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miércoles, noviembre 18, 2020

EN CLAVE REFRANERA

Los refranes encierran mundos de sabiduría que los comunes y corrientes han ido destilando por siglos. Ahora, los cultos, que nunca dejan de buscarle cinco patas al gato, les llaman paremia; pero aunque los vistan de seda siguen siendo refranes y no dejan de entregar sin mucho perifollo lo que la práctica les ha transmitido.  Es cierto que muchas veces hay algunos, y algunas –antes de que surjan quienes gustan detectar flagrante discriminación–, que abusan de su uso.  Uno de los más representativos de tales casos fue Sancho Panza, a quien su amo y señor, solía recriminar por la usanza desmedida que de ellos hacía.

Tal vez el episodio que mejor representa las amonestaciones del jinete de Rocinante es cuando, en medio de una serie de recomendaciones que le hacía a su escudero, luego de ser nombrado gobernador de la Ínsula Barataria, este le reconoce tener más de ellos que un libro, lo cual despierta la cólera del ilustre caballero, quien furioso le increpa: 

— ¡Oh, maldito seas de Dios, Sancho! —dijo a esta sazón don Quijote—. ¡Sesenta mil satanases te lleven a ti y a tus refranes! Una hora ha que los estás ensartando y dándome con cada uno tragos de tormento. Yo te aseguro que estos refranes te han de llevar un día a la horca; por ellos te han de quitar el gobierno tus vasallos, o ha de haber entre ellos comunidades. Dime, ¿dónde los hallas, ignorante, o cómo los aplicas, mentecato, que para decir yo uno y aplicarle bien, sudo y trabajo como si cavase?

                Nuestro país ha conocido y padecido a unos cuantos usuarios de tales recursos del lenguaje. Tal vez el más pintoresco fue el robusto hijo de Acarigua Luis Herrera Campins. Debo acotar que el comandante eterno era también asiduo usuario de tales piruetas verbales, las cuales solía ejecutar con amarga gracia; es necesario acotar que su heredero ha tratado de transitar dicha senda con poca fortuna. Una de las tantas veces que la ha “embarrado”, como dicen los campesinos de la vecina Colombia, y supuestamente su lar nativo, fue cuando habló de la multiplicación de los penes. Episodio que hubiera sido embarazoso para Mateo de narrar en su evangelio, porque ¿cómo hubiera redactado entonces aquellos versículos que rezan: “Y comieron todos, y se saciaron; y recogieron lo que sobró de los pedazos, doce cestas llenas. Y los que comieron fueron como cinco mil hombres, sin contar las mujeres y los niños.”?

                Hago toda esta relación luego de pensar en el llamado que, los más egregios “líderes” opositores junto a lo más granado de la dirigencia roja rojita, han hecho a participar en las “elecciones” para renovar la Asamblea Nacional el próximo 6 de diciembre. Es una cerca deforme con la cual pretenden estabularnos aún más.  Una de las frases que se me hace recurrente es aquella que reza: Dos que duermen en el mismo colchón, se vuelven de la misma condición. Aunque, como bien oí decir a un paisano en los páramos andinos, aquel que nace lechón seguro que muere puerco.

 © Alfredo Cedeño  

miércoles, agosto 21, 2019

RESPONSABILIDAD CERO


                Las organizaciones políticas aportaron a Venezuela innumerables beneficios, pero bien ha acuñado la sabiduría popular aquel refrán que reza: un mango podrido te pudre la cosecha entera. Al lado de esos incontables aportes de los que escribí en la primera línea, han hecho formar parte de su acervo corruptelas de todo orden y concierto, para decir uno de sus principales logros en el ejercicio del oficio de "políticos".
                Pero, no ha habido ningún aporte más nocivo de esa dirigencia que la exacerbación de la mendicidad. Han hecho lo impensable para que los venezolanos seamos los más irresponsables del planeta. Con la muy manida muletilla de la redistribución de la riqueza se nos acostumbró a un precio insólitamente bajo del combustible, a un subsidio omnímodo que nos convirtió en una sociedad parásita donde propios y extraños medraron de manera alegre e irresponsable. Venezuela fue por largos años La Meca del mundo, a nuestra tierra acudieron oleadas de colombianos, dominicanos, haitianos, portugueses, españoles, italianos, argentinos, chilenos, uruguayos, árabes, libaneses, alemanes, estadounidenses y paremos de enumerar. Éramos la Babel del Caribe.
                En Venezuela se labraron fortunas incalculables, no pocas empresas se crearon en los países de origen de los emigrantes que llegaban a espuertas, principalmente por el puerto de La Guaira. El país nunca cuestionó la repatriación de los capitales generalmente logrados de manera honrada. Pero ello a costas de unas arcas públicas que parecían no tener fondo, el subsidio era el amo y señor de nuestras vidas, y con ello dimos largas a un ejercicio productivo de la ciudadanía. El erario nacional se convirtió en una vaca a la cual ordeñar inmisericordemente. La responsabilidad se hizo una huérfana trashumante de la que se hacía, hizo y hace, befa; quienes pretendíamos que se exigiera compromiso con el país fuimos vistos como bichos raros. Y lo seguimos siendo.
                Una de las pocas ocasiones en que se intentó construir una experiencia de verdadero compromiso social y transformación humana se llevó a cabo en San Agustín del Sur, donde se pretendía reubicar a los vecinos de La Charneca, Hornos de Cal, Marín, y muchos otros sectores de esa parroquia, en una serie de edificios que se construirían en la parte baja de dicho cerro. La primera expresión de ello fue Residencias La Yerbera, que hasta piscina de clavado olímpico tenía. Los primeros intentos de traslado fueron infructuosos y, si la memoria no me falla, fue así como se creó la Dirección de Desarrollo Humano del Centro Simón Bolívar, que funcionaba en el local 19 del edificio Sur de Las Torres del Silencio.
                Ese equipo estaba liderado por Juan Ortiz López y allí estaban entre muchos otros: Henry Pazos, Manolo Páez, las negras Marina y Antonia, Otto Ríos, Julieta Ravard, María Auxiliadora "Chilio" Torrealba, Wilmer Suárez, Sulspicio Rivera, Macky Arenas entonces adolescente y cursante de primer año de sociología en la UCAB,  y muchos otros que ahora se me escapan sus nombres. Éramos un grupo variopinto, irreverente, vociferante, alegre y entregado. Todos calzábamos botas Frazzani y bluejeans. Mañana, tarde y noche nos metíamos en los callejones de San Agustín a hablar con la gente, a enseñarles la ventaja de vivir en un apartamento que pagarían en muy cómodas cuotas. Muchas veces nos reíamos cuando oíamos a los promotores preguntando: ¿Y qué respondo cuando me digan si pueden llevar sus gallinas o los cochinos al apartamento?
                Les juro que fue una experiencia de una belleza infinita, la gente fue "comprando" la idea de vivir dignamente. Los talleres con los vecinos, los paseos con los niños al parque Los Chorros o a la playa, todas las actividades pensadas y desarrolladas para ellos fueron retoñando y adquiriendo cuerpo. Hasta que llegaron las elecciones de diciembre de 1973 y ganó el señor Carlos Andrés Pérez. Recuerdo desde mi memoria entonces imberbe la desolación que se apoderó de todo aquel equipo, ese triunfo significaba el fin del proyecto de convertir un sórdido rincón de la ciudad en una hermosa manifestación de vida digna.
                Y fue así como resurgió, con más vigor que nunca, programas nefastos como Consolidación de los barrios, la condonación de los créditos agrícolas otorgados sin las debidas garantías, la importación irregular y masiva de camionetas de pasajeros…, fue una verdadera explosión de derroche, fue el apogeo de la Venezuela Saudita de la década nefanda de Pérez y Herrera Campins donde el lema era: ¡Viva la Pepa!
                Estas pinceladas explican el origen de la tragedia que ahora vivimos, el estímulo y celebración de la irresponsabilidad bajo la sombra de Papá Estado nos condujo a este momento. Es terrible ver cómo se insiste en mantener modelos sociales en los que la mendicidad es el valor subyacente. Ni de vaina se plantea un cambio que conlleve responsabilidad, compromiso y sacrificio para alcanzar una vida decente, de ser ciudadanos en realidad. No deja de ser lamentable la dirigencia que debemos soportar, Venezuela merecía tener una conducción de primer orden.

© Alfredo Cedeño

miércoles, marzo 21, 2018

¿QUÉ SECRETO LES TIENE?


                Crecí en un hogar de clara vocación católica. Mi padre era un fervoroso devoto de la virgen del Carmen, mi madre, como buena margariteña, vivía con la virgen del Valle a flor de labios; mi abuela Elvira, era frecuente visitante de los templos de La Guaira. Sin embargo, papá y mi abuela eran unos escépticos desahuciados, todo lo cuestionaban; pocas cosas escapaban a su suspicacia, por lo general lo que a uno se le escapaba el otro lo escarbaba.
                Un punto al que siempre se referían era a la dictadura de Pérez Jiménez, e invariablemente mi abuela decía: Algún secreto le tuvo que tener Caldera a él, porque fíjate que nunca lo tocaron, sólo al final fue que salió y eso por unos días. Papá asentía y comentaba: Mamá, recuerde que entre cielo y tierra no hay nada oculto.  La vieja Elvira, quien se ufanaba de su relación con la madre de crianza de Caldera, a veces respondía: Un día de estos le pregunto a misia María, quién quita que suelte algo. Y pasaban los días.
                Una tarde llegó a la casa mi padre con los anteojos cabalgándole en la punta de la nariz y el sombrero ladeado, manifestaciones claras de que algo fuera de lugar lo traía en ascuas. Apenas cruzó la entrada soltó: ¡Mamá!, ¿usted sabía que Alicia Parés, que fue esposa de Alejandro Ibarra Casanova y terminó casada con Pedro Estrada es prima de Bety, la mujer de Luis Herrera? Ella solo atinó a responder: ¿Cómo es la vaina? Como estás oyendo, acabo de estar hablando con una gente de Trujillo que los conoce y me echó ese cuento, ¿será por eso que con Caldera nunca se metieron? Mi abuela respiró hondo, muy hondo, se santiguó y respondió: Mire hijo, deje quieto lo que está quieto, hay cosas que se piensan o se saben, pero no se dicen; no se toque más el tema. Y nunca más ellos volvieron a comentar la invulnerabilidad del doctor Caldera.
                Estos recuerdos me vienen a la memoria de manera recurrente cada vez que me entero de las sanciones que en el mundo entero se anuncian contra el bigotón y su combo, sanciones van y sanciones vienen y el hijo de El Furrial, ese mismo al que no se puede mencionar porque sale un ejército de jueces y tribunales a multar, a dictar ordenes de encarcelamiento y a producir cualquier barbaridad jurídica para aquietar sus ataques de mal de rabia, se mantiene cual Caldera: ni lo nombran, mucho menos anuncian el decomiso de alguna cuentica así sea con dos dólares o tres francos o cinco libras. Naranja china, limón francés.
                Congelan bienes de generales, de ex ministros, les quitan las visas, y las master card, no dejan títere con cabeza en los predios gobierneros y él como Moisés ante el Mar Rojo: las aguas se abren a su paso y ni el revoloteo de un tucusito lo roza. Parafraseo a mi abuela y mi padre: Algún secreto le tiene que tener ojitos bellos a los americanos que nunca lo han tocado. Ahora es Gilberto Santa Rosa quien me llega al recuerdo y tarareo de una de sus canciones: Que alguien me ayude, se me hace urgente.

© Alfredo Cedeño

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