Puedo testimoniar,
sin presiones o coacciones mediante,
que sus piernas eran demasiadas de todo
que sus manos eran sencillamente pecaminosas
que sus labios eran de fechorías sin control
que su piel era la lascivia hecha poros
que sus orejas eran redes para besos
y sus nalgas…
de esas es mejor llamarse a callar
por aquello de hacer un justo homenaje al pudor.
® Alfredo Cedeño
No hay comentarios.:
Publicar un comentario