Como un orangután que juega pintando mientras besa
y deja sus caricias azules en la arena sin lavarlas
sus senos caminaron por las mañanas con tentación.
La palma de sus manos se encharcaron de blasfemias
al borde de una montaña que amanecía sin ventanas
donde ahorcar cuaresmas y jaculatorias mal rezadas.
Su talle escondió todas las calles que no escaparan
de su lascivia turbulenta y los perdones abandonados
con la suave condescendencia de villana en agonía.
® Alfredo Cedeño
1 comentario:
Me salva este terceto libre de esa calle que quiero escapar, de esa villanía que no quiere terminar de morir, de ese apetito mordaz que huye con mis besos. ¡Me salva! Ch.
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