En sus cascos de noche brilló el sol del galope
y hendió el camino con mil chispas y centellas,
sus remos se hicieron flejes de vuelo perenne
para que el jinete se ganara la libertad del viento,
sobre el pellejo las manchas de leopardo marcaron
el salto feroz del vuelo entreverado a ras de suelo,
y en el lomo portó al heraldo embriagado de tolvanera
que fue remolino, y regó relinchos sobre el llano.
© Alfredo Cedeño