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viernes, marzo 11, 2022

MENTEGATO y CABEZA PUERCA



La lengua, el idioma, el universo mágico de la palabra, es un santuario al que entro siempre con supremo respeto. La armonía que se produce entre las letras es una epifanía a la que suelo adorar. Contrario a muchos puristas que desdeñan ciertas palabras por no tener cierta “altura”, suelo dedicarme a celebrarla sin consideraciones. Me parece tan sonora la palabra trapisonda, como me resuena en el paladar su compañera vergajo. A la postre, suelo sentir no poca pena por aquellos exquisitos que se escudan en sus aires de superioridad para no bajar a disfrutar las palabras en todos sus niveles.

Hay textos y autores que me son fundamentales, son parte del cuerpo de sacerdotes que ofician en este rito donde profeso. Y su manejo de las palabras ha sido insuperable. Shakespeare, aunque ajeno a mi lengua materna, es uno de ellos. Fue tan vasto su aporte que estudios contemporáneos revelan que el bardo de Stratford-upon-Avon creó más de 1.700 palabras.  Su par en la lengua española, Miguel de Cervantes Saavedra, usó casi 23 mil voces en El Quijote. Y ya que le nombro, este personaje fue autor de no pocos enredos gracias a su manera de entender y ver las cosas.

Una de mis escenas favoritas en ese sentido es la descrita en el capítulo XXIX de la segunda parte, cuando el caballero y su escudero llegan a orillas del Ebro, luego de robarse una barca y lanzarse a la corriente: “descubrieron unas grandes aceñas que en la mitad del río estaban; y apenas las hubo visto don Quijote, cuando con voz alta dijo a Sancho:

— ¿Ves? Allí, ¡oh amigo!, se descubre la ciudad, castillo o fortaleza donde debe de estar algún caballero oprimido, o alguna reina, infanta o princesa malparada, para cuyo socorro soy aquí traído.

— ¿Qué diablos de ciudad, fortaleza o castillo dice vuesa merced, señor? — dijo Sancho—. ¿No echa de ver que aquéllas son aceñas que están en el río, donde se muele el trigo?

— Calla, Sancho —dijo don Quijote—; que, aunque parecen aceñas, no lo son; y ya te he dicho que todas las cosas trastruecan y mudan de su ser natural los encantos.”

La maravilla del idioma es que muta y toma nuevos trajes al compás del tiempo. Es de un dinamismo que el propio Quijote hubiera querido tener para derribar los molinos. Los enredos son cosa de cada día. Me viene a la memoria la ocasión en que mis suegros estaban hablando en la sala de su casa. Ella sentada en su butaca estaba viendo el televisor, mientras él en la ventana del balcón escarbaba unas macetas; y comentó: Ahí está la gente de la fumigación. A lo cual ella respondió: Ay si, chico, yo no sé cuándo van a pagar la pensión. Él nuevamente le dijo: Que no chica, que ahí están los de la fumigación. A lo que ella ripostó velozmente: ¡Ya te dije que todavía no han dicho nada de la pensión! Los que estábamos oyendo no podíamos contener las risas, y tuvo que intervenir una de las hijas y explicarles. 

Otra situación similar ocurrió con un abuelo al que su hija oía que marcaba el teléfono y después de saludar decía: “Si, como no, avenida Páez, El Paraíso, quinta Guadalupe… ¡Bueno pues, me volvió a colgar!”  Y la situación se repitió un par de veces, hasta que su heredera se acercó a preguntarle qué pasaba. “¡Nada, que estoy llamando al seguro para arreglar lo de mis pagos y cuando me piden la dirección y empiezo a dársela me cuelgan!”  Ella le pidió el número e hizo la llamada, cuando la atendieron escuchó: Seguro Social, subdirección…

Otro caso muy cercano lo viví con mi hijo, estaba el comenzando a hablar, tendría un año y algunos meses. Por supuesto que las cintas de video con las películas habituales las había por todos lados. Él las iba turnando en sus gustos, y en una ocasión el turno fue para Peter Pan. Un día que jugaba con unos amiguitos le escuché decir: “¡Eres un cabeza puerca!” Cuando terminaron de jugar, e iba a bañarlo, le pregunté por el cabeza puerca. ¿Dónde oíste eso hijo? ¡En Peter Pan papá!  Un rato más tarde me senté con él a ver la cinta hasta que llegamos al punto en que los hermanitos de Wendy pelean y uno le dice al otro: cabeza hueca…  Otro día fue con mentegato, y nuevamente averigüé sobre el termino: Ahí en el cuento ese. Nueva lectura, y encontré: mentecato…

Si bien es cierto que ciertas confusiones pueden resultar divertidas, hay otras que no dejan de ser trágicas. Tal vez es lo que ocurre con ciertos personajes que se dedican en estos días a mezclar cosas, o a entender lo que se les antoja. Me imagino algo así como: Mira que vamos de nuevo a la cosa esa de las negociaciones; y él otro responde: Ah si, ya yo me bajé los pantalones.  Otro que al decirle: Sabes algo del papel de trabajo de la comisión; y su respuesta rauda será: Claro a mí que me den no menos del cinco por ciento. Tampoco debe faltar aquel al que dicen: ¿Tú crees que podremos establecer acuerdos?; quien responderá: la verdad que no sé dónde puse los recuerdos.

¿Será que así podemos llegar a alguna parte? Qué buena falta tienen de siquiera darle un ligero repaso al diccionario, a lo mejor es que tienen miedo de intoxicarse.

 © Alfredo Cedeño  



miércoles, mayo 19, 2021

BENDITO ISRAEL


                En medio de la actual feroz tormenta de noticias las informaciones que llegan de Tierra Santa son enervantes. Pero no son las únicas, son boletines que parecen no tener fin los que nos azoran con acontecimientos de todo tipo. Mientras tanto en el patio tenemos a ese bojote mal amarrado, que ni pantalones tuvo para encabezar la pandilla de hampones que armas en mano se apropió de nuestra sede días atrás, que no se cansa de lloriquear por su honra vilipendiada.  ¿De verdad él cree que hay quien crea en su virginidad de crápula monaguense?

                Otro informe hace saber de la supuesta muerte de Seuxis Pausias Hernández Solarte, mejor conocido como Jesús Santrich, ex hombre fuerte, y uno de sus más despiadados “dirigentes”, de la guerrilla colombiana.  Su cinismo se hizo patente en octubre del año 2012, cuando se instalaron los diálogos de paz con los irregulares colombianos en Oslo. Y en la capital de Noruega cuando los periodistas le preguntaron si las FARC les pedirían perdón a las víctimas; se limitó a responder: “Quizás, quizás, quizás”, mientras toda la camarilla de cómplices le reía la “graciosa” respuesta. Supuestamente este ángel de Dios pasó el páramo en escarpines durante un enfrentamiento contra un grupo de excompañeros de irregularidades. Y escribo supuestamente porque quien está informando de su muerte son fuentes del gobierno venezolano, ¿es necesario abundar sobre la inescrupulosa eficacia de tales personajes para tergiversar, cambiar y modificar todo a su real conveniencia y antojo?

                Por otro lado siguen llegando comentarios sobre el descalabro en España de los procónsules del chavismo en esa tierra: Podemos, que ahora bien podría cambiar su marca por Pudimos. Junto al roñoso Pablo Iglesias el, por los momentos, presidente del gobierno, Pedro “fraude” Sánchez, anda dando más tumbos que una zaranda sin balance; mientras le estalla en las manos una crisis con Marruecos en la que todo apunta a una tunda que ni una gata ladrona.

                Por supuesto que los estragos de la peste china, o COVID 19 como gustan de matizar los maquilladores de la satrapía pekinesa, siguen en crescendo en nuestro país, donde la ineficacia e inoperancia roja es mayúscula. También debe mencionarse la carta de Iván Simonovis renunciando como comisionado de Seguridad e Inteligencia del “Gobierno” de Guaidó; mientras rueda por distintas vías un duro video en el cual el respetado comisario cuestiona con acritud a las nuevas autoridades electorales, así como la gula burocrática de la secta política criolla. Y es en medio de todo esto, por solo citar algunos ejemplos, cuando veo como se trata de emplear el conflicto israelí-palestino como la gran mampara del momento.  Veo como van hilando, con habilidad ciertamente pasmosa y digna de mejores causas, vicio y mojigatería.

                Permítanme precisar.  Los voceros progresistas han saltado de manera articulada a embaucar a la opinión pública presentando a los pobres e indefensos palestinos como las víctimas desamparadas de los feroces judíos… Se trata de jugar con la sensibilidad de la gente, y muchos caen en la trampa de darse golpes de pecho por los niños palestinos caídos en Gaza. Pocos se atreven a preguntar públicamente por qué no fueron evacuados de la zona de conflicto, nadie dice de cómo los “valerosos” guerreros palestinos se incrustan en medio de la población civil para desde allí atacar a los civiles israelíes; y pretenden que ellos se lleve a cabo con total impunidad. Cuando leo las conmovidas protestas y voces solidarias con los mártires palestinos, se me dispara la frase que Sancho le dice al Quijote cuando empiezan a adentrarse en Sierra Morena y conversan sobre Aldonza Lorenzo, la hija de Lorenzo Corchuelo, a la que el jinete de Rocinante bautizó Dulcinea del Toboso, y él fiel escudero le dice: “¡Oh, hideputa, qué rejo que tiene y qué voz!”

                Ante el lloriqueo extendido que le exige paz al estado israelí, que se ha defendido ante el ataque de miles, léase bien: miles, de cohetes, no hablamos de proyectiles lanzados con hondas como la de David, me viene a la memoria un fragmento de La Biblia, libro Números, capítulo 23: “Y Jehová salió al encuentro de Balaam, y puso palabra en su boca, y le dijo: Vuelve a Balac, y dile así. (…) 23 Porque contra Jacob no hay agüero, / Ni adivinación contra Israel. / Como ahora, será dicho de Jacob y de Israel: / ¡Lo que ha hecho Dios! / He aquí el pueblo que como león se levantará, / Y como león se erguirá; / No se echará hasta que devore la presa, / Y beba la sangre de los muertos.” 

Por lo pronto creo que a los “sufridos” guerreros palestinos –así como al glorioso CNE recién designado, al ladrón envalentonado de nuestra sede, a los deudos del ciego Santrich y a los “gobiernos” venezolano y español– solo queda decirles: Aténganse a las consecuencias.

 

© Alfredo Cedeño 
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