Desde un olvido de hojas verdes,
que dejan besos ciegos en los encuentros
de bocas deslenguadas de besar,
salieron mis manos heridas
con una chispa de vida.
Salimos sin dioses nuevos e incertidumbres,
entre auroras de fuegos fatuos
y arcos de los encantos montañeros,
para cerrar las noches con los resplandores eternos
de la galaxia que cabe en una gota de agua…
© Alfredo Cedeño
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