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miércoles, agosto 01, 2018

FANÁTICOS NO, CIUDADANOS

           En mi época de ejercicio del oficio periodístico no hubo asignaciones que me cargaran más la paciencia que aquellas relacionadas con el mundo deportivo, y que me perdone el querido Oswaldo Artiaga. No tengo empacho en decir que siempre he sido alérgico a dichos quehaceres, pese al empeño que en repetidas oportunidades puse por superar dicha animadversión.  Hasta un dedo fracturado me costó al tratar de elevarme sobre un potro; al impulsarme con el plinto me estrellé contra el armatoste de madera que el profesor Eduardo Ramírez había puesto a su máxima altura terminando con el índice derecho enyesado.      
                Regreso a las coberturas deportivas que me tocaron realizar en mi paso por El Diario de Caracas,  Notitarde y El Nacional. Eddy González, "El Gurú", jefe de fotografía de El Diario, me repetía hasta el delirio: "La fotografía es una sola, el hecho que realizas es siempre el mismo, lo que cambia es qué fotografías, así que anda a hacer tu vaina y lo haces bien." La penitencia que para mí significaba dichas pautas la fui mutando hacía la diversión cuando observaba a los espectadores de dichas faenas: la fanaticada.
                Los fanáticos son una verdadera fauna donde los gritos hasta desgañitarse, con los músculos del cuello tensos hasta el paroxismo y casi echando espumarajos por la boca, con los ojos inyectados de un fervor que ya quisieran para sí los mismísimos arcángeles, con unos arrebatos místicos que ni Teresita, son parte del jolgorio que se arma alrededor de cualquier juego de pelota que se celebre en cualquier estadio o descampado de cualquier ciudad.  Y es una actitud universal.
                Hay quienes ven en dichas conductas un reacomodo emocional colectivo, y lo comparan con la catarsis que se provocaba en los espectadores al contemplar algunas de las tragedias que se escenificaban en Atenas. Aristóteles la definía como la redención o purificación del público de sus propias bajas pasiones, quien se veía proyectado en los intérpretes de la obra, y al contemplar el castigo merecido e inevitable de estas, pero sin experimentar dicho castigo ellos mismos, se daba dicha salvación.
                Hay quienes cuestionan dicha aproximación puesto que el fanatismo no es más que el apasionamiento irracional e incondicional por un equipo, o causa, al cual se le da la razón, téngala o no. ¿Quién no ha visto un enfrentamiento entre un magallanero y un caraquista en el que ambos tienen el santo grial en su poder? Lo real es que dicha actitud ha sido estimulada hasta el delirio por aquellos que presumen de dirigir los asuntos políticos en Venezuela.  
                En un tiempo san Rómulo y san Caldera eran los santos patronos de la democracia, luego fue san Hugo y ahora es el turno de san Maduro y san Cabello, vírgenes y mártires, quienes encabezan el adoratorio criollo. Gritar y aupar, soporte incondicional pese a las derrotas, van largamente por delante del pensar y actuar que como ciudadanos nos corresponde para dejar de ilusionarnos con pájaros preñados.
               
© Alfredo Cedeño

jueves, noviembre 16, 2017

SIGUEN CON LA CANTALETA

            Escribo con tristeza,  con amarga tristeza, con desolación. No hay manera de entender la incuria y vesania con la que se conducen las élites dirigentes. La pestilencia que arrojan todos es insuperable. Aún más incomprensible es la pose fatalista, cual damisela de folletín del siglo XIX, de cierto sector de la colectividad que se empeña en seguir a los mismos bueyes  desjarretados de siempre. ¿Será que, en efecto, tenemos la dirigencia que merecemos?
            ¿Qué pensar ante argumentos sesudos y razonados de gente, que uno presume bien portada, tratando de justificar candidaturas a alcaldías y demás migajas de poder que la satrapía roja está otorgando a los lameculos de turno? ¿Hasta cuándo será que oiremos la cantaleta de que las derrotas ponen al desnudo al régimen? ¿Más? ¡Llevan años con el rabo al aire!
            Y en sincronía con esa argumentación se apuesta a la ayuda supranatural externa, muchos tienen sueños húmedos ante la perspectiva de una invasión de rubios centuriones, o de la llegada de un batallón de funcionarios trajeados a la usanza de Matrix que toman por asalto las instalaciones públicas y corrigen todos la sarta de estupideces cometidas por esta incorregible recua de asnos que por casi veinte años ha pastado en el erario venezolano.
            Ambas opciones han demostrado su inutilidad a lo largo del tiempo. ¿Acaso pudo hacer algo la temible legión romana en los bosques de Teutoburgo en el otoño del año 9 de nuestra era?  Una alianza de los pueblos germanos, encabezada por el querusco Arminio, hizo polvo al ejército imperial que era comandado por el todopoderoso Publio Quintilio Varo.  ¿Es necesario recordar tiempos más recientes y la derrota del "imperio" contemporáneo en las selvas de Vietnam? En cuanto a la otra posibilidad es imposible dejar de pensar en las sanciones solicitadas por Venezuela en 1960 contra el dictador dominicano Rafael Trujillo, quien estaba involucrado hasta la cacha en el atentado dinamitero contra Rómulo Betancourt en Los Próceres.
            La OEA y la oblea, Perencejo y Segismundo, condenaron al carnicero sin resultado alguno. Fue la decisión y coraje de un grupo de dominicanos los que lograron hacer salir del juego al hijo de su bendita madre. Los pomposos organismos se limitaron a seguir condenando abusos urbe et orbi al compás de martinis secos, cuando no de escocés, acompañados de los entremeses de rigor. 
            Es larga la lista de los claudicantes y de sus tinterillos de alto coturno, corto será el disfrute de sus charlatanerías. Lamento de antemano, por aquello de la caridad, la cuenta que el país entero les pasará, y sé que la generosidad venezolana será estricta en la ejecución de la hipoteca que ha creado esta bandada de cuervos.

© Alfredo Cedeño

jueves, febrero 16, 2017

MISERIA Y MISERABLES


                Entre miseria y miserables hay un abismo a veces insalvable, es una sima que va mucho más allá de la mera semántica. El diccionario de la Real Academia Española con consciencia de ello coloca como tercera acepción de la segunda palabra: Extremadamente pobre. En primer lugar: Ruin o canalla.
                La miseria, o pobreza extrema como gustan algunos decir, es terrible, dolorosa, implacable, tiene olor a derrotas y humedad avejentada; sin embargo en medio de ella sobrevive la generosidad más conmovedora. Recuerdo una casa en el barrio Los Canjilones, de la parroquia La Vega, en mi Caracas natal, donde una muchacha, a la que estaba enseñando a leer y escribir, cocinaba con una ternura infinita para alimentar a sus hijos y todavía rebañaba en sus ollas para brindarme dignamente un plato de comida.  Más de una vez comí hurtándole la mirada para que no notara la conmoción que me provocaba con su desprendimiento hasta hacerme llorar.
                Ese recuerdo multiplica mi indignación ante estas dos historias. Meses atrás en la muy chavista ciudad de Miami, y digo chavista porque no hay otra que le guste más a los herederos del Atila del Siglo XXI, y más específicamente en Brickell, y para más precisión en la discoteca BLUME,  1421 South de la Miami Avenue, se desarrolló esta escena el pasado 2 de febrero: Un miembro del alto mando del despacho que encabeza la muy comprometida ministra del área penitenciaria, pagó 20.000 ¡VEINTE MIL! dólares para que su mesa estuviera llena de gente bella y fuera la más viva de la noche. El consumo permanente fue Dom Perignon. Al terminar la farra, él se encaprichó de la muchacha que los había atendido e insistió impertinentemente para que se fuera con él, sus compañeras me narran su actuación desagradable, al marcharse le dejó a ella de propina 2.000 ¡DOS MIL! dólares mientras le decía: Te lo pierdes.
                No es el único caso. Meses atrás, allí mismo, un vociferante rojo rojito se prendó de otra, le hizo todo tipo de avances, ella se dedicó a trabajar. Al final, el muy revolucionario cliente firmó el recibo de la tarjeta y colocó 5.000 ¡CINCO MIL! dólares de propina. Ya va, no termina el cuento, seguidamente le dijo con tono tartajoso: Si quieres le pongo otro cero, pero ya sabes, te vienes a pasar la noche conmigo.
                Miserables es poco para como merecen ser tildados estas basuras que siguen desangrando nuestro esquilmado país. Peores son quienes habiendo tenido cómo ayudarnos a zafar de ellos se han dedicado a cultivar su propia agenda. Tan ruines como unos son los otros.

© Alfredo Cedeño

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