Pago mi diezmo a la vida en cada beso que circula
por los antojos de tus faldas lloviznando en mi alma.
Hago de las penitencias la única manera de alzarme
en tus pechos redondos de jícara donde secarme la sed.
Aprendo a dejar en los brocales una esperanza sin razones
con las manos de un retorno que amarra promesas vacías.
Concilio en el borde de tus dientes hambrientos de mí
las amargas flores que me salpican y se deshojan grises.
Rescato el aroma de las verbenas en los barbechos
donde las noches se hacen dulces como tu piel al besarme.
Riego por las calles estas letras sin pudores ni decencias
que sólo saben falsificar los venenos de un beso limpio.
Rescato tus brazos cansados del llanto que entra de noche
soltando corazonadas al compás de despedidas olvidadas.
® Alfredo Cedeño
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