Río
Chico apareció a fines del siglo XVIII. ¿Cuándo? Sólo Dios debe saber con
precisión, y que me perdonen los eruditos del área quienes aseguran que tuvo
acto fundacional, el cual se llevó a cabo el 24 de Septiembre de 1791 y fue
ejecutado por el Obispo Mariano Martí.
Lo dudo, y no son meras ganas de fastidiarle la paciencia a nadie, ni de
joder la pava, para decirlo en lengua llana.
Revela Lucas
Guillermo Castillo Lara en su libro Apuntes
para la historia colonial de Barlovento que en el año 1788 Río Chico aportó a las arcas eclesiásticas por conceptos de Diezmo 2.200 pesos… Es decir que
tres años antes de ser fundada ya la población estaba aportando su cuota para
la manutención de la burocracia santa.
Dejo
en paz a los demás y entro a escribirles sobre este pueblo que, 105 kilómetros en
línea recta al este de la capital venezolana, en predios del estado Miranda, alguna
vez fue llamado Caracas chiquita
gracias al auge que obtuvo gracias a la
producción de cacao. Sus casas rivalizaban en dotación, fuste y boato con las
viviendas caraqueñas más orondas. No en balde en sus alrededores los llamados Grandes Cacaos, como llamaban a los
ricos de entonces, tenían sus plantaciones del oro vegetal.
Los
conflictos entre los terratenientes y la corona española fueron agua de todos
los días en nuestra historia colonial. Por un lado los criollos trataban de
obtener mayores beneficios de sus plantaciones, y la maquinaria monárquica
pretendía un monopolio; por supuesto que los primeros siempre encontraban
maneras y formas de burlarlo.
Uno de los
tantos mecanismos intentados fue la creación, mediante Real cédula expedida por
Felipe V, de La Real
Compañía Guipuzcoana de Caracas que legalmente constituida el
25 de septiembre de 1728. A
este ente se le otorgó que fuese la única autorizada tanto a la importación y
comercialización de toda clase de mercancías europeas en la provincia de
Venezuela como a la fijación de precios y compra de los bienes producidos en
Venezuela y su comercialización en España.
El atajaperros
fue perpetuo y el contrabando fue la vía más idónea para burlar el control de
los oriundos de Guipúzcoa. Narra Eduardo Arcila Farías, en su libro Economía colonial de Venezuela, que un
informe de 1778 enviado por el Cónsul español en Amsterdam, Agustín Moreno
Henríquez, al Secretario de Estado José de Galvez, revelaba que mientras la Compañía Guipuzcoana
pagaba ocho, diez o doce pesos por la fanega de cacao de 110 libras , los
holandeses en cambio compraban la fanega de 90, en 24 y 26 pesos; y si los productores
transportaban su mercancía hasta Curazao, entonces recibían 30 y 32 pesos.
Como
bien pueden suponer respecto a Río Chico son miles de páginas las que se
encuentran en numerosas publicaciones.
De muestra les coloco lo que Agustín Codazzi dejó asentado en Resumen de la Geografía de Venezuela,
publicado en 1841: “La villa de Río-Chico está situada a la orilla del río de
su nombre en un terreno bajo cerca de la mar, de la cual dista poco más de una
legua en línea recta. La frondosidad de los terrenos que se cultivan en este
cantón, su aproximación a la mar, en cuyas costas pueden ondear buques; su
cercanía a la laguna de Tacarigua, riquísima en peces, casi en la boca del río
Paparo por donde pasan las producciones del territorio de Caucagua, en el
camino que va a Barcelona por la costa, y los muchos terrenos vírgenes y
fértiles que encierra, hacen que el punto de Río Chico sea interesante para la
agricultura y el comercio”.
No
puedo dejar de pensar, cada vez que recorro las calles de esta comunidad, que
era digna de mejor suerte que esta de verse reducida a ser traspatio de fin de
semana de la urbe caraqueña, o recipiente de las dádivas que de un tiempo a
esta parte se empeñan en suministrar a sus habitantes las maquinarias políticas,
en un deleznable empeño por convertir en pedigüeños a una gente de tradición de
faenas, las cuales siempre abordaron con gentileza y alegría.
Río
Chico ha parido gente como Argelia Laya y Rafael Arévalo González. La primera
fue una mujer que dejó hondas huellas en las luchas por la igualdad de la mujer
y los desposeídos. El segundo fue un ejemplo de hidalguía en el ejercicio del
periodismo lo cual le acarreó largos años de cárcel durante ese largo sudario
que amortajó a Venezuela durante la
dictadura de Juan Vicente Gómez. Fueron catorce veces las que él pasó por los presidios para totalizar veintisiete años de su vida
tras las rejas.
Este
pueblo es devoto a rabiar de su patrona Nuestra Señora de Las Mercedes. Tal vez
de allí venga mi particular conexión con esta comunidad, en un velado homenaje
a Mercedes María, mi madre, quien no cesa de hacer falta. Son célebres las celebraciones que en homenaje
a dicha virgen se llevan a cabo allí cada 24 de septiembre.
El
actual párroco es un merideño de pura cepa, específicamente de Canaguá, fray
Beltrán Sánchez Mora, quien a sus 43 años y el habitual acento cordillerano,
narra las bondades, solidaridad y vigor de su feligresía. “No puedo ocultar
que, si bien sé que no hay lo que el Señor no disponga para cobijarnos en
nuestra labor pastoral, la inocencia y generosidad con que ellos me acompañan
es una manifestación palmaria de una fe viva y en permanente ejecución.”
Narran
en Río Chico que el fervor a su virgen no es gratuito y que ella nunca los ha
desamparado. A guisa de ejemplo cuentan que en diciembre de 1999, cuando la terrible
vaguada que afectó a todo el litoral central venezolano y que en toda la zona
de Barlovento se manifestó con particular fuerza, este pueblo quedó cubierto
por las aguas. A fines de evitar daños a la propiedad los agentes policiales, “con
las aguas hasta media pierna realizaban labores de vigilancia.” Una tarde, ya cayendo la noche, uno de ellos vio
en un costado de la plaza Bolívar a una dama trajeada de blanco; él junto a sus
compañeros le ofrecieron ayuda pero como ella no parecía prestarles atención la
siguieron para ayudarla a evacuar el lugar.
Cuentan los
policías que la dama súbitamente se les desapareció en los alrededores de la Iglesia , lo cual
notificaron a sus superiores. El hecho también fue notificado al entonces
párroco fray Santiago García; quien al rato se dio cuenta de una irregularidad en
el nicho de la imagen de Nuestra Señora de las Mercedes. Al acercarse a la
figura, el sacerdote encontró el vestido de la imagen húmedo en el área de la
falda… Fray Santiago aseguró en aquel momento “que ella quiso revelar su
milagrosa presencia en esos momentos de desolación y dolor, donde numerosas familias
habían perdido su hogar”.
En
este trozo de Venezuela, la incesante alquimia que nos hace ser lo que somos es
un retorno incesante de hechos y creaciones que maravillan constantemente. Allí
se pueden encontrar casas preciosas donde el tiempo parece haber anidado y
detenido su vuelo incansable. Es el caso
de la familia Pedauga, cuya morada que constaba de cinco ventanales, fue comprada
por el bisabuelo en 1845 por doscientos cincuenta bolívares.
Familia
que fue plantada en estos territorios por el viejo Lucién Pedauga. El mismo a quien la magistral pluma de Alfredo
Armas Alfonso introdujo a su cuento La Niña de Cundiamor: “Estaba colgando mi bulto
del gancho donde papá nos ha enseñado a dejarlo, cuando oigo que el agente
viajero Lucién Pedauga, quien lleva dos días alojado en el hotel que mamá ha
abierto usando la casa de abajo donde siempre salen muertos y se oye que ruedan
cadenas de las que usaban en las cárceles españolas, le comenta a mamá, que le
está sirviendo el almuerzo, que qué llevaría a esa muchacha a eso.”
Río
Chico, corriente de aguas lustrales que rocía las ofrendas manadas de una
tierra feraz y espléndida. Río Chico, pueblo de negros en libertad y simiente
de la condición cimarrona que nos acompaña en cada gesto que termina haciéndose
gesta. Rio Chico, aleteo permanente del ave que retorna a su nido con la
pasmosa precisión de la danza que la vida entrega día a día.
© Alfredo Cedeño
1 comentario:
BUENOS DIAS, MUY BUENA SU PAGINA Y SOBRE TODO POR LA INFORMACIÓN QUE NOS APORTA JUNTA CON LAS FOTOGRAFIAS, ENTRE EN ELLA BUSCANDO INFORMACIÓN SOBRE LOS ORIGENES DEL APELLIDO DE MI PADRE, NACIÓ EN RIO CHICO SUS APELLIDOS GARCÍA MACHADO. gracias
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