Aislado hasta de mí
cuelgo los bordes de la sombra
con el vocerío angosto de las lluvias de mayo.
Aquí no hay final feliz ni sueño permanente
largo territorio yermo de la desolación
vasto erial del desconsuelo.
Me olvidé de contar los pares de alas que gasté buscando ser
feliz
para terminar como baquiano certificado en derrotas.
Queda una inmensa deuda de dolor que con dolor se zanja
no hay abonos de clemencia, tampoco descuentos por perdón,
es dolor que pide sangre para que sangre haya sobre la
tarde.
Ego, caprichos y frivolidad armaron un rompecabezas
donde la piedad no tuvo cupo, ni podrá tenerla de regreso…
© Alfredo Cedeño
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