viernes, octubre 21, 2022

IZQUIERDA RUFIANESCA

En varias ocasiones he escrito sobre la maravilla de nuestro idioma. Las palabras son aves volanderas y malcriadas, suelen volar con una libertad muy de ellas, van a su propio aire y ritmo, no hay manera de predecir, o marcarle, su rumbo. Hay quienes buscan de tratarlas como una soga que pueden lanzar de un lado al otro, pero suelen ser esfuerzos vanos. Ellas van picoteando aquí y allá hasta adquirir su significado, según el lugar donde llegan a fabricar su nido.  Lo que aquí es normal, allá puede ser una altisonancia capaz de poner en apuros a cualquier hijo de vecino por más ilustrado, o bien intencionado, que sea. Me pasó con “bicho” en Puerto Rico, donde es empleada para referirse de manera soez al órgano genital masculino; mientras que en nuestra Venezuela es utilizada por las más empingorotadas señoras, o las más humildes personas, con la mayor naturalidad del mundo.

Los ejemplos de tales manifestaciones polisémicas, para emplear un término tan empleado por el recordado Manuel Bermúdez, son inacabables. Uno de mis favoritos fue el vivido por el querido Luis Vizcaya en la capital española. Él es uno de los restauradores de obras en papel más calificados de nuestro país, no en balde dedicó media vida para formarse en París, New York y Madrid; quiero acotar que él es la gentileza hecha gente, de una suavidad en su hablar que siempre envidié, de una agudeza única y de unos modales exquisitos.

Estaba él comenzando su vida académica en la capital española en lo que toca a restauración, y un día se monta en un autobús, el único asiento disponible estaba ocupado por una señora entrada en años y carnes, que estaba apoltronada en medio de los dos puestos. Luis con su educación y suavidad de siempre se dirigió a la voluminosa matrona para pedirle cupo a su lado. Todavía él abre los ojos desmesuradamente al evocar el episodio: “Yo lo que vi fue que aquella señora empezó a ponerse roja como un tomate, y con una agilidad que nunca me podía imaginar en semejante masa, que debía ser pesada por arrobas en vez de kilos, sacó un ajoporro de la bolsa de mercado que cargaba y empezó a darme por la cabeza y llamarme atrevido. Alfredo, me querría morir, todo el mundo viéndome y aquella vaca parlante me daba sin parar, el conductor se estacionó y vino a ver qué pasaba. Y ella gritaba: ¡Es que me ha faltado el respeto! Y en medio de aquel escándalo, ya me veía arrastrado por la Guardia Civil a algún sucio calabozo, era inminente que pronto estaría encarcelado cual personaje de Dickens.  Cuando el chofer logró calmar a la doña poseída, me preguntó: A ver, chaval, ¿qué le has dicho a la señora? Y le respondí: Nada, pedirle que me diera espacio para sentarme. Y ella saltó: ¡Qué no!, deja de poner cara de tonto y repite, ¡si es que te atreves!, lo que me has dicho. ¡Si solo le dije que se corriera! Y en ese momento oí una carcajada colectiva que me dejó paralizado.”  Ahí le explicaron que “correrse” en la muy castiza Madrid equivalía a un orgasmo. Él le había pedido a la doña en cuestión que obtuviera el máximo placer a plena luz del día en un país que todavía vivía la opresión franquista.

Esa libertad es la que hace que palabras como chulo por ejemplo sea tan amplia. En México o Puerto Rico algo chulo es algo lindo, bonito, gracioso; también puede dársele connotación de guapo, apuesto. Sin embargo, es también sinónimo de rufián o proxeneta, es decir, y copiemos al diccionario: “Persona que obtiene beneficios de la prostitución de otra persona.” Este vocablo se ha extendido para definir a todos aquellos, y aquellas, que medran a costillas de los demás. En ese sentido los llamados hombres y mujeres de izquierda, o progresistas como les gusta ser tildados en estos tiempos de tribunas cibernéticas y cadalsos de redes sociales, han sido de una habilidad prodigiosa. En Venezuela se hicieron fortunas o se sumergieron en la dolce vita unos cuantos pilluelos de tomo y lomo, tanto a costa del propio Estado, que les otorgó innumerables canonjías, como de países “revolucionarios” que buscaban aupar el “proceso” en Venezuela.

Así vimos a procónsules de Castro y/o la URSS que recibían fondos para editoriales, o distribuidoras de cines, o festivales culturales. También la China de Mao tuvo su hombre de confianza, que regentaba una librería en pleno centro de Caracas y cursaba invitaciones a visitar la república popular china. Corea del Norte también tuvo su “embajador”, quien no se cansaba de entonar loas a Kim Il-sung y repartir sus obras completas en lujosas ediciones, mientras se dedicaba a silbar cuando se le preguntaba por el caso del poeta Alí Lameda. Este último un poeta caroreño, de verbo ágil y humor muy larense, cometió el pecado de hacer unos chistes tontos sobre el mandamás norcoreano, y ello le costó largos años de horror en sus prisiones, para el hombre de Kim eso había estado justificado. Casi olvidaba que otro “mecenas” fue Muammar Muhammad al-Gaddafi, cuyo representante invitaba a visitar, con viajes a cuerpo de rey, al “líder” libio a todos aquellos que pensaba podían bailarle el agua al déspota africano.

Es decir, esta pléyade progresista y angustiada por el bienestar del ser humano, que ya no grita por la justicia y la liberación del proletariado, que ahora se dedica a clamar por los derechos igualitarios de los chigüires y las marsopas, que agitan las banderas del movimiento gay junto a fotos del Ché, quien fuera un feroz verdugo de homosexuales en Cuba, y que andan vociferando por la paz, callan, cual la momia de Lenin, ante el delirio de zar del hijo de la señora Putin.  Al comienzo de su incursión en Ucrania no fueron pocos los que justificaron su derecho a invadir esa nación, muchos auguraban una victoria demoledora y una campaña breve en la que Zelinsky sería humillado y paseado cual fiera encadenada por las calles de Moscú. Han pasado los meses y la tortilla comienza a volverse y ahora los ucranianos no están en contraofensiva, más bien están en ofensiva y los chulos de costumbre saltan a pedir porque las fuerzas rusas no sean humilladas.

Las ubres a las cuales acudir cada vez les son más escasas. Secaron a Venezuela, Gadaffy sigue balanceándose en una cuerda, Norcorea no tiene sino para pagar los caprichos del gordito de turno, China ya no es la manirrota de lustros atrás, así que las únicas tetas que les quedan son Rusia e Irán; no tienen más remedio que arrodillarse para poder seguir mamando, no tienen tiempo para hablar. Como buenos chulos se dedican a esperar para pasar a recoger su mesada.

 © Alfredo Cedeño  


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