“El miedo es
un cuento que inventaron unos, que se creen más avispados que los demás, para
dejarnos sin saber la verdad de las cosas”, era la respuesta invariable que me
daba mi papá cuando le decía que estaba asustado ante algo o alguien. Su
respuesta iba acompañada de una coletilla en la que me narraba su experiencia
de medianoche con un gato negro.
Un día él se
había quedado, sabrán él y Dios dónde y con quién, hasta altas horas, y al darse cuenta de lo
tarde que ya era, se despidió y agarró camino a su casa que en ese entonces
quedaba en La Cabrería, que está en la parte alta de La Guaira. Esa cuesta que
en aquellos tiempos era empedrada, al pasar las curvas de La Pólvora, tenía un
atajo, o “pica” como las llaman en Vargas, por el que se acortaba un buen
trecho de camino. Eran días en los que la ermita de El Carmen daba la hora y
sus campanas se oían en todo el pueblo. Cuando él comenzó a subir la vereda, en
medio de la cual había una piedra inmensa, ve en la parte alta, debajo de un
poste de alumbrado público, un gato negro inmenso. “Cuando lo veo, no te voy a
negar que me dio cierto escalofrío, pero ¿qué me podía hacer un gato?, ni que
hubiera sido una pantera, a lo mejor un mapurite sí me habría hecho pensarla
más. Total que seguí subiendo y veo que el bicho ese empieza a bajar, y en eso
comienza el campanario a dar las doce de la noche. Cuando terminaron las
campanadas yo había terminado de darle la vuelta a la peña… ¡Y el gato no
estaba! Sí, me asusté, mejor dicho Alfredito: ¡Me cagué! Y le dije a la Virgen
del Carmen: ¿Será que de verdad me están espantando? Sácame de esta con bien
virgencita. La cosa es, hijo, que uno
siempre cargaba una linterna en el bolsillo de atrás, la saqué y me puse a
buscar el bendito animal, tenía que estar en algún lado, y mientras le rezaba
una Salve a la Carmela, seguí dándole la vuelta a la peña esa. ¡Hasta que
lo encontré! Había un hueco que casi no
se veía y el pobre animalito, que estaba más asustado que yo, se había
encuevado ahí. ¿Cómo lo iba a ver? Por eso es que le digo, el miedo está para
vencerlo, porque si no se empieza a
creer en muertos y La Sayona y cuanta vaina han inventado por ahí, y uno
termina temblando como una cucaracha cuando le echan Shelltox”.
Ahora bien,
consideraciones paternas aparte, aseguran los especialistas del área que esta
emoción se encuentra alojada en el llamado sistema límbico. Como este no es un
tratado de fisiología, y lo que se trata es de darle a ustedes unas pinceladas
–por favor los conocedores del tema no pidan ahora mi cabeza cual Salomés de
nuevo cuño–, resumo que al dispararse un “sistema de alarma” de nuestro
organismo ello nos prepara para sobrevivir.
Cuando eso ocurre nuestro sistema nervioso provoca que nos aumente la
presión arterial, se intensifique el metabolismo celular, aumente la glucosa en
la sangre, así como la coagulación sanguínea y se dispare la actividad mental; al
mismo tiempo la sangre se va a los músculos mayores, principalmente a las
piernas, lo cual otorgara suficiente energía para escapar si es el caso necesario.
En ese momento el corazón comienza a trabajar a una velocidad sensiblemente por
encima de la usual, y se produce una transmisión veloz de hormonas a todo el
cuerpo; mientras que el sistema inmunológico y todas las funciones no
esenciales en el cuerpo, se detienen. En pocas palabras el organismo se prepara
para lo que venga: huir o pelear.
Lo cierto es
que este sentimiento ha sido abordado por todas las disciplinas del
conocimiento, desde lo teológico hasta lo gnoseológico se ha involucrado en
tales bretes. La historiadora neozelandesa Joanna Bourke, autora de Miedo: una historia cultural, afirma que
el miedo es un efecto colectivo e individual, y asegura haber determinado en
sus investigaciones que su principal transmisor actualmente son los medios de
comunicación de masas. Utiliza como muestra el pánico colectivo desatado en
Estados Unidos en 1938 por la transmisión de La guerra de los mundos en
adaptación hecha por Orson Welles. A Bourke le sorprende que los antecedentes de
la experiencia de Welles no sean más divulgados, y cita el caso inglés de 1926
cuando la celebérrima BBC de Londres realizó una emisión de similar tenor, pero
en esa ocasión el tinglado estuvo a cargo de Ronald Knox, provocando idéntica oleada de
miedo colectivo en el Reino Unido. La autora especula que dicha experiencia fue
olvidada, “tal vez por un posterior sentimiento de vergüenza colectiva”. La
tradicional flema británica no podía comportarse de otro modo.
Esta autora
considera también que el miedo es un arma de dominación política y de control
social. ¿No se encuentran familiarizados mis lectores venezolanos con dicha
apreciación? ¿Qué es lo que esta pandilla de malvivientes que dice gobernar
nuestro país ha utilizado de manera magistral para imponer su tinglado? ¿Acaso
se olvidan cuando semanas antes de las elecciones de 1998 el comandante
intergaláctico ofreció en Maturín freír en aceite la cabeza de los adecos?,
aunque hay cronistas del submundo rojo rojito quienes aseguran que él nunca
pronunció dichas palabras y que ellas fueron obra de un imitador. Lo innegable es que no sólo se dedicó a freír
cabezas, barrigas y corazones de los adecos sino del país entero.
Hemos visto
cómo el miedo se ha convertido en una perversa política de estado, con la cual una
cada vez más grande minoría ha mantenido intimidada a una mayoría avasallada
por un ejercicio amoral del poder. Es
una Política de Estado que han desarrollado estos señores en nuestras narices
de manera sostenida desde su misma llegada al poder. El jueves 20 de enero de 2000 Jesús Urdaneta
Hernández renunció a su cargo como director de la DISIP luego de un
enfrentamiento con el por lo visto momificado José Vicente Rangel. Ese choque
se venía gestando desde que Urdaneta había osado detener al hijo de Lewis
Pérez, en ese tiempo secretario general de AD, debido a un proceso de
importación-exportación de armas de guerra con fines desconocidos. Tal vez el
bisoño comandante desconocía los añejos lazos Rangel-Pérez. Lo cierto es que al
poco tiempo de abandonar la jefatura de la policía política, este ex militar
dio unas declaraciones en las cuales aseguraba que, de ser necesario, Chávez
excarcelaría a los delincuentes comunes para emplearlos como fuerzas defensivas
de la revolución… Esas palabras pasaron literalmente por debajo de la mesa, y
no se le hizo caso alguno.
¿Qué estamos
viendo de cierto tiempo para acá? ¿Qué refleja la pranocracia que está viviendo
el país? ¿Cómo entender que ante el derroche de ineptitud e ineficacia de la
“ministra” Fosforito siga ejerciendo una cartera ministerial? Lo ya dicho: Es
una Política de Estado para mantenerse en el ejercicio del poder al costo que
sea, y no se perciben respuestas frente a ello, vemos como esa espiral de
violencia institucionalizada es la que mantiene el control de nuestra dinámica
económica, social y política. No es solo
la ciudadanía quien soporta inerme las arremetidas de esta plaga que a veces
luce inextinguible. Son inacabables los testimonios de empresas de todo tenor y
dimensiones sometidas a un cerco de secuestros, extorsiones y malandreo hasta
lograr su venta a veces por precios irrisorios a “inversionistas” afines al
bendito “proceso”; cuando no son sometidos al no menos atrabiliario
¡Exprópiese!, del patán de turno.
¿Será que no hay quien cargue una linterna
para poder iluminar la madriguera donde se han escondido estos bichitos a
gruñir como las fieras que son, más sin la fortaleza del caso, y hacerles salir
para que se callen de una buena vez? Por lo visto el cuento que inventaron unos
avispados ha logrado dejarnos sin saber la verdad de las cosas…
© Alfredo Cedeño
3 comentarios:
Buenos días mi amigo. De nuevo ameno, interesante y verdadero tu artículo. Gracias. Un abrazo y que Dios te bendiga.
Alejandro Moreno
Y a pesar de que todo cuanto producen es MIEDO, nos quieren cobrar por eso...
Ylleny Rodríguez
Muy buena publicación...lo felicito.
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