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domingo, noviembre 24, 2013

ESTADO NUEVA ESPARTA

Margarita, Coche y Cubagua son la cuna de Venezuela y de Suramérica, pero pocas ínfulas se dan con ello. Sus hijos hacen gala de su proverbial modestia y poco vocean que fue en territorio neoespartano donde se estableció la primera comunidad española en territorios de Suramérica: Nueva Cádiz de Cubagua.
 
Para poner cierto orden en mi despelote, explico: en ese desolado islote que en realidad es Cubagua, y a la cual Juan de Castellanos en Elegías de varones ilustres de Indias describió:
Estéril y pequeña
Sin recurso de río ni de fuente,
Sin árbol y sin rama para leña,
Sino cardos y espinas solamente.,
fue donde empezando el siglo XVI, aseguran que en el año de 1500, un marino italiano al servicio de España, Giacomo Castiglione, instaló allí un campamento temporal para la explotación de las perlas. Fray Bartolomé de las Casas asentó que allí, a tan sólo 2 años de su avistamiento por parte del genovés Colón en 1498, ya había en Cubagua 50 aventureros instalados buscando con afán las secreciones de nácar. 
 
Otro que dejó para la posteridad su impresión de esta islita fue el sevilalno Francisco López de Gómara, quien escribió en Historia de las Indias: “No se sabe qué isla tan chica como ésta rente tanto, i enriquezca a sus vecinos. Han valido las perlas que se han pescado en ella, después acá que se descubrió, dos millones. Mas cuentan muchos españoles, muchos negros i muchísimos indios.”
 
Aunque ya en otras oportunidades lo he dicho, quiero refrescarles que el territorio venezolano  está dividido en 24 regiones, de los cuales 23 corresponden a los llamados estados. Hoy escribo sobre el estado Nueva Esparta que lo conforman las mencionadas tres islas.  La denominación viene desde el 12 de mayo de 1817 cuando se acordó emplear el nombre de la antigua ciudad de Lacedemonia, celebre por sus ciudadanos guerreros, y de este modo rendir homenaje a la valentía demostrada por los margariteños durante la guerra de Independencia. 
 
Para cerrar lo que toca a la más pequeña de estas islas, cito a Enrique Otte, quien en Las Perlas del Caribe: Nueva Cádiz de Cubagua, escribió: “Nueva Cádiz fue una comunidad mercantil que en forma de vida poco se distinguió de otras comunidades mercantiles de la época como Sevilla, Burgos, Génova o Amberes.”
 
            Hago todas estas referencias para tratar de darles una pálida idea de estos parajes sobre los que escribo en esta oportunidad. Sin dejar de reconocer mi particular debilidad por ellos ya que aquí, en Los Varales de Punta de Piedras, nació la vieja Mercedes, mamá, quien no cesaba de repetir: “Los margariteños no sabemos ser sino honrados y rectos, y eso es lo único que aspiro le quede a mis hijos.”
 
Tierra de gente hermosa y de lances geniales como los que Ramón “Monchito” Borra Gómez, narra en su libro La Casilla de Leocadio. Mi preferido es donde cuenta la del Bachiller Arcay, quien era sacristán de la iglesia de Juangriego, y conocido por todo el pueblo como Bieco. Recién inaugurado el cementerio nuevo de esa comunidad, el entonces presidente del Concejo Municipal le pidió al entonces párroco, el cura Montaner, que le redactara una cita para colocarla al frente del camposanto y fue así como se pintó en la entrada Sic transit Gloria mundi. Por supuesto que todo el pueblo empezó a preguntar y averiguar qué quería decir aquello y nadie sabía dar razón de ello; como el mentado Bieco era el más cercano al sacerdote fue el más solicitado para la respectiva traducción. El bachiller, por supuesto, se hizo de rogar y una madrugada, luego de obligar a que le brindaran los tragos de ron necesarios para refrescarle sus conocimientos de latín, transformó la muy castiza “Así pasa la gloria del mundo” en: “Aquí en este sitio se jodió tó er mundo.”
 
            Al lado del desparpajo y socarronería hay una acendrada ingenuidad que se ve manifestada en los neoespartanos con plenitud en su adoración a la Virgen del Valle, devoción que se ha regado sobre el mar Caribe para retoñar en incontables rincones de toda Venezuela. Son 1.150 kms² de historia, leyendas y orgullo barnizado de inocencia.
 
            Siempre me pasa lo mismo: de cada rincón de Venezuela que escribo me termino sintiendo desbordado por el océano de datos que testimonian lo que ha sido y es, un maremágnum que sobrepasa mi capacidad para explicar de forma concisa, un torbellino donde el orgullo por ser hijo de estas tierras efervesce y esa horma que llaman objetividad se desarma. La tierra de Modesta Bor, Francisco Narvaez, Inocente Carreño, el siempre recordado y necesitado Chú Rosas Marcano, Omar Carreño, Pedro Ángel González, Jesús Manuel Subero y paremos de nombrar.
 
            Nueva Esparta se ha visto sometida a todo tipo de expolios y, en nombre de esa maldición de nuestros días que llaman desarrollo, es común ver en cualquiera de sus rincones máquinas que derriban su acervo ante una suerte de indolencia general que lo permite.
 
            Me despido hoy con esa inolvidable, aunque a veces tratada de ser relegada, pluma margariteña que fue la de Luis Beltrán Prieto, quien escribió con innegables resonancias de su lar nativo:
Cada salto de luces una estrella,
cada palmo de sombras una herida
escondida en la entraña de la noche.

© Alfredo Cedeño
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

domingo, julio 15, 2012

CAZABE

Amis Lara tiene 54 años y Victoriano Reyes tiene 61, entre ambos tuvieron diez hijos que ahora tienen entre 39 y 14 años.  Ella nació en Sabana de Uchire, estado Anzoátegui;  él en Cúpira, estado Miranda. Ellos toda la vida han hecho cazabe, ella lo hace desde los 14 años y aprendió a hacerlo en Cúpira, donde llegó a los 7 años junto con su familia.

En línea recta al este de Caracas, y luego de casi tres horas de carretera, a unos 125 kilómetros, está localizada la mencionada población mirandina de Cúpira. Aquellos que se dirigen hacia el Oriente del país identifican la localidad por los numerosos puestos de ventas de cazabe y naiboas que ofrecen a los viajeros. 

El cazabe, o casabe, tapioca, mandioca, mañoco, es un humilde y milenario alimento de origen indígena, común en toda la cuenca del Caribe, y otras latitudes. Por ejemplo, hay representaciones en arcilla de ella en la costa del Perú, que datan de 2000 años AC. 


Este pan americano se fabrica con la harina de yuca amarga Manihot Esculenta, y fue quien salvó de morir de hambre a Cristóbal Colón y sus acompañantes: las provisiones de pan que ellos habían traído se agusanaron durante su jornada hacia las nuevas tierras; así que no tuvieron otro camino que saciar su estado famélico con este condumio como acompañante de la proteína marina y terrestre con la cual alcanzaron aprovisionarse en  nuestras tierras. 

La llamada Yuca amarga o yuca brava, es mortal de consumirse sin el debido procesamiento por el alto contenido de cianuro que posee.  Los indígenas americanos habían descubierto que el rallado y posterior prensado de dicha raíz le hacía desprenderse del contenido de dicha sustancia, la harina que resultaba de esa labor luego la cocinaban en recipientes planos de barro, que en Venezuela fueron llamados aripos, o budares. En el siglo XVI, Francisco López de Gómara dejó asentado en su Historia General de las Indias: “También hacen pan de yuca, que es una raíz grande y blanca como nabo, la cual rayan y estrujan, porque su zumo es ponzoña.”


En la actualidad este alimento se sigue produciendo con el mismo principio tecnológico: se despoja el rizoma de su cáscara, se ralla, se prensa hasta que bota su jugo venenoso, luego se seca, se cierne la harina resultante y se “tiende” en largas planchas de hierro o  barro, donde la leña produce el calor necesario parea su cocción y posterior venta.


Amis y Victoriano  comienzan sus faenas cada día entre 2 y 3 de la mañana cuando él se levanta, a lavar y pelar entre 400 y 500 kilogramos de yuca amarga, los muele, los exprime, los pasa por un cedazo. Este proceso toma de 3 a 4 horas, al cabo de las cuales, Amis se incorpora, “generalmente sobre las seis de la mañana es cuando yo me estoy poniendo a tender mi cazabe.  Nosotros trabajamos sólo de lunes a viernes, aunque a veces si hay un pedido lo hacemos los sábados también, pero yo procuro que descansemos todo el fin de semana, porque esto es bien fuerte.”


Doy fe que el calor es infernal, pese a lo cual ellos no dejan de sonreír en cada una de las etapas de fabricación de estas doradas tortas, que ella muestra una a una con orgullo cada vez que termina de hacerlas.  Sus manos regordetas de mujer amorosa riegan la harina sobre las planchas hirvientes, lo hacen con gestos calmos y sabios.  


No pude resistir la tentación de pellizcar una de estas ruedas de harina, puedo testimoniar, si es que ello sirve de algo, que pocas veces he comido un trozo de  alimento que me hiciera sentir tan lleno de orgullo por ser parte de un país donde tradición y herencia no son un recuerdo.  En esta bendita tierra -de tantos desencuentros y lastimaduras inmerecidas- su gente sigue haciendo, sin alharacas ni ostentaciones, que seamos lo que a veces no somos capaces de entender, ni mucho menos sentir en el pellejo, por preferir creernos ajenos a nuestras mejores raíces.  Pobre de aquellos tontos que juegan a una universalidad y cosmopolitismo a la que no tienen la más peregrina pertenencia; pese a ellos Amis y Victoriano siguen haciendo sus cazabes y naiboas (explico a los que no saben: esta es la misma harina de cazabe pero mezclada con cazabe, anís y queso), si un  día quieren probarlos llámenla a ella al 0416-8059551 y cerciórense de lo que les digo.

© Alfredo Cedeño

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