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domingo, diciembre 01, 2013

SAN FRANCISCO DE MACAIRA

            Si trazamos una línea recta sobre un mapa desde Caracas hasta San Francisco de Macaira, la distancia es breve… Tan corta como es de largo el abandono que se respira en el estado de la carretera cuando se va desde Altagracia de Orituco hacia esta población del estado Guárico.  El espacio entre la capital del país y esta comunidad no llega al centenar de kilómetros, pero si usted quiere llegar allá debe pensar en no menos de cuatro horas de camino, que pueden convertirse en el doble con facilidad… Sin embargo, si tuviera que gastar diez horas para volver a recorrer sus calles empedradas lo haría con gusto.
 
            Macaira, como es comúnmente conocido este pueblo, tiene un clima –y perdonen el lugar común- primaveral,  lo cual ayudó a su fundación en medio de las montañas del norte del Guárico. En sus alrededores se crearon vastas haciendas dedicadas a la explotación cafetalera y cacaotera lo cual habla de la feracidad de las tierras que le rodean.

            Macaira debe haber surgido en el siglo XIX, por supuesto que no hay acta fundacional, y suelen confundir su raigambre con la de la mirandina Macayra, ubicada, al decir de uno de los biógrafos de Vicente Emilio Sojo, “en una de las tantas hermosas colinas de la bautizada Sta. Cruz del Valle Pacairigüa de Guatire”.  De esa Macayra o Santa Cruz de Macayra es de la cual habla el obispo Mariano Martí en sus Documentos relativos a su visita Pastoral de la Diócesis de Caracas y a la que muy a menudo suelen confundir con la que hoy les traigo acá.
 
            De esta localidad se hacen innumerables referencias a las ruinas de la llamada “iglesia vieja” ubicada a un costado de la plaza Bolívar, y a la cual erróneamente algunos califican como Monumento Histórico Nacional según Gaceta oficial Nª 26.320 del 2 de agosto de 1960. Esto es desmentido por Carlos A. López Garcés, cronista de Altagracia de Orituco quien puntualiza que dicho decreto declaró tales a todas las iglesias y capillas antiguas que había en el territorio nacional, terminadas o no y ya existentes para el año 1830.
 
Explica López: “Sólo dos iglesias quedaron sujetas a esa declaración en el otrora distrito Monagas (hoy municipio José Tadeo Monagas) del estado Guárico. Una fue la iglesia San Francisco Javier en Lezama; la otra fue la del Arcángel San Rafael en San Rafael de Orituco. Ambas datan del siglo XVIII.” Concluye el citado investigador asegurando que dicho templo fue comenzado a construir a mediados del siglo XIX y que nunca fue concluida su construcción ya que los recursos se agotaron.
 
            Lo cierto es que a fines del siglo XIX iniciaron la construcción de un nuevo centro religioso que es el que en la actualidad funciona como iglesia y que se mantiene de puertas abiertas exhibiendo un Nazareno de frondosa pelambre.
 
            Al margen de estos detalles anecdóticos les confieso que recorrí las calles de Macaira con el arrobamiento del fanático que llega a su santuario preferido. Explico: en este pueblo nació uno de los creadores y hombre de cultura más complejos que ha tenido Venezuela. Me refiero a José Ramón Medina, a quien Venezuela y el mundo de las letras españolas le deberán eterna gratitud por ser creador junto a Ángel Rama de la Biblioteca Ayacucho; entre muchas otras cosas, amén de sus más de 40 libros publicados.
 
           Al caminar por estas calles empedradas no pude evitar preguntarme cuantas veces transitarían por allí mismo los pasos de este hombre fuera de serie. Él perdió a su padre meses antes de nacer, y su madre murió cuando apenas llegaba a los ocho años, luego fue a realizar estudios de educación primaria en Ocumare del Tuy, donde a la par se desempeñaba como linotipista en una imprenta.  
 
El poeta, como le gustaba definirse, tuvo una actuación ejemplar como Fiscal General de la República. Conocí a mediados de los años 70 de primera mano su decidida actitud en defensa de los derechos humanos; igual ocurrió cuando se desempeñó como Contralor General de la República y paro de contar, aunque bien merecería Don José Ramón que se escribiera muchísimo más sobre sus aportes a nuestra cultura contemporánea.  Cierro transcribiendo lo que llamo su autoretrato, y que lo enunciara en una entrevista que le otorgó a Sofía Imber donde explicó: “El poeta, el escritor en general, el intelectual, no puede desvincularse de la realidad donde está actuando, es una necesidad de la propia vida, que tiene su lado práctico pero también, su lado espiritual”.
 
            La tierra natal de Medina la tuve más presente que nunca en su poesía cuando al salir de allá y ver El Morro de Macaira recordé su poema:
Enmudece todo en derredor. La tarde está lejana.
Y la noche es un pastor detenido a los pies de la colina.
De todo lo creado sube Dios, tembloroso,
en el misterio de las luces distantes.
Por el cielo nos llega el clamor de los días
caídos en la antigua caverna de las sombras.
Y el hombre -junco móvil en medio de tinieblas-
pone su corazón al viento, escarba en su pasado.

© Alfredo Cedeño
 
 
 
 
 
 



 
 
 
  
 

jueves, agosto 22, 2013

DON JETA

Arremangó su descaro entre los nísperos
y lo refrendó con su bemba y sarcasmo,
el hocico de curva amistosa brilló
en medio de suaves y mullidas cáscaras,
al vecindario no le quedó mejor destino
y con paciencia de nazareno lo soportó.


© Alfredo Cedeño
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