Cada ciudad, país,
región, o como quieran llamarle, va adquiriendo signos distintivos que disparan
en aquellos que le conocen, o se enteran de su existencia, una relación
inmediata con dicha localidad. Es el
caso de Las Vegas y los casinos, las prostitutas y el barrio Pigalle de París,
New York y los taxis más despelotados del mundo, los churros y Madrid, los fish
and chips y Londres, San Juan de Puerto
Rico y los piononos… En Venezuela se dice mandarinas y se piensa en la vía a
Oriente.
Ya se ha convertido en parte del paisaje de la
autopista que va de Caracas a Higuerote, a la altura de Chuspita, una sucesión
de puestos de venta del mencionado fruto, y si uno se detiene, entre los meses
de diciembre y abril, a preguntarles de
donde vienen esos cítricos, invariablemente todos responden: de Araira…
Aseguran que los cítricos existen
desde hace 20 millones de años y que se originaron en India, China e Indochina;
es decir en el sudeste asiático. Se dice que el nombre les viene del color del
traje que usaban los mandarines chinos; no creo necesario explayarme
escribiéndoles sobre ese deporte tan humano que es dar versiones y opiniones a
nuestro real saber y entender sobre todo aquello en lo que consideremos tener
la más enjundiosa de las disertaciones para explicar así sea el vuelo de los
mosquitos. Lo cierto es que en la actualidad su cultivo y consumo está presente
prácticamente en todo el mundo, con innumerables variedades.
Esta planta pertenece a la familia
de las Rutáceas, género de los Citrus y subgénero aurantioideas; sus frutos son
los cítricos más consumidos en el mundo entero.
Es vox populi los beneficios
de su consumo por su contenido de vitamina C, ácido fólico y provitamina A; también
posee ácido cítrico, potasio, magnesio, calcio y minerales. Mi abuela hubiera dicho que era la tacamajaca
de los cítricos.
Les quiero comentar que
los mayores productores de mandarinas son: Brasil, EEUU, China, México, España,
India, Irán, Italia y Argentina. En el caso de Venezuela los principales
estados productores son Yaracuy, Carabobo y Miranda. En esta última entidad hay
sembradas cerca de 15.000
hectáreas de dichos frutales; lo cual permite inferir que
alrededor del 65% de la superficie y producción de mandarina, en Venezuela está
en territorio mirandino.
Ahora bien, ayer sábado
26 me fui hasta Araira buscando donde estaban colectando mandarinas y así fue
como llegué a Salmerón, que está a 50 minutos de carretera desde la autopista.
Una vez en esa población, uno de los más de cien conductores de pickup Toyota,
que se dedican a “bajar” las cestas a los centros de acopio, me llevó, durante
46 minutos por un camino en condiciones infernales, hasta el sector Juan Torres
a la finca de Simón Yánez.
El viejo Simón, con 62
años y un ACV a cuestas, es el productor más importante de la zona. Posee en 97 hectáreas varios
millares de plantas que ha ido plantando a lo largo de 22 años. “Se dice fácil,
pero nadie sabe el cerro de bolas que he tenido que echarle a esto”.
Él dice que en esta cosecha espera
sacar unas 50 mil cestas, de 40 kilos cada una, de mandarina. “A ver si me
recupero del carajazo del año pasado, que sólo pude llegar a sacar 6.000
cestas… pero así es la vida, no siempre te toca ganar, también se pierde y a
eso uno tiene que hacerle frente. El
dinero no vale nada, a fin de fines cuando te pones a ver bien te encuentras
que no te sirve de nada.”
Yánez tiene una plantilla de 20
peones que trabajan en su finca durante todo el año, pero en estos días de recolecta tiene otros
veinte trabajadores, como es el caso de Ramona Pellicer, de 34 años, quien
trabaja de lunes a domingo, porque “el trabajo no está abundante que se diga, y
aquí me pagan 20 bolívares por cada cesta que lleno, y si me fajo como es puedo
llegar a sacar 20 cestas. Malo no es.”
Ella es la que tiene a su cargo
colectar las mandarinas tangelo que
son 500 plantas que Simón mima con particular empeño. “Esas me las trajeron de
Maracay, y yo no estaba muy convencido, pero en lo que echaron la primera carga
y las probé, me quedé enamorado de ellas. Si pudiera quitar todas las matas de
la mandarina tradicional que tengo y cambiarlas por esta: lo haría, aunque yo
sé que la gente lo que quiere es la de siempre, que tampoco es que se me da
mal; pero quisiera poderle enseñar a la gente la diferencia que hay y la
calidad de esta mandarina; aunque eso me signifique ganar menos.”
Es un tejido de historias y vidas
que se enlazan a 1.800
metros de altura en las montañas que bordean a Salmerón.
Es esa trama que arropa esas laderas y se convierten en pulpa jugosa para
endulzarnos la boca cuando compramos las mandarinas de Araira…
© Alfredo Cedeño
5 comentarios:
Excelente hermano...
Johan Rodríguez Perozo
Buenos dias!! Que fotos tan provocativas, que recuerdos tan ricos
Raquel Garcia
HOLA ALFREDO.... MUY BUENOS DIAS.... ESTAN PARA COMERSELAS... WAOOOO QUE RICAS SE VEN.....!!!!! FELIZ DIA AMIGO..
Miriam Coromoto
Interesante, y además me gustan muchísimo!
Rita
Que emocion y satisfacción me da ver este reportaje, mi Nombre es Aaron Avariano hace 15 años llegue a la comunidad Chuspita, el banqueo, venezuela, lugar donde se tomaron esas fotos del mercado de la mandarina nivel autopista, quiero agregar que cuando llegue a ese mercado las personas no tenian toldos o sombrillas, vendian sus mandarinas al interperie o en ranchos, hasta que comence a implemetar el uso de la sonbrilla roja la cual no solo nos protegia del sol sino que tambien a las mandarinas, el color rojo fue una estrategia que implemete para que el sol con la luz y el color rojo diera una mejor visibilidad y presentación a las mandarinas....
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