familias. Porque todos los niños, las niñas y les niñes de
este país tienen derecho, tienen derecho, a conocer su propio cuerpo, a saber
que ningún adulto puede tocar su cuerpo si ellos no quieren y que eso es una
forma de violencia. Tienen derecho a saber que pueden amar o a tener relaciones
sexuales con quien les dé la gana, basadas, eso sí, en el consentimiento. Y eso
son derechos que tienen reconocidos que a ustedes no les gusta.” Por supuesto
que esta apologista de la pederastia, así como su corte de adalides, luego
aseguró que la reacción a tal rebuzno era “una campaña de la extrema derecha”.
El tercer escenario que tampoco es de
poca monta es el reciente discurso del sibilino Gustavo Petro ante la ONU,
loando las drogas y pidiendo su legalización. Sus malabares retóricos de
culebrero de feria de Cundinamarca son de antología. Pero ¿qué podía esperarse del “patrón” de
estos días? Ninguno de los que hablan de
la irreverencia, u oportunidad, o conveniencia, o lo que demonios sea, de las
palabras del presidente colombiano quiere recordar, o que se recuerde, que
hasta hace nada era el mandamás de las Fuerzas Armadas Revolucionarias
Cocaineras. Bastante que ya se ha escrito sobre los lazos y estrategias entre
distintos gobiernos de la región y el tráfico de cocaína hacia los países
industrializados, pero de eso nada.
Las sesudas voces de los más ilustres
analistas poco tienen que ver respecto a estas no tres, sino cuatro,
situaciones que tendrán, o deberán tenerlas, hondas repercusiones en muchos más
escenarios de lo que se quiere creer. Por
los momentos se dedican a estar adornando los campanarios abandonados cual
veletas que poco hacen. Mientras tanto la procesión sigue su rumbo, nadie
quiere escuchar las campanas que anuncian su paso.
© Alfredo Cedeño
1 comentario:
Querido Alfredo:
Roland Barthes en uno de sus Fragmentos de un discurso amoroso dice que como una sala de conciertos donde el sonido no circula los espacios afectivos tienen rincones muertos. El interlocutor perfecto, es decir, el amigo construye en torno nuestro la mayor resonancia posible.
Por eso, Barthes propone una definición de la amistad como un espacio de sonoridad total.
Es lo que haces conmigo y con todos los que disfrutan tus textos: creas resonancias, haces que el sonido circule por nuestra vidas.
Es lo menos que puedo decir de ti!
Rodolfo Izaguirre
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