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miércoles, octubre 16, 2019

SINIESTRA NACIONAL


         A la izquierda criolla no se le puede negar su histórico pragmatismo, siempre ha sabido sobrevivir a cualesquiera sea la situación que le toque afrontar, hay quienes le comparan con los ornitorrincos, y llaman en respaldo a su tesis que tienen trompa de pato, rabo de castor y patas de perro de agua. Ciertamente que en lo que ha devenido la otrora belicosa antiderecha venezolana, de manos agarradas con el comandante nunca bien sepulto y don Nicolás Gofiote, es de antología. Muy atrás quedaron los tiempos de Víctor García Maldonado, Rodolfo Quintero, José Antonio Mayobre, Juan Bautista Fuenmayor, Kotepa Delgado, Miguel Acosta Saignes, Miguel Otero Silva, Eduardo Gallegos Mancera, Pedro Ortega Díaz, Alberto Lovera, Pompeyo Márquez, Jesús Farías, Cruz Villegas, Carmen Clemente Travieso, Argelia Laya y Olga Luzardo, entre muchísimos otros.
         Los antes revolucionarios ahora gustan de mostrar sus logros sociopolíticos y se pueden ver a sus más conspicuos representantes luciendo anillos Cartier, relojes Patek Phillipe, zapatos Louboutin o corbatas Louis Vuitton. Todos hacen gala de una envidiable autoestima, puesto que les importa muy poco parecer loros caminando sobre una plancha de zinc o la puerca de Juan Bobo camino  a la feria dominical del pueblo. 
         Es profundamente lamentable que la gesta de hombres y  mujeres, como los señalados en el primer párrafo,  se haya convertido en la manada de mamarrachos que se jactan de ser los amos y señores del pensamiento de “avanzada”.  Lo cierto es que la llamada izquierda venezolana aniquiló todas las estructuras sociales reivindicativas, comenzando por las organizaciones sindicales. Buen empeño puso Chávez, al comienzo de su gobiernucho, en tratar de neutralizar  a los obreros petroleros; más tarde, empleando en su momento como monigote a Aristóbulo Istúriz, trató de aniquilar a la Confederación de Trabajadores de Venezuela –CTV-. Y fueron esos conglomerados de obreros quienes le dieron las primeras derrotas políticas al hasta entonces imbatible comandante sabanetero. Todo esto bajo la mirada alcahueta y poco solidaria de los eternos defensores del proletariado.
         Junto a ellos le tocó a la labor social que por decenios había venido desarrollando la Iglesia entre los más humildes y necesitados. Es innecesario hablar del trabajo ciclópeo llevado a cabo por “Fe y Alegría” o el trabajo entre el cinturón de miseria y dignidad que rodea a la Universidad Católica Andrés Bello –UCAB- en nuestra maltratada Caracas. Es un largo rosario de atentados contra todo intento organizativo para revestir de dignidad al venezolano. Las comunidades indígenas han visto usurpadas, como nunca en su historia, sus tierras ancestrales por una horda de canallas respaldados por el gobierno.
         No ha habido estrato de nuestra sociedad que no haya sido vejado a conciencia por esta plaga bíblica que por veinte años nos ha asolado, y lo más insólito gozando de una aclamación internacional a la que muy poco le importa nuestra suerte. Total, la cabeza que se juega en medio de las fauces de las fieras no es la de ellos.  De un tiempo a esta parte es que algunas voces se han comenzado a levantar, unas por elementales razones de caridad, otras porque ya empiezan a vivir de cerca las consecuencias de un poder inclemente que no duda en arrojar de casa a sus propios paisanos. Sin embargo todavía no son escasas las voces que saltan a defender la legitimidad de los gloriosos líderes que se ocupan de hacer cumplir la “autodeterminación del pueblo venezolano”. Imbéciles es poco para lo que merecen ser llamados.
          La gloria de la izquierda venezolana no ha podido ser más aciaga. Ha sido una siniestra resolución para suicidarse, y ahora pone al país en bandeja de plata a cualquier aventura diestra. Nunca mejor aplicado nuestro refrán: Cachicamo trabajando pá lapa.  Es así como no debe extrañarnos que veamos a Raúl Baduel, el mismo que tan denodados esfuerzos hizo para imponer entre las fuerzas armadas el Patria, Socialismo o  Muerte, como ministro de la defensa. O tampoco a la sicaria judicial Luisa Ortega Díaz como presidenta del Tribunal Supremo de Justicia, o el Pollo Carvajal regresando triunfal a dirigir los órganos represivos del estado, y quién sabe si veamos a Rodríguez Torres de ministro de cualquier pantomima de similar clase. Y todo esto al compás del batir de palmas de la izquierda criolla, apalancados en sus colegas internacionales, que es vanguardia de nuestro pensamiento.  ¡Y cuidado se nos ocurre criticar!

© Alfredo Cedeño

miércoles, febrero 27, 2019

SANTORAL ROJO


                 Fui educado por una familia profundamente católica, me críe y eduqué en un ambiente  signado por valores cristianos en los que la corrección era una búsqueda permanente. Mi padre y mi madre me explicaban que no había nadie perfecto pero había que hacer el intento de lograrlo. Sin embargo, y me insistían en ello constantemente, por encima de todo había que ser justo. Y solían apelar a la Biblia invocando el evangelio de san Mateo para remachar lo que decían: Porque, Alfredo Rafael, nunca olvides que con la vara que midas serás medido.
                En estos días de infamia e insania que vive Venezuela no puedo dejar de revisar lo que han sido hasta ahora pivotes muy especiales de mi espiritualidad. Se pretende que en aras de nuestras raíces religiosas se imponga el perdón a la horda roja.  Varias voces se han escuchado en estos días que hablan de conciliación y demás zarandajas. 
                Tal vez aparezcan algunos aspirantes de políticos teologales que tal exégetas contemporáneos invocarán varios nombres de la historia católica para justificar la conversión de varios personajes actuales. Me imagino que de primero citarán al propio Mateo que de ser un eficaz cobrador de impuestos al servicio del Imperio Romano terminó como apóstol y evangelista. Por supuesto que no faltará quien invoque  a Agustín de Hipona, mejor conocido en los santos fondos como san Agustín, quien en sus Confesiones revela: "Quise robar y robé. No lo hice obligado por la necesidad, sino por carecer de espíritu de justicia y por un exceso de maldad." De él se sabe que tuvo una concubina con la que convivió por largos años y tuvo un hijo: Adeodato. Luego de jorobar la paciencia y gozar de lo mundano hasta saciarse se hizo sacerdote, llegó a Obispo y ahora es Doctor de la Iglesia.
                Supongo que aquellos que no quieran ser acusados de excluyentes y que la satrapía es patrimonio de varones, acudirán a san Juan Crisóstomo quien en el siglo V denunciaba en Antioquia, hoy Turquía, a una actriz de quien dijo: "No había nada más vil que ella cuando estaba en el escenario". Años más tarde ella se convirtió y es a quien conocemos ahora como santa Pelagia.
                ¿Será que Luisa Ortega Díaz será la santa de estos tiempos? Veo fotos de ella el pasado 23 de febrero en un local de Cúcuta, va de camisa impoluta y negro pantalón a la medida,  al lado de quienes fueron sus víctimas judiciales. Es decir, de sicaria jurídica ahora es una suerte de Juana de Arco tropical. Ni hablar del Pollo Peck Carvajal, que junto a Ismael García serán parte de una nueva corte santa a la cual deberemos rogar con celo de novicia en trance.
                A lo mejor no, tal vez ellos terminen siendo incorporados a la llamada Corte Malandra donde precisamente el primero en ser canonizado fue Ismael, oriundo del Barrio El Guarataro, que  murió apuñalado en una pelea en el 23 de Enero. Estarán al lado de El Ratón, de quien se dice que tiene poderes mágicos que le permiten hacerse invisible. Serán aclamados a los altares junto a Isabelita, a quien achacan la frase: “La venganza no es dulce sino exquisita”, la cual repetía mientras mataba a su mejor amiga por acostarse con su novio. Por supuesto que Nicolás ocupará el altar mayor donde le proclamarán santo patrón de bailarines, carniceros y robagallinas.
                Definitivamente no soy un buen cristiano y he de perder el cielo que se pretende fabricar con juegos de prestidigitadores baratos. Juegan a  que la fe usurpe el lugar de la justicia, sin entender  que ella se soporta en la convicción de lo justo, y digan lo que digan con la vara que han medido es lo menos que merecen al ser medidos.

© Alfredo Cedeño

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