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viernes, octubre 28, 2022

TRÁFICO DE SUEÑOS

Todo aquel que juega con la dignidad del ser humano es execrable, por decir lo menos de semejantes basuras. Nada más preciado que la libertad, el libre albedrío, la posibilidad de escoger lo que se quiere sin daño o perjuicio a los que nos rodean. Sin embargo, cada vez son más reducidos las ocasiones en que realmente se puede ejercer la libertad; son infinitas las riendas que nos han ido imponiendo de manera paulatina e imperceptible. Largos años llevan varios investigadores demostrando como, por ejemplo, desde la industria publicitaria se juega a manipular e inducir nuestras decisiones bajo el manto de mensajes engañosos. Esa industria contemporánea en que se han convertido las organizaciones políticas es otra manifestación de ello. La peor de las sinergias que se haya podido producir fue la de esas dos disciplinas.  De eso poco se habla a profundidad y, por supuesto, nunca se toman decisiones para subsanar dicha situación.

En días recientes todos los espacios comunicacionales se han llenado con la denuncia del tráfico humano que ha surgido alrededor del éxodo masivo de los venezolanos. Esa hemorragia, por lo visto indetenible, ha venido mutando de año en año, casi que de semana a semana. Han surgido toda clase de vivianes para aprovecharse de esa dramática situación.  Hay los que han sacado beneficios monetarios de ello y otros que han tratado de obtener réditos políticos dándose ostentosos golpes de pecho al denunciar los horrores que ello implica. 

El tráfico humano de nuestros días no es una industria ajena al mundo revolucionario. Uno de los países más consumados en practicar de forma eficaz esa práctica es Cuba. Ahora se trata de teñir de gloria la llamada Operación Carlota cuando en octubre de 1975 se transportó a un grupo de instructores cubanos, que se dedicarían a formar batallones de combate de las Fuerzas Armadas Populares de Liberación de Angola. Se estima que alrededor de unos 450.000 antillanos, entre médicos, maestros, ingenieros y soldados, fueron enviados a ese país africano en los 16 años que duró el operativo mencionado. 

Otra de tales operaciones de tráfico humano llevado a cabo por la revolución fue el traslado de miles de trabajadores de la salud a Venezuela, en el marco de la Misión Barrio Adentro. Médicos, enfermeras, técnicos y terapeutas fueron enviados a nuestro país en condiciones esclavizantes de las cuales nunca se dijo nada. Sobraron los funcionarios planetarios que acudieron a cohonestar dicho plan, tal como hizo en su momento el médico coreano Lee Jong-wook, quien siendo Director General de la Organización Mundial de la Salud visitó uno de esos núcleos en un barrio de San Félix, estado Bolívar. Ningún “progresista” dijo siquiera esta boca es mía. Son los mismos que ahora claman al cielo ante el desplazamiento forzoso de los migrantes nacionales en Estados Unidos, donde algunos gobernadores republicanos han agarrado a lotes de ellos y los han trasladado a territorio demócrata, para sacudirse de encima el problema que significa el manejo de tal marea de gente que sigue llegando a través de la frontera con México.

La diferencia en esta ocasión, proclaman las almas sensibles del 2022, es que se está atropellando los derechos humanos de los emigrantes.  Ni de vaina dicen nada sobre la causa de semejante flujo de gente, que no puede siquiera sobrevivir en su país, y se lanza a tratar de lograr una vida siquiera libre. La hipocresía y alcahuetería da para eso y mucho más, en nombre de la ideología todo se vale, está permitido todo aquello que tengan a bien los redentores rojitos porque el hombre nuevo no hay lo que no justifique. De ese tráfico de sueños nadie se quiere percatar, o no les interesa hacerlo…

 

© Alfredo Cedeño  

viernes, junio 24, 2022

LOS SALEROSOS


Un día a la hora del almuerzo mi esposa sacó, entre aspavientos y regocijo, un envase que me aseguró era lo último en la alimentación sana: Sal del Himalaya.  A mí me pareció que, en el mejor de los casos, era lo que mi abuela llamaba sal marina, o en granos. Pero, en aras de la armonía a la hora del yantar, me limité a escuchar y a probar en la ensalada que estábamos por comer; la verdad es que era una sal cualquiera. Pero, como bien han de suponer, lo de la sal del Himalaya me quedó dando vueltas. Y en adelante me dediqué a, cada vez que iba a los supermercados, revisar los anaqueles de los condimentos. La verdad que era asombrosa la multiplicidad de variantes, la pobre sal, la común y corriente, la de siempre, lucía presa de un auténtico bullying, se le veía amedrentada, acoquinada y achicopalada en medio de la inmensa variedad de sal del himalaya. 

Otro día en el que me puse a divagar en torno al mentado mineral, empecé a preguntarme cosas. Lo primero en que caí en cuenta fue la cadena de los montes Himalaya está regada por ocho países distintos: Pakistán, Nepal, India, Afganistán, China, Birmania, Bután y Tayikistán.  La pregunta que me hacía era: ¿Pero cuántas toneladas de sal se están produciendo en el Himalaya para tener un boom de ventas, que ni el petróleo? 

Una de las primeras cosas que hice fue buscar en Google, y en 0,55 segundos me dio más de cinco millones de resultados sobre el mentado condimento; resaltando, como era de esperar, los beneficios de su consumo ya que mientras la otra, la blanquita y silvestre de siempre, era cloruro de sodio y yodo añadido, esta traía sulfato de calcio, potasio, magnesio, hierro, manganeso, yodo, flúor, zinc, cromo, cobalto y cobre. Todo un bálsamo de las sales. Sin embargo, es bueno resaltar lo que el dietista y nutricionista Ramón de Cangas, quien además es, doctor en Biología Molecular y Funcional, así como y miembro de la Academia Española de Nutrición y Dietética, quien puntualiza: “Aporta las mismas cantidades de sodio que la sal de mesa”.

Al seguir escarbando en torno a esta panacea de mesas y cocinas me encuentro que en realidad su procedencia es de la mina Khewra Salt, ubicada en la región montañosa del Punjab, Pakistán; aunque no sólo allí se le produce. También se sabe que en todos los sitios donde se realiza dicha explotación es en condiciones infrahumanas, y en medio de una insalubridad casi absoluta.  Y eso es lo que estamos consumiendo en el mundo entero al compás de un ritmo que marcan las cajas registradoras de supermercados, abastos, pulperías y chiringuitos; no en balde el precio de la “exquisita” supera en cientos de veces a la vulgar y corriente de siempre.

¿Cómo y por qué llegamos a eso? Me hago la pregunta una y otra vez, con insistencia rayana en el masoquismo, y la respuesta me viene súbita y mordaz. ¿Cómo se entiende que Petro gane en Colombia, Chávez en Venezuela, Ortega en Nicaragua, Boric en Chile? ¿Cómo es que tales triunfos se convierten, gracias a copiosas y eficaces labores de mercadeo, en lo que no son? ¿Cómo es que en el mundo entero siguen comprando la idea trasnochada, contaminante y retrógrada de una secta que solo busca el ejercicio del poder puro y simple? A fin de cuentas, a duras penas llegan a ser un mito contemporáneo. Y lo seguimos consumiendo, pese a que no nos aportan nada distinto.

 © Alfredo Cedeño  

viernes, junio 10, 2022

ESTOS TAPADOS…

Mi abuela, que en paz descanse, tenía una palabra con la cual definía cuando pasaba por cíclicos períodos de estreñimiento. La oigo decir: “Es que cuando esta barriga quiere echar vaina no hay nada, ni nadie, que la haga funcionar como tiene que hacerlo, pero esto es lo que nos pasa cuando llegamos a viejos, nos ponemos…” y en ese punto soltaba el vocablo: “estíticos”. Ese era un termino al que los muchachos de la familia le teníamos pavor, porque si ella dictaminaba que lo padecíamos, era invariable las tomas de sal de higuera, o la vejación incuestionable que significaba un lavado, al que ella llamaba enema. Lo cierto es que se vaciaban las tripas…

Mi padre, que no solía coartarse al momento de reírse de todo cuanto le rodeaba, hasta de él mismo, usaba dicha voz con sorna al referirse a algún allegado, amigo o familiar, de entendederas cortas.  “Es que, pobrecito, tú eres estítico de mente…”, era la frase con que cerraba cualquier discusión que se prolongara más allá de lo pertinente.

Años después la vida me otorgó el privilegio de tener como maestros a Jorge Chirinos, a Antonio Estévez, y a Jesús Rosas Marcano.  El primero de ellos, la insolencia hecha persona, a quien Pedro Duno había bautizado como el Cronopio Mayor, les soltaba en su propia cara a ciertos especímenes: “A ti la luz no te llega ni que estés pariendo, es mucho para ti." Antonio, quien solía ser aún más insolente, solía decir: “Este está como Bombillo…”. Cuando le preguntaban quién era ese, la respuesta era invariable: “Uno allá en Calabozo, pero no lo por lo que alumbraba, sino porque no le entraba ni una gota de agua.”  Chuchú, el último de ellos, pero no por eso menos querido, siempre se reía socarrón cuando se encontraba a ese tipo de personajes, para luego añadir: “Mijo, ese seguro que es familia de Burro Tapao, que vivía allá en La Asunción. Ya te podrás imaginar cómo era que no solo resultaba familia del asno, sino que también era hermético.”   

Tal vez la suma de todos ellos es lo que puede permitir la generalización de tales manifestaciones de constipación, que se han hecho crónicas en varios sectores nacionales, sobre todo entre los integrantes de esa secta, con pretensiones de realeza, que hacen alardes de sus condiciones de dirigentes; lo cual confieso que me sume en no poca incertidumbre, porque ¿qué saben dirigir?, porque lo que se aprecia es que ni el tráfico saben conducir. A lo mejor es por eso, por lo que muchos de ellos hablan de tener un gallo tapado; tal vez es por lo mucho que cantan y lo poco que sueltan

© Alfredo Cedeño

viernes, mayo 27, 2022

HUELE MÁS QUE HIEDE

 

Más de uno se me planta con gesto altanero y brazos en jarras a imprecarme: “¿Y qué propones tú?, ¡porque todo te hiede y nada te huele!”  Si me pongo a enumerar lo que me huele puedo asegurarles que es una lista infinitamente más larga de lo que me hiede. Me huele a rama de ruda fresca en la oreja de una agricultora que va a vender sus hortalizas al mercado de Capacho Nuevo; también el perfume a mar que exhalan las manos callosas de la pescadora que hala las redes junto a su marido e hijo en las costas margariteñas; ni hablar de los aromas que emocionan incontrolablemente cuando paseas por las interminables plantaciones de pino caribe en Uverito.

¿Cómo no oler la gloria del paso altanero y cadencioso de nuestras muchachas en cualquier rincón del más olvidado de nuestros pueblos o de nuestras destrozadas y arruinadas ciudades? ¿Quién no ve con oculta envidia el paso viril de hombres y mozos en flor, recién bañados y perfumados para ir a encontrarse con su mujer? ¿Hay acaso aquel que no puede olfatear con viveza amorosa los vapores de las cocinas de nuestras abuelas, madres, hermanas y tías?

¿Quién no escucha con emoción libre de penas los cantos a la cruz de mayo al son de maracas y tambores en una casita de Caraballeda, mientras huele ansioso las flores recogidas para engalanar su altar? ¿Dónde está aquel que no se siente arrastrado por el torbellino de los tambores repicando en honor a san Juan Bautista, y el olor a sudor limpio de los negros en jolgorio? Basta con olfatear el aire en el comedero de cualquier mercado para sentirse volando entre las volutas de ollas y sartenes. Me huelen los ríos cuando saltan entre las piedras y sacuden las ramas que crecen a su vera. Me huele la tierra cuando los bueyes arrastran el arado entre el suelo que luego será mar fecundo de cebolla, cilantro y perejil.  Son infinitos los olores de mi tierra…

¿Qué me hiede? Es una lista algo abundante, pero que pueden resumirse fundamentalmente en dos casos. Me apesta la casta dirigente, de un lado y del otro, tan apestosos son Nicolás, Cilia, Jorgito y Diosdado; como lo son todos sus contrarios, ya que ambos viven jugando a: “quítate tú pá ponerme yo”, y el hombre de a pie les interesa un soberano carajo. Su único interés es el poder y los beneficios que les otorga. Poco importa la cuota de autoridad que obtengan, su único fin es disfrutar de ello.

Igualmente me huele a letrina una no breve cofradía de plañideras, corifeos y viudas de lo que supuestamente fuimos, donde militan con fervor gregoriano e incapacidad de dar una mirada crítica sobre lo que hemos sido para poder rescatar lo que somos y deslastrarnos de tantas heces que nos ahogan.

Espero haber dejado claro que es más lo que huele, que aquello que nos empantana el alma, pero no podemos ni debemos ignorarlo, hay que extirparlo. Merecemos oler bonito y sabroso.

© Alfredo Cedeño  



viernes, mayo 20, 2022

¿ENTONCES CUÁNDO?



Todos aquellos que me leen tienen en mí un agradecimiento infinito. Sin embargo, hay, de todos ellos, tres a los que agradezco más que a ninguno otro. Dos en Venezuela, y el otro en la llamada Madre Patria. Al lado allá de la mar océano, uno que con real espíritu crítico me lee y cuya constancia me conmueve, sobre todo porque le conozco desde niño y es motivo de particular orgullo verle desempeñando rol de alto ejecutivo en una trasnacional europea. En el lar natal uno de noventa años, quien ha sido un maestro a lo largo de mi vida en el llamado universo cultural, y quien me abruma con su persistencia y solidaridad.

Hay también una tercera persona a la que quiero, respeto y admiro, y quien, pese a su lucha contra el mal que se empeña en postrarla, mantiene una actitud ante la vida que me hace quererla, respetarla y admirarla más todavía. Esta última persona, quien es una incondicional capaz de escribirme: “lo apoyo en cualquier pelea que agarre”. Sin embargo, esta lectora implacable y de un equilibrio descarnado, como conozco muy pocos casos, me planta cara: “Yo estoy de acuerdo con usted, pero no estoy de acuerdo. Tiene toda la razón de que aquellos vientos trajeron estas tempestades. Lo que no concuerdo es el momento de decirlo. Estamos más que desarmados, desesperanzados.”

Llevo toda la semana reflexionando sobre su comentario, e invariablemente, todas las respuestas que he encontrado han sido: ¿Cuál es el momento oportuno? Si hacemos un vuelo rasante sobre nuestro quehacer político vamos a encontrar un no breve historial de espera del momento adecuado para decir y hacer las cosas. Y fue así como se establecieron multitudinarias cofradías de viudas y plañideras de la Cuarta República, del perezjimenizmo, del medinismo, del lopezcontrerismo, del gomecismo, del castrismo, del paecismo, del bolivarianismo, y –aunque de reciente data­– hasta de Guaicaipuro hay una no poca populosa hermandad que reclama los buenos tiempos precolombinos.

A todos se les olvida los desastres de todo tipo que fueron, lenta e indeteniblemente, llevándonos a este infierno en que está convertida Venezuela. No dejaré de escribir que estamos recogiendo lo que sembramos, y hasta que no lo entendamos y comencemos a erradicar las plantas que no sirven seguiremos con la misma cosecha. No podemos seguir esperando un tiempo adecuado para decir las cosas, porque nunca va a llegar. Siempre habrá un celestinaje que amparará una manera opaca e interesada de conducir al país. Ahora Chávez y Maduro fueron los supermalignos que acabaron con el país perfecto que éramos. ¿Hasta dónde se puede ser ciego e inconsciente? ¿Cuándo va a ser el tiempo para decir las cosas y hacer las correcciones que son inaplazables? ¿Salir de Maduro para caer en manos de quiénes?

¿Nos entregamos a Guaidó para que maneje el país como Monómeros? ¿Nos ponemos en manos de Ramos para que siga conduciéndonos como la pulpería que heredó de Alfaro Ucero? Los ejemplos son infinitos y el espacio de esta columna es breve. Seguiré preguntando: ¿Cuándo es el tiempo indicado para replantearnos el país que necesitamos y merecemos ser?

© Alfredo Cedeño  

viernes, noviembre 26, 2021

EL VENEZOLANO ERRANTE


                Desde el siglo XVII ha existido en el mundo impreso la figura de El Judío Errante, aparece por primera vez en un panfleto de cuatro hojas, Breve descripción y relato de un judío de nombre Ahasverus, impreso en la holandesa ciudad de Leiden en 1602 por Christoff Crutzer. Se asegura que en los archivos de esa localidad no existe registro alguno de un impresor con ese nombre, de lo cual se infiere que dicho editor en realidad fue un pseudónimo. Lo cierto es que fue un éxito la historia y en ese mismo siglo se contaron por decenas las ediciones del citado personaje. Neerlandés, francés, danés, checo, sueco e inglés, fueron algunas de las lenguas a las que se tradujo la vida del hebreo trashumante.

                Los vagabundos de esta era los hay de diferentes orígenes, los hay africanos, centroamericanos y, en una apabullante mayoría, venezolanos. Las historias de los paisanos son desoladoras, excepcionalmente aparece alguna referencia a uno u otra que destacan en cualquiera sea la disciplina en la que se desenvuelvan. Son glorias atléticas, musicales, literarias, científicas, artesanales, industriales y paremos de contar, que nos hacen hervir el orgullo nativo. Sobran aquellos que se sienten negros tocadores de cumacos en la fiesta de san Juan.

                Somos millones los que andamos errantes sin ver el Ávila, ni oler los mereyes de Bolívar, ansiosos por oír las olas de Chuspa, Arapito y Choroní, ahítos de melancolía por una tierra que difícilmente volveremos a pisar. Somos pedazos de una tierra donde aprendimos a ser lo que somos y que cargamos clavada cual espina de erizo de mar. Nos hemos ido asentando en tierras ajenas con una nube imperecedera a cuestas que no cesa de enchumbarnos de nostalgia.

                Vienen fechas, pasan fiestas, compras auto, inviertes en un techo, duermes tranquilo y con la puerta abierta si te provoca, o se te olvida pasar la llave, conduces entre motorizados sin tener que esconderte bajo las nalgas el teléfono, vas al mercado y te paras indeciso ante las cincuenta cajas distintas de cereales para el desayuno, te diriges a la primera tienda especializada a comprar un scanner de negativos y te dicen que tienes dos semanas para devolverlo en su caja original y poder recibir tu dinero de vuelta de inmediato. Miles de cosas que van pasando y que, sin embargo, no mitigan el desarraigo.

                Los mecanismos de defensa elaboran herramientas para tratar de paliar el desolador sentimiento de pérdida. Pero  el hueco sin fondo de los ojos se nos llena de una perfección lejana que raya en el hastío. Mientras tanto, los buitres se mantienen lanzándose picotazos disputando los restos de lo que alguna vez fue la esperanza del mundo…

 © Alfredo Cedeño  

miércoles, junio 09, 2021

HAY SANTOS NUEVOS


                Comienzan a aparecer organizaciones de toda laya que dicen ocuparse de la situación venezolana, algunas de ellas muestran el currículum de sus promotores y hacen unas presentaciones impecables. Sin embargo se muestran distantes, son arrogantes en sus promociones que por ratos lucen narcisistas. Casi que se anuncian como los arcángeles portadores del Futuro Testamento y el tono es: “Nosotros que venimos del Olimpo a iluminarlos asquerosos mortales…”. Es decir aquello que mientan empatía brilla por su ausencia. Me lacera leer la respuesta que me da un queridísimo amigo al que le envié una de esas “cartas de presentación” y le pedí su opinión: “Ver a estés señores fluir en estos espacios "cómodos" es contrastante con la condición de miseria que estamos viviendo”.

                Otra amiga no menos querida, y cuya identidad tampoco viene al caso, pero de una sensibilidad y formación académica a prueba de toda duda, me responde escueta: “Es raro, no los siento conectados”; y, unos mensajes después, me dice inmensamente cercana: “Estamos cansados, panita”. No me avergüenza confesar que estuve llorando amargamente, sin poder manejar esta bendita impotencia que me hace sentir ver a lo que ha llegado mi país.  El primero de mis amigos me preguntaba sobre una de esas nacientes organizaciones: “¿qué puede hacer para atender la emergencia, el desastre, que están viviendo los venezolanos?” más adelante me dice: “Yo cómo las tres comidas, (gracias a Dios y nuestro trabajo) pero mi vecino, el de al ladito de la casa, ya me ha pedido en dos oportunidades que le pase algo de comida porque no tienen qué comer”.

                Con ese infierno diario de todo el país, a los aspirantes a burócratas “onegesistas”, no se les siente conectados. Ambos amigos me preguntan a su vez por mi opinión, a ambos les respondo con mis profundas reservas que siento ante toda esa parafernalia de la reconstrucción que parece estar brotando cual hongos en las montañas. Por una de esas tantas carambolas vitales que he gozado o padecido, en mayo del 2005 estaba en las oficinas de uno de esos variopintos organismos multilaterales que pululan en Washington DC, y allí presencié el diálogo de dos de sus gerentes medios dedicadas a despotricar de un muy nombrado fondo dedicado a la atención de las madres y niños, y la fastuosa manera que empleaban sus funcionarios para desplazarse y alojarse por el mundo entero.  Horas más tarde, mientras cenaba con una de esas voces críticas, no me supo responder, salvo las frases típicas del caso, sobre las similitudes entre aquella organización de las cuales se quejaban y su propia institución.   

                Ante esta aparición de nuevos iluminados que, cual Carpión Milagrero, poco les falta para  anunciar que nos harán levitar hasta el reino de los cielos, ¿qué podemos hacer? Tal vez Dios se olvidó de una vez por todas de la que fuera La Tierra de Gracia. Quizás es tiempo de que políticos, santones, culebreros, burócratas e iluminados se hagan a un lado para que el propio país, en cuya sabiduría ancestral confío, se levante de este mar de cenizas rojas.

 © Alfredo Cedeño  



miércoles, enero 06, 2021

SACO DE GATOS

                Este año, y comienzo de década, augura tiempos de colisiones permanentes. Todos aquellos escenarios que se analizan presagian tormentas, por decir un cataclismo menor. Son choques de trenes aparentemente inevitables, y ello, como reza la frase papal, Urbi et Orbi. Demócratas, republicanos, cristianos, musulmanes, correctos, anarquistas, Guaidofollowers, Madurolovers. Hay de todo y en todas partes, escoja usted donde y con quien quiere entrarse a pescozones que hay para todos los gustos. Vivimos inmersos en una tragedia con eventuales visos de comedia, un saco de gatos rabiosos del que es imposible salir lleno de hondos rasguños y no leves raspaduras, los zarpazos son arteros aun cuando usted pretenda mantenerse fuera de dicho talego.

                Las heridas, cuando no mordazas, a fin de cuentas variaciones de una misma intención, pueden llegar de cualquier lugar, y con cualquiera sea la razón. La maldición contemporánea de lo “correcto” es como el conejito de la batería que dura y dura y dura y dura y dura y dura y se hace cada día más dura. Por ejemplo, confieso que ya me asusta hablar de la querida negra Lucy Gómez o el también muy querido negro Wilmer Suárez, porque podría ser sancionado por cualquiera de los inquisidores de estos tiempos, tal como le pasó al futbolista uruguayo Edinson Cavani, quien juega como delantero del equipo de fútbol Manchester United. Este jugador fue multado la semana pasada con  100.000 libras esterlinas, y suspendido durante tres partidos por responder a las felicitaciones de un seguidor en su cuenta de Instagram: “gracias, negrito”.  ¡Se cayó el puente de Londres! La muy flemática Asociación del Fútbol  de Inglaterra  consideró dicho mensaje “insultante, abusivo e impropio”, y le impuso la sanción que mencioné.

Los muy correctos hijos de la Gran Bretaña provocaron reacciones de todo tenor, al punto que hasta la impasible Academia Nacional de Letras de Uruguay se pronunció en la tarde del propio primero de enero con el “más enérgico rechazo” a la sanción, y aprovechó para echarles en cara a la organización sajona la “pobreza de conocimientos culturales y lingüísticos que  esa federación pone de manifiesto al fundamentar tan cuestionable resolución”.  Los académicos declararon que Cavani usó la voz negrito para dirigirse a @pablofer2222, con cariz cariñoso, “dado el contexto en que se escribió, la persona a que fue dirigido y la variedad de español que se usó, el único valor que puede tener negrito ―en particular por su índole de diminutivo― es el afectivo”.

Ejemplos similares hay a paletadas, y todo en aras de una supuesta equidad que suele ser poco justa en la realidad. Por ejemplo, si usted exige que la casta política deje las musarañas y actúe con transparencia será despedazado fulminantemente por los adoradores de dicha cofradía. Si en Venezuela a alguien se le ocurre  cuestionar la gestión de los rojitos o de los malandrines unitarios, será tildado de enemigo del proceso o de agente del G2, depende de a quien se ose siquiera rozar con alguna aspiración ciudadana.    En el caso de solicitar a los caudillos de turno que se aparten y dejen de jorobar la paciencia, el linchamiento será instantáneo, más rápido que un Decaf, y las hordas cibernéticas elevarán sus manos al cielo clamando por la pureza de los magnos “dirigentes”; así como la solidez de sus organizaciones.

En todo caso, ante el ambiente que vive mi país, me viene a la memoria un fragmento de la carta que  John Hobart Caradoc, Lord Howden, quien era embajador británico ante el reino español, le dirigió el primero de enero de 1854 a George Villiers, duque de Clarendon y Ministro de Asuntos Exteriores de Gran Bretaña: “nada es tan difícil como fijar los límites de los partidos políticos, especialmente en la actualidad, cuando están rotos por todas partes y rotos en mil pedazos vagos, impalpables y, yo diría, ininteligibles”.

 

© Alfredo Cedeño  

miércoles, septiembre 30, 2020

AVANZADA DECADENTE


Hubo un tiempo no muy lejano, al menos para mí, cuando izquierda era todo aquello que se asociaba a lo justo, lo equitativo, lo sensible. Eran días de indudable barniz romántico, de lecturas variopintas donde El Principito estaba al lado del Qué Hacer de Lenin, las Cinco Tesis Filosóficas de Mao, La Náusea, El Segundo Sexo, Yo estoy bien tú estás bien, La plusvalía ideológica, País Portátil,  La Ciudad y los perros, El Coronel no tiene quien le escriba, Rayuela, El Túnel, Papillon, La Naranja Mecánica, La Aldea Global, Cómo leer al Pato Donald… y por ahí seguía el batiburrillo, poco ortodoxo por demás, de lecturas en las que nos sumergíamos todos aquellos que aspirábamos a ser unos insurrectos.

El Ché era un  Cristo al que no pocos le encendían cirios, yo he de decir en mi descargo que nunca caí en semejante desvarío, pero si tuve mi afiche y franela con su estampa. Trotski era un anatema al que se nombraba con cierta sorna. La peor cosa que podía ocurrir en ese ambiente, que se tornó en Sanedrín cultural, es que fueras señalado de “revisionista”. La militancia incluía una romería  por todos los eventos de solidaridad con los presos políticos a la que no podías dejar de acudir, so pena de ser señalado de “agente del imperialismo”. Era obligatorio recorrer las inauguraciones del circuito de museos, salas y galerías, allí te encontrabas las mismas caras con la misma ropa arrugada y desteñida, ellas de pelos lacios y ellos de greñas revueltas, todos con sandalias cuando no con suecos de Dr. Scholl. Entre ellos había unos pocos que vestían, y hay que decirlo, con gusto exquisito, eran auténticos dandis. En medio de esta marabunta dicharachera, malhablada y altisonante, abundaban muchas “niñas bien”, muchachas de la “pequeña burguesía”, como soltaban con sorna y –obvia– envidia, las ninfas progresistas.  A ese grupo que cada vez crecía más, los faunos asediaban con manifiesto interés; a más de uno con presunciones poéticas les escuché decir: “De la burguesía, sus vinos y sus mujeres”.

También era común en aquellos saraos escuchar frases en francés, italiano, alemán e inglés, pero del británico, ojo. Unos presumían de su postgrado en París y sus clases con el mismísimo Sartre o Althusser, y hasta con Roland Barthes. Aquellos presumían de poder citar a Marx en su lengua natal ya que estaban de vuelta de un Ph.D en el Max Planck. La lengua de Verdi, ¡perdón!, de Gramsci (y pronuncie: Grannchi), también se oía y se hablaba de las delicias del Vino de la Toscana o las pizzas de Trastevere. En cuanto al idioma imperial el acento era Oxford puro, y no faltaban los gritos de ¡Noooo!, cuando alguno contaba de su visita a la tumba del mero-mero, entiéndase Marx, en el cementerio de Highgate.

Evoco todo esto ahora al ver eso que se autodenomina “izquierda”, ese grupete devaluado en que ha degenerado aquel candor, el extravío de aquella inocencia, hasta convertirse en un remedo que vive de glorias pasadas. Son una vanguardia anodina y llena de poses, así como de militantes lastimosos que de vaina atinan a repetir, como viejas cacatúas desmelenadas, las consignas políticamente correctas, las que les dicta el humor de la opinión de moda. Son patéticos. Ya no son heroicos. Muy lejos de lo que todos queríamos ser cuando jóvenes, y no tanto también. 

© Alfredo Cedeño  


miércoles, septiembre 23, 2020

IGNORANTES E INTERESADOS

Más conmueve a la llamada opinión pública la muerte de un elefante o un atún rojo que la de un ser humano, cualquiera sea su raza. Un sashimi o tartar, o un crucifijo de marfil logran despertar más indignación que el asesinato de un niño o un anciano, cualquiera sea el color de su piel. A muestra de lo que escribo traigo dos ejemplos.

En abril de 1994 comenzaron en Ruanda tal vez los peores cien días de la historia africana. Los pueblos Hutu y Tutsi se enfrentaron en una lucha, en su mayoría a machete, en la que se calcula murieron 800.000 personas.  El año siguiente, en julio de 1995 los serbios obligaron a 25.000 mujeres y niños a huir de Srebenica, en la región oriental de Bosnia, donde se refugiaban 40.000 musulmanes bajo el supuesto amparo de los cascos azules de la ONU. Los serbobosnios asesinaron entre 7.000 y 7.500 islamitas varones, entre niños, adolescentes, hombres jóvenes y ancianos. Ambos hechos ocurrieron ante la mirada, supuestamente escandalizada, de un mundo que solo atinó a comprar más periódicos, conectarse más a las radios y televisores, y unos organismos internacionales, de reacciones paquidérmicas, que atinaron a pronunciarse cuando ya las muertes no podían evitarse. Sin embargo, todavía se oyen muchas voces defendiendo la “oportuna acción” de los entes mundiales.

La indolencia, parsimonia y/o indiferencia de las “democracias”, instituciones multilaterales y del mundo en general ante las desgracias de las minorías, o de naciones enteras, es una constante a lo largo de nuestra historia. ¿Acaso es necesario recordar la desgracia nazi y el desamparo de los judíos ante la barbarie que los golpeó inclemente e impunemente? Y cito apenas un ejemplo. Me pregunto ¿qué haría que el caso venezolano fuera manejado de manera diferente?

La indolencia hecha gente, manifestada en esa casta que dirige nuestros rumbos, con su habitual rumbo de ventilador, oscila de uno a otro tema con supuesta enjundia esclarecida… Sin embargo, es justicia reconocerles que en un punto han sido consecuentes a más no poder: la industria petrolera. Es lógico que sea así, después de todo ella es la gallina de los huevos de oro.

En diferentes ocasiones y escenarios hemos escuchado decir sobre la necesaria recuperación de la que fuera primera empresa nacional en Venezuela. Se oyen propuestas de todo orden y calibre, las altisonancias están a la orden del día en lo que toca al tema. Pero, ¿realmente se puede hacer algo con PDVSA? ¿Es posible que la producción petrolera venezolana se recupere de manera medianamente eficaz? ¿La infraestructura para producir crudo puede recuperar sus antiguos niveles de rendimiento, y en cuanto tiempo puede lograrse?

No puedo sustraerme a aquello de piensa mal y acertarás. Aquellos que pregonan la inminente recuperación de la explotación de petróleo o lo hacen por crasa ignorancia, o por intereses muy particulares, es necesario dejarlo claro. Las labores de extracción de nuestro hidrocarburo son de una complejidad enorme; nuestra pereza mental, propia de súbditos petroleros, nos ha creado el espejismo de una facilidad que no existe. Nos acostumbramos a créditos condonados, a becas sin contraprestación, a salud gratuita, a combustibles regalados, en fin a una vida muelle que todo lo merecíamos por nuestro sitio de nacimiento. Esa ignorancia y falta de compromiso con lo que significan los procesos productivos es lo que hace a muchos asegurar que dicha recuperación será rauda y veloz.

También hay quienes anuncian la resurrección de nuestro carburante jugando su propio envite. Son muchos que han estado vinculados a esa área, bien con la empresa criolla o con compañías extranjeras que tuvieron o tienen intereses en el sector. Los contratos se avizoran jugosos, las comisiones no pueden suponerse más que sustanciosas.

En reciente artículo Eddie Ramírez, hombre de probidad incuestionable como servidor público reveló que “exportábamos gasolina hasta que llegaron los rojos”. Igualmente informa que en el año 2013 se importaron 6.510.000 barriles de gasolina, 6.497.000 de diesel y 4.990.000 de gas propano; lo cual “desmiente que la situación actual de escasez sea por las sanciones.” En su nota Ramírez recuerda que algunas refinerías en Estados Unidos y Europa fueron vendidas, “para dar prioridad a las de Cuba, República Dominicana y Jamaica”.  El conocido hombre del mundo petrolero recomienda: “Con este dramático panorama y la gran deuda de la empresa, nuestros legisladores deben ser cuidadosos con la nueva Ley de Hidrocarburos que se discutirá. Deben considerar que la destrucción de Pdvsa fue consecuencia de su politización, que despidió a los mejores, contrató ineptos y permitió la corrupción.”

Otro querido amigo, cuyo nombre es preferible guardar en reserva por su seguridad, me hace referencia a un evento que se llevó a cabo el año pasado en IESA donde se realizó un foro para discutir sobre la industria petrolera.  “En ese momento producíamos todavía un poco más de millón y medio de barriles, y con las refinerías produciendo se dijo que el 80% de la inversión necesaria para su recuperación debía venir del exterior. Imagínate cuánto sería necesario ahora que estamos en la carraplana. Es necesario decir que no tenemos los recursos financieros, ni humanos, ni la tecnología para recuperar la industria. Lamentablemente tenemos que comenzar de cero dando concesiones petroleras, cambiando esquemas impositivos y asignando refinación, petroquímica y mercado interno a terceros. Muchos dirán el dinero se puede obtener y no tienen ni idea de cuánto cuesta reparar, por ejemplo, las refinerías. Otros dirán el personal regresará, y yo creo que ya están viejos o simplemente se hicieron ciudadanos de otros países. Otros dirán la tecnología la podemos comprar pero para eso se requiere conocimiento para la selección y utilización, y los recursos humanos que tenemos no tienen ni idea.  Creo que existen otras prioridades mucho más relevantes: educación, salud, alimentación, infraestructura, y no es momento de estar jugando acertijos.”

                Los muertos se lloran y se entierran, no podemos permitir que sigan expuestos creando focos infecciosos que terminaran creando nuevas víctimas.

© Alfredo Cedeño  

miércoles, mayo 20, 2020

ANALES ROJOS



                La historia muchas veces se manifiesta con jugarretas de gata díscola, cuesta seguir  su humor retorcido. Cuando Hitler comienza su asalto al poder, por vía electoral, en los años 30 del siglo pasado obtuvo el 33% de la votación; cuando el hijo ilustre de Sabaneta, en diciembre de 1998, recorre el mismo camino obtiene el 33.35%  de los electores inscritos en el Registro Electoral. Sin embargo la maquinaria de propaganda roja siempre ha hecho énfasis en que obtuvo el 56.20% de los votos. Tampoco hacen mención que en las elecciones parlamentarias, que se habían celebrado cuatro semanas antes, su partido no llegó a obtener el 20% de los curules en disputa en ambas cámaras. Sin embargo, manejando los resortes del miedo, y quién sabe cuáles otras triquiñuelas, lograron imponer su criterio de convocar una Asamblea Constituyente que fue incluso aprobada por las máximas instancias judiciales de aquellos días.
                Los guiños históricos son pavorosos: un año más tarde de ganar la primera elección Hitler obtiene 92% de los votos, igualmente Chávez pasado un año impone su constitución a la medida con casi 90% de los votos. Poco importó en el caso venezolano los anuncios hechos de un potencial desastre humano y ambiental por las intensas lluvias que por largas semanas habían azotado el centro del país. El comandante intergaláctico el día antes de esas elecciones, en medio de una rueda de prensa, cuando todavía las había en nuestro país, respondió a los reporteros que le preguntaban si las lluvias podrían afectar el curso de la votación: “Si la naturaleza se opone, lucharemos contra ella y haremos que nos obedezca”. Seguramente el hijo de doña Elena se sintió Bolívar en medio del terremoto de 1812.
                Del desastre del deslave de Vargas se ha escrito, y seguramente se escribirá, de manera exhaustiva, pero la maquinaria comunicacional rojita siempre se ha hecho la gualberta ante la realidad que demostró, de manera muy clara, el poco interés que la vida de los ciudadanos tenía para el señor Chávez.  La prensa española, recuerdo en este momento, revelaba que el gobierno nacional no había atendido una recomendación hecha desde Defensa Civil de declarar estado de emergencia nacional ante la catástrofe que veían inminente.  En aquel documento al que hacían referencia se leía: “La situación es de tal magnitud que se requiere crear un Comando Ejecutivo de Emergencia”.  El citado escrito lo entregó el ingeniero y oficial del cuerpo de bomberos aeronáuticos Ángel Rangel Sánchez el 15 de diciembre a las 2 de la tarde.  Los hechos demostraron sobradamente el efecto que tuvo en las altas esferas gubernamentales la campanada del funcionario.  Nunca se han detenido los voceros de la peste roja en los daños humanos que se pudieron evitar, para ellos siempre fue el poder su objetivo y para lograrlo no se detuvieron, ni detienen, ante nada.
                Debo decir que el ecumenismo rojo es “de librito”. Ellos no dejan de tomar de donde sea los elementos que les ayude en lograr lo que buscan. En el marco de la Segunda Guerra Mundial Goebbels en su diario manifestaba su asombro ante el uso que hacían los bolcheviques de altavoces para anunciar sus acciones. Jugada típica de los soviéticos: Actuar con audacia, a la luz del día, hablar sin cortapisas ni disimular sus intenciones.  Lo cual tampoco es de su uso exclusivo, porque al leer  Mein Kampf se encuentran los planes y subterfugios de Hitler para llegar al poder. Chávez nunca dejó de anunciar que iba a conquistar el poder, ni de que buscaba eternizarse en su ejercicio. Aunque ello significara la literal desaparición de una parte del país.
                Luego del desastre de Vargas una de las cosas que se buscó fue borrar de manera fulminante todo rasgo de desidia oficial en el manejo de esa eventualidad. En las primeras de cambio se manejaron cifras escandalosas de víctimas. La oficial Defensa Civil llegó a hablar de 30 mil “sepultados” mientras que George Weber, representante de la Cruz Roja Internacional, calculó en 50 mil víctimas el saldo de la jornada. Sin embargo, surgieron voces como la del antropólogo Rogelio Altez quien afirmó en su momento a la BBC: “Mi análisis de los documentos forenses, de los cementerios en los que se enterraron los cadáveres y entrevistas con los afectados no arroja una cifra superior a los 700 muertos”. Altez también dijo en esa oportunidad que las cifras que se manejaban de millares de fallecidos eran irreales y que todo se debía a que “miles de muertos traen miles de millones de dólares en ayuda y se hizo un gran negocio con la reconstrucción”.
                Como todo sistema totalitario el chavismo-madurismo-castrismo siempre achaca a los otros la causa, responsabilidad, goce y disfrute de los males que ellos han propiciado sobre Venezuela. La destrucción de PDVSA es obra y gracia de los golpistas meritócratas, el acabose de Guayana y Amazonas  se debe al bloqueo criminal del imperio, la aniquilación de nuestro sistema público de salud es la manifestación de la conspiración criminal de los agentes del sionismo internacional  contra la autodeterminación de los pueblos, el desastre económico es producto de los apátridas que aspiran a imponer el dólar como santo al cual adorar, la desgracia educativa es un flagelo que desde las universidades conspiradoras se dedican a contagiar criminalmente a nuestros niños…
Y así se nos ha ido –y se nos va– la vida, mientras el mundo, de cuando en cuando y para salvar las llamadas apariencias, hace algún saludo ceremonial en el que exige el respeto a los derechos humanos. Quieren que no sea tan obvio el absoluto desinterés por nuestra tragedia. Tampoco es de buen tono que los señalen como celestinos de un deslave suficientemente anunciado.

© Alfredo Cedeño

miércoles, mayo 13, 2020

PALABRAS CORRECTAS


Pocas cosas han cuidado tanto los dirigentes sociales –sean guerreros, gobernantes, empresariales, religiosos, o cualesquiera sea su naturaleza–, como lo que dicen o escriben. En el escenario político la vigilancia de lo expresado es minuciosa, suele ser seguido con puntillosa atención por tirios y troyanos; en muchas ocasiones los mensajes emitidos no son directos o transparentes pero, por lo general, tratando siempre, por lo menos hasta corto tiempo atrás, de expresar lo necesario. Por ello, las acciones que se toman en dicho ámbito tienen muchas veces un carácter simbólico.
         La diferencia que hay, por poner un ejemplo, entre despido y renuncia es abismal.  Y ello está expresado claramente en el propio lenguaje. Me remito al diccionario de la Real Academia Española, allí se lee en lo que tiene que ver con la segunda palabra, en su tercera acepción: Dimisión o dejación voluntaria de algo que se posee, o del derecho a ello. En cuanto a la primera hay varios significados: Soltar, desprender, arrojar algo. Despedir el dardo, la lanza, la piedra. Alejar, deponer a alguien de su cargo, prescindir de sus servicios. Despedir al criado, las tropas. Dicho de una persona: Apartar de sí a alguien que le es gravoso o molesto.
         La política venezolana ha presenciado unos cuantos despidos, unos más sonados que otros. Y por lo general todos ellos han traído consecuencias, mucho se ha especulado en torno a una destitución fulminante hecha por Carlos Andrés Pérez en su primer mandato y que luego le ajustaría cuentas en su segundo periodo constitucional. También se han visto unas cuantas renuncias, unas más sonadas que otras, como aquella del sabanetero ilustre de quien informó en su momento el entonces Inspector General de las Fuerzas Armadas Lucas Rincón Romero: “se le solicitó al señor presidente de la República la renuncia de su cargo, la cual aceptó”.
                Como se puede ver hay una diferencia, que suele ser una deferencia en el segundo de los ejemplos. Usted le otorga el beneficio de una retirada honorable a quien, por una razón u otra, se le quieren guardar ciertas consideraciones o evitar una posible escalada de ciertos conflictos.   
                Todo esto me da vueltas en la cabeza ante las “invasiones” llevadas a cabo por un grupo de mercenarios que buscaban capturar al señor Maduro. Debo confesar que un bodrio de aquellos que se transmitían en los principales canales televisivos criollos, y que calzaban la firma de las cubanas Inés Rodena o Delia Fiallo, eran menos pintorescos que lo mostrado por el aparato comunicacional rojo. No voy a embestir el capote de si eran patriotas o mercenarios quienes escenificaron tal mascarada, que solo ha sido de utilidad para la peste roja y sus cofrades. Como bien saben todos, el silencio de la “dirigencia” opositora fue sepulcral mientras que la alharaca de los sufridos herederos de Chávez y Maduro parecía propio de un tropel de guacharacas agarradas por la cola.
                Bien se ha dicho que la derrota es huérfana y fue en lo que pensaron muchos ante la mudez de los supuestos promotores de semejante gesta. Los conspiradores, de contrato firmado  y creo que hasta notariado, también empezaron a entonar sus cantos, al decir de muchos logrados con una afinación oficial de carajazos a tropel, y comenzó el desfile de nombres.   La puesta en escena era tan burda que nadie podía creer nada de toda aquella cuchipanda.  Hasta que apareció el “asesor”, el héroe de las mil batallas electorales, el samurái del millón de victorias, con gesto agrio y voz de abuelo apaciguado, para anunciar que él, en su condición de genio estratega del encargado, si había firmado y que si había contratado al batallón de Los Doce del Patíbulo  para que capturaran al nefasto usurpador…
         A todas estas, las voces de los “dirigentes” seguían sin salir a escena. Y el guerrero salió en todas las partes habidas y por haber, viviendo el mantra establecido en 1968 por Andy Warhol: “En el futuro, todos serán famosos mundialmente por 15 minutos”.  Y el silencio seguía dominando. Hasta que el propio señor del kimono y las espadas apareció anunciando que renunciaba a un supuesto Comité de Estrategia.  A lo que quiero llegar es: ¿Merecía el honor de la renuncia este señor? ¿Por qué no fue echado a cajas destempladas en un primer momento? Este caballero que presume de ser un luchador que se rige por el Bushido se burló de las 7 virtudes del guerrero que contempla dicho código: Justicia, cortesía, coraje, honor, benevolencia, honestidad y lealtad.  Sin embargo vemos ahora como la “dirigencia” le trata con el respeto de un shogun victorioso.
         ¿Cuáles cree usted que son las palabras que merecen en este episodio lamentable cada uno de sus intérpretes? Cuando escribo suelo escuchar música, hoy oigo a Ismael Rivera y, como si el sublime negro  de Santurce me leyera, entona Comedia, de Plácido Acevedo:
En el gran escenario de la farsa la comedia
de esta vida es inhumana...
hay payasos llevando armadura fría
y tenorios que no tienen ni una espada...

© Alfredo Cedeño 

miércoles, abril 22, 2020

AYUDA DE ABRIL


Nos robaron abril y pretenden que paguemos indemnización. Se han volado todas las normas, convenciones y conveniencias con gestos rapaces mientras insisten en que seamos meros peleles. Fuimos criados y formados con espíritu ciudadano; se nos inoculó que las leyes, y su observancia, nos salvaban de nosotros mismos y nuestros instintos cainescos.  Si te saltas los límites de velocidad en cualquier vía pública sabes que, si te agarran, te ganaste una multa y demás sanciones a las que hubiera lugar. Y así crecimos. Robas, vas preso; asesinas, al calabozo, juicio y cárcel; perjurias, te llevan al juez, multa y/o calabozo; la lista de agravios y las consiguientes penas es sempiterna. 
A ver si usted me puede ayudar. Si somos –usted y yo– anónimos ciudadanos, paisanos sin mayor pretensión que la de estar en paz, que cumplimos, en la medida de lo posible, con las leyes, las acatamos, nos atenemos a las consecuencias de no respetarlas, y así sucesivamente, ¿a santo de qué hay una cofradía de malandrines, con muchas hembras entre ellos, bien hablados, mal portados y pocas veces bien vestidos, que hacen lo que se les antoja con las leyes, y pretenden no ser sancionados por tales violaciones a las normas que nos amparan de nosotros mismos? Se roban hasta los clavos de la cruz pero hay que voltear a ver para El Tocuyo porque son políticos, le quitan las pensiones a los abuelos pero hay que callar porque no es correcto hacerle el juego a los enemigos del juego democrático, se reparten entre sus empresas los presupuestos de las obras que nos benefician a todos pero no se puede escribir o decir porque eso atenta contra la estabilidad de las instituciones, ponen a sus amigotes a manejar los fondos de ayuda a los menesterosos y poco importa que los malversen  y cuidado si exigimos sanciones porque ello iría en contra del diálogo que debe imperar para resolver nuestras diferencias.
El cinismo con que se desempeña la casta política es de órdago. Uno tiene que cumplir con la ley a pie juntillas y ellos no, si incumplo pago las consecuencias de mi falla, ¿por qué quienes desfalcan a un país y las esperanzas de su gente se les debe condonar y premiar? ¡Ay las castas! Ellos no cesan de jugar a los personajes de El Gatopardo, donde Giuseppe Tomasi di Lampedusa acuñó la legendaria frase: “Si queremos que todo siga como está, es preciso que todo cambie. ¿Me explico?” Van dando tumbos y saltos sobre nuestras espaldas, mientras exigen que no nos movamos porque son ellos quienes saben qué nos conviene. Sus feligreses, que si algo les sobran son chupacirios, claman pidiéndonos sumisa oración. Aquellos que pretenden presumir de sus blasones culturales, culturita general o elevada sensibilidad se dedican a tararear la canción del bronco Joaquín Sabina: “Quién me ha robado el mes de abril / Cómo pudo sucederme a mí / Quién me ha robado el mes de abril / Lo guardaba en el cajón / Donde guardo el corazón.”  Menos abundantes son, pero también los hay, lo que elevan sus listones y entonces recitan: “Abril es el mes más cruel”, el mero comienzo del poema La tierra baldía de Thomas Stearns Eliot, pieza que dedicara al gran poeta maldito Ezra Pound.  Creo que muchos no han siquiera leído los primeros cuatro versos: “Abril es el mes más cruel: engendra / lilas de la tierra muerta, mezcla / recuerdos y anhelos, despierta / inertes raíces con lluvias primaverales.”
                Estoy seguro de que su “cultura” no les ha permitido llegar más abajo a los proféticos versos de Eliot: (ven a cobijarte bajo la sombra de esta roca roja), / y te enseñaré algo que no es / ni la sombra tuya que te sigue por la mañana / ni tu sombra que al atardecer sale a tu encuentro; / te mostraré el miedo en un puñado de polvo.” Mientras tanto, y como por no dejar, los magnos dirigentes mantienen su rumbo torcido hacia un barranco del que no quieren oír hablar. Timoneles ensoberbecidos en su propia incapacidad que navegan hacia el naufragio, pero con los botes salvavidas a su exclusivo alcance.  Escribo mientras oigo a Luis Alberto Spinetta y Los socios del desierto, tal vez él me oye desde sus cenizas regadas en Río de la Plata y me responde entre acordes de su guitarra con voz de profeta traspapelado: “Todo lo mira la luna de abril / Ella sigue las olas que se tienen que ir.”


© Alfredo Cedeño 

miércoles, abril 01, 2020

SOLO JUSTICIA


Mientras la muerte hace cabriolas sobre nuestro país,  la casta política,  esa que todavía tiene hinchas furibundos de dermis muy sensible y vocabulario frondoso que conforman sus comandos virtuales y semiológicos, se empeña en hacer de las suyas. Por los vientos que soplan nuestros egregios dirigentes pretenden seguirse repartiendo el país según sus conveniencias y malasmañas. Sin embargo, creo que han estado contando los pollos antes de nacer. Es muy interesante que este martes 31 de marzo Elliot Abrams escriba en The Wall Street Journal que el Departamento de Estado de Estados Unidos le propone a Maduro y Guaidó que se aparten y den paso a unas elecciones libres.
Este planteamiento viene una semana después del anuncio de recompensa hecho por la captura de la élite rojita, la supuesta entrega del general Cliver Alcalá, mientras comienza a circular información sobre un supuesto Cartel Del Zulia. Hablo de supuesta entrega por varias razones, la primera es la absoluta ruptura del protocolo en el momento de su entrega a los organismos estadounidenses. No vimos esposas, ni cadenas, ni nada de lo habitual en estos casos que son parte de una serie de reglas que se siguen a rajatabla en estos casos. Mi sorpresa fue también compartida por viejos zorros del mundo policial y de inteligencia en varios lugares. Ahora, creo que a efectos de mantener mi línea de cronista de estos tiempos, es decir reseñando las cosas que a nuestro alrededor ocurren, es bueno hacer algunas precisiones en torno al señor Alcalá Cordones, “el bueno” como le gustaba a él mismo decir luego del intento de golpe de estado que encabezó Chávez en febrero de 1992.
Cliver Antonio es el arquetipo del camaleón que sabe cuándo y cómo mimetizarse en el entorno que le rodea. Egresado en 1983 de la Academia Militar de Venezuela, ocupó el décimo lugar en la promoción León de Febres Cordero. Entre sus compañeros de promoción estuvieron Hipólito Izquierdo, recordado general presidente de CORPOELEC al que Chávez destituyó por teléfono en llamada hecha de madrugada a VTV; también Wilmer Barrientos, quien fue jefe de la Casa Militar, rector de la Universidad Experimental de la Fuerza Armada, ministro del Despacho de la Presidencia y Seguimiento de la Gestión de Gobierno, ministro de Industrias y jefe del Comando Estratégico Operacional de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana; otros fueron Luis Enrique Arzolay, José Francisco Acosta Carles (tercero de la dinastía), Hebert García Plaza, y en el lugar sesenta su hermano Carlos Antonio. 
Cuando la intentona ya mencionada en 1992 era comidilla del mundo militar como el ahora preso en tierras del Tío Sam hacía ascos de su hermano. Luego de la intentona cuando se presentaba y algún oficial superior le decía: ¿Usted es Alcalá Cordones? Su respuesta rauda era: “¡Yo soy el bueno! Porque el malo es el otro, y yo no sabía nada de eso”. Sin embargo, no tuvo reparos para recostarse de su hermano una vez que el sepulto llegó al poder en 1998 y así lo vimos mantenerse girando, y medrando, alrededor de la plaga roja. Sus labores de cortesano dieron fruto puesto que siguió ascendiendo en la jerarquía verde y ocupando diversos cargos de responsabilidad. Muchos aún lo recordamos como jefe del desfile militar llevado a cabo en Los Próceres con motivo del 20 aniversario del golpe fallido del 4 de febrero.
Este personaje, que hasta hace poco vimos ensalzado por “la oposición”, es el mismo que en el año 2011 fue incluido en la llamada Lista Clinton, del Departamento del Tesoro de Estados Unidos,  por su pertenencia al llamado Cartel de los Soles.  Vale recordar que en febrero del 2013, cuando todavía era militar activo, fue cuestionado por las comunidades indígenas de Guayana. En esa oportunidad los pemones denunciaron el hostigamiento militar a que eran sometidos por instrucciones suyas.  Los voceros indios informaron que rechazaban “actuación abusiva” del Ejército, y exigían la destitución de Cliver Antonio, a quien declararon persona no grata y “enemigo número uno del pueblo Pemón, especialmente de los miembros de las comunidades aéreas”. Afirmaban que él no escuchaba sus planteamientos, y “nos ha afirmado de una manera altanera, grosera, abusiva e incluso amenazante… que lo de él es acabar con la minería y las actividades que él considera como las conexas antes del 5 de julio fecha en la cual va al retiro.”
                Lo cierto es que el señor Alcalá pasó a retiro y en el año 2015 anunció su ruptura con el gobierno rojito. En mayo de 2016 apareció en Globovisión, donde reveló que no hablaba con Diosdado Cabello desde el 5 de julio de 2013 cuando conversaron sobre su futuro: “Me ofreció cargos de embajador”.  Para algunos fue curioso que siendo amigo de Miguel Rodríguez Torres, quien igualmente marcó distancias con Maduro y su combo pero terminó en prisión, él no y terminó supuestamente exiliado en Colombia. Para muchos fue sorpresa, para otros no, verlo aparecer desde la hermana república apoyando al presidente encargado y explicaba: “Tengo un liderazgo construido durante 34 años en las FF.AA. Como no hay voces que defiendan a los presos políticos militares, recibo múltiples llamadas de oficiales efectivos y en retiro, descontentos por la actuación de Maduro y sus secuaces”, para más adelante asegurar: “La única institución legítima en el país es la Asamblea Nacional, la única que no está bajo el control de Maduro. El señor Guaidó representa un interinato como presidente y todos apoyamos que concrete ese objetivo que se planteó”.
                Por supuesto que esas y muchas otras palabras del disidente rojo fueron diseminadas por los opositores. Todavía usted puede encontrar en los buscadores de internet frases como: “Lea la solicitud de Cliver Alcalá a Juan Guaidó que estremeció las redes”, y cuando se entra a la dirección que lleva a dicho documento aparece: “Esta página no está disponible. Es posible que el enlace que seleccionaste esté dañado o que se haya eliminado la página”.
                Todas estas maromas, que pretenden revestir de peripecias, del reseñado general empezaron a hacer aguas cuando aparecen en territorio colombiano unas armas supuestamente destinadas a labores insurreccionales en Venezuela bajo su batuta. Y el muy honorable estratega lo primero que hace es delatar al supuesto jefe de la asonada: ¡el inefable encargado!  De no ser tan delicado y serio lo aquí tratado es para reír a mandíbula batiente. Un jefe operativo de conspiración que convoca a los medios para revelar quién está al frente de la conjura… ¿Es que hay quien los pueda tomar en serio a cualquiera de todos ellos? Repito, de no ser por la tragedia que vive Venezuela este sainete de mal factura y peor puesta en escena sería para desternillar a cualquiera.  A la par de toda esta última trapisonda el gobierno de Estados Unidos le pone precio a su cabeza, diez millones de dólares, y reitera su señalamiento de ser parte del ya mentado Cartel de los Soles, al que ahora un brillante “analista” relaciona con la figura de Chávez, ya que, según él, era alrededor del sepulto que giraban todas las operaciones narcóticas del grupete de traficantes verdes. 
                Punto aparte merece el hecho de que nuestro mentado conspirador está casado con Marta González, hija de Eudo González Polanco, muerto en 2004 en Bejuma, estado Carabobo, durante una operación policial. Doña Marta es sobrina de Hermágoras González, supuesto capo colombiano y esa boda significaría la unión de los carteles de la droga y el de los soles. 
                Nada de lo que aquí escribo es secreto, todas son informaciones públicas y, por ende, sabidas por todo aquel medianamente informado.  ¿Alguien podría explicar al país qué hacía un personaje con semejante palmarés vinculado a la oposición? Se repite la historia sobre la cual hemos alertado en repetidas oportunidades un grupo de voces que no comulgamos con candideces tales como el diálogo, elecciones y demás zarandajas de similar tenor.  Bien lo dijo hace muy poco el tocayo Coronil Hartman: “Ni olvido ni perdón. Aquí no vale la historia de empezar de borrón y cuenta nueva en un "gobierno de emergencia nacional" porque el narcorégimen nos ha infligido la mayor humillación, el mayor dolor y la máxima destrucción. Basta! Sólo exijamos justicia con mucha firmeza”.
                Al son que marcan algunos, y que se pretende bailemos sin chistar,  pronto tendremos que ir a la plaza a darle vivas y rendir pleitesía, cual La Dolorosa o el Santo Sepulcro, a los iluminados tipo Claudio Fermín o Enrique Ochoa Antich. Bien demuestran lo mucho que les importa los pecios de nuestro país.

© Alfredo Cedeño 

miércoles, marzo 25, 2020

PROPAGANDA, PESTE Y PODER


                Hay en Paul Valery una magia que seduce a primera lectura. De él recuerdo muchos versos pero tengo particular debilidad por aquellos que en Esbozo de una serpiente rezan: “¡Sol, Sol!… ¡Mentira resplandeciente! / Tú, Sol que a la muerte la enmascaras / Bajo el azul y oro de una tienda / do celebran consejo las flores.”  Tal vez por mi fascinación confesa es que reí desbordado cuando conocí su frase: “La política es el arte de impedir que la gente se mezcle en lo que le concierne.”  Los sempiternos remendadores de la virginidad de los dirigentes siempre trataron, con inutilidad, de restarle impacto a dicha afirmación diciendo que era una perspicaz ironía del agudo hombre de letras.
                En realidad la política lleva siglos siendo manejada al real saber y entender de una casta que muta según los intereses del momento. Y siempre bajo la mirada complaciente de las diferentes élites que suelen sobrevolar cual moscas golosas alrededor del poder y el presupuesto del Estado. Son castas que solo velan por sus intereses sin ver más allá del monto que sube o baja en sus balances metálicos o sociales. Es así como hemos visto, a lo largo de la historia, a lo más representativo de la sociedad sucumbir ante el triunfador de turno.  En Venezuela es una larga tradición de la que desde tiempos de Bolívar tenemos noticias. Él formaba parte de la crema y nata criolla, por lo que amigos y familiares les eran más que cercanos, sus compañías en distintos lechos dejaron muchos cuchicheos sueltos en la ahora llamada leyenda urbana. José Antonio Páez, su antagonista en origen socioeconómico pero compañero de gestas recibió igual celebración al sucederle como hombre fuerte de turno. Pasó con Castro, Gómez, Pérez Jiménez y Chávez, por citar al voleo sólo a algunos de los tunantes que ejercieron el poder en nuestro país.
                Siempre el poder ha legitimado cualquier barbarie, y para ello la propaganda ha sido un factor determinante. Este es un largo y espinoso concepto del cual se han escrito millones de palabras, pero en lo que se concuerda por lo general es en lo poco honesto que suele ser.  Se afirma que la Fiesta de la Federación organizada para celebrar el primer aniversario de la toma de la Bastilla, el 14 de julio de 1790 en el Campo de Marte de París; así como El Culto del Ser Supremo, fueron actos de propaganda política de los cuales aprendió Napoleón para estructurar su mito-leyenda, efecto y consecuencia de la magnificación por medio del arte y la prensa de sus victorias, lo cual creó una imagen ideal de sus fuerzas armadas y su persona. Se puede afirmar que el enano corso fue pionero en el uso sistemático y consciente de las técnicas modernas de propaganda.
                Un siglo más tarde Lenin y Trostky tomarían para sí estas técnicas y las aplicarían en la revolución rusa.  Trotsky, con audacia inaudita para aquellos tiempos, utilizó por primera vez los medios radiofónicos como medio para dirigirse a las “masas sufrientes”, aplicando un mortal bypass a los gobernantes de entonces. Años después serían Hitler y Goebbels quienes perfeccionarían la propaganda como herramienta de control social.  Goebbels decía en aparente tono jocoso: “La Iglesia católica se mantiene porque repite lo mismo desde hace dos mil años. El Estado nacionalsocialista debe actuar de la misma manera.” Y convirtió la propaganda nacional-socialista en un martillo que machacó implacable a todo el pueblo alemán, y extensa parte del mundo, porque como recitaba Goebbels: “Hacer propaganda es hablar de la idea en todas partes, hasta en el tranvía.”
Si bien todos sabemos cómo terminaron el retaco austríaco y su ministro para la Ilustración Pública y Propaganda, muchas de las innovaciones técnicas y de procedimientos de ellos en este campo se mantienen vigentes.  Una de las razones fundamentales de su éxito fue el predominio de la imagen ante la explicación y hurgando en lo más oscuro del llamado inconsciente colectivo, exaltando la pureza de la sangre, los instintos elementales de crimen y de destrucción; como bien explica Jean-Marie Domenech: “remontándose, mediante la cruz gamada, hasta la más antigua mitología solar; por otra, utiliza sucesivamente temas diversos, y aun contradictorios, con la sola preocupación de orientar a las muchedumbres en la perspectiva del momento.”
Necesitaría extenderme mucho más, y si bien estamos en tiempo de cuarentena, tampoco voy a darles la lata con el tema, aunque debo mencionar que en el ínterin ambas partes, comunistas y nazis, pusieron a prueba sus experticias en el área en Italia con Mussolini y en España durante la guerra civil que terminó ganando Franco. Décadas más tarde la Unión Soviética puso al servicio de otro cadáver ilustre, Fidel Castro Ruz, todas sus habilidades para vender lo invendible en la “Revolución Cubana”. La lucha contra el Imperialismo, la derrota del analfabetismo, el país más sano del mundo, los gusanos, la autodeterminación de los pueblos, fueron algunos de los tópicos que el héroe caribeño sembró en el mundo para enmascarar su sevicia e incompetencia. Si bien es cierto que Cuba se había convertido en un semillero de cuanta malamaña había, también lo es que era un país con avances económicos, arquitectónicos, audiovisuales que luego fueron exterminados por los barbudos. Cumplieron a rajatabla con una premisa comunista, o socialista como gustan decir los vagos de este tiempo, quedarse con todo para luego no hacer nada con ello. Demostraron su habilidad para robarle todo a todos y matar de hambre a todos.
                Cuando apareció el comandante sabanetero en el escenario continental, Castro lo arropó y puso a su servicio su entero arsenal propagandístico, el que había ido acumulando y perfeccionando a lo largo de cruentas décadas, armas que ensayó y perfeccionó en las costillas de la población cubana.  A la par de ello acudieron lambucios revestidos de togas, o medios de comunicación, a ungirlo.  Monedero y Ramonet son buenos ejemplos de lo que escribo. A Venezuela acudió una jauría rabiosa de perros de presa franceses, españoles, alemanes, ingleses, estadounidenses, colombianos, y muchos otros países, para ponerse al servicio de la gran puesta en escena del Socialismo del Siglo XXI. Eso sí, con los bolsillos bien abiertos. Con la excusa de extender la revolución “Bolivariana”, así llamada en realidad por la cantidad de bolívares convertidos a distintas divisas que se repartieron con irresponsable prodigalidad, se financiaron a cuantos impresentables se pueda cualquier mente imaginar. Podemos en España es la mejor muestra de lo que afirmo.
                Ahora que nuestro país confronta una nueva peste, porque la del chavismo ya llevamos interminables años padeciéndolo, vemos como el virus rojo rojito sigue haciendo de las suyas. Y su saña  es de un vigor que nunca imaginé. Cruzó el Atlántico y, por medio de Iglesias y Monedero, de nuevo con la propaganda de por medio, depurada y actualizada, se hicieron del poder. En ambas orillas del océano vemos, en esta mala hora, cómo la irresponsabilidad se manifiesta con la brutalidad propia de los maleantes más siniestros que se pueda nadie imaginar.   Con la excusa de la peste china, de cuna comunista, que nadie se olvide de ello, se imponen cepos inimaginables. Todo con la clara idea de secuestrar a la ciudadanía y obligar a la complicidad a todos aquellos que lideran cualquier sector de la sociedad, lo cual ocurre cuando no hay firmeza frente a la barbarie.  Es así como vimos a algunos “dirigentes” haciendo llamados al FMI dando respaldo tácito a la solicitud del Bigote Bailarín de cinco mil millones de “dolaritos”, los cuales afortunadamente fueron negados, para afrontar la crisis sanitaria en Venezuela.
                De nuevo la propaganda asoma su hocico, y ahora se pretende, alcahuetería mediante, arropados por el manto de “la solidaridad y la humanidad” recibir dinero que le permita seguir aniquilando con vigor socialista a todos aquellos que logren infectar con sus charlatanerías de feria medieval. ¿Será que nunca habrá una vacuna para tanta superchería?  Quizás nos inoculemos cuando, reformulando a Valery,  dejemos de abandonar en manos de la casta política todo y nos mezclemos en aquello que nos concierne para apartar las tres P de este artículo. Y como bien escribió él en El cementerio marino: “¡Al idólatra aparta, perra espléndida!”

© Alfredo Cedeño

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