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miércoles, mayo 23, 2018

MAROMEROS EN CANTALETA

                Como bien era de esperarse, la cantaleta que permanece de turno es el diálogo. De muy poco, puede decirse que de nada, sirvió la respuesta firme e inconfundible que dio la ciudadanía el pasado domingo 20 de mayo. Pero, como perfectamente saben hacer los maromeros de siempre, ya sobran quienes quieren aprovecharse de la rabia sorda e inamovible de todo el país ante los repartos de cuotas de poder que pretenden seguir ejecutando a costillas de todos nosotros. No han entendido, y, por lo visto, no van a entender. Son como los bombillos: no les entra nada.
                Hasta en papiamento se les dijo que no había condiciones para un supuesto diálogo. Los resultados de las conversaciones bachateras se tradujeron en un incremento desmedido de la represión, crecimiento inclemente de detenciones arbitrarias y torturas a los presos políticos, desaparición de poder adquisitivo, evolución y reaparición de toda clase de enfermedades, ascensión inflacionaria a niveles inimaginables, y, como consumación de todo, unos sufragios amañados y confeccionados a conveniencia de la dictadura.
                No hubo quien no alertara sobre las irregularidades e inconveniencia de participar en la mojiganga electoral y, como bien saben, el honorable señor Falcón y los otros, apostaron por esa vía, pese al reclamo unánime de no hacerlo. Curas y obreros, comadronas y cirujanos, señoras y cachifas, muchachos y abuelos,  no hubo quien no advirtiera del fraude en gestación.  Solo los maromeros de siempre salieron expeditos en su torpeza proverbial a hacerle el coro al Arias-Rosales-Capriles de turno.
                ¿Cómo no indignarse al ver la noche del propio domingo 20 al ex gobernador larense con aire entre compungido y altanero anunciar el desconocimiento del fraude al que él legitimó con su participación?   El mismo que con arrogante firmeza anunciaba que ganaría  unas elecciones limpias, ahora salió con aires de doncella yaracuyana ultrajada por un robagallinas de Betijoque a denunciar lo que todos dijimos desde el comienzo. Cada vez que alguna voz señalaba el riesgo que se corría saltaba una verdadera tropa de sacristanes y celestinos tremolando al viento unas encuestas en la que se anunciaba su triunfo irreversible. ¿En qué letrina están ahora dichos estudios de opinión?
                Pese a sus torpezas debe reconocérseles su apego al guion sempiterno: ahora el turno, junto al impelable diálogo, es el respeto a los actores políticos que tanto se sacrifican por el bien de la nación, y exigen, con aires de vestales a las que les han metido mano, que no se utilice la descalificación para atacarlos.  ¿Quién mejor que ellos mismos para autodescalificarse?

© Alfredo Cedeño

jueves, diciembre 07, 2017

NO ES QUÉ, ES QUIÉNES


                A fines del siglo XIX Roque Barcia publicó en Madrid el Primer Diccionario General Etimológico de la Lengua Española. Fueron cinco tomos los de la pieza de este andaluz que hizo honor a su gentilicio y llevó a la exageración su obra, algunos la han tildado de mediocre, otros de genial, hay de todo un poco. En estos días que sobre Venezuela planea de manera sistemática la palabra negociación, acudí al tercer tomo del citado libro del mentado autor, y en una de las acepciones de la palabra negociar expresa: "Tratar asuntos públicos ó privados procurando su mejor logro".
                Se supone que desde días atrás en la cuna del merengue y la bachata andan juntos, y quién sabe si revueltos, montescos y capuletos, tirios y troyanos, chavistas y adecos, y cuanto bicho de uña pueda cualquiera imaginarse, tratando la cosa pública venezolana.  No somos pocos los que hemos alertado sobre la naturaleza de unas conversaciones que si por algo han destacado –casi escribo brillado– es por su opacidad. Los consabidos celestinos de rigor han saltado rabiosos a exigirnos silencio clamando por las virginales intenciones de Ramitos, Manolito el de Mafalda (el señor de cejas y Borges), Timoteo "limonero" Zambrano, Delcy Eloina, Jorgito, Elías Jaua, Feliciano y Vicente. Y de los testigos-garantes-fiadores ni hablar.
                Llegado a este punto es bueno decir que quienes hemos dicho que será nada lo que se obtenga de ese conclave de zorros mañosos y bueyes desjarretados, no lo hacemos por meras ganar de jorobar la paciencia o visceral rechazo a los procesos de negociación. No. Lo que rechazamos es a quienes están llevándolo a cabo, repudiamos a los que están sentados en la bendita mesa de negociación.
                Si usted es dueño de una humilde pulpería, accionista de una próspera ferretería o presidente de una exitosa franquicia, y pone a que le cuide la caja a un pícaro que se trajea de sacristán, al darse cuenta de sus bellaquerías lo menos que hace es darle una tunda de palos. Pero si usted insiste en mantenerlo al frente de sus finanzas es un imbécil que merece ser saqueado a conciencia.
                Por cierto, Barcia en la primera definición de la palabreja dice: "Tratar y comerciar, comprando y vendiendo ó cambiando géneros, mercaderías ó valores para aumentar el caudal." ¿Cuántos cheques estarán cambiando de manos sobre, o por debajo, de la mesa dominicana para aumentar el caudal de unos cuantos vagabundos que bien sabemos cuáles son?

© Alfredo Cedeño

domingo, julio 16, 2017

¿ÁRBOL CAÍDO?

 
                Reconozco que me esperaba una solidaridad casi clandestina y frases fementidas de cierto grupete a raíz de la libertad condicional de Leopoldo López. Comenté con varias personas esa mañana que no pasaría una semana para que viéramos como empezarían a pujar para, por lo menos alguno de ellos, parir un piano de cola. 
                Junto a la ola de alegría que recorrió al país por su semi liberación, casi simultáneamente comenzó a ejercitarse el juego nacional de la especulación. Muy pocos lo aceptaban y celebraban, y hablo de gente inteligente, muy seria, cuya reacción inicial fue hasta de poner en duda la información que desde el ABC de España empezó a sacudir el sábado 8 de julio. “Pero es que fulanito, su hermano del alma y mugre con uña de Lilian, no me ha dicho nada”, me dijo una de las primeras voces a las que consulté.  De allí en adelante lo que preveía sería una ola de ánimo se convirtió en una inmensa nube negra de peores presagios.
                 A media mañana las acusaciones de entreguismo, negociación, torvas manipulaciones y demás zarandajas de igual ralea eran una tolvanera que vapuleaba la salida de Leopoldo de Ramo Verde. 
Pero donde todos los demonios se desataron fue cuando Lilian Tintori, la guerrera, la que puso la situación de Leopoldo y de los presos políticos venezolanos en los principales escenarios políticos del mundo, la que nunca dejó de recibir desplantes y desaires de quienes debían darle su apoyo incondicional, la que no soltó la presa en ningún momento, habló el domingo 9 de julio.
Pero, ¿qué dijo ella? Nada que no fuera cierto y a lo que esa jauría de mastines enanos que actúan como correveidiles le cayó tratando de hacer leña. Lilian, no sé si con ingenuidad o con jugada sibilina, y me inclino por esto, le mató al gobierno una de sus cartas que guardaban para usar en el momento menos pensado: el acompañamiento de los hermanitos, no sé cuál es peor que el otro, Rodríguez a su casa. Para mayor escándalo de la guardia pretoriana de la limpieza ética, ella informó: “Les dije que no puede existir más tortura en Venezuela, que no deben existir presos políticos en Venezuela y que si tenemos que trabajar en conjunto para lograr entendernos, lograr concordia y lograr una solución inmediata a la crisis que vive Venezuela, cuentan conmigo como activista de derechos humanos, como esposa de Leopoldo y como mujer”.
Los mismos que han entonado el mantra del diálogo como bálsamo de fierabrás de todos nuestros males, fueron los primeros en vapulearla y pedir su cabeza en una pica en la plaza Bolívar. Fue canallesca la manera como se pretendió hacer leña de una mujer que ha sido un roble en esta mala hora que vivimos. Como diría mi querido sobrino Ángel Alfredo: ¿Por qué no se meten la lengua atrás de la oreja?

© Alfredo Cedeño

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