Confieso que hice las mil maromas para que me dejara fotografiarla, pero las damas trujillanas así como son de avasallantes al querer, también lo son al negarse. No obstante, antes de seguir su paso de colores y perfumes arracimados, me tendió dos manojos con gesto de timidez atrevida mientras bisbiseaba: “aunque no tuvo lo que quería aquí le dejo lo que si puede tener, porque la vida no siempre lo complace a uno”.
Ahora, aquí en casa, armo esas ternuras que la muchacha me entregó y en un juego de luces libres de melancolías busco –inútilmente- de reconstruir ese instante etéreo que el páramo de Trujillo me regaló generoso.
© Alfredo Cedeño
3 comentarios:
Hermoso. Gracias
Extraordinarias imágenes, son un regalo para la vista!!
MUY HERMOSO , ASI COMO ES HERMOSA TU ALMA DE POETA .
GRACIAS POR QUERER COMPARTIRLO CONMIGO
LUCIA
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