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domingo, mayo 14, 2017

CAMPEONATO DE BELLACOS


                Es imposible mantener ecuanimidad y compostura cuando uno ve a los asnos rojos, o sus sacristanes, regurgitar con aires de sabios salamanquinos la primera imbecilidad que les viene al hocico para argumentar lo injustificable.  ¿Cómo no preguntarse de dónde sacan tanta deshonra y tal cara tan dura para exhibirla sin inmutarse?
                Ver a Pedro Carreño con su cara de vermífugo en acción es poco menos que nauseabundo, sensación que se intensifica cuando abre sus belfos para rebuznar a  conciencia, para luego callar y mantener la postura del que espera una salva de aplausos por lo atinado de su intervención. 
                ¿Qué decir de ese monaguillo con pretensiones de cardenal llamado José Gregorio Vielma Mora?  Jamás pudo imaginarse nadie que un tachirense, ex alumno del Liceo Jáuregui de La Grita, fuera capaz de mostrar el sadismo del que ha hecho gala contra sus coterráneos. Ni Juan Vicente Gómez llegó a tanto, y no es poca cosa lo que escribo.
                ¿Cómo procesar lo que masculla Ramón Alexis Ramírez, flamante gobernador de Mérida? Vale la pena resaltar que se hace llamar Alexis Ramírez en claro intento de hacerse relacionar con el beisbolista de igual nombre. Este indigno hijo de Santa Cruz de Mora, geógrafo egresado de la Universidad de Los Andes,  y paisano de Simón Alberto Consalvi, ha hecho lo que nadie había hecho hasta ahora para desdecir y avergonzar el gentilicio merideño.
                ¿Acaso hay alguno que pueda superar a esa bestia llamada Jorge Luis García Carneiro, que no cesa de dar coces, con manifiesto goce en sus gestos, contra el muy maltratado estado Vargas? Lo más doloroso es que al escarbar en su currículum se puede leer: “Orden Bicentenaria de la Ilustre Universidad de los Andes”.
¿Y dónde dejar a esas jumentas con aires de pitonisa en trance llamadas Cilia Flores, y su compinche Iris Varela? Ambas presumen, para vergüenza de ese gremio, del título de abogadas, y miran con gesto avieso a quien se dirige a ellas sin anteponer a sus nombres el título de doctoras.
                Es infinita la lista de bellacos, y demás especímenes de similar tenor, que hozan en los predios revolucionarios, donde el estandarte mayor lo porta, sin que quepa discusión alguna al respecto, ese matarife con pretensiones de bailarín apellidado Maduro Moros.
                Es un verdadero torneo donde todos y cada uno de los que en ese redil cohabitan hacen méritos para demostrar su petulancia desbocada contra un pueblo indefenso al que no se cansan de maltratar. Lo peor es que semejante comandita hinca sus fauces a diestra y siniestra bajo el amparo de las armas que debían velar por la tranquilidad de la ciudadanía.  
Los veré refugiándose bajo la pirámide rosa que en el kilómetro 0, a un lado de la Autopista Valle-Coche, levantaron en tiempos de otro burgomaestre babeante, y en el que aseguran han depositado ellos sus mantos protectores.  Igual surcarán el cielo.

© Alfredo Cedeño

domingo, febrero 26, 2017

DE ALICIA A CILIA HAY UN ABISMO

  
Venezuela es el territorio de los imposibles, en nuestra amada tierra ocurre lo que ni las más afiebradas imaginaciones pueden concebir.  Ha habido quienes han dicho que este bien podría haber sido el país de las maravillas concebido por el matemático y escritor británico Charles Lutwidge Dodgson, mejor conocido como Lewis Carroll, para que Alicia, el Gato de Cheshire, El Sombrerero, la Reina de Corazones, el Conejo Blanco, El Relojero, La Oruga, el hongo, y todos los demás, se dedicaran a delirar y a hacernos delirar a todos los que hemos tenido el gozo de sumergirnos en sus páginas.
Pero… como siempre, y bien lo dice el refrán, no todo lo que brilla es oro, ni lo que creemos es parte de la realidad. Lo cierto es que las fantasías van haciéndonos a cada cual esclavos de sus propios espejismos, para bien o para mal; lamentablemente en muchos casos para mal.  Fiel expresión de ello es ese anatema devenido en enema perpetuo denominado –por moros, judíos, luteranos, mormones y cristianos– chavismo.
En esta congoja social que pretendió ser una historia rosa, en vez de una ninfa llamada Alicia que juega y divaga sin temor a su intrépida pureza, tenemos una corte de arpías encabezada por Cilia, Varela y Delcy Eloína que se ocupan sistemáticamente de recordarnos el infierno que han construido a imagen y semejanza de sus estaturas morales. Tampoco falta la tropa de sicofantes que otrora encabezara Chávez, ahora dirigida por Nicolás y secundado por Tareck, Aristóbulo, Vladimir, y demás bicharracos. Unas y otros han logrado lo que parecía imposible: convertir la que parecía inagotable fuente de riqueza en una letrina rebosante de detritus.
El empeño con que se han dedicado a destruirnos no ha dejado área alguna a salvo, han sido más eficaces que el propio Hitler y su enloquecida tesis de la pureza aria. Y no parecen cansarse en su trabajo de demolición. Nombran como vicepresidente de la República a un gánster a plena ley, y se rajan las venas exigiendo respeto a su casta decencia. Y cuando creíamos que ya no había más se sacan de la manga  a un hampón convicto y confeso como Maikel José Moreno Pérez para colocarlo como máximo representante del Poder Judicial.
¿Qué buscan? Sólo Satanás y lo que les queda de alma lo saben, nadie más. No cesan de tensar la cuerda y solazarse en ello. ¡Ah malhaya cuando reviente se les enrede en la garganta! Lamentablemente no será así y tendremos que soportar su lloriqueo de cochinos destetados exigiendo una justicia de la que ellos se han burlado hasta el hartazgo.


© Alfredo Cedeño

sábado, noviembre 14, 2015

QUÉ PARÍS NO MATE MIS FLORES


                Quienes me conocen me han oído decir más de una vez: París sin los parisinos. Nunca he ocultado mi animadversión por los hijos de la llamada Ciudad Luz, y es que debe decirse en honor a la verdad que suelen ser un poco menos que revulsivos los nacidos en esa amada ciudad. No quiero negar ahora que mi relación con ella ronda los terrenos esquizofrénicos. Si bien sus nativos son como el aceite de tártago, ella es adorable. Tal vez por eso siempre me ha encantado recorrerla casi al amanecer, cuando sus calles son encantadoras. Y sería injusto no amar y venerar esta ciudad a la cual le debemos tanto en Venezuela.
Sin París, por ejemplo, no hubiéramos tenido a Jesús Soto, ni a Carlos Cruz Diez, ni a Juvenal Ravelo, ni a Alejandro Otero, ni a Pascual Navarro. Tampoco hubiéramos disfrutado de esa segunda etapa de la magnífica obra de Antonio Estévez, quien luego de estudiar allá con Pierre Boulez, regresó a Caracas para crear el Instituto de Fonología y compuso Cromovibrafonía Múltiple, Cromofonía, Espectrofonía, Pranofonía y Cosmovibrafonía. Ciudad que maravilló a nuestro querido Chuchú Rosas Marcano, quien solía narrar arropado de emoción cómo habían sido sus clases de postgrado allá. Y no sólo Venezuela le debe a esta urbe. ¿Cómo no agradecerle el mundo entero que haya sido la madriguera de Julio Cortázar? Bendito lugar gracias al cual el maestro Hemingway escribió París era una fiesta y explicó con precisión cómo con su primera esposa, Hadley Richardson, eran “muy pobres, pero muy felices”. ¿Cómo dejar de mencionar a García Márquez, quien en el tiempo que yo nacía, septiembre de 1956, se alojaba en el entonces cochambroso Hotel de Flandre, en el número 16 de la rue Cujas, en el Barrio Latino?  
La lista es infinita. Su impacto  en nuestra cultura del siglo XIX y XX fue decisivo por donde se le quiera ver. A mediados del siglo XIX, Johan Jongkind y Camille Pissarro, entre muchos otros se refugiaron ahí; también llegaron Van Gogh, Renoir, Edgar Degas y Toulouse-Lautrec. Comenzando el XX allí empezaron Pablo Picasso, Modigliani, Pierre Brissaud, Alfred Jarry, Gen Paul, Jacques Villon (seudónimo de Gaston Émile Duchamp, hermano de Raymond y Marcel), Henri Matisse, Maurice Utrillo. En París nacieron las dos colecciones pictóricas más influyentes del siglo pasado y que ahora es cuando se proyectan con todo su peso en los ámbitos museísticos mundiales la de Marguerite "Peggy" Guggenheim, y la de Gertrude Stein. La primera fundó las bases de una serie que ahora se exhibe en el Salomon Guggenheim de New York y con frecuencia, partes de ella recorren los principales museos del mundo. Madame Stein, de origen americano también, impuso a comienzos del siglo XX en el número 27 de la rue de Fleurus: El Salón Stein. Atesoró una colección de arte verdaderamente colosal, y no sólo era una coleccionista empedernida sino también una socialité consumada. Fue celebre su fiesta en honor a Isadora Duncan donde asistieron Cocteau, Hemingway, Pound, Gide, Natalie Barney, Jules Pascin y Marcel Duchamp, entre otros. A sus aposentos eran frecuentes las llegadas de Pablo Picasso, el ya mencionado Ernest Hemingway, F. Scott Fitzgerald, Sinclair Lewis, Ezra Pound, Gavin Williamson, Thornton Wilder, Sherwood Anderson, Francis Cyril Rose, René Crevel, Élisabeth de Gramont, Francis Picabia, Claribel Cone, Mildred Aldrich, Carl Van Vechten y Matisse.
Pero no sólo fueron cuna y refugio de la “burguesía decadente”, como gustan de vociferar los más encopetados miembros de la izquierda majunche. Es bueno puntualizar que hay otra versión de dicha corriente ideológica que es el llamado extremismo caviar, son los que aman New York, Londres y, por supuesto, la hoy lacerada París. Allí se le dio cobijo al mismísimo Ho Chi Minh, quien en diciembre de 1920, participó en el XVIII Congreso del Partido Socialista Francés, donde intervino para denunciar los crímenes de los colonialistas franceses en Indochina e hizo un llamado a los genuinos revolucionarios y al pueblo francés a apoyar la lucha de los pueblos colonizados.  También fue uno de los fundadores del Partido Comunista Francés; y en abril de 1922 fundó allí el periódico Le Paria. Un poco más de medio siglo más tarde le tocó el turno al iraní Ruhollah Hendi Mussaví, conocido más popularmente como el Ayatolá Jomeini. Este señor se instaló en el suburbio parisino Neauphle-le-Château, y el 13 de enero de 1979 el líder religioso constituyó en la llamada capital gala el Consejo de la Revolución Islámica.
                No puedo evitar ponerme quisquilloso y pensar en este último caso como ejemplo perfecto de cómo un país puede abrigar su Caballo de Troya. Y aquí necesito hacer otra consideración. Si bien es cierto que los parisinos son detestables, he llegado a creer que es una pose para tratar de evitar que les agarren la vega de potrero; por ello esa máscara de irascibilidad que esconde a una gente hospitalaria y respetuosa de los demás, aun a pesar de que ellos puedan ser quienes los asesinen como pasó este viernes 13 de noviembre.  No tengo que abundar en cómo el honorable embatolado Jomeini, con la excusa de su estado islámico, estimuló y prohijó diversas arremetidas verdaderamente fascistas contra la cultura occidental. Salman Rushdie que lo cuente, no es gratuito que todavía anda cuidando su pescuezo, ante la oferta que por él hiciera el ilustre religioso.
                La condena a este bochorno ha sido unánime, como tenía que ser. Sin embargo me llamaron la atención dos pronunciamientos en nuestro patio que no dejaron de estremecerme. Por un lado nuestro cuerpo colegiado opositor, que como bien sabemos suele con extremada calma fijar posición sobre cualquiera sea el punto que deben hacerlo.  Ellos van a su propio aire siempre, y ni que un tábano les pique las asentaderas son capaces de ir más rápido, por eso el asombro. El otro me resultó francamente indignante, hablo del que hizo el tío político de los dos angelitos atrapados en la capital haitiana por los agentes del imperialismo mismo.  Es insólito que ahora se pretenda hacer girar los reflectores por arte de birlibirloque hacia Europa, y que nos distraigamos del atentado permanente que debemos soportar estoicamente los venezolanos a todos los niveles. Ayer mismo los sicarios con credenciales del gobierno informaron que el kilo de pernil debía ser vendido a bolívares 586, y cómo me explicaba con voz apesadumbrada y preñada de desespero un alto ejecutivo de una cadena de expendio de alimentos: ¡Nuestro costo es de 890!
                Condeno lo sucedido en París, pero no le hago el juego a este gobiernucho. Los ciento y tantos muertos de allá, los hay en las calles de Venezuela cada semana. Es una masacre en cámara lenta que estamos viviendo desde hace años, y no podemos dejar que la parejería nos arrope para hacerle la tarea a Maduro, Cilia, Diosdado y todo ese grupete de malvivientes que padecemos como gobernantes.  Por favor, que la compasión no nos haga ser pendejos útiles al servicio de estos pícaros que ahora se dan golpes de pecho por las victimas en la capital francesa, y pretenden con ello distraernos de sus simpatías que han clamado urbi et orbi en reiteradas ocasiones; pero ni de milagro explican cómo fue que a sus parientes les pusieron los ganchos cuando trataban de negociar casi una tonelada de coca que sería llevada a Estados Unidos. Esa letrina cada vez arroja más detritus y no debemos ser ingenuos para ayudarlos a echarle cal para ocultar la peste que de ella sale. 

© Alfredo Cedeño


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