sábado, febrero 06, 2016

MIEDO


 
“El miedo es un cuento que inventaron unos, que se creen más avispados que los demás, para dejarnos sin saber la verdad de las cosas”, era la respuesta invariable que me daba mi papá cuando le decía que estaba asustado ante algo o alguien. Su respuesta iba acompañada de una coletilla en la que me narraba su experiencia de medianoche con un gato negro.
Un día él se había quedado, sabrán él y Dios dónde y con quién,  hasta altas horas, y al darse cuenta de lo tarde que ya era, se despidió y agarró camino a su casa que en ese entonces quedaba en La Cabrería, que está en la parte alta de La Guaira. Esa cuesta que en aquellos tiempos era empedrada, al pasar las curvas de La Pólvora, tenía un atajo, o “pica” como las llaman en Vargas, por el que se acortaba un buen trecho de camino. Eran días en los que la ermita de El Carmen daba la hora y sus campanas se oían en todo el pueblo. Cuando él comenzó a subir la vereda, en medio de la cual había una piedra inmensa, ve en la parte alta, debajo de un poste de alumbrado público, un gato negro inmenso. “Cuando lo veo, no te voy a negar que me dio cierto escalofrío, pero ¿qué me podía hacer un gato?, ni que hubiera sido una pantera, a lo mejor un mapurite sí me habría hecho pensarla más. Total que seguí subiendo y veo que el bicho ese empieza a bajar, y en eso comienza el campanario a dar las doce de la noche. Cuando terminaron las campanadas yo había terminado de darle la vuelta a la peña… ¡Y el gato no estaba! Sí, me asusté, mejor dicho Alfredito: ¡Me cagué! Y le dije a la Virgen del Carmen: ¿Será que de verdad me están espantando? Sácame de esta con bien virgencita.  La cosa es, hijo, que uno siempre cargaba una linterna en el bolsillo de atrás, la saqué y me puse a buscar el bendito animal, tenía que estar en algún lado, y mientras le rezaba una Salve a la Carmela, seguí dándole la vuelta a la peña esa. ¡Hasta que lo  encontré! Había un hueco que casi no se veía y el pobre animalito, que estaba más asustado que yo, se había encuevado ahí. ¿Cómo lo iba a ver? Por eso es que le digo, el miedo está para vencerlo, porque si no se empieza  a creer en muertos y La Sayona y cuanta vaina han inventado por ahí, y uno termina temblando como una cucaracha cuando le echan Shelltox”.
Ahora bien, consideraciones paternas aparte, aseguran los especialistas del área que esta emoción se encuentra alojada en el llamado sistema límbico. Como este no es un tratado de fisiología, y lo que se trata es de darle a ustedes unas pinceladas –por favor los conocedores del tema no pidan ahora mi cabeza cual Salomés de nuevo cuño–, resumo que al dispararse un “sistema de alarma” de nuestro organismo ello nos prepara para sobrevivir.  Cuando eso ocurre nuestro sistema nervioso provoca que nos aumente la presión arterial, se intensifique el metabolismo celular, aumente la glucosa en la sangre, así como la coagulación sanguínea y se dispare la actividad mental; al mismo tiempo la sangre se va a los músculos mayores, principalmente a las piernas, lo cual otorgara suficiente energía para escapar si es el caso necesario. En ese momento el corazón comienza a trabajar a una velocidad sensiblemente por encima de la usual, y se produce una transmisión veloz de hormonas a todo el cuerpo; mientras que el sistema inmunológico y todas las funciones no esenciales en el cuerpo, se detienen. En pocas palabras el organismo se prepara para lo que venga: huir o pelear.
Lo cierto es que este sentimiento ha sido abordado por todas las disciplinas del conocimiento, desde lo teológico hasta lo gnoseológico se ha involucrado en tales bretes. La historiadora neozelandesa Joanna Bourke, autora de Miedo: una historia cultural, afirma que el miedo es un efecto colectivo e individual, y asegura haber determinado en sus investigaciones que su principal transmisor actualmente son los medios de comunicación de masas. Utiliza como muestra el pánico colectivo desatado en Estados Unidos en 1938 por la transmisión de La guerra de los mundos en adaptación hecha por Orson Welles. A Bourke le sorprende que los antecedentes de la experiencia de Welles no sean más divulgados, y cita el caso inglés de 1926 cuando la celebérrima BBC de Londres realizó una emisión de similar tenor, pero en esa ocasión el tinglado estuvo a cargo de  Ronald Knox, provocando idéntica oleada de miedo colectivo en el Reino Unido. La autora especula que dicha experiencia fue olvidada, “tal vez por un posterior sentimiento de vergüenza colectiva”. La tradicional flema británica no podía comportarse de otro modo.
Esta autora considera también que el miedo es un arma de dominación política y de control social. ¿No se encuentran familiarizados mis lectores venezolanos con dicha apreciación? ¿Qué es lo que esta pandilla de malvivientes que dice gobernar nuestro país ha utilizado de manera magistral para imponer su tinglado? ¿Acaso se olvidan cuando semanas antes de las elecciones de 1998 el comandante intergaláctico ofreció en Maturín freír en aceite la cabeza de los adecos?, aunque hay cronistas del submundo rojo rojito quienes aseguran que él nunca pronunció dichas palabras y que ellas fueron obra de un imitador.  Lo innegable es que no sólo se dedicó a freír cabezas, barrigas y corazones de los adecos sino del país entero.
Hemos visto cómo el miedo se ha convertido en una perversa política de estado, con la cual una cada vez más grande minoría ha mantenido intimidada a una mayoría avasallada por un ejercicio amoral del poder.  Es una Política de Estado que han desarrollado estos señores en nuestras narices de manera sostenida desde su misma llegada al poder.  El jueves 20 de enero de 2000 Jesús Urdaneta Hernández renunció a su cargo como director de la DISIP luego de un enfrentamiento con el por lo visto momificado José Vicente Rangel. Ese choque se venía gestando desde que Urdaneta había osado detener al hijo de Lewis Pérez, en ese tiempo secretario general de AD, debido a un proceso de importación-exportación de armas de guerra con fines desconocidos. Tal vez el bisoño comandante desconocía los añejos lazos Rangel-Pérez. Lo cierto es que al poco tiempo de abandonar la jefatura de la policía política, este ex militar dio unas declaraciones en las cuales aseguraba que, de ser necesario, Chávez excarcelaría a los delincuentes comunes para emplearlos como fuerzas defensivas de la revolución… Esas palabras pasaron literalmente por debajo de la mesa, y no se le hizo caso alguno.
¿Qué estamos viendo de cierto tiempo para acá? ¿Qué refleja la pranocracia que está viviendo el país? ¿Cómo entender que ante el derroche de ineptitud e ineficacia de la “ministra” Fosforito siga ejerciendo una cartera ministerial? Lo ya dicho: Es una Política de Estado para mantenerse en el ejercicio del poder al costo que sea, y no se perciben respuestas frente a ello, vemos como esa espiral de violencia institucionalizada es la que mantiene el control de nuestra dinámica económica, social y política.  No es solo la ciudadanía quien soporta inerme las arremetidas de esta plaga que a veces luce inextinguible. Son inacabables los testimonios de empresas de todo tenor y dimensiones sometidas a un cerco de secuestros, extorsiones y malandreo hasta lograr su venta a veces por precios irrisorios a “inversionistas” afines al bendito “proceso”; cuando no son sometidos al no menos atrabiliario ¡Exprópiese!, del patán de turno.
 ¿Será que no hay quien cargue una linterna para poder iluminar la madriguera donde se han escondido estos bichitos a gruñir como las fieras que son, más sin la fortaleza del caso, y hacerles salir para que se callen de una buena vez? Por lo visto el cuento que inventaron unos avispados ha logrado dejarnos sin saber la verdad de las cosas…

© Alfredo Cedeño


3 comentarios:

Anónimo dijo...

Buenos días mi amigo. De nuevo ameno, interesante y verdadero tu artículo. Gracias. Un abrazo y que Dios te bendiga.

Alejandro Moreno

Anónimo dijo...


Y a pesar de que todo cuanto producen es MIEDO, nos quieren cobrar por eso...

Ylleny Rodríguez

Ing, Carmen Elena Pérez Daza dijo...

Muy buena publicación...lo felicito.

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