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domingo, diciembre 18, 2016

ALIANZAS


                Nos mantenemos en permanente equilibrio entre la vida y la muerte. En 1915 Sigmund Freud habló de pulsión, lo cual definió como la energía psíquica profunda que dirige la acción hacia un fin. Algunos comenzaron a hablar de instintos, pero no, era de pulsión a lo que el bachiller Freud se refería. En 1920 él publicó Más allá del principio del placer donde habló de las pulsiones de la vida y la muerte, llamándolas  de Eros y Thanatos. Como bien suponen ambos nombres los tomó de la mitología griega, y más de un descolocado, de esos que nunca falta, dio por sentado que la referencia a Eros tenía que ver con ciertas actividades horizontales; por lo que casi se llegó a hablar de lenocinios y funerarias.
                Lo cierto es que el padre del psicoanálisis al hablar de Eros lo hizo con clara visión de lo que había significado dicho personaje en la mitología helena en la que era considerado una fuerza cósmica que estuvo presente en la propia constitución del cosmos y era quien unía a los dioses con los hombres para mantener todo unido como un continuo.  En cuanto a su contraparte, Thanatos, en efecto era de la muerte de quien hablaba y ahí no hubo yerro alguno. Por cierto, él era hermano gemelo de Hipnos, el dios del sueño.  Quién sabe si fue por ello que ya antes el vienés estuvo inmerso en tratar de establecer una interpretación de ellos en su Die Traumdeutung de 1899.
                Tres siglos antes, en 1600 se dice, Shakespeare escribió Hamlet y allí, luego de su muy manida frase en boca del atormentado príncipe danés “Ser o no ser”, también puso en su boca unas líneas después: “Morir, dormir: dormir, tal vez soñar. Sí, ese es el estorbo; pues qué podríamos soñar en nuestro sueño eterno”.  El orden natural, por tanto, es nacer –vivir–, soñar y morir. Y es así para todo.  Vale decir que a veces del soñar nacen realidades, una hermosas otras horrorosas, hay de las primeras que se tornan en lo segundo, así como de las segundas que se transforman en lo primero. También hay realidades que terminan convertidas en necesidades vitales hasta convertirse en sueños, como parece ser el caso del rescate de la democracia en Venezuela donde las propuestas se han convertido en un saco de galimatías que dicen todo para ser nada.
                 Algo tan sencillo como concertar un movimiento de real unidad donde los partidos no secuestren en función de sus cuotas la liberación nacional por lo visto es irrealizable; articular con el mundo militar, sede del verdadero poder en el país, respuestas institucionales para recobrar el hilo constitucional es una quimera; convertir el sentimiento de  rabia y frustración colectivo en masivas manifestaciones de protestas es un espejismo; permitir que del seno de la calle broten sus  propios dirigentes es una fantasía persistentemente denostada por la casta política.  Vivimos tiempos en los que el actual liderazgo lejos de orientar el profundo malestar existente hacia una real transformación del escenario político, juega más bien a eliminar dicha cólera.
                No es gratuita la absoluta desconfianza que reina, la ausencia de dirección conduce aceleradamente a una deflagración en la que tirios y troyanos serán abrasados por su propia torpeza. ¿Hasta cuándo cacarean una victoria que no son capaces de cobrar? ¿Por qué el empeño suicida de una cofradía opositora sorda y ciega, que solo parlotea como cacatúas ante el son que les marca el gobierno? El país se mantiene en ascuas permanentes, el gobierno se encarga de  sostener vivas las llamas y no pasa nada. La gente literalmente está implorando por alguien en quién creer puesto que aquellos en quienes depositaron su fe se mofaron de su credulidad.
                Solo el trabajo menudo, el de los dirigentes locales, podrá hacernos salir de este pantano donde chavistas y mudecos nos han sumergido. El poder no está en Miraflores ni en la MUD, está en cada esquina y en cada barrio, donde una mayoría sólida está decidida a salir de esta plaga bifronte que nos azota sin clemencia.  No pasará mucho tiempo para que se desborde la desesperanza y la ingenuidad se alce en sangrienta revancha contra quienes se rieron de ella.
                No dejaré de insistir en la necesidad de establecer alianzas con el mundo militar donde hay vastos sectores asqueados de lo que estamos viviendo, si las protestas se sostienen ello conducirá a rebeliones en los componentes castrenses que se articularán con los civiles y será cuando saldremos de esta pandilla de bandidos que ejercen el poder. El octubre del año pasado en mi nota La Incógnita militar (http://textosyfotos.blogspot.com/2015/10/la-incognita-militar.html) hice mis observaciones del caso las cuales mantengo.
Es necesario sumar para este lado a quienes controlan el poder de fuego. Nos guste  o no, la caída de Chávez el 11 de abril no fue obra exclusiva de la sociedad civil, hasta que el sector castrense no se le plantó él no salió del poder. Las viudas ofendidas de la MUD ya armarán la alharaca de rigor, pero sin la participación militar y el surgimiento de un nuevo liderazgo realmente comprometido con el país no podremos salir de Maduro, Cabello y su combo. Repito: Es hora de sumar fuerzas de todo tipo, más aquellas que han de ser decisivas para plantarse frente al grupo de hampones que nuestra casta política permitió atornillarse en el poder desde hace ya 17 años cumplidos.

© Alfredo Cedeño

sábado, abril 30, 2016

HABLEMOS DE BLINDAJE


                El martes 22 de octubre de 2002 un grupo de 14 militares llegó a la Plaza Francia de Altamira donde se declararon en desobediencia, al manifestar su rechazo al régimen del entonces presidente Chávez. Esos espacios se convirtieron desde ese mismo día en La Meca de los opositores al gobierno de aquel tiempo, antecesor directo de este que ahora padece Venezuela.
En aquellos días, uno de los líderes del alboroto militar fue el general de división Enrique Medina Gómez, quien declaró “territorio liberado” esa plaza. Otro participante, el vicealmirante Héctor Ramírez, afirmó: “No somos golpistas, nosotros somos demócratas”. Por su parte el general de brigada Néstor González aseguraba que se quedarían “indefinidamente”, pero él condicionaba dicha permanencia: “Si el pueblo venezolano se acerca aquí, nos acompaña, nosotros estaremos aquí”. Y la plaza se convirtió en fervoroso centro de peregrinación para los más encendidos adversarios del comandante presidente.
Desde esos espacios se hicieron numerosos planteamientos, y llovieron propuestas de todo orden y concierto. Una de ellas fue colectar las firmas necesarias para realizar un referendo revocatorio del mandato presidencial. Y todo el mundo comenzó a firmar. La romería se intensificó y aquel que no acudiera a estampar su rúbrica era un aliado del gobierno, un agente del enemigo, un inconsciente sin la más mínima noción de lo que significaba la solidaridad; en fin algo así como un pupú de perro responsable de los males y desgracias que padecíamos en el país. El encabezado de aquellas firmas  se rumoraba insistentemente había sido redactado por las lumbreras jurídicas de Primero Justicia.
El lunes 4 de noviembre, en medio de rudos choques con los serafines rojitos en pleno centro de Caracas, una marcha que partió desde la ya citada plaza y encabezada por Leopoldo López y Henrique Capriles entregaron con bombos y platillos 2 millones 200 mil firmas, y en todo momento recalcaron que habían superado de manera amplia y evidente el monto de las requeridas por la ley que eran 1 millón 200 mil.
In illo tempore el máximo organismo comicial venezolano era presidido por Roberto Ruiz, a quien acompañaban en su conducción CNE Alfredo Avella, Vicente González, Rómulo Rangel y José Manuel Zerpa. Lo cierto fue que a los pocos días, antes de que se comenzara el proceso de revisión cualitativa, Súmate declaró que había rúbricas inválidas. Según publicó El Universal, 483.184 firmas daban error, de ellas 288.122 correspondían a personas no inscritas en el Registro Electoral, 104.011 no coincidían con el padrón de votantes y el remanente, 91.041, eran repetidas.
En medio de la natural barahúnda que se produjo, ante el reconocimiento de semejantes inconsistencias, el CNE anunció que el proceso para legitimar o rechazar la gestión del intergaláctico se llevaría a cabo el domingo 2 de febrero del 2003. Recuerdo el zipizape legal, pero sobre todo mediático, que se produjo en aquellos días, hasta que el honorable y nunca suficientemente mal ponderado Tribunal Supremo de Justicia prendió sus velas, se entrometió en dicho asunto y resolvió que el Referendo Consultivo era improcedente y ordenó al CNE "abstenerse de iniciar la organización de procesos electorales, referendarios, u otros mecanismos de participación ciudadana en los asuntos públicos, así como suspender los ya iniciados de ser el caso".
Fueron días en los que una verdadera montaña rusa, que parecía guiada por un pelotón de cosacos borrachos, se adueñó de la escena política y social venezolana. Se decretó un paro general ilimitado, se desarticuló la fuerza laboral calificada de PDVSA en todos los niveles, nacieron las misiones. El subestimado pero muy eficaz aparato rojo afinó todas sus triquiñuelas y puso en uso con implacable eficacia las mañas del caso para no soltar el poder. Mientras eso ocurría la dirigencia opositora con jactanciosa incapacidad, a veces tildada de cómplice o de interesada por algunos, fue dejando pasar una serie de eventos que luego demostraron ser parte de un elaborado y sofisticado tinglado. Fue cuando oímos con asombro a un hombre como Alberto Quirós Corradi decir que el proceso electoral para la realización del Referendo Revocatorio estaba blindado… Por supuesto que ante tales palabras en boca de quien lo dijo desató un verdadero carnaval de euforia triunfalista que desembocó en una gran sentada de culo en la madrugada del lunes 16 de agosto de 2004, cuando el honorable Francisco Carrasquero, con su característica voz de parrandero en ayunas, anunció el triunfo del finado comandante intergaláctico.
La desesperanza y desilusión fue tan vasta que cuando dos meses más tarde, en octubre de ese mismo año, se celebraron las elecciones de gobernadores, apenas Morel Rodríguez y Manuel Rosales sobrevivieron al desastre. Fue así como vimos  que por 3,75% de los votos Diosdado Cabello le quitó la gobernación de Miranda a Enrique Mendoza, para recordar uno de los tantos saldos lamentables de esa fecha.
El descalabro se acentuó el año siguiente y así llegamos al 7 de agosto de 2005 cuando se celebraron las elecciones Municipales y de Juntas Parroquiales; así como a las parlamentarias del 4 de diciembre de 2005 donde fueron electos 167 diputados a la Asamblea Nacional. En estas últimas votaciones la brillantez opositora encegueció a todos cuando declararon un boicot a ese proceso; tanta fue la ceguera que el MVR obtuvo 114 diputados, el partiducho del ahora prócer Ismael García, entiéndase PODEMOS, logró tener una bancada de 15 parlamentarios y los insepultos Partido Comunista de Venezuela y Movimiento Electoral del Pueblo se adjudicaron 8 y 11 legisladores respectivamente.
No faltó en aquel entonces quien criticara acerbamente a la oposición por abandonar a sus dirigentes en su “incansable” e “infatigable” lucha contra el monstruo castrochavista que amenazaba la integridad de nuestro adorado sistema democrático. ¡Ni de vaina hubo quien asumiera su cuota de responsabilidad ante el desastre!
Fueron largos años de luchas espontáneas de una ciudadanía huérfana, que fue ganando espacios y soportó estoicamente las arremetidas cargadas de sadismo del régimen rojito y todas las instituciones.  Así vimos en el 2007 a los estudiantes  lanzarse a la calle a protestar contra el cierre de RCTV, y ello permitió sensibilizar al país entero de tal manera que en el  referéndum constitucional celebrado en diciembre de ese año para respaldar la propuesta del señor aquel ya fallecido, para modificar 69 artículos de la Constitución de 1999, quedó en veremos.
Hago este muy abreviado resumen de lo que han sido estos tiempos de derrotas y traspiés, de escasos logros y muchas alharacas, de abundantes peleas perdidas y mínimas escaramuzas triunfales, de generosas muestras de egolatría y  cortas manifestaciones de solidaridad. El llamado “pescueceo” ha sido un trapiche inclemente que ha ido dejando enterrados a muchos a lo largo de este durísimo sendero. Así se ha llegado al país de estos días donde vemos un jolgorio de saturnal ensalzar la realización del revocatorio contra el Bigote Bailarín, léase el señor Maduro. Nuevamente veo poner todos los huevos en una sola  canasta. La pregunta que no puedo dejar de hacerme es: ¿Quién será el zoquete de turno que, tal como Quirós en el 2004, saldrá entre pitos y chirimías a informar que las elecciones están blindadas?

© Alfredo Cedeño


sábado, octubre 31, 2015

LA INCÓGNITA MILITAR


Era martes, ocho y cuarto de la mañana, lunes 6 de octubre de 1969, no tenía entonces un mes de haber cumplido los trece años de edad.  Recuerdo bien la fecha porque ese día en Jesús Obrero, calle real de Los Flores de Catia, donde los jesuitas se empeñaban en desasnarme, entró al aula Edgard Abraham, a quien, aquella tropa deslenguada que siempre fuimos, habíamos bautizado “Tabaquito”, y con su voz pausada y medio amalandrada, nos dijo: Hoy vamos a ver…, mientras que a la par escribía con gruesos trazos sobre la pizarra: ECUACIONES.
Aquella palabreja que me había estado persiguiendo desde hacía mucho tiempo en mis pesadillas se materializó. Recordé a mis primos Jackson que siempre hablaban con pánico de ellas, recordé a infinidad de otros zagaletones mayores que yo a quienes siempre escuché mentarlas casi temblando, en fin, fue una verdadera manada de miedos los que se me vinieron encima ante el lobo que había llegado en el pasar atildado del profe de matemáticas, al que siempre había visto con enconado recelo cada vez que se me cruzaba en los patios del colegio. Pero, como suele ocurrir, era más el miedo que el peligro real y ahí comencé a aprender, con extremada torpeza e incompetencia debo reconocer, el fascinante proceso de despejar las incógnitas.
Más adelante supe que las puede haber de segundo, tercer y ¡cuarto grado! Igual me enteré de que las hay de grado n, exponenciales y hasta unas donde la bendita incógnita está afectada por una función trigonométrica, las cuáles pueden generar infinitas soluciones. Si alguien sabe de la querida y admirada Miriam Mireles, gran matemática, pero mucho mejor poetisa, que le avise para que me ayude a terminar de explicar este saco de anzuelos. Pero tratemos de seguir. Hago esta evocación mientras me planteo ¿cuándo será que nosotros nos dedicaremos a despejar la eternamente irresoluta ecuación militar venezolana? ¿Acaso es una de esas enlazadas a la trigonometría?
Nuestras Fuerzas Armadas no son una casta, si hacemos memoria encontramos que sus orígenes son absolutamente empíricos, lo cual les hace aún más grande. Un grupo de niños sifrinos, como llamaban en su momento a los mantuanos, y un grupo de pulperos, campesinos y desposeídos de toda laya que se enfrentaron a un ejército entrenado y adiestrado en el arte de la guerra. Fueron unas fuerzas armadas nacidas bajo el patronazgo del caudillismo expresado en diferentes formas. Terratenientes, propietarios civiles que se declaraban generales o comandantes, encabezando su peonada a las cuales entregaba machetes o chopos para actuar de manera pendenciera y personalista, e imponiendo su opinión política para conducir los asuntos del Estado hacia lo que eran sus propios intereses.  Larga es la lista de nombres y situaciones que podría citar para ilustrarlo, más de medio siglo de “revoluciones” de toda laya vivimos desde 1830 hasta comienzos del siglo XX.
                Siempre la obsecuencia y las maromas de cortesanos fueron patentes. José Antonio Páez, hijo de una humilde familia canaria, dedicado al negocio de ganado en su Acarigua natal, terminó con el más alto rango castrense, a punta de ensartar españoles y descabezar a todos cuantos defendieron a la bandera española, luego al surgir la separación de La Gran Colombia, es célebre la frase que en 1830 usaron las elites caraqueñas y valencianas para consumar la división: ¡General usted es la Patria! Y por ahí podríamos seguir enhebrando la a veces poco decorosa retahíla de chafarotes devenidos en caudillos que provocaban montoneras cada vez que les atacaba un prurito de cualquiera fuera su origen. No existía una fuerza armada nacional, repito, había una larga, y aparentemente inacabable, sucesión de reyezuelos locales que ejercían su mando a como les diera su peregrina voluntad. El muy ilustre Antonio Guzmán Blanco, abogado egresado de la querida Universidad Central de Venezuela, pariente lejano de Bolívar por la rama materna, opta por incorporarse a una de las tantas luchas armadas de aquellos años y termina en general. Es así como luego pretende personificar la fusión cívico militar, que en realidad no era más que una entente entre los caudillos y la élite civil. Otro ejemplo de ese caudillazgo cobrador de cuotas castrenses fue Joaquín Crespo, el "Taita Crespo", hijo de campesinos que se hizo hacendado, y se mete en el zafarrancho de las tantas revueltas y, ¡por supuesto!, llega a general. ¡Faltaba más!
                Y así entramos al siglo XX de las manos de Castro y Gómez. El primero un pichón de cura en Pamplona, de donde se retira para ir a trabajar de pulpero en su natal Capacho, que termina dejando todo para incursionar en la política. Recordemos que en su aventura arrastra a su compadre Juan Vicente Gómez, quien lo acompañará hasta conquistar el poder y erigirse en presidente de la república, para luego terminar por sacarlo del juego y ejerciendo de manera despiadada el control de Venezuela durante 27 años; y por supuesto con el rango de general a cuestas. Ahora bien, hay que escribir que fueron este par de angelitos andinos quienes hicieron que el país tuviera un verdadero ejército, ellos sembraron las bases para que tuviéramos unas fuerzas armadas profesionales, en el sentido más amplio de la palabra.
                Es bueno aclarar que la Junta Suprema de Caracas creó el 3 de septiembre de 1810 la primera academia militar de matemáticas en Venezuela; lo cual hace que algunos afirmen que es el Instituto más antiguo de formación de Oficiales en América. La realidad fue que ello no se llevó a cabo, hubo varios intentos de concretarlo pero no será hasta el 20 de julio de 1910 cuando Gómez fundó la actual academia. Ahora, si bien el tachirense se dedicó a hacer un cuerpo militar profesional, también es cierto que fue una guardia pretoriana de la cual dispuso a su real saber y entender. En algunos momentos designó algunos títeres en la silla presidencial, como ocurrió con José Gil Fortoul, Victorino Márquez Bustillos y Juan Bautista Pérez; sin embargo él siempre retuvo para sí el cargo de Comandante en Jefe del Ejército. Gómez siempre tuvo claro dónde estaba el poder real y lo ejerció. No fue gratuito que Carlos Jiménez Rebolledo, un civil, haya sido Ministro de Guerra y Marina durante 22 años, desde 1917 hasta 1929, lo cual lo hace el ministro que más ha durado al frente de una cartera ministerial en la historia republicana de Venezuela.
                Luego de Gómez la fila de militares, ejerciendo la primera magistratura venezolana, siguió su curso. Fue así como pasaron por el cargo Eleazar López Contreras, Medina Angarita, Delgado Chalbaud y Pérez Jiménez. Mención aparte merece, por haber sido el de más bajo graduación en lograrlo, el teniente coronel Hugo Chávez, bajo cuya batuta el país ingresó al tercer milenio; y por además haber implementado una militarización desbocada al aparato republicano. Basta con revisar la hemeroteca para encontrar un trabajo de Sofía Nederr, publicado en El Nacional el 26 de diciembre del 2013, donde cita las investigaciones de Guzmán Pérez, quien había contabilizado hasta ese momento que en los 15 años anteriores a esa fecha alrededor de 1.614 militares de distintos rangos, entre activos y retirados, habían desempeñado cargos en la administración pública.  Pérez explicaba que 1.246 designados por Chávez y 368 por Maduro, diseminados en gobernaciones, alcaldías, ministerios, viceministerios, Asamblea Nacional, consulados y embajadas. Una verdadera piñata la que el eterno galáctico y el bigote bailarín han apaleado a conciencia.
                Por supuesto que estos últimos años han generado en toda Venezuela una urticaria generalizada contra todo aquello que siquiera huela a marcial. Hay quienes hablan de la materialización del servilismo, otros menos elaborados en su verbo denuncian bozales de arepa, y podría seguir enumerando la, por lo general, poca halagüeña lista de epítetos con que suelen ser mencionados los militares venezolanos. La pregunta que no ceso de hacerme es: ¿Cuándo y cómo vamos a dejar las pataletas y la pendejera de niñas malcriadas para acercarnos al mundo militar? Es cierto que en el ala militar de nuestra sociedad hay una cantidad de pillos y vagabundos, pero estoy convencido de que esa es una minoría. Decir que todos lo son, es tan simple y necio como decir que en nuestros barrios más humildes sólo viven malandros. El querido cura Alejandro Moreno ha hecho un trabajo invalorable en nuestros barrios y bien puede enmendarme la plana si me equivoco. Yo he conocido en el mundo militar gente decente, seria, trabajadora. Conocí a un mayor de la guardia nacional cuyo carro era un Chevette, porque como decía él con suma dignidad: “Brother este es el carro que pude comprar con mi sueldo, no puedo tener otro”. Y como ese hombre decente y padre ejemplar hay un montón más. Sin embargo, a muchos como él sólo lo vituperamos y encaramos exigiéndole un accionar que muchas veces es a la ciudadanía a quien le corresponde ejercer.
                ¿Hasta cuándo jugamos a niños malcriados? ¿Hasta cuándo dejamos de llamar las cosas por su nombre?  El poder real, y que se alborote el gallinero de una buena vez, está en manos de los militares, es el mundo militar quien tiene el poder de fuego bajo su responsabilidad y no es gratuito que la dupla Chávez-Maduro los haya mimado de la manera que lo han hecho. ¿Qué ha pasado al respecto de este lado del tablero? A ese sector, al que hay que enamorar, al que hay que atraer para acá, porque pueblo no tumba gobierno y el 11 de abril fue una manifestación de eso. Sí, el pueblo estaba en la calle pero hasta que el alto Mando Militar no dijo: Usted renuncia; Chávez no sale. Es el mundo militar el que puede decir en un momento determinado: Se acabó la vaina, tú te vas. Nos guste o no nos guste, eso nos cuesta a veces digerirlo, pero la realidad es esa. Quien tiene el poder de fuego es quien tiene el mando, es quien tiene el verdadero poder, y nosotros no hemos hecho nada para acercar a esa gente. Ellos, que no son una casta, ni miembros de las clases más pudientes del país, como ocurre en Chile, por ejemplo, pasan por las mismas vicisitudes que todos los demás. Es un grupúsculo de enchufados el que se ha dedicado a enriquecerse obscenamente, hay una gran mayoría de esos hombres y mujeres que son decentes y lo menos que debe hacerse es “enamorarlos”.
Hace pocos días un encopetado señor opositor apareció exigiendo a los militares que se limitaran a  someterse a la letra de la Constitución porque esa era su obligación, y demás sarta de pamplinas conexas. Bien saben que vivo haciéndome preguntas, y en este caso la que me hice fue: ¿Dónde estaban los que ahora cacarean pidiendo a los militares rigurosa sujeción a lo constitucional cuando Blanca Ibáñez vestida de militar, pasó revista a las operaciones de salvamento en Maracay, durante las inundaciones del río Limón en 1987? Ese trato de nuestros hombres de armas como meras cachifas por parte de nuestro estamento político nos trajo a este pantano donde ahora estamos, y es muy cómodo decir que son los uniformados los responsables de esta agonía que ya va por 16 años. Fueron los votos de la ciudadanía y la incompetencia de nuestra cofradía política la que nos llevó a esto. En estos tiempos que tanto se habla de unidad y sumar adeptos, ¿hasta cuándo se lanzan patadas a los militares?

© Alfredo Cedeño


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