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viernes, julio 15, 2022

MIEDO E INTERESES


Usted y yo, ciudadanos de a pie e hijos de una tierra ahora, y siempre, canibalizada por las castas dirigentes, se pretende ahora que sigamos como los célebres monitos: uno no ve, el otro no oye y el último no habla. Es al papel que, esas cofradías del poder nos quisieran ver reducidos.  En la epopeya enfermiza que se han labrado en sus cabezas, yermas de saber y copiosas en idioteces, sectarismo y oportunismos, nos ven como meras fichas para mover a su conveniencia en el momento y lugar que a sus intereses más convenga.

En esa Babia particular que se han fabricado no terminan de entender que los tres simios son una ilustración y que, a diferencia de ellos, estamos vivos. Pretenden unos que no se hable desde las tribunas que la sociedad desarrolló como mecanismos de control; por eso cierran el Congreso, crean un adefesio llamado Asamblea Nacional, el que cuando no pueden mangonear a su antojo se sacan de la manga una Asamblea Constituyente, con una facilidad que ni para cambiarse la ropa interior; también compran, o cierran o se roban los periódicos, emisoras y televisoras que no le hacen las venias que ellos imponen.

Los otros son peores, porque al ser supuestos adversarios de aquellos debieran asumir otra posición, pero estos quieren que no veamos, ni oigamos, ni hablemos. Si a usted se le ocurre, por ejemplo, mencionar Monómeros, ponen cara de congoja, casi como si estuvieran pujando, y sacan una Biblia en edición del año 1500, una reliquia de la cruz donde murió nuestro Señor, unas pantaletas de Santa Tecla La Callosa y un rosario que era de San Agustín, mientras gritan a todo pulmón: ¡Calumnia, calumnia! Todo esto en medio de una algarabía de corifeos y plañideras que le acusan de colaborador del régimen, como menudo.

Al final del día, como gustan de decir los estadounidenses, lo que nos queda son juegos fatuos de luces artificiales. Ellos, mientras tanto, y así como quien no quiere, juegan a mantener, como sea, los feudos que siempre han tenido desde el mismísimo siglo XVI, cuando la corona española otorgó cédulas reales, leyes y ordenanzas con las que otorgaba derechos y privilegios a los descendientes de los primeros conquistadores y pobladores. Esas élites fueron dueños de grandes haciendas de cacao, tabaco y de hatos de ganado; también de esclavos, amén de presumir de bancos exclusivos en las iglesias, donde eran llevados en sillas a lomo de sirvientes, ser llamados Don o Doña, escudo de armas en el frente de sus casas, así como usar bastones, sombrillas, sombrero y cadenas.

Tales castas se han acoplado a cada jefe todopoderoso, llámese rey, caudillo, dictador o presidente, acoplándose, otras mutando en medio de los disturbios ocasionales para apropiarse de la respectiva tajada a la que suponen tener derecho divino.  Las ideas poco valen, la llamada derecha ha sido uno de los mayores fraudes históricos, se han limitado a dejarse amedrentar sin capacidad de confrontar la inmensa ristra de retruécanos con la que nos imponen su visión “progresista”. Mientras tanto esa izquierda casposa y exquisita, que si sabe dónde va, se ha adueñado de todo, hasta de nuestras vidas. Ellos saben cómo tener a buen resguardo sus intereses, los otros solo pelean por quitárselos.

 

© Alfredo Cedeño 

viernes, mayo 20, 2022

¿ENTONCES CUÁNDO?



Todos aquellos que me leen tienen en mí un agradecimiento infinito. Sin embargo, hay, de todos ellos, tres a los que agradezco más que a ninguno otro. Dos en Venezuela, y el otro en la llamada Madre Patria. Al lado allá de la mar océano, uno que con real espíritu crítico me lee y cuya constancia me conmueve, sobre todo porque le conozco desde niño y es motivo de particular orgullo verle desempeñando rol de alto ejecutivo en una trasnacional europea. En el lar natal uno de noventa años, quien ha sido un maestro a lo largo de mi vida en el llamado universo cultural, y quien me abruma con su persistencia y solidaridad.

Hay también una tercera persona a la que quiero, respeto y admiro, y quien, pese a su lucha contra el mal que se empeña en postrarla, mantiene una actitud ante la vida que me hace quererla, respetarla y admirarla más todavía. Esta última persona, quien es una incondicional capaz de escribirme: “lo apoyo en cualquier pelea que agarre”. Sin embargo, esta lectora implacable y de un equilibrio descarnado, como conozco muy pocos casos, me planta cara: “Yo estoy de acuerdo con usted, pero no estoy de acuerdo. Tiene toda la razón de que aquellos vientos trajeron estas tempestades. Lo que no concuerdo es el momento de decirlo. Estamos más que desarmados, desesperanzados.”

Llevo toda la semana reflexionando sobre su comentario, e invariablemente, todas las respuestas que he encontrado han sido: ¿Cuál es el momento oportuno? Si hacemos un vuelo rasante sobre nuestro quehacer político vamos a encontrar un no breve historial de espera del momento adecuado para decir y hacer las cosas. Y fue así como se establecieron multitudinarias cofradías de viudas y plañideras de la Cuarta República, del perezjimenizmo, del medinismo, del lopezcontrerismo, del gomecismo, del castrismo, del paecismo, del bolivarianismo, y –aunque de reciente data­– hasta de Guaicaipuro hay una no poca populosa hermandad que reclama los buenos tiempos precolombinos.

A todos se les olvida los desastres de todo tipo que fueron, lenta e indeteniblemente, llevándonos a este infierno en que está convertida Venezuela. No dejaré de escribir que estamos recogiendo lo que sembramos, y hasta que no lo entendamos y comencemos a erradicar las plantas que no sirven seguiremos con la misma cosecha. No podemos seguir esperando un tiempo adecuado para decir las cosas, porque nunca va a llegar. Siempre habrá un celestinaje que amparará una manera opaca e interesada de conducir al país. Ahora Chávez y Maduro fueron los supermalignos que acabaron con el país perfecto que éramos. ¿Hasta dónde se puede ser ciego e inconsciente? ¿Cuándo va a ser el tiempo para decir las cosas y hacer las correcciones que son inaplazables? ¿Salir de Maduro para caer en manos de quiénes?

¿Nos entregamos a Guaidó para que maneje el país como Monómeros? ¿Nos ponemos en manos de Ramos para que siga conduciéndonos como la pulpería que heredó de Alfaro Ucero? Los ejemplos son infinitos y el espacio de esta columna es breve. Seguiré preguntando: ¿Cuándo es el tiempo indicado para replantearnos el país que necesitamos y merecemos ser?

© Alfredo Cedeño  

viernes, marzo 11, 2022

MENTEGATO y CABEZA PUERCA



La lengua, el idioma, el universo mágico de la palabra, es un santuario al que entro siempre con supremo respeto. La armonía que se produce entre las letras es una epifanía a la que suelo adorar. Contrario a muchos puristas que desdeñan ciertas palabras por no tener cierta “altura”, suelo dedicarme a celebrarla sin consideraciones. Me parece tan sonora la palabra trapisonda, como me resuena en el paladar su compañera vergajo. A la postre, suelo sentir no poca pena por aquellos exquisitos que se escudan en sus aires de superioridad para no bajar a disfrutar las palabras en todos sus niveles.

Hay textos y autores que me son fundamentales, son parte del cuerpo de sacerdotes que ofician en este rito donde profeso. Y su manejo de las palabras ha sido insuperable. Shakespeare, aunque ajeno a mi lengua materna, es uno de ellos. Fue tan vasto su aporte que estudios contemporáneos revelan que el bardo de Stratford-upon-Avon creó más de 1.700 palabras.  Su par en la lengua española, Miguel de Cervantes Saavedra, usó casi 23 mil voces en El Quijote. Y ya que le nombro, este personaje fue autor de no pocos enredos gracias a su manera de entender y ver las cosas.

Una de mis escenas favoritas en ese sentido es la descrita en el capítulo XXIX de la segunda parte, cuando el caballero y su escudero llegan a orillas del Ebro, luego de robarse una barca y lanzarse a la corriente: “descubrieron unas grandes aceñas que en la mitad del río estaban; y apenas las hubo visto don Quijote, cuando con voz alta dijo a Sancho:

— ¿Ves? Allí, ¡oh amigo!, se descubre la ciudad, castillo o fortaleza donde debe de estar algún caballero oprimido, o alguna reina, infanta o princesa malparada, para cuyo socorro soy aquí traído.

— ¿Qué diablos de ciudad, fortaleza o castillo dice vuesa merced, señor? — dijo Sancho—. ¿No echa de ver que aquéllas son aceñas que están en el río, donde se muele el trigo?

— Calla, Sancho —dijo don Quijote—; que, aunque parecen aceñas, no lo son; y ya te he dicho que todas las cosas trastruecan y mudan de su ser natural los encantos.”

La maravilla del idioma es que muta y toma nuevos trajes al compás del tiempo. Es de un dinamismo que el propio Quijote hubiera querido tener para derribar los molinos. Los enredos son cosa de cada día. Me viene a la memoria la ocasión en que mis suegros estaban hablando en la sala de su casa. Ella sentada en su butaca estaba viendo el televisor, mientras él en la ventana del balcón escarbaba unas macetas; y comentó: Ahí está la gente de la fumigación. A lo cual ella respondió: Ay si, chico, yo no sé cuándo van a pagar la pensión. Él nuevamente le dijo: Que no chica, que ahí están los de la fumigación. A lo que ella ripostó velozmente: ¡Ya te dije que todavía no han dicho nada de la pensión! Los que estábamos oyendo no podíamos contener las risas, y tuvo que intervenir una de las hijas y explicarles. 

Otra situación similar ocurrió con un abuelo al que su hija oía que marcaba el teléfono y después de saludar decía: “Si, como no, avenida Páez, El Paraíso, quinta Guadalupe… ¡Bueno pues, me volvió a colgar!”  Y la situación se repitió un par de veces, hasta que su heredera se acercó a preguntarle qué pasaba. “¡Nada, que estoy llamando al seguro para arreglar lo de mis pagos y cuando me piden la dirección y empiezo a dársela me cuelgan!”  Ella le pidió el número e hizo la llamada, cuando la atendieron escuchó: Seguro Social, subdirección…

Otro caso muy cercano lo viví con mi hijo, estaba el comenzando a hablar, tendría un año y algunos meses. Por supuesto que las cintas de video con las películas habituales las había por todos lados. Él las iba turnando en sus gustos, y en una ocasión el turno fue para Peter Pan. Un día que jugaba con unos amiguitos le escuché decir: “¡Eres un cabeza puerca!” Cuando terminaron de jugar, e iba a bañarlo, le pregunté por el cabeza puerca. ¿Dónde oíste eso hijo? ¡En Peter Pan papá!  Un rato más tarde me senté con él a ver la cinta hasta que llegamos al punto en que los hermanitos de Wendy pelean y uno le dice al otro: cabeza hueca…  Otro día fue con mentegato, y nuevamente averigüé sobre el termino: Ahí en el cuento ese. Nueva lectura, y encontré: mentecato…

Si bien es cierto que ciertas confusiones pueden resultar divertidas, hay otras que no dejan de ser trágicas. Tal vez es lo que ocurre con ciertos personajes que se dedican en estos días a mezclar cosas, o a entender lo que se les antoja. Me imagino algo así como: Mira que vamos de nuevo a la cosa esa de las negociaciones; y él otro responde: Ah si, ya yo me bajé los pantalones.  Otro que al decirle: Sabes algo del papel de trabajo de la comisión; y su respuesta rauda será: Claro a mí que me den no menos del cinco por ciento. Tampoco debe faltar aquel al que dicen: ¿Tú crees que podremos establecer acuerdos?; quien responderá: la verdad que no sé dónde puse los recuerdos.

¿Será que así podemos llegar a alguna parte? Qué buena falta tienen de siquiera darle un ligero repaso al diccionario, a lo mejor es que tienen miedo de intoxicarse.

 © Alfredo Cedeño  



viernes, febrero 18, 2022

¿QUIÉN CARGA A QUIÉN?


En una ocasión, cuando trataba de llegar hasta un antiguo yacimiento arqueológico en las montañas del estado Trujillo, llamado por los campesinos de la zona “Cueva de los Muñecos”, luego de cruzar varias quebradas, y trepar por unos cerros bastante escarpados, en la parte final, Chucho Márquez, quien fungía de baquiano, y viéndome con la lengua de corbata, gracias a mi morral lleno de equipo fotográfico, me soltó: “Señor Alfredo, creo que llegamos donde mono no carga a su hijo…, ¡y si lo hace es por un ratico!”.  Y soltando la risa, me quitó el morral, se lo puso en su espalda y siguió su camino de lo más orondo.

Los recuerdos de la sabiduría de este campesino de Altos de La Cruz, en las montañas de La Puerta, estado Trujillo, siempre están presentes en mi memoria. Su humildad era expresión por excelencia de ese saber que otorga el contacto permanente con la naturaleza. En dos ocasiones, que me guiaba a distintos sitios de sus montañas natales, lo vi saltar como un fleje para, con un machetazo certero, acabar con culebras que estaban dispuestas a atacarme. En ambas oportunidades, y cagado del puro miedo, atiné a preguntarle: ¿Don Chucho y cómo la vio? Se reía y me respondía: “Señor Alfredo uno tiene callo y pelota de andar por estos montes de Dios, y aquí el que no sabe ver se va por cualquier barranco…”. Y seguía de lo más campante.

Pienso todo esto mientras reviso las diferentes informaciones publicadas sobre el “ángel” de Dios, el barranquillero Saab, el ex vendedor de llaveros, y hasta hace poco dueño de aviones privados, que hablan de sus habilidades en el mundo del espionaje. Esta versión hijo del Magdalena y el Atlántico tal vez quiso reencarnar a Harold Adrian Rusell Philby, quien saltó a la fama con el nombre de Kim Philby, quien formó parte del llamado clan “Los cinco de Cambridge”, red de espionaje al servicio de la desaparecida URSS.  Tanto hizo por los antecesores del hijo de la señora Putin que fue condecorado con la “Orden de la Bandera Roja”, que era uno de los más grandes reconocimientos que otorgaba los soviéticos.

Y ya que pienso en espías, sigo divagando y me pregunto si no sería que, el ahora diplomático maduriano, aspiraba a ser una versión empantalonada de Mata-Hari. ¿Ustedes se lo imaginan bailando como su paisana Shakira con el ombligo al aire? Es más, me lo imagino en un video de ella del año 2018, “Clandestino”, en el que aparece meneándose y cantando: “Sabes que no nos conviene que la gente sepa lo que ambos tenemos…”.  Y me imagino en vez de Maluma al tipo aquel, ese que aseguran es paisano de ellos, puesto que se supone nació en Cúcuta, echado en una silla de extensión respondiéndole: “Que comemos de una fruta prohibida nos encanta y lo sabemos…”.

Ahora bien, dejando la muy criolla jodentina a un lado, ¿será que Saab, Maduro, Cabello, Rodríguez y todo ese combo llegaron donde mono no carga a su hijo? ¿Quién es el que se los va a cargar por un ratico? Hijo, además, que por su tamaño ya es un gorila de tamaño desproporcionado… Como solía decirme Chucho: Amanecerá y veremos.

© Alfredo Cedeño  


viernes, septiembre 24, 2021

ASÍ NO SE PUEDE

            En 1976 el apogeo del género musical llamado salsa era absoluto. No había una emisora, aun en las más “ácidas”, donde no se colaban las piezas de aquella cantera de orquestas y cantantes que mantenían una hegemonía total.  Era el tiempo de Fania All-Stars, intento monopólico creado el año 1968 en New York por Johnny Pacheco y Jerry Masucci. Sin embargo, fueron muchísimas las agrupaciones que tenían ya una trayectoria y que soportaron la voracidad de ese gran monstruo que fue Fania. Una de ellas: La Sonora Ponceña.

Esta agrupación había sido fundada por Enrique “Quique” Lucca Caraballo en Ponce, Puerto Rico, en febrero de 1954, e hizo su primera presentación el 20 de abril de ese año. En 1969 este grupo solidificó su carrera y comenzó a publicar un disco anualmente. En el año mencionado al comienzo publican su álbum Conquista Musical, donde aparecían piezas que se convertirían en emblemáticas. La primera de ese larga duración era Ñañará Caí, una pieza para gozarla con los pies y los oídos, su letra declaradamente surrealista tenía versos como este: “Yo he visto un cangrejo arando, a un mono tocando un pito / muerto de risa un mosquito al ver un burro estudiando / un buey viejo regañando a una ternerita flaca / por imprimirle una placa de lo que estaba pasando”.

Ese disco contenía casi 43 minutos de música increíble. Allí aparecía un merengue criollo, Esta es Venezuela, que  rendía homenaje a nuestro país; también Bomba Carambomba, y muchas otras. Era un disco lleno de talento, eran los tiempos cuando a las grabaciones se incorporaban todos a poner su grano de arena. Allí estuvieron Héctor Lavoe, Tito Allen, Ray de la Paz y Rubén Blades, en ese momento un ilustre desconocido, en los coros; Luis “Perico” Ortiz fue el director musical. Pero en esa grabación las estrellas fueron  el pianista y arreglista Papo Lucca, hijo del fundador de la banda, y el cantante Luigi Texidor.

            La última canción de este disco, que se convirtió en otro éxito furibundo, fue Pío Pío. La cadencia propia del cantante era una demostración de virtuosismo melódico. Los arreglos impecables, y la música más que pegajosa. Escarbando en la red encuentro este disco y fue imposible no ponerme de nuevo a escucharlo. Al llegar a esa pieza final no pude dejar de pensar en ese bojote mal amarrado que se dice presidente de Venezuela, y quien se jacta de ser “salsero”, para gran vergüenza del género. Fue inevitable pensarlo porque cuando el coro de entona aquello de: “Con el pío, pío, pío, con el pió de los pollitos / Y el zum-zum de los mosquitos no se puede descansar”, de inmediato pensé en el mentado “Pollo” Carvajal, por ahora preso en España.  El “general” que se dedicó a vejar a sus compañeros de armas, que fue instrumento nauseabundo al servicio de Chávez y Maduro, trató de salvar sus asentaderas al aparecer lanzando denuestos contra el bigote bailarín, para alegría de mucho “opositor” alcahueta que saltó a celebrarlo y darle la bienvenida.

Los cuentos de este personaje son más abundantes que el Libro Gordo de Petete. Siendo coronel y estando al frente de la Dirección de Inteligencia Militar, humilló de manera reiterada, desde comandantes a generales, a toda la alta oficialidad. Todo aquel que no obtenía el ascenso en su carrera sabía que la solución era ir a la oficina de este maromero a pagar su cuota de vasallo. Muchísimos generales en prospecto, o ya miembro de la cofradía de los soles, iba desde el lunes a las 8 de la mañana hasta las seis de la tarde a hacer antesala, y así hasta el viernes, cuando a última hora, salía uno de sus asistentes a informarles: “Ya el jefe sabe, vete que ya lo tuyo está resuelto”. Y lo soportaron para seguir disfrutando las mieles del latrocinio rojo. Todos aquellos que no pagaron ese deleznable peaje moral vieron sus carreras truncadas, y perseguidos sin ningún respeto a la legalidad.

Esa escoria, a la que, insisto, no han faltado loas de algunos “opositores”, que ha tratado de negociar, en todas las maneras, su canto de gallina clueca es a la que tienen en una celda en Madrid. Los intentos por evitar su extradición están en pleno apogeo, tal vez es por lo que el marido de Cilia pierde el paso cada vez que escucha aquello de: “Con el pío, pío, pío, con el pió de los pollitos…”

 

© Alfredo Cedeño  

miércoles, junio 09, 2021

HAY SANTOS NUEVOS


                Comienzan a aparecer organizaciones de toda laya que dicen ocuparse de la situación venezolana, algunas de ellas muestran el currículum de sus promotores y hacen unas presentaciones impecables. Sin embargo se muestran distantes, son arrogantes en sus promociones que por ratos lucen narcisistas. Casi que se anuncian como los arcángeles portadores del Futuro Testamento y el tono es: “Nosotros que venimos del Olimpo a iluminarlos asquerosos mortales…”. Es decir aquello que mientan empatía brilla por su ausencia. Me lacera leer la respuesta que me da un queridísimo amigo al que le envié una de esas “cartas de presentación” y le pedí su opinión: “Ver a estés señores fluir en estos espacios "cómodos" es contrastante con la condición de miseria que estamos viviendo”.

                Otra amiga no menos querida, y cuya identidad tampoco viene al caso, pero de una sensibilidad y formación académica a prueba de toda duda, me responde escueta: “Es raro, no los siento conectados”; y, unos mensajes después, me dice inmensamente cercana: “Estamos cansados, panita”. No me avergüenza confesar que estuve llorando amargamente, sin poder manejar esta bendita impotencia que me hace sentir ver a lo que ha llegado mi país.  El primero de mis amigos me preguntaba sobre una de esas nacientes organizaciones: “¿qué puede hacer para atender la emergencia, el desastre, que están viviendo los venezolanos?” más adelante me dice: “Yo cómo las tres comidas, (gracias a Dios y nuestro trabajo) pero mi vecino, el de al ladito de la casa, ya me ha pedido en dos oportunidades que le pase algo de comida porque no tienen qué comer”.

                Con ese infierno diario de todo el país, a los aspirantes a burócratas “onegesistas”, no se les siente conectados. Ambos amigos me preguntan a su vez por mi opinión, a ambos les respondo con mis profundas reservas que siento ante toda esa parafernalia de la reconstrucción que parece estar brotando cual hongos en las montañas. Por una de esas tantas carambolas vitales que he gozado o padecido, en mayo del 2005 estaba en las oficinas de uno de esos variopintos organismos multilaterales que pululan en Washington DC, y allí presencié el diálogo de dos de sus gerentes medios dedicadas a despotricar de un muy nombrado fondo dedicado a la atención de las madres y niños, y la fastuosa manera que empleaban sus funcionarios para desplazarse y alojarse por el mundo entero.  Horas más tarde, mientras cenaba con una de esas voces críticas, no me supo responder, salvo las frases típicas del caso, sobre las similitudes entre aquella organización de las cuales se quejaban y su propia institución.   

                Ante esta aparición de nuevos iluminados que, cual Carpión Milagrero, poco les falta para  anunciar que nos harán levitar hasta el reino de los cielos, ¿qué podemos hacer? Tal vez Dios se olvidó de una vez por todas de la que fuera La Tierra de Gracia. Quizás es tiempo de que políticos, santones, culebreros, burócratas e iluminados se hagan a un lado para que el propio país, en cuya sabiduría ancestral confío, se levante de este mar de cenizas rojas.

 © Alfredo Cedeño  



miércoles, noviembre 18, 2020

EN CLAVE REFRANERA

Los refranes encierran mundos de sabiduría que los comunes y corrientes han ido destilando por siglos. Ahora, los cultos, que nunca dejan de buscarle cinco patas al gato, les llaman paremia; pero aunque los vistan de seda siguen siendo refranes y no dejan de entregar sin mucho perifollo lo que la práctica les ha transmitido.  Es cierto que muchas veces hay algunos, y algunas –antes de que surjan quienes gustan detectar flagrante discriminación–, que abusan de su uso.  Uno de los más representativos de tales casos fue Sancho Panza, a quien su amo y señor, solía recriminar por la usanza desmedida que de ellos hacía.

Tal vez el episodio que mejor representa las amonestaciones del jinete de Rocinante es cuando, en medio de una serie de recomendaciones que le hacía a su escudero, luego de ser nombrado gobernador de la Ínsula Barataria, este le reconoce tener más de ellos que un libro, lo cual despierta la cólera del ilustre caballero, quien furioso le increpa: 

— ¡Oh, maldito seas de Dios, Sancho! —dijo a esta sazón don Quijote—. ¡Sesenta mil satanases te lleven a ti y a tus refranes! Una hora ha que los estás ensartando y dándome con cada uno tragos de tormento. Yo te aseguro que estos refranes te han de llevar un día a la horca; por ellos te han de quitar el gobierno tus vasallos, o ha de haber entre ellos comunidades. Dime, ¿dónde los hallas, ignorante, o cómo los aplicas, mentecato, que para decir yo uno y aplicarle bien, sudo y trabajo como si cavase?

                Nuestro país ha conocido y padecido a unos cuantos usuarios de tales recursos del lenguaje. Tal vez el más pintoresco fue el robusto hijo de Acarigua Luis Herrera Campins. Debo acotar que el comandante eterno era también asiduo usuario de tales piruetas verbales, las cuales solía ejecutar con amarga gracia; es necesario acotar que su heredero ha tratado de transitar dicha senda con poca fortuna. Una de las tantas veces que la ha “embarrado”, como dicen los campesinos de la vecina Colombia, y supuestamente su lar nativo, fue cuando habló de la multiplicación de los penes. Episodio que hubiera sido embarazoso para Mateo de narrar en su evangelio, porque ¿cómo hubiera redactado entonces aquellos versículos que rezan: “Y comieron todos, y se saciaron; y recogieron lo que sobró de los pedazos, doce cestas llenas. Y los que comieron fueron como cinco mil hombres, sin contar las mujeres y los niños.”?

                Hago toda esta relación luego de pensar en el llamado que, los más egregios “líderes” opositores junto a lo más granado de la dirigencia roja rojita, han hecho a participar en las “elecciones” para renovar la Asamblea Nacional el próximo 6 de diciembre. Es una cerca deforme con la cual pretenden estabularnos aún más.  Una de las frases que se me hace recurrente es aquella que reza: Dos que duermen en el mismo colchón, se vuelven de la misma condición. Aunque, como bien oí decir a un paisano en los páramos andinos, aquel que nace lechón seguro que muere puerco.

 © Alfredo Cedeño  

miércoles, diciembre 25, 2019

DÍAS DE FIESTA


La presión a los medios y sus trabajadores ha sido tenaz y despiadada. Muchas veces han sobrado quienes manifiestan su desconcierto o han atribuido tales desmanes a “espontáneos” que quieren ser más chavistas que el difunto, o más maduristas que el bigote bailarín. Nadie ha querido entender, o no han querido hacerlo, y recordemos aquello de que no hay peor ciego que el que no quiere ver. Todo ha sido, al igual que el acoso a la ciudadanía por medio de la delincuencia desatada, fruto de una   habilidosa política de estado para controlarnos de manera férrea.
                No solo se han ocupado de copar, anular y clausurar cualquier forma de transmisión de conocimiento y hechos, sino que han estructurado de manera impecable, porque hay que reconocerle sus logros a esta manada de chacales, su red comunicacional.  No se han andado con pequeñeces en tales menesteres, han ido desde las llamadas radio comunitarias hasta un bodrio, de gigantesca alforja y despreciables habilidades de manipulación, como Telesur.  Esta parafernalia deformativa de hechos y noticias les permite hacer creer lo que no es y cumplen a cabalidad aquella frase atribuida a Göbbels: “una mentira repetida mil veces se convierte en verdad”. Este político alemán que comenzó su labor al frente del aparato de propaganda del Partido Nazi, y luego del Tercer Reich, fue uno de los pilares en los que se asentó la popularidad del nacionalsocialismo al comienzo, y que luego les permitiera hacer toda clase de desmanes contra los judíos y atentar contra toda Europa y la paz mundial.
                 Los intentos de cambiar la percepción de la realidad en quienes son espectadores son de larga data y se ha manifestado en todos los ámbitos y por largo tiempo.  Ejemplos hay de sobra, se citan ejemplos desde Alejandro Magno hasta la célebre invasión de los marcianos a la tierra que narrara Orson Welles a las 9 de la noche del domingo 30 de octubre de 1938. Esta última experiencia es un ejemplo clásico de los alcances de la ignorancia y el uso de los medios, ese día el actor estadounidense interpretó por la radio una adaptación de la novela "La guerra de los mundos" de Herbert George Wells, escrita en 1898, y se  desató un verdadero pandemónium.
                Es muchísima la tela que hay que cortar al respecto de la manipulación, reinterpretación y demás epítetos conexos. Cada cual suele arrimar los tizones a sus sardinas según sus intereses hasta crear un ambiente de absoluta opacidad. Todo termina siendo lo que le interesa al titiritero de turno, convirtiendo la percepción de la realidad en un sórdido, y muchas veces nauseabundo, teatro de polichinelas.  
                Hay cosas que se adquieren para siempre y que sobreviven en uno pese a todo. En estos días de fiestas y celebraciones, a pesar de los pesares, de la esperanza de los aguinaldos, de la Natividad, de las cosas buenas que la peste roja se ha encargado de tratar de acabarnos, pido por la transparencia y porque realmente nos podamos librar de los yugos que desde la izquierda tiránica y la derecha “democratizadora” tratan de imponernos al costo de nuestras propias vidas y esencias de gente libre.

© Alfredo Cedeño

miércoles, noviembre 06, 2019

ESTACIONES Y COSECHAS


         Nada más traicionero y volátil en sus afectos que el tiempo. Hoy eres un ídolo y mañana eres un canalla insepulto digno del mayor de los desprecios, ayer fuiste el peor de los villanos y hoy te encuentras vitoreado hasta el paroxismo, mañana serás Lázaro y ayer no tenías la más peregrina idea de cuan cerca estabas de la resurrección.  Por lo general ayer, hoy y mañana suelen armar unos batiburrillos que ni Clodomiro, el del burro adivino, puede explicar de manera más o menos clara algo que pueda ser entendido ni aun por los calculistas de la NASA.
         Debe decirse que junto al tiempo van las acciones, suelen ir de manitas enlazadas, y así van generando gestas o tragedias. Sin embargo, no siempre el tiempo se manifiesta cuando debería, o creemos que así ha de ser, y termina llevando a cabo unas jugarretas que no siempre se logran entender. Lo mismo ocurre con las acciones; bien haces esto, o aquello, y todo concluye en un escenario enteramente diferente al que suponías debías llegar. La ambigüedad y amplitud de ambos vocablos hace infinitas las variaciones a las que podemos tener acceso al combinarlos.
         ¿Cómo se hace para acertar en el momento cuando el gesto es hecho? ¿Quién sabe moverse al compás exacto que permite dar en el blanco? ¿Dónde debemos apuntar para que la acción ejecutada no se convierta en un desplante, o una morisqueta de indescifrables consecuencias? ¿Qué hace que un líder combine de la manera adecuada sus –muy naturales, por demás– cálculos como individuo, con los intereses de la colectividad que pretende representar?  ¿Cuál es el instante en el cual las acciones, realizadas o convocadas, consagran o desgracian el rol de un dirigente? 
         Adjudican a Antonio José Ramón de La Trinidad y María Guzmán Blanco, decimoctavo presidente de esta tierra ahora “revolucionaria”, la frase de que nuestro país es como un cuero seco: lo pisan por un lado y se levanta por el otro. Tal vez la falta de concordancia entre lo dicho, lo hecho y el tiempo sean la clave para entender las cosechas tempestuosas a las que estamos casi acostumbrados. Escribo casi, porque pese a todo este súmmum de vendavales donde solemos permanecer se conserva un hálito de esperanzas en el que nuestro instinto de supervivencia nos mantiene precariamente a salvo. 
         Se han sembrado vientos de manera pródiga, nos han sobrado los émulos de Eolo, y ahora que la cosecha de tempestades es copiosa, pretenden, cara de asombro de por medio, simular un desconcierto de ninfas maltratadas. Hasta de decoro son huérfanos, y así pretenden ser los baquianos de esta pésima hora que nos toca padecer.
                                                                            
© Alfredo Cedeño

miércoles, septiembre 18, 2019

¡AL ABORDAJE AUNQUE SE HUNDA!


                He sido un crítico acerbo de nuestra casta política, lo cual he hecho casi con desagrado, pueden decirlo quienes me conocen que no es mi naturaleza prodigar fuetazos. El gesto amable, los buenos modales, la camaradería, la solidaridad, son siempre mejores instrumentos para el logro que los aspavientos destemplados. Pero es que esos seres que se han autodefinido como “políticos” en nuestro país no dejan espacio para tratarlos más que como bestias malamañosas.
                Ellos han usado el término en cuestión para contrabandear sus intereses propios como individuos, ni siquiera como trinchera ideológica. Más mezquinos imposible, y así lo han demostrado de manera contundente ambas esquinas. “Derechistas” robaron desde el ejercicio central y regional del poder; “izquierdistas” lo hicieron desde las famosas colectas de recursos por medio de atracos, donaciones, parcelas municipales y académicas,  y demás formas informales de financiamiento. Es así como hemos visto a célebres caudillos y egregios dirigentes sindicales viviendo en fastuosas, y de muy mal gusto, viviendas, sin olvidar los no menos ostentosos vehículos; diputados viviendo como potentados, y así hasta el horizonte. Los Juan José Delpino y Carlos Ortega, son unos especímenes tan raros en dicho terreno que ya ni nombrarlos quieren.
                Nunca faltan viudas y dolientes de esa pandilla de hampones cuando alguno de quienes, preocupados por el país, alertamos sobre sus despropósitos.  Desde aquellos que bajo la figura de “asesor” cobran de los grandes partidos, que lo diga Primero Justicia, o los espontáneos que se rasgan las vestiduras en plena plaza Bolívar por la probidad inmaculada de Guaidó, Fermín, Falcón y demás bicharracos.  Las descalificaciones son variopintas y de todo calibre. Guerreros del teclado, antipolíticos, recaderos de Maduro, sin olvidar los recordatorios de rigor a nuestras progenitoras y toda la ascendencia, son algunas de las flores que solemos recibir en tales ocasiones.  El aguante es de parte y parte, ellos de mentarnos la madre, nosotros de poner el foco en sus disparates.
                Hemos dicho y seguiremos haciéndolo que no hay diálogo posible con la dictadura. Ellos han demostrado hasta la saciedad que son unos artistas en ganar tiempo para luego hacer exactamente lo que les da la gana. ¿Acaso ya olvidan la imagen del comandante eterno crucifijo en mano luego del 11 de abril? Sin embargo, la santa cofradía de los intereses propios, se ha empeñado en la impostergabilidad de sentarse a negociar. El incansable Eddie Ramírez, revela en su artículo más reciente que en agosto la producción petrolera de Venezuela fue de 712.000 barriles diarios; mientras que en el 2001 era 3.267.000. En otras palabras nuestra producción mermó 2.555.000 barriles diarios. Con esos tarados, que acabaron con Venezuela es que se nos impone conversar…
Todo esto no hace más que patentar, aún más, el nudo en el que la imaginación de nuestros políticos está maniatada. Vemos ahora al ala “guaidocista” brincar como burro aguijoneado de tábano por el sainete de la Casa Amarilla donde Fermín, Zambrano, Fernández, Puchi y muchos más se retratan risueños al lado del loquero Rodríguez. ¿No van a saltar? El gobierno paga y los monos bailan al son de Maduro, y los que protestan lo hacen porque temen quedar fuera del festín de filibusteros en que se ha convertido la tragedia venezolana.
Un éxodo de millones que no cesa de incrementarse, y al que cada vez se le hacen más angostas las vías de escape; un exterminio sangriento de toda disensión al régimen; un cerco comunicacional inaudito para estos tiempos de transmisión instantánea de conocimientos y hechos; son apenas pálidas muestras del infierno que es Venezuela. Insistimos, y cada  vez somos más, insistiremos en la necesidad de una limpieza a fondo. No nos callaremos ante ese bozal imbécil de que no es el momento de exigir, y que es mandatoria una unidad funambulesca atrás de un carro cargado de bueyes desrrengados. Es tiempo de que la calle, esa gente que utilizan como instrumento de legitimación, sea escuchada. Es momento de tirar por la borda a esta horda de bucaneros que no están más que por su botín propio, aun cuando terminen de hacernos naufragar.

© Alfredo Cedeño

miércoles, julio 10, 2019

SANTA MICHELLE DE SANTIAGO


                Ante el informe políticamente correcto de la doña austral ahora sobran los corifeos y plañideras, de uno y otro sexo, porque el ejercicio laudatorio ha resultado unisex, que nos tildan de lo que sea a quienes hemos alertado sobre la alcahuetería de la doña en cuestión para con los gobiernos de sus afectos.  Con ella está ocurriendo lo mismo que con la ahora "procera" Luisa Ortega Díaz, o como fue en su momento con Eladio Aponte Aponte, y paremos de contar.
                Bien dicen que una imagen dice más que mil palabras y no puedo evitar ver las imágenes de la ex presidenta chilena al lado del yernísimo Arreaza o del propio Maduro, y comparar su gesto adusto, de situación comprometida cuando se le ve al lado del presidente de la Asamblea Nacional Juan Guaidó. Ni hablar de la foto en la que aparece al lado del "poeta" Tarek William Saab, Pero es que la gestual de la doctora es de vieja data. Por ejemplo, recuerdo su foto carialegre al lado del, me imagino que para no ofender a los puristas de la información debo llamar honorable, presidente boliviano Evo Morales en el año 2008; o con Rafael Correa en el 2015 durante su visita a Ecuador. Las especulaciones podrían hacerse infinitas, y que el país siga esperando por la pureza.
                Definitivamente vivimos en un país bizarro donde la realidad es una y el escenario político, el de lo correcto y de actitudes de manual, es otro. Estamos en un escenario de ayatolás laicos y nuevos notables emperifollados de generales en función. Llegamos al punto en que toda disensión es despachada con gestos destemplados y se nos exige una sumisión de chihuaha amaestrado ante los maromeros de turno.  Hacen lo indecible, como magistralmente lo hicieron antes de la llegada de la peste roja, personificada en Chávez y reconfirmada en Maduro, por pervertir todo la discusión política y el accionar cívico en un país cada vez más destruido.  En mala hora se le ocurra a alguien pedir, que no digo exigir, transparencia y contundencia ante la barbarie que padece Venezuela.
                ¿Miguel Henrique Otero, Felipe González y Vargas Llosa, por nombrar a tres, serán acusados de qué? Porque ellos fueron unos de los tantos que han exigido a la ilustre y correcta viajera mayor contundencia en su accionar frente a la dictadura venezolana. Los devotos de la neo patrona de la equidad agitan sus corazones enfebrecidos y baten palmas para desagraviarla; mientras en los calabozos de Boleíta y Plaza Venezuela se mantienen las prácticas de las que no se habla sino con algunos eufemismos que dicta la corrección. Hablar de los desmanes que ocurren en todos los rincones del país no se debe hacer, poco importa que Rufo Chacón Parada haya perdido sus dos ojos gracias a la loable labor de la ilustre policía del estado Táchira.
                Me imagino que en breve aparecerán anuncios de ofertas para acudir en peregrinación a Santiago de Chile para rendir adoración a la cuna de la muy correcta y siempre atildada señora Bachellet. Supongo que las giras incluirán una visita a los calabozos de Villa Grimaldi donde estuvo detenida.  Es que el martirologio también debe ser correcto, quien sabe si en Barbados le prendan velas y rueguen por su divina intercesión.  

© Alfredo Cedeño

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