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domingo, julio 09, 2017

EN DOS PLANOS


 No hay especulación más lacerante que la que uno vive cuando escribe en el marco de la destrucción de la tierra natal. Esa meditación se hace más dolorosa cuando evalúas los actores involucrados y encuentras dos planos que no terminan de articularse. Hay un plano político en el que claramente participan gobierno y “oposición”, ambiente del cual nadie en su sano juicio denigraría si los agentes opositores allí presentes mostraran más sintonía con la población.
El segundo plano al que hago referencia es aquel en el que junto a los antes mencionados está la  poco nombrada, pero muy viva, calle, la misma a la que apeló con visión zahorí Leopoldo López en su momento. Y llamo calle a la gente anónima, a la ciudadanía huérfana y desesperada que ha comenzado a organizarse de manera espontánea y rudimentaria, pero no menos eficaz. Expresión de ello son los cada vez más atomizados grupos que no cesan de vocear su descontento contra Maduro pese a la presencia cada vez más agresiva y descontrolada de los bochornosos colectivos a los cuales se enfrentan de manera cada vez más eficaz, por lo que no pocos de ellos han sido debidamente azotados. Otras  muestras son las tanquetas y patrullas que hemos visto quemadas en distintos lugares del país.
En la Antigüedad, los griegos no conocían el azul en cuanto a su definición. El ex primer ministro británico William Gladstone, un fanático empedernido de la obra de Homero, en el siglo XIX detectó que en la Ilíada y la Odisea no aparecía mencionado dicho color por ninguna parte. Luego Gladstone se dedicó a leer otros textos de los antiguos griegos y confirmó que nunca aparecía referida esa  tonalidad.
Los discípulos tropicales y subdesarrollados de George Steiner juegan a cumplir su frase: “Lo que no se nombra no existe”, creen que al no mencionar la calle, ni articularse junto a ellos y los inagotables muchachos, para enfrascarse en diálogos vacuos con el necio bigotudo y su corte de mutilados mentales, ya la realidad es otra, la que a ellos les interesa y gusta.
¿Cuándo se articularán esos dos planos? Nadie lo sabe, pero si la presión fáctica de la subestimada calle se mantiene, esa dirigencia Shakira –ciega, sorda y en ocasiones muda– tendrá que supeditarse a esa voluntad multitudinaria que cada vez les acompaña menos en sus convocatorias, lo cual les suele generar angustias y no pocos vahídos existenciales.
Espero que más temprano que tarde esa sintonía entre los dos planos se produzca, a partir de ahí comenzaré una jubilosa reflexión sobre ese hermoso azul de nuestro cielo que siempre hemos sabido vivir al contemplar. Cielo que se despejará aún más con Leopoldo ahora en su casa, pese a las cada vez más flácidas fauces rojas.  No poca ventaja le llevamos a los griegos.

© Alfredo Cedeño

domingo, febrero 05, 2017

DESINTEGRACIÓN


                Apenas comenzábamos a caminar erguidos cuando los hombres descubrimos la importancia del trabajo en equipo, fue así como nuestros antepasados aprendieron que a un solo cazador se le hacía bastante cuesta arriba dar caza a un animal mediano.  Cuando entendieron la importancia de unir esfuerzos llegaron a darle muerte hasta a los mamuts, animales que podían llegar a las ocho toneladas de peso y algo más de cinco metros de altura.  Las maneras eran precarias, no habían otras, con los naturales riesgos inherentes, pero eficaces. Una de ellas era abrir en el piso un hueco de grandes proporciones, cubrirlo con ramas, y luego provocar al animal para conducirlo hacia allá; una vez caído en el agujero lo atacaban con lanzas y piedras, luego lo destazaban y daban uso a todas sus partes. Carne para alimento, grasa para lámparas, piel para vestuario, y huesos para armas y estructura de las viviendas.
                El sentido de congregación dio lugar a grupos más grandes, o más organizados, o más ambiciosos, que otros. Y así surgieron los intentos de dominación de vecinos o semejantes, fue cómo se originaron las guerras. Las estructuras militares se desarrollaron según las propias retículas sociales en las cuales se enmarcaban. En Grecia, por ejemplo, a partir del siglo VII a.C. se creó la temible falange, que era la formación de combate habitual de ellos.  Los romanos desarrollaron la legión cuya legendaria estructura fue fundamental para la creación y consolidación de su imperio. Cada “civilización” desarrolló su propia manera de matar a sus vecinos.
                 En paralelo se fue consolidando la necesidad de evitar la matazón perpetua, apareció el diálogo, y también la política, como mecanismo para que todos participaran y se establecieran acuerdos en torno a los objetivos comunes a todos. Mi abuela Elvira solía decir que en realidad esa actividad nació cuando el diablo metió sus pezuñas para enredarlo todo.  
                Lo cierto es que, para bien o para mal, esa disciplina es la que ha terminado por signar la mayoría de nuestras actividades. En ella se apoyan Raimundo y Segismundo cuando tratan de alcanzar acuerdos en asuntos de interés colectivo, por ejemplo, los sindicatos pelean, mediante discusiones de todo orden, por alcanzar beneficios y reivindicaciones para sus afiliados, y tratan de evitar relaciones inequitativas entre los trabajadores y los patrones. Caso similar, con diferentes matices, es el de las asociaciones y colegios de profesionales que amparan a los egresados de las instituciones de estudios superiores.
Las manifestaciones del ejercicio político en nuestras vidas son infinitas. Sin embargo, se supone que ello siempre ha estado subordinado a un objetivo, o bien, común. A fin de cuentas, ¿de qué sirve luchar por determinados derechos si ello no va a repercutir de manera tangible en la vida del resto de la ciudadanía, para, por ende, hacer que la colectividad haga suyo ese beneficio que exijo para mi grupo?  Es el caso de una asociación de trabajadores en una empresa comunicacional que pelea por mejoras salariales para sus miembros, para mediante ello poder transmitir más y mejor información a la colectividad. ¡Por supuesto que todos los apoyarán! Lo mismo ocurre cuando las organizaciones de trabajadores de la enseñanza exigen mejores pagas. ¡Todos queremos que nuestros hijos reciban una educación de primer orden!
 Pero… ¿Cómo pedirle solidaridad a mi entorno por mis luchas particulares si sus condiciones de vida están sumergidas en la miseria? ¿Cómo puedo pensar que mis vecinos van a ver siquiera con simpatías mis exigencias, por demás justificadas, cuando ellos están enfrascados en una lucha por la mera sobrevivencia? ¿Cómo voy a esperar siquiera comprensión, y mucho menos solidaridad militante, a quienes naufragan diariamente en una vorágine desinformativa perfectamente orquestada desde un gobierno crápula?  ¿Quién puede dar apoyo al incremento del pasaje, si ello va a contribuir a mermar aún más unos bolsillos ya vacíos?   ¿En qué cabeza puede caber que las reivindicaciones particulares deben anteponerse a lo que debe ser el único objetivo  en este momento que es desalojar del gobierno a esta horda inescrupulosa que no está dispuesta a renunciar a sus privilegios?
Provoca una infinita tristeza ver mentes lúcidas y guerreras malbaratando esfuerzos, propios y ajenos, en escaramuzas fútiles. Mientras tanto se pierde la oportunidad de articular una oposición real donde se reivindique el auténtico ejercicio político. Con jugadores aislados es imposible dominar el juego, que en diferentes oportunidades se ha podido ganar. No es con una sumisión absoluta a una dirigencia política arrogante y malquerida, gracias a sus retirados desbarres, como se puede convertir en un río inapresable la ira infinita de un país destrozado. La desintegración, muchas veces provocada desde nuestras propias filas, no es la mejor manera para terminar de espantar a la roja manada de burros malamañosos.

© Alfredo Cedeño

sábado, octubre 01, 2016

TRAMPAS DE PAZ

 
                Cuando leemos de la antigua Grecia pensamos en un reino poderoso y monolítico que solía imponerse sobre sus contemporáneos de manera arrolladora. Es cierto que lograron avasallar  a sus coetáneos, pero también lo es que en realidad se trataba de una asociación de pequeños estados monárquicos con una altísima capacidad para articular sus fuerzas ante un enemigo común. Estas estructuras sociopolíticas eran las muy mentadas polis, o poleis como gustan decir aquellos que de su erudición presumen.  Cada uno de ellos poseía su propia cultura y generaban frutos en el área creativa y del pensamiento. De estas mini repúblicas podemos citar entre las más descollantes a Tebas, Corinto, Focea, Mileto, Argos, Pisa, Elis, Esparta y, ¡faltaba menos!, Atenas.
                Eran tiempos en los que aquella versión helénica de la MUD vivían agarrados de las greñas unos a otros, tratando de ver quién sometía a cuál, algo así como Rosales desde el Peloponeso tratando de imponerle a Capriles en su Delos, o de Ramos queriendo ser el fiel de la balanza con AD como la Egina tropical de nuestra era. En medio de aquel estira y encoge permanente en el cual vivían nuestros ilustrísimos y muy belicosos aludidos, dicen los amigos historiadores que en el siglo VIII antes de nuestra era, en el año 776 AC para homenaje de los quisquillosos, durante el reinado de Cleóstenes en Pisa, y por iniciativa de su colega Ífitos, quien reinaba en Elis, en común acuerdo con Licurgo, quien era el mandamás de Esparta, se firmó la llamada primera tregua olímpica.
Era la denominada ekecheria, tregua sagrada durante la cual se llevaban a cabo dichas reuniones interhelénicas, también conocida como la paz olímpica, era un periodo en el cual las guerras se suspendían temporalmente, con objeto de que los deportistas, que en realidad eran los guerreros más destacados de cada bando, así como sus familiares, y no es descabellado pensar en los buhoneros y mercachifles de aquellos días también, se pudieran desplazar a Olimpia para participar en los Juegos Olímpicos Antiguos y luego volver a sus ciudades en paz. Esa ciudad era dueña del estatus de territorio neutral, por lo que aquellos que estaban cortándose el pescuezo unos a otros, envainaban sus machetes y acudían a demostrar sus destrezas, mientras otros se dedicaban tras bastidores a realizar negociaciones de paz.
                Fue así como nació esa tradición que perduró hasta el año 393 de nuestra era cuando fueron suspendidos por el emperador romano Teodosio I, quien decretó que todos los cultos y prácticas paganas serían eliminados. Pasarían más de milenio y medio para que en el 1896, gracias a las gestiones del noble francés Pierre Frèdy, barón de Coubertin, renaciera.  
                De manera errónea se ha dicho en algunas oportunidades que esta fue la primera vez que hubo una tregua en casos bélicos. La verdad es que el primer convenio de paz del que hay testimonio en la historia fue el celebrado en el año 1285 a.C. y fue el llamado Tratado de Qadesh firmado entre hititas y egipcios. Este documento fue presentado por Hattusil III al faraón Ramsés en tablas de plata y redactados en caldeo, que era la lengua diplomática de la época, y allí se describían de manera pormenorizada las nuevas fronteras entre ambos imperios; también establecen el juramento de ambos reyes de no luchar más entre sí, y  Ramsés renuncia de manera definitiva y perpetua a Qadesh, Amurru, el valle del Eleuteros y todas las tierras circundantes al río Orontes y sus tributarios.
                Debo añadir que en el año 1296 a.C. en Qadesh se había producido una batalla que los egipcios habían ganado, pero la guerra fría que se produjo a partir de entonces terminó obligando al mandatario egipcio a aceptar las condiciones impuestas por los hititas. Ese acuerdo de paz fue respetado y ello dio pie a que se desplegara una intensa actividad comercial entre ambos reinos, y en la historia hay numerosas referencias a la visita de arquitectos egipcios a la corte hitita y la venta de hierro a Egipto, lo cual significó su salida de la Edad de Bronce.  Como pueden ver no es nuevo que los derrotados puedan terminar imponiendo sus condiciones, y si no me creen vean a Chávez y a los ahora ensalzados narcos guerrilleros de las FARC en Colombia.
                De aquellos tiempos hasta ahora ha habido infinidad de pausas bélicas con mayores o menores repercusiones en la historia. Es una lista infinita de ellas, y paulatinamente se fueron estableciendo normas para su ejecución, al punto que terminando el siglo XIX se realizó una cumbre mundial de la cual surgió el documento:  CONVENCIÓN II DE LA HAYA DE 1899 RELATIVA A LAS LEYES Y USOS DE LA GUERRA TERRESTRE Y REGLAMENTO ANEXO. Allí en su capítulo V se habla DEL ARMISTICIO y el artículo 36 establece: “El armisticio suspende las operaciones de guerra por un mutuo acuerdo de las Partes beligerantes”.
Sin embargo, ha habido algunas emblemáticas como fue la de la Navidad de 1914 durante la Primera Guerra Mundial. Este conflicto que comenzó el 28 de junio de 1914 en Sarajevo con el asesinato del archiduque Francisco Fernando de Austria y se consolidó el 28 de julio, cuando los austro-húngaros intentaron invadir Serbia.  Las escaramuzas se produjeron a lo largo y ancho de todos los frentes de batallas hasta que en la noche del 24 de diciembre de ese año las tropas alemanas colocaron en el borde de las trincheras abetos iluminados, los cuales habían sido enviados al frente por orden directa del Káiser Guillermo II, junto a raciones extra de pan, salchichas y licores.
En el frente belga, cerca de Ypres ocurre un milagro: en medio de la noche se comenzó a oír un canto hermoso:
“Stille Nacht, heilige Nacht,
Alles schläft; einsam wacht”
Noche de paz, noche de amor, la canción navideña austriaca compuesta por el cura Joseph Mohr y el organista Franz Xaver Gruber. Cuando ellos terminaron, la misma pieza fue interpretada por una gaita escocesa, y al terminar de sonar ambas fuerzas aplauden con vigor, luego de una calma tensa, narran las crónicas que los escoces comienzan a tocar con su gaita el Adeste fidelis el cual fue cantado en ambos bandos.
Pero no se quedó ahí todo. Al llegar el día un grupo de soldados alemanes ondearon banderas blancas y salieron desarmados de sus trincheras. Los aliados al comienzo se mostraron desconcertados, pero en breve se les unieron.  Aquellos que hasta el día antes se habían estado tratando de matar encarnizadamente  compartieron cigarrillos, aguardiente y hasta chocolates. Los gestos fraternales se prolongaron y cada ejército recogió a sus caídos en los días anteriores para enterrarlos de manera decente. Hubo sitios en los cuales se hicieron misas conjuntas y hasta jugaron partidos de fútbol, uno de los cuales ganaron los alemanes con un marcador de 3 a 2.
                Como bien pueden suponer los altos mandos militares en cada cuartel general se pusieron las manos en la cabeza y el grito en el cielo, y procedieron a tomar “medidas ejemplarizantes” para poner freno a tal “bochinche”…  Un número no conocido de soldados franceses fue pasado por las armas como escarmiento y los alemanes fueron enviados al frente oriental. Las cartas en las que los efectivos castrenses narraban lo ocurrido a sus familiares fueron destruidas y las informaciones de ello que llegaron a los periódicos británicos se censuraron. Los franceses confiscaron los negativos de las fotos que algunos soldados tomaron en esos días, en donde aparecían hombres de uno y otro bando posando amistosamente. Fue así como se prolongó el conflicto hasta el 11 de noviembre de 1918 cuando Alemania solicitó un armisticio que conduciría a la firma del Tratado de Versalles el 18 de junio de 1919 con el cual concluyó la Primera Guerra Mundial.
                Los choques armados han proliferado de manera sostenida y metódica durante nuestra historia, las cifras de pérdidas humanas, culturales y económicas son incalculables. Las razones para justificarlas son de toda laya: religiosas, políticas, raciales, económicas, territoriales, y paremos de enumerarlas.  Colombia ha vivido por más de medio siglo un choque de fuerzas entre los representantes de la legalidad y dos frentes guerrilleros armados de origen izquierdista, luego devenidos en meros traficantes de drogas psicotrópicas como forma de financiar su estructura operativa.
Los actos de barbarie cometidos han sido de una largueza extrema. Uno de los más viles fue el ocurrido el jueves 25 de marzo de 2010, en El Charco, departamento de Nariño, donde miembros del Frente 29 de las FARC le pagaron unos cuantos pesos al niño Heriberto Grueso, de 11 años de edad, para que llevara un colchón hasta un puesto de la policía. Esa criatura, que se dedicaba a llevar distintas cargas por el pueblo para ayudar a su madre con los gastos domésticos, no sabía que dicha pieza estaba cargada de explosivos, y luego de entrar al recinto policial lo hicieron explotar.  Murió él y quedaron heridos 9 agentes y 3 civiles… 
Este grupo armado, que se proclama como el ejército subversivo más antiguo y mejor armado del continente americano, ahora aparece firmando un tratado de paz que es celebrado con flautas y chirimías por el mundo entero. Hasta el venerado Santo Padre, Francisco, a quien por lo visto le gusta sonar más que pandereta en misa de aguinaldos,  dejó saber el pasado lunes 26 de septiembre durante una reunión que tuvo con dirigentes hebreos: “Cuando el acuerdo de paz esté blindado por el plebiscito y sea reconocido por la comunidad internacional iré a Colombia a enseñar paz”. Supongo que también dirá una misa por Heriberto.
Mientras todas las miradas van fijamente al lado allá del río Arauca, del lado acá siguen ocurriendo toda clase de barbaridades de todo orden y concierto. Un sector rojo juega a un supuesto diálogo y cada vez crecen más las voces que hacen un llamado al entendimiento, coro que es acompañado por no pocos representantes del margen opositor. Por lo visto el ejemplo colombiano de impunidad disfrazada de paz ha calado en muchos. No se habla de justicia, ni de equidad ni de nada de esa vaina, sino que se prohíja la paz cual agua de fierabrás que curará todos los males.
Nadie habla de repatriación de los centenares de miles de millones de dólares robados por los jenízaros rojos.  Y vemos al ahora honorable, y también mecenas de algunos políticos opositores (¿verdad Juan Carlos Caldera?), Wilmer Ruperti anunciando en torno a los narcosobrinos: “Como ciudadano activo de este bello país, he decidido hacer frente a los costos derivados de la defensa que merecen estos ciudadanos y por tanto asumí el pago de servicio de sus Abogados”.  Lo que ni de vaina dijo en su comunicado es que Pdvsa recientemente le adjudicó un contrato por 138 millones de dólares a una de sus empresas, Maroil Trading Inc., para que remueva de Jose, estado Anzoátegui, las montañas de coque que se han acumulado por la desidia e incompetencia de las gerencias petroleras rojas.
La paz quieren convertirla en el cerrojo del cepo con que nos han ido inmovilizando mientras despedazan el país. Lo más duro es que quienes debieran esforzarse en impedir semejante insensatez aparecen risueños clamando para que terminen de cerrar ese candado.

© Alfredo Cedeño

sábado, junio 04, 2016

JUSTICIA

                 Se asegura que Anacarsis vivió en el siglo VI antes de Cristo, en realidad es escaso lo que se sabe de él a ciencia cierta. Sabemos que era un príncipe escita que conquistó una vasta zona del llamado Ponto Euxino, nombre que usaron los griegos jonios para rebautizar al mar Negro. Como pueden ver eso de cambiarle los nombres a plazas, calles y hasta mares no es cosa nueva en el quehacer humano. Pero, por favor, sigamos en lo que traigo hoy como tema principal. Este señor de quien comencé hablándoles, fue un filósofo que, a falta de otros territorios que adjudicarse a punta de arco, flechas y caballos, se dedicó a recorrer Grecia a conciencia, y llegó a establecer relación de pares con el viejito Solón, el poeta, legislador y guerrero ateniense.
                Ese hijo de Atenas aparece en todas las listas que los taxonomistas han elaborado sobre los llamados siete sabios de Grecia. El ya nombrado magnate escita, también ha sido incluido por algunos clasificadores en algunas versiones del célebre septeto. Este pensador y general de sus fuerzas –eran tiempos cuando los guerreros no solo eran arrojados sino que también pensaban, eso es de un tiempo para acá que los llamados hombres de armas cuantos más brutos más ascienden en el escalafón–, también tenía facilidades para inventar cosas; a él se le atribuye la creación del fuelle, así como la rueda de alfarero, entre otras pendejaditas a las cuales se le ocurrió aplicar su talento para resolver algunos problemas de la vida diaria de aquellos tiempos. 
Regresemos a lo que me interesa: Anacarsis y Solón se conocieron, e intercambiaron numerosas opiniones, sobre todo en lo que a las leyes se refiere, y de ello da referencias el también griego Plutarco quien asegura que el ateniense le afirmó al escita que los hombres cumplen los contratos cuando ninguno de los que los firman tiene interés en quebrantarlos. Él estaba absolutamente convencido de que al unir los intereses de la ciudadanía con las leyes que él, Solón, había creado nadie iba a querer quebrantarlas y que tendrían más interés para ellos observarlas que desobedecerlas. Ante el desborde de facundia de su interlocutor Anacarsis se limitó a tildarlo de ingenuo y le dijo: Las leyes son como las telarañas: los insectos pequeños quedan atrapados en ellas, los grandes las rompen. O sea… sólo resisten para agarrar a los pendejos.
Las normas han sido siempre una búsqueda inherente al hombre, a manera de poner control sobre la fuerza bruta. Me imagino que fue producto del acuerdo entre la masa de gente común y corriente, quienes deben haber estado más que hartos de los desmanes de los que más fuerza tenían.  Los historiadores nos han revelado que 4.000 años ha, 2.000 antes de Cristo, el rey caldeo Hammurabi concibió su célebre Código, el cual es el más antiguo del que se tengan noticias.  En París, en el museo del Louvre está la llamada Estela de Hammurabi que descubriera a comienzos del siglo XX el ingeniero francés Jean-Jacques de Morgan. Allí aparecen 250 artículos, que, basados en viejas leyes sumerias, reglamenta juicios, obligaciones de los burócratas de aquellos tiempos, préstamos a interés, constitución de la familia, negocios y algunos delitos. El mentado Código de Hammurabi consagraba la vieja Ley del Talión (ojo por ojo, diente por diente).
                Siglos más tarde, en el XIII antes de Cristo, en lo que ahora conocemos como India apareció el llamado Código de Manú, o Manava-Dharma-Sastra, que regía lo ético, religioso, moral y jurídico. Esta compilación se considera la base de la literatura jurídica sánscrita. No puedo dejar de mencionar que deben haber estado ya elaborándose las normas que de forma oral se transmitían los miembros del llamado pueblo de Israel, más conocidos como hebreos o judíos, y cuyo cuerpo de leyes terminó cristalizando a comienzos de nuestra era en la Torá y el Talmud, piedras angulares de dicha cultura.
Son infinitos los ejemplos de textos reguladores que diferentes culturas y modelos societarios han creado a lo largo de la historia humana, ha sido, sin discusión alguna, la mejor manera para evitar que termináramos despedazándonos los unos a los otros. Todo ello condujo a lo que hemos terminado por denominar Justicia, la cual es definida por el Diccionario de la Real Academia Española  como: “Cualidad o virtud de proceder o juzgar respetando la verdad y de poner en práctica el derecho que asiste a toda persona a que se respeten sus derechos, que le sea reconocido lo que le corresponde o las consecuencias de su comportamiento”.  También le otorga la acepción de: “Aplicación de un castigo o una pena tras un juicio”, y cierra las definiciones que de dicha palabra se hacen diciendo que equivale a “Derecho, razón, equidad”.
                En los actuales momentos el venezolano vive lo que defino como “síndrome de stress pretraumático continuo” gracias a la inacabable  ristra de injusticias que ha sido obligado a padecer por una gavilla de trúhanes que lograron poner sus pezuñas sobre el poder.  Es infinita la cantidad de delitos que han cometido a conciencia esta pandilla de malvivientes, los han llevado a cabo y se han pavoneado con gestos de impunidad  ante la inmunidad que se han concedido unos a otros. Ha sido una despreocupada y chapucera puesta en escena de atropellos con antifaz de legal para justificar toda clase de felonías y atropellos. Aquel viejo y universal refrán “La Justicia tarda pero llega”, parece que nunca lo escucharon, y mucho menos entendieron, lo cual revela el calibre de la ignorancia de estos infelices.
                Todo esto hace inaudito escuchar en estos días, cuando un desenlace luce inminente, voces que insisten, de manera obcecada y digna de mejores obras, en clamar a voz en cuello por un dialogo y perdón que permita una reconstrucción nacional. Ese coro de alcahuetes, conscientes o ingenuos sorprendidos en su buena fe, exigen con voces altisonantes una reconciliación con aquellos que nos han arrojado de casa, trabajo, oficio y hasta del país. ¿Alguien puede decirnos a la nación entera a santo de qué esta horda de malandrines malintencionados deben ser exonerados de rendir cuentas ante la justicia? No se trata de venganza, como algunas voces celestinas denuncian de manera sesgada, lo que se exige es justicia. Venezuela espera la restitución no solo de las libertades ciudadanas, sino también de los bienes que estas aves de rapiña ocultan en sus madrigueras.
No debe haber clemencia para que en aras del dialogo se condonen todas las deudas que estos degenerados han adquirido con el país y sus generaciones futuras. ¿Qué lección quedará para la colectividad si a la final se hace con todos estos pillos lo que hace el gato con sus excrecencias y las metemos bajo la alfombra? ¿Hasta cuándo exacerbamos paradigmas poco honorables para nuestra raíz de nación?  ¿Repetiremos la gravísima e imperdonable condonación que Caldera otorgó al difunto luego de haber atentado contra la institucionalidad democrática? ¿A ese es el dialogo de celestina al que están convocando?  ¿Todavía no han llegado los tiempos en que la responsabilidad por los actos cometidos sean asumidos por quienes los cometen? ¿No está bueno ya de lanzar flechas inocuas, mientras las ventanas cerradas terminan devenidas en convenientes vías de escape para quienes acabaron hasta con nuestra dignidad?

© Alfredo Cedeño
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