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miércoles, junio 12, 2019

DESEOS NO EMPREÑAN, ¡MONIFATOS!

 
                Crecí escuchando a la vieja Elvira,  mi abuela, rezongando el refrán que uso para titular mi nota de hoy, y es una frase que me viene a la memoria una y otra vez de un tiempo para acá. Los marines están en Panamá, cuando no es en Paramaribo o en Río Hacha o en las afueras de Cúcuta, y hay hasta quienes los han visto acampando en la plaza Bolívar de Ureña, lo cual aseguran miraron  con sus propios ojos que se han de comer los gusanos, mientras hacían unos fogones para preparar un sancocho con las cabezas de los chavistas que apresaron al apenas invadir Venezuela.
                Lo mismo ocurre con quienes desdicen a estos con la primicia de que será en diciembre cuando las urnas dirán quién es el sustituto de Gofiote, Ojitos Lindos y todo el combo de malvivientes que ejercen el poder en nuestro país. A la par de ello el desangre ciudadano se mantiene inalterable, las carreteras que van a las fronteras son una hemorragia que no cesa, Venezuela ya exangüe mira impotente como su savia vital se escapa. Simultáneamente, los que manejan el tinglado institucional, y cierto segmento de los que aspiran a manejarlo, permanecen obnubilados, cual mono con un celular empuñado, en sus propias trapisondas para continuar siendo, o ser,  los jerarcas.
                Hay un juego perverso que busca el desgaste de la unidad. En la acera de la mafia roja, bajo el amparo de la peste que comanda el estamento militar, sus capos se pavonean mientras sacan sus cuentas a cara descubierta desde cómodas oficinas en La Habana. Ya ni se preocupan de guardar las apariencias. La soberanía es una zarandaja que ya no tiene valor de uso, y mucho menos valor de cambio. No menos ocurre en algunas esquinas de la otra acera, donde algunos correveidiles, con gestos contritos y voz ampulosa, venden las bondades del diálogo cual bálsamo de fierabrás del siglo XXI y exigen que resolvamos las diferencias a través de la vía electoral. ¡Es que ni los suizos podrían derrochar tanto civismo! ¿O será cinismo los que estos hijos de su madre exhiben?
                El manido, pero muy efectivo y real, trabajo de base de Guaidó y quienes apuestan por la salida del caos que padecemos desde hace cuatro lustros, mantiene su ritmo. Están desmontando lo hecho durante veinte años por una tropa de tarados que con esmero se han dedicado a disolver lo nuestro y separarnos de los nuestros. Y ahora aparecen los sacristanes que han guardado un silencio ejemplar a exigirle a la esperanza una celeridad que ya debieron ellos haberle puesto a sus asentaderas para haberlas siquiera movido mientras nos descoyuntaban el país.  
                En el estado Trujillo aprendí de algunas de sus matronas la palabra monifato, cuyo significado es algo así como un injerto de bruto y necio con fatuo, y lo usan con manifiesto desdén con aquellos en quienes la inteligencia no quiso manifestarse, o en a los que la impertinencia les hace insistir en sus desbarres. Pocas veces he encontrado seres que se ajusten más a dicha expresión como los ya mencionados, por lo visto la imbecilidad y testarudez les impide dejar de insistir en sus monifatadas, que solo ayudan al gobiernito y poco sirven para detener el avance de nuestra liberación. 

© Alfredo Cedeño
 

jueves, agosto 25, 2016

PERENNE

  
Señor
tú que nunca me abandonas
mantén encendida la lámpara
y apagada la tristeza
hasta que las quimeras chispeen
los cielos se acerquen
la tierra entera germine
el viento asperje aromas
las olas no cesen de arrullarnos
los gemidos sean siempre alegres
la candela seque los infortunios
y tu brillo sea faro perpetuo.

© Alfredo Cedeño


domingo, diciembre 11, 2011

TRUJILLANEANDO 10 (Pelea de gallos)


Quiero abrir esta nota de hoy con una declaración de principios: puedo cuestionar o criticar todo, pero siempre debo respetar lo que cada quien piensa o crea. Digamos que creo en el cacareado credo del libre albedrío, concepto filosófico echado a rodar por Santo Tomás de Aquino en la Edad Media.

Dejó asentado el tocayo del apóstol que necesitaba ver para creer: “En el hombre hay libre albedrío. De no ser así, inútiles serían los consejos, las exhortaciones, los preceptos, las prohibiciones, los premios y los castigos. Para demostrarlo, hay que tener presente que hay seres que obran sin juicio previo alguno”

Pasados algunos siglos después del citado hombre de la iglesia, en el XIX para ser exactos, el pensador alemán Schopenhauer arremetió contra ello y aseguró: “Tú puedes hacer lo que siempre haces, pero en algún momento de tu vida, sólo podrás hacer una actividad definida, y no podrás hacer absolutamente nada que no sea esta actividad”.
Bien sabemos que entre gustos y colores… ¡no digamos de pensadores!, que cada cual asegura tener los pelos de Belcebú apuñados en sus entendederas.

Para seguir dándole vueltas a la noria filosófica, que confieso estoy empleando para evitar ser declarado enemigo de la Sociedad Perpetua de los Comeflores y Defensores de las Causas Perdidas, quiero ahora citar a Fernando Savater. Él, en entrevista concedida al diario español El País, declaró: “Podemos conceder protección a los animales pero no derechos porque carecen de deberes y de conciencia para entender lo uno y lo otro. Los humanos no sólo sabemos sumar 2 y 2 y hemos inventado el chat, sino que evidentemente también volamos, nos camuflamos, y hacemos cualquier otra cosa que hagan los animales, en muchas ocasiones porque lo imitamos de ellos por medios técnicos”.

El pensador vasco también asegura en sus declaraciones: “La moral no es simplemente ahorrar sufrimiento sino compartir el reconocimiento de la libertad de elegir, que es lo que nos hace humanos”.

Preguntarán ustedes, y con razón, ¿a dónde pretende llegar éste hoy? Que estuve en una pelea de gallos organizada por unos campesinos trujillanos. No tengo que extenderme en cuanto a las loas y condenas que se suscitan alrededor de esa actividad; yo no condeno ni avalo dichas prácticas, pero esto también es una parte de nuestro país que ando empeñado en documentar. Los juicios, absoluciones y condenas se las dejo a los que sientan que puedan lanzar el primer peñonazo. Como bien algunos saben, y otros han de suponer, no soy muy amigo de que me despiecen cual puerco. Así que, con un ligero barniz de cultura general, les termino el cuento.

Se asegura que el origen de las peleas de gallos está en Asia, y que hace 2.500 años se celebraban en China. Se afirma que en Egipto, en la época de Moisés, eran el pasatiempo preferido de las masas.

Este animal era tema de adoración religiosa entre los sirios, mientras que los griegos y romanos lo asociaron a los dioses Apolo, Mercurio y Marte. En el siglo XVI, las peleas de gallos prosperaban en Inglaterra y cuando el rey Enrique VIII, se llevaban a cabo en el palacio de Whitehall. El juego se convirtió en un deporte nacional, a tal punto que a ciertas escuelas les fue requerido enseñar a los estudiantes sobre las peleas de gallos, en aspectos como crianza, traqueo y condicionamiento del animal.

Durante la Edad Media, en Francia, estos combates eran muy populares y ese país adoptó al animal como emblema nacional. Años más tarde asegura Irving Leonard en su obra: “Books of the Brave. Being an account of Books and men in the Spanish Conquest and Settlement of the Sixteenth-Century New World”, que tal practica llegó a América debido a que “Durante los viajes entre España y América, los pasajeros solían distraerse con peleas de gallos a bordo”.

En Venezuela hay referencias del año 1771, cuando el gobernador Manuel Centurión estableció en la Provincia de Guayana el estanco de guarapo y el juego de gallos, que producían anualmente 1.430 pesos en impuestos.

Actualmente en Venezuela estas jornadas, a la que algunos catalogan como deporte, se llevan a cabo en casi todo el país. En las montañas ubicadas entre Valera y La Puerta, en el estado Trujillo, 450 kilómetros al oeste de la capital venezolana, se realizan para conmemorar distintas fechas y celebraciones, días en los cuales campesinos como Oswaldo Carrizo preparan sus animales desde el día antes para luego acudir a una “gallera”, a la cual se llega luego de una larga caminata por medio de la montaña.




Allí se realizaron los enfrentamientos donde la palabra del gallero se respeta como única garantía en cada pelea.

© Alfredo Cedeño



Alfredo Cedeño

domingo, octubre 02, 2011

TRUJILLANEANDO 08 (Niquitao)



Trujillo se dejó colar en el mapa de Venezuela desde el borde sur del lago de Maracaibo con una, a veces, dolorosa armonía que le enreda la vista aún al más escéptico. Verbi gratia. También le enreda el mercurio a los termómetros y da bandazos entre el calor viscoso de La Ceiba y un frío que aturrulla como el de Niquitao.

Hoy dedicaré a este último lugar, ya que lo nombro, mis fotos y letras, cuya presencia geográfica más habitual se vincula a la glándula mamaria en yunta con su denominación –entiéndase La Teta de Niquitao–; y en el terreno histórico por la batalla que en sus alrededores se llevó a cabo el 2 de julio de 1813.

En aquel momento, el entonces coronel José Félix Ribas, al frente de mil hombres, derrotó al coronel español homónimo del poeta que luego convirtieron en su santón particular ciertos prohombres de la izquierda latinoamericana, y con especial fervor por lares antillanos. José Martí se llamaba el oficial ibérico.

Fin de fines que la acción de Ribas, quien había salido desde Barinas y cruzado barrancos y voladeros de respetables calibres, impidió que las fuerzas realistas envainaran la retaguardia de las fuerzas de Bolívar. Ribas, quien estuvo acompañado en el mando de las tropas por Rafael Urdaneta y Vicente Campo Elías, logró hacer casi cuatro centenas de prisioneros, así como abastecerse de abundante armamento y municiones.

La operación bélica de Ribas fue la penúltima de las estratagemas de la Campaña Admirable, que concluyó el 7 de agosto de 1813, cuando Bolívar entró en Caracas. Como bien saben, eso ya es harina de otro costal, así que sigamos en lo frío.

Niquitao está llegando a la orilla suroeste de esa manta de mil formas y esquinas que semeja Trujillo cuando se le contempla en el mapa. Varias son las formas de llegarle, pero la menos engorrosa, aunque no la más vistosa, es la que sale desde Boconó y que toma casi una hora de camino.

Esta población fue visitada por el obispo andariego Mariano Martí, y dejó asentado en los muy comentados Documentos relativos a su visita pastoral de la diócesis de Caracas, llevada a cabo en el siglo XVIII, "este pueblo tuvo principio en 1692, según la nota más antigua de sus libros parroquiales".

No obstante debo mencionar a Tulio Chiossone, quien en su Diccionario Toponímico de Venezuela, cita a Mario Briceño, el cual aseguraba que "la encomienda de indios cuicas del valle de Niquitao, era de las más beneméritas de la jurisdicción de la ciudad de Trujillo entre los años 1584 y 1640". Tal como he dicho en reiteradas oportunidades, y ustedes bien lo saben, donde nos juntamos tres de nosotros suelen aparecer diez versiones. Esto lo refresco porque otros aseguran que fue en 1625 cuando Domingo Vílchez y Juan Vílchez Narváez fundaron esta localidad.

Niquitao es un bordado de calles con ventanas donde las mozas se asoman a ver pasar a los vecinos, quien sabe si luego largarán el cuchicheo y la risa pícara muros adentro; rincones de puertas sólidas encajadas en una pared de rocas que parecen replicarse en las caras de sus labriegos. Aquí Bolívar es un busto que gotea adusto y vigila los barbechos desde su pedestal y los fieles acuden a la iglesia a elevar sus rogativas, mientras sus arrodilladas son vigiladas por un santo enjaulado…

¿Cómo hago para no delirar con cada rincón donde me meto a llenarme de este país? Cada vez me convenzo más que merecemos mejor suerte que la conocida con el rosario de mangasmeadas que hemos debido soportar –y soportamos– de una dirigencia que ni para dirigir el tráfico sirven.

© Alfredo Cedeño




















jueves, septiembre 15, 2011

TROCHA



En el barbecho quedaron las semillas y el agua y los surcos
en el camino pierdo y dejo y encuentro: pozos y piedras y paz…
en la casa me esperan los chinos y la mujer y la sopa caliente

© Alfredo Cedeño

jueves, septiembre 01, 2011

LABRANTÍO




Que estos cachos sean grieta de la tierra
y llanto de buey hecho legumbres,
que me deje arrancar espinas y abrojos
con la canción de las pezuñas,
que me entregue el griterío de Venezuela
flotando sobre las montañas,
y que mis ganas sueltas sigan retozando
como las barajas de mi fiesta en la plaza.

© Alfredo Cedeño

jueves, agosto 18, 2011

QUEMA



La candela es una rendija de lenguas largas y rojas
que abre las puertas cenicientas del luto
sobre el vientre de la montaña en vigilia herida…

© Alfredo Cedeño

domingo, julio 17, 2011

TRUJILLANEANDO 05 (Santa Ana)


El hombre es la memoria, lo que recuerda, lo que evoca, lo que conmemora… Cierro los ojos y, de mi época de niño escolar, salta como un resorte una vieja imagen en blanco y negro desde la sección de historia del libro de turno. Allí, Bolívar se abraza con el jefe realista Pablo Morillo.
Es nítido el recuerdo: a la izquierda está el patriota de gesto serio y con ropa de paisano; a la derecha el español con largas patillas, luce charreteras y espuelas y una espada morrocotuda que nunca pude entender cómo la sostenía en su cintura.
Esa viñeta ilustraba el encuentro entre ambos jefes militares ocurrido el lunes 27 de noviembre del bisiesto 1820 en la entrada de Santa Ana, Trujillo. Dicha reunión se acordó llevar a cabo para, de ese modo, ratificar físicamente el Tratado de Armisticio y Regularización de la Guerra que sus representantes habían firmado el día antes.
Las crónicas de entonces afirman que el ibérico no encontraba donde meter su mandoble y sus arreos militares cuando vio llegar al criollo con un séquito mínimo, encaramado en una mula, de ropaje civil, con gorra de campaña y una levita azul.
Parte de los hechos ocurridos entonces es que Morillo propuso que se erigiera en el sitio de encuentro una pirámide que lo recordara. Ambos colocaron la primera piedra de ese monumento que hoy recibe al que llega a Santa Ana.
Rafael Ramón Castellanos uno de los trujillanos más trujillano que uno pueda imaginar, y santanero por más señas, afirma, con gesto adusto y voz que no admite incertidumbre alguna, que Santa Ana de Trujillo se fundó el 19 de abril de 1653. Y si él lo dice, no tengo duda alguna de que así fue. Sólo un rojito de esos que ahora pululan presumiendo de amos y señores de la historia, llegaría a semejante imbecilidad.
Más de tres siglos han visto mudar tapiales, cambiar techos y rehacer calles, de este nido de dignidad acurrucado en medio de las montañas andinas. En sus ventanas todavía hay doncellas que son rondadas por mancebos que buscan su boca trujillana de piña y flores frescas. En sus callejones las bestias esperan cargas que remontarán las cuestas de los alrededores. Una pulpería rebosa de miche bajo el falso gesto de dureza de su dueño. Una delgada cinta negra anuncia el luto que señorea en una vivienda. Una beba de rizos deliciosos y chocolate en mano señala lo que sólo su pureza ve… Allí la historia no es una imagen que asalta los recuerdos, se nace y crece con la sencillez de quienes se saben herencia de ella.

© Alfredo Cedeño


















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