Los hay colombianos y criollitos,
valeranos por más señas,
quienes venden hasta clavos de la cruz
entre cumbias, tomates y pantaletas.
También hay niñas preciosas
que juguetean sensuales al ofrecer
un pedazo de calabaza sin semillas
o una postal vieja de alguna parte.
Y siempre aparecen por las esquinas
gordos bembones malencarados
que sujetan su escasa delicadeza
cuando juegan a ser Otelo o Don Juan.
© Alfredo Cedeño
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