sábado, junio 16, 2007

SUPLICIO

Ella entra al bar y desde la barra las miradas la acuchillan
con impotencia de quienes saben no alcanzarán a acostarla
mientras sus ojos sobrevuelan agudos sin miedos escondidos
y las sandalias blancas dejan asomar sus dedos fascinantes.

Verduga que se muestra inclemente anunciando mil suplicios
largos y torneados como sus piernas de horizontes sin norte
donde quinientos noventa mordiscos menudos sabrán naufragar
para derramarse en medio de un remolino temporal de orgasmos.

La camisa blanca es bandera incitando a la raíz de sus pasos
y su boca es una guerra que no sabe dar cuartel ni clemencia
llena de impaciencias donde sacrificará pudores y altanerías
con la frescura de quien ejecuta sentencias ya proclamadas.

Sus manos delgadas son patíbulos para despedirme del mundo
sin nadie que pueda fotografiar mis últimos pasos de noche
o me apure a renegar de los amparos que me pudieran librar
de esa cama sin rubores que me anuncia cien resurrecciones.

® Alfredo Cedeño

1 comentario:

Anónimo dijo...

Que envidia de los que la miraron en ese bar, solo era suya !!! y solo pudieron imaginarse que salia de ese bar sin un amparo que lo librarian de esa cama con ella que le anunciaban cien resurecciones. Volvió a creer en su verbo que se le convirtio en palabra como cree en su carne cuando se despierta con ella. Felicitaciones poeta, se le hizo el milagro de nuevo con la marmolera.

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