Pasa la semana mayor
y cuelgo mis pecados
a ventilarse orondos
en su cachondez regia
sin Magdalenas que los consuelen
o al menos los sacien.
Una procesión sin otros sayos
que no sean caperuzas de latex
que fálicas amparan de males,
crueles e impertinentemente postmodernistas,
heredados del insaciable culto
a nuestra señora Venus.
Ninguna cirinea aparece en mi cama
por lo que invoco a Onán
a Nuestra Señora de la Puñeta
y a las once mil vírgenes
para delirar en mis pecados
donde hozo convulso y confeso.
Pilatos pélvico me enjuago
sin atisbar más epifanía
que un sonoro orgasmo
desfollonando estas ganas perpetuas
que resucitan incansables
en cada vida, pasión y coito.
Este particular Via Crucis
sin Dolorosas que enjuguen mis ganas
o villanas restañando mis heridas
a veces se torna desquiciante
enmarañado por ganas que me crucifican
sin poder siquiera santiguarme.
© Alfredo Cedeño
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