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jueves, septiembre 18, 2014

FLOR EN FUEGO

En mi Caracas las flores escupen fuego
y sus mujeres pelean con la soldadesca,
los muchachos enseñan a hacer dignidad
y las calles son un cielo de esperanzas.
Mi Caracas es un espejo de nuestro país
y su anhelo infinito de libertad castrada,
su gente no entiende de echarse a morir
y dejar que nos dejen con las alas rotas.


© Alfredo Cedeño

domingo, septiembre 14, 2014

MUJERES (Nersa Aguilera)

            “Yo pienso que nuestro Señor ya tiene previsto qué vas a hacer, qué vas a ser, y ya vienes inserto con todo aquel talento, lo que hay que hacer es explotarlo.” Ella se llama Nersa del Valle Aguilera Contreras, y vive en Seboruco, localidad tachirense a la cual dediqué este espacio la semana pasada.  El día antes de regresar a Caracas le conocí y confieso que fue una suerte de experiencia mística que hoy comparto con ustedes.
 
            Ella es una artista en la acepción más vasta de la palabra, pero cuya actividad plástica en su entorno me hizo sentir al recorrer su casa, en el 3-15 de la carrera 7 de la citada población, que estaba en la de un Armando Reverón con faldas.  Pero dejo que siga hablando ella: “Desde muy niña me gustaba jugar con el barro allá en la finca de mamaíta, luego lo poníamos al sol y con eso jugábamos. Yo hacía la gallina, y hacía el nido con los huevos; posteriormente esto se fue afianzando.”
 
Su padre, Alejandro Aguilera, era de Irapa, estado Sucre, y su madre, Matilde Contreras de Aguilera, seborucense, por ello en su típico tono cantarino de las montañas andinas se cuelan modismos muy orientales. Estudió en su pueblo la escuela primaria, luego en La Grita en el Liceo Militar, y finalmente obtuvo la licenciatura en Letras en el núcleo de la ULA en San Cristóbal. “Cuando estuve en la universidad llegaba de clases y me encerraba en el apartamento, y empezaba a dibujar, a pintar, a leer. Pintaba con óleo pero no tenía ninguna formación de escuela con ese elemento, fue enteramente innato. El Espíritu Santo es quien le otorga a uno todo este conocimiento, aparte de ello coso, bordo, cocino, y lo que me rodea: la naturaleza, las plantas, el paisaje, todas esas manifestaciones que enaltecen el espíritu.”
 
La oía mientras me enseñaba una vasija rota que conserva en un nicho de su casa porque "ahí llegan las abejitas menuditas y hacen sus panales", y recordaba los versos de Fernando Rielo:
Tú has visto mi ciudad, paraíso perdido, que nunca volviera
a la tierra ingrata con sus mariposas
que cantan nanas a las hojas
Nersa le hace nanas a las hojas en todo cuanto le rodea, enfrascada en eso que algunos llaman “intervenciones”. No hay pieza que le rodee que no goce de sus juegos cromáticos. Desde un rígido archivador metálico (con el que soñé para guardar mis cerros de papeles garabateados) hasta un humilde aripo, o budare de barro, se llenan de las ramas que no parecieran cesar de salir de sus manos menudas y de cortas uñas. 


Al comienzo pintaba con lápiz, creyón, tiza. “Yo dibujaba rostros, figuras,  abstracto no, no me gustaba ­–¡nunca!–, bodegones, mariposas, iba a una iglesia y observaba muchos los rostros, los niños. Estuve trabajando algo de pintura ingenua, que luego la abandoné y me sometí a la restauración de los muebles de madera y a pintarlos, que también fue un proceso autodidacta porque nadie me dijo usted debe hacer esto así, así y asao. A lo largo del tiempo y la experiencia y me encontraba sola yo decía bueno al estar sola tengo que yo misma ir saliendo a flote como tengo que reestructurar cada pieza, qué debo hacer.”
 
No le tiembla la voz suave, pero muy decidida, para reconocerse: “Nosotras las mujeres  tachirenses somos muy conservadoras en todo el sentido de la palabra, queremos conservar el novio de la infancia, el matrimonio, los hijos que nunca se nos vayan del lado y cada pieza para mí es muy importante. Conservar todo tipo de manifestaciones, todo tipo de objeto, procedentes del bambú, de la madera, del hierro, conservar un árbol, conservar en todo el sentido de la palabra.”
 
Este delirio que ahora la rodea en su casa de Seboruco comenzó hace cerca de quince años. “Empecé con ese baúl porque fue la primera pieza que me llegó a la mano, pero cualquier pieza que caiga a mis manos pues obviamente es restaurada, esta mesa es restaurada, esas sillas son restauradas, esas las conseguí en una tienda en San Cristóbal. Es decir lo importante es conservar quizás para darle a las generaciones venideras qué se hizo en ese momento histórico, qué elementos se emplearon y a lo mejor al cabo del tiempo se sustituirán por otro elemento, por otra madera, por otro elemento pero que en ese momento ya no están.”
 
            Como toda persona genial carga con su buena dosis de incomprensión, que a la postre termina convertida en admiración. Luego de hablar con ella y comentarlo con uno de sus paisanos, éste me comentó: “La verdad que uno muchas veces no sabe ni lo que tiene, uno veía a Nersa cargando en su carro unos pereques viejos, y yo me dije: ¿Será que se metió a chatarrera? ¡No puede ser que la hija del Negro Aguilera haya caído en eso! Cuando a los días pasé por su casa y miré lo que ella había hecho con esos trastos… ¡No lo podía creer! Esa mujer es una maravilla...”
 
Ella está más allá de todo eso y sigue en su trabajo incesante: “Hay personas que se inclinan mucho hacia el minimalismo, personalmente no me gusta, en ningún sentido de la palabra, lo encuentro muy frío, muy distante. Uno llega a una casa, un hogar y no encuentra aquel calor. El minimalismo es algo muy hermético, muy frío y ahí queda, es sólo una pieza que la tienes allí, muy calculador y no más. Y con el paisajismo es lo mismo: un poquito de zona verde, un arbolito, mientras que la naturaleza nos ha proporcionado tanto… Aquí al frente tengo el cerro de San Diego y veo tantísima naturaleza que cualquier minimalista llegaría y lo talaría y lo quemaría. En base a esa naturaleza que me rodea por los cuatro puntos cardinales, y que he sido una mujer muy observadora, soy lo que hago. A mí nadie me dio una clase de pintura, de dibujo, nada, solamente que he sido muy observadora, muy conductista y los conductistas esa es una de las características que poseemos: observar mucho para luego plasmar.”
 
La oigo embelesado por su voz cantarina y sus gestos rápidos. “Tenía una pareja y creo que más bien con él me sentía muy absorbida, lo sigo manteniendo como amigo, pero hasta ahí. Ahora en este momento, con mi plenitud, con mi florida madurez, no me siento sola.”  Sus palabras se dejan rodar como las quebradas andinas y van entregando su vida, así llega al dolor y con los ojos a flor de llanto confía: “Lo más duro que me ha tocado vivir es la pérdida de mi hija, fue devastadora, pero me enseño muchísimo. Me enseñó a ser más espiritual, a fortalecer el altruismo, a tener compasión con la persona que no tiene; me ha hecho ser más humana y eso es un logro muy importante porque son los mandamientos…”
 
Al escucharla no pude dejar de recordar los versos de santa Teresa:
¡Ay, qué larga es esta vida!
¡Qué duros estos destierros,
esta cárcel y estos hierros
en que está el alma metida!
Sólo esperar la salida
me causa un dolor tan fiero,
que muero porque no muero.
 
Nersa está convencida de que su trabajo “es una manifestación mística, porque yo no he tenido jamás una persona, un guía que me llegue a decir, que me diga, o que yo pregunte cómo se hace esto, cómo se hace lo otro, no, sencillamente tengo testimonios espirituales. Un día fui para la iglesia de Santa Ana, y cuando entré le dije a mi compañero, a Eduardo, “yo soñé con estos tonos y esto que está aquí”. ¡Eran unos tonos! ¡Yo lo había soñado, un sueño que definitivamente era un sueño de lo alto, eso vino de Jesucristo! Eran unos tonos que no hay explicación alguna. Le hice una vez un nicho a una señora de Caracas y emplee esos tonos, no quiero pasar por petulante, pero era algo sobrenatural, algo muy hermoso. Esta casa y la naturaleza son las indicadas para yo hacer este tipo de trabajo, donde me aparto, me encierro y puedo hacer esto.”
 
            Si algún día anda por Seboruco al pasar por la plaza Bolívar párese, pregunte por ella, cualquiera le dirá donde es, y sumérjase en esa casa delirante que esta  mujer preciosa ha ido convirtiendo en una morada de la que no se puede salir sin hacer un esfuerzo inmenso.  Cada día mis dudas son menos: Venezuela es una Tierra de Gracia donde Dios dejó escondidos un montón de ángeles hacendosos en cientos de lugares privilegiados; Nersa es uno de esos seres, Seboruco es uno de tales sitios.

© Alfredo Cedeño
 
 
 
 
 
 
 
 

jueves, agosto 21, 2014

FORJA

Trece centellas hechas espadas
bajan a la calle a proclamar
lo que ningún necio puede eludir:
la esperanza es un río sin dique
el derecho no es una gris mordaza
la justicia es una tempestad sorda
el futuro se hace minuto a minuto
las luchas se dan para ganarlas
el estudiante es una quimera sin fin
los obreros no son excusas vacuas
la arrogancia es una mula suicida
los disparos son ladridos inútiles
las calles sirven para lavar canalladas
los cretinos sólo saben dar amenazas
el destino siempre es libre y luminoso
la muchacha venezolana es forja preciosa de fuelle muy largo…

© Alfredo Cedeño 

domingo, enero 19, 2014

ALFAREROS DE LOMAS BAJAS

            Una mañana de febrero de 1984, luego de haber sobrevivido al día anterior, de buen comer y largo miche al lado del muy recordado Antonio Ruiz Sánchez, lo que de mí quedaba, llegó de la mano de mi padre putativo Humberto “Chácharo” Márquez a la cuna de los choroticos. Cuando quise saber más de adonde me llevaba se limitó a responderme con su voz altisonante “Usted no pregunte y vea, a ver si termina de abrir las entendederas”.
 
            Fue así como tuve mi primer acercamiento al trabajo de los alfareros tachirenses que en Lomas Bajas realizan sus labores seculares de dioses que fabrican con el barro diminutas joyas de cerámica, a veces. Y digo a veces porque también hay mujeres pasmosas como Honoria Ruiz que hace piezas a las que llaman moyones que son más grandes que ella y los cuales fabrica en dos días de trabajo.  Ella, como todos allí, aprendió de sus padres los secretos del trabajo con el barro, para luego bajar al mercado de Táriba a vender sus piezas.
 
            Pero vayamos por parte, paso a poco como gustan de decir algunos eruditos profanos, y les explico de cual sitio les hablo hoy. Lomas Bajas está ubicada en el occidente de Venezuela, 650 kilómetros al suroeste de Caracas y 16 ,5 kms al noreste de San Cristóbal, capital del estado Táchira, el más andino de los estados montañosos venezolanos, como gustan de proclamar los orgullosos hijos de esa tierra.  
 
Para llegar allá, luego de sortear el virtual decreto de inmovilidad en esa región por la escasez artificial de gasolina impuesta desde el gobierno central, uno agarra la carretera que va de San Cristóbal para San Antonio del Táchira, comienza a subir y llega a Capacho Nuevo, sigue adelante y llega a Capacho Viejo. Allí hay que preguntar cómo se llega a Lomas Bajas y empezar a bajar por una carreterita que repentinamente se abre a un paisaje de suaves montañas de tierra roja y menudos caminos que se pierden entre ellas.
 
            Es todo un pueblo que vive de la alfarería. Manos de mujeres, niños y hombres que acarician la tierra hasta darle forma para entregarla al fuego, que se encargará del toque final. Son tantos que es imposible visitarlos a todos, a menos que se disponga de un mes entero. Yo siempre me detengo en el barrio Buenos Aires, en la casa de la familia Vivas.  Ellos fabrican hasta trescientas –¡300!– docenas de choroticos, o pequeños tiestos de barro, como más le provoque decirles, semanalmente. Cada pieza es única, cada una de ellas es una creación que brota de sus manos. Son tres mil seiscientas obras que cada siete días producen en sus tornos y hornos de manera indetenible.
 
            Años después de aquel primer acercamiento al que hice referencia al comenzar esta nota he hecho varios viajes hasta allá y nunca ceso de maravillarme ante la delicadeza de las labores que realizan tanto mujeres como hombres, y en las cuales los niños se van sumergiendo de manera integral. No es gratuito el que ninguno de ellos haya recibido algún tipo de instrucción sobre estas técnicas, todos refieren que fueron aprendidas de sus abuelos y padres, quienes de igual modo les explicaron que de la misma manera ellos las adquirieron.
 
            Ellos utilizan diversas técnicas para efectuar su trabajo de alfareros, donde destaca la de modelado, tanto manual como a través del torno. Estos últimos son piezas ya seculares que también han venido pasando de generación en generación y que al impulso de sus pies hacen girar para darle volumen y tamaño a su producción.
 
            En lo que refiere al modelado manual se producen piezas como las, que también referí párrafos atrás, crea Honoria Ruiz, hormiguita humana cuyas manos metamorfosean el barro, y cual maga contemporánea ofrenda su trabajo a la vida.
 
            Todos son dueños de manos que fabrican delicados milagros del ingenio humano, manos brotadas de la tierra para amasar la tierra y convertirlas en pedacitos de Dios. Al fin y al cabo: ¿qué más es el Creador que una finísima réplica, hecha a imagen y semejanza del hombre?

© Alfredo Cedeño

 

 

 
 
 
 
 
 
 

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