viernes, abril 28, 2006

HEROICO III

Parece ser que Patroclo a veces le agarraba el culo a Aquiles
pero como ambos eran griegos ese negocio quedaba
entre ellos con desparpajo y sin pudores machistas
de estos que ahora disfrutamos en nuestro día a día.

Quiero decir, yo cronista de medio pelo y tercermundista,
que el chisme quien primero lo dijo fue el viejito Homero
de lengua viperina y de la que pocas honestidades pudieron
mantenerse incólumes en aquellos tiempos de jaleo y putería.

Cuentan que una noche Patroclo, cabronazo y buen tipo él,
mandó a las esclavas que prepararán una cama sabrosona
para Fénix, y la hicieron de pieles de oveja, colcha suculenta
y cubrecama de lino donde el viejito se empiernó con Eos.

En otra pieza Aquiles se enrolló con una hembra que se robó
en Lesbos, llamada Diomeda, hija de Forbante, y decían
que con unos cachetes sonsacadores, piernas sabrosas
y las tetas más perfectas que se vieron nunca en la mar entera.

El muchacho, despechado y confeso, pero sin poder quedar mal
se acostó en la pared del frente junto con Ifis, a la que Homero
llamó la de bella cintura, porque supongo no podría decir
que tenía un culo apoteósico y de los mejores de aquel tiempo.

No hay que suponer mal para saber que en vez de entonar milongas
el hijo de Menetio se dedicó a follar cuidadosamente a esa sabrosura
tratando de evitar pensar en el escudo abollado por mazazos
que los enemigos le habían estando acuñando en las batallas.

Pasados unos días se encasquetó la armadura de Aquiles y se lanzó
a cajas destempladas al campo de batalla descabezando troyanos
quienes no sabían cómo parar semejante despecho que desatado
segaba cabezas y vaciaba su derrota mayor ante el héroe cachondo.

Su jodentina duró hasta que Héctor le plantó una lanza en el corazón
y su desolación voló dejando sus dolores en tierra, atolondrando de dolor
a Aquiles quien al enterarse se arrancó los cabellos y se revolcó llorando
desconsolado al punto que creían se decapitaría con su propia espada.

Después de moquear hasta casi deshidratarse, de pasarse un rato desnudo
dentro de su carpa, quien sabe si alentado por la malquerencia, se alzó el héroe
y ordenó el rescate del cuerpo asaeteado, cagado de moscas y polvoriento
para que se le honrara como sus lanzas -la guerrera y la pélvica- merecían.

Mandó montaran un trípode encima de un fogón para que calentaran agua,
después de enjuagarlo concienzudamente lo emparamaron de aceite
le atapuzaron las heridas con bálsamo de nueve años, que no escocés de 12,
lo pusieron en el lecho y lo taparon con un sudario, tal vez blanco, de lino.

Fue así como el de los pies ligeros comenzó a pasearse por la idea mortal,
preparando su talón, ese que Tetis dejó afuera cuando lo metió a la laguna,
para que París lo asaeteara mientras evocaba a su enterrado Patroclo
y no a Briseida, la del culo apoteósico y maromero, que le robó Agamenon.

Por eso juró, y lo cumplió, atravesar a Héctor con su espada de bronce
para vengar la pérdida del guerrero compinche. Fue por eso que la saeta
pudo morderlo haciéndole volar al caer rodando entre los muslos sin fustanes
de la muerte, para volver a abrazar al verdadero amor de su vida para siempre.

© Alfredo Cedeño

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Esa exploracion sobre lo mitologico es una recreacion lucida, una recreacion que permite reversionar a cualquier Homero.

Texo jocoso, actualizado y "maromero", que rescata una vertiente erotica prosopopeyica de las que pocos pueden darse el lujo de exhibir.

Gracias por compartirlo con el resto de los mortales: postmodernistas en esta epopeya tercermundista y polígama.
Alberto N

Anónimo dijo...

En este "romance poético" que has cantado, llevaste a Aquiles a la libertad: "para volver a abrazar al verdadero amor de su vida para siempre". ¡Heroĭcus!

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