En esta Venezuela de esquinas desconchadas y
senderos que se devuelven hasta confundirnos a todos en un batiburrillo de
sentidos extraviados, hago profesión de fe en la esencia de mi país. De aquí
vengo y a esto pertenezco, y a esta tierra le devuelvo lo que me ha dado: el
orgullo de ser su hijo, la consciencia de ser parte de un todo que se ha
elaborado con la preciosa participación de todos.
Entre tales todos están los Pemón y
de ellos escribo hoy. Este grupo indígena es el tercero más numeroso de entre
los sobrevivientes que encontramos hoy en día arrinconados en numerosos
rincones venezolanos.
Si quieren información, llamémosla más formal, lo cual es muy
legítimo, les copio lo que dice el volumen II de Los Aborígenes de Venezuela, editado por la Fundación La Salle en 1983: “Los
Pemón son un grupo indígena de habla Caribe que habita la porción sureste del
Estado Bolívar (Venezuela) y las áreas vecinas de Guayana y Brasil. La palabra Pemón quiere decir gente, y es un término
usado para distinguir a los miembros de este grupo…”
Ellos son integrantes de una de las llamadas etnias
más estudiadas en Venezuela. Esto se debe en gran parte a la obra, algunas
veces poco entendida y muchas veces muy cuestionada, que llevó a cabo fray
Cesáreo de Armellada.
El nombre real de este misionero
capuchino era Jesús María García Gómez, nacido en Armellada, un villorio
perdido en la Provincia
de León, España por supuesto, a unos 90
kilómetros al sur de Oviedo, o unos 300 al noroeste de
Madrid –escojan ustedes cual le gusta más–, quien llegó en mayo de 1936 a los espacios
habitados por los Pemón. Durante siete
años el cura Armellada vivió allí y se involucró de tal manera que desarrolló
la primera gramática y diccionario del idioma pemón.
Podría seguir extendiéndome sobre
él, pero como no es el tema en el cual quiero ahondar este domingo sigo en lo
que iba. A ellos se les ha catalogado
como divididos en “tres agrupaciones dialectales”: Arekuna, Kamarakoto y
Taurepán.
En el siglo XVIII, y bien saben como
soy de necio con precisar fechas, tanto como en 1772, fray Tomás de Mataró dejó
asentado: “Todo este río Caroní, desde las bocas de la Paraua hasta este lugar, es
mucha la indiada que hay de la nación Camaragota, que para conquistarlos es
imposible sacarlos por este río…”
Al igual que el mentado clérigo,
hubo muchos otros que dejaron testimonios sobre ellos en diferentes documentos
y crónicas. Se considera que los primeros exploradores blancos que estuvieron
en contacto prolongado con los Pemón fueron los hermanos alemanes Schomburgk,
Robert Hermann y Richard Moritz, quienes encabezaron una expedición geográfica
a la Guyana en
1835, que fue promocionada por la Royal Geographic Society de Londres.
Sin embargo, todos aquellos quienes han
estudiado a este colectivo coinciden en señalar al científico alemán Theodor
Koch-Grünberg, quien recorrió parte de los territorios ancestrales Pemón entre
1911 y 1913, para luego publicar su celebérrima obra Del Roraima al Orinoco, como el pionero en el estudio a profundidad
de ellos.
Una de las recopilaciones de
Koch-Grünberg tenía que ver con su mundo espiritual. Confieso que me impresionó
al leer en el tercer tomo de su citada obra la creencia pemona de que el hombre
tiene cinco almas. Aclara don Theodor que: estas
almas se asemejan a los hombres, pero no son corporales sino como sombras. Mi
informante dijo: –Son como las sombras de un fuego, una es la más oscura, la
segunda menos oscura, la tercera casi clara, la cuarta muy clara, pero quedan
siempre en sombra, y la quinta alma es la que habla. Esta es la más noble y la
designan yekatón.
El investigador alemán también
manifestó en aquel momento –¡y ya hace un siglo de ello!– su preocupación por
la perdida de las manifestaciones culturales del pueblo Pemón. Se puede leer en
el mismo tercer tomo: “Rara vez se ven ahora los espléndidos cuellos de pluma
que antes fueron llevados por todos en las grandes fiestas de los Taulipáng,
Makuschí, Akawoío y otras tribus”
Es preciso recordar para quienes lo
saben, o darlo a conocer a quienes no, que el hábitat de los Pemón es el no
menos majestuoso escenario de La Gran Sabana ,
una de las tierras más antiguas del planeta, donde los tepuyes han florecido al
compás de los milenios.
No hay unanimidad de criterios en
cuanto a la llegada a estos espacios de los indígenas, pero se sabe que ya es
secular. Ellos supieron domar una tierra cuya composición, arena y tanino, los
obliga a desplazarse de manera constante para hacer sus conucos en los bordes de
las selvas que salpican estos parajes.
Los Pemón son también grandes cazadores y
pescadores. Por supuesto que en la actualidad el uso de la escopeta se sumó al arco
y la cerbatana; así como el anzuelo a las nasas artesanales –inuk, muroi, taiwe–, y al uso del barbasco, que una vez echado en
el cauce de los ríos les permite luego recoger los peces flotando.
En 1922, el amigo Koch-Grünberg dijo: “Los europeos somos los que menos
derecho tenemos a llamar a otro pueblo 'salvaje', sobre todo después de esta
guerra.” Sin duda alguna el viajero
teutón afirmaba ello luego de conocer el mundo Pemón. Él debió haber conocido
el uso entre ellos del Wekui y el Vikui.
El primero era el más empleado y
consistía en una cuerda de palma, que tenía veintinueve nudos en su extensión y
que se iban desatando a medida que pasaban los períodos de su calendario. En el
caso del Vikui, era un palo con
muescas. Hay referencias de que los viajeros al partir solían portar un Wekui construido con tantos nudos, como
probables días o semanas estaría ausente del punto de partida. Investigaciones
realizadas por diferentes estudiosos han concluido que cada nudo equivalía a un
día y que 12 nudos marcaban la fase de luna nueva en cuanto al uso del Wekui.
Como bien pueden suponer podría
seguir dando detalles semi infinitos sobre ellos. Tampoco viene al caso
hostigarlos pretendiendo atiborrarles de información sobre estos respetados
venezolanos que en estos días han dado una pelea muy peculiar: desde días atrás
mantienen secuestrados a un pelotón de soldados del ejército venezolano,
quienes de manera sistemática se dedicaba a hostigarlos y prohibirles las
actividades de subsistencia en sus
territorios ancestrales.
Transcribo el relato que una noche
oí en Kamarata, de bocas de un anciano, que uno de los más jóvenes me fue
traduciendo al español: Hace mucho tiempo
el Sol era un indio, que se dedicaba a hacer conuco para sembrar ocumo. Esos
era lo único que él comía, su cara era brillante. Un día que se fue a beber
agua y bañarse en una quebrada después de haber estado trabajando, cuando se
acercó al pozo sintió como el remolino de una persona cuando se mete al agua. Y
se quedó pensando qué sería aquello. Al otro día volvió con más cuidado y vio a
una mujer pequeña, pero con el pelo larguísimo, que le llegaba a los pies.
Estaba bañándose y jugando y batiendo el agua con sus cabellos. Pero ella se
dio cuenta de que venía el Sol y se metió a lo profundo del pozo. Pero el Sol pudo
agarrarla por el pelo. “A mi no, a mi no”, gritó ella, que se llamaba
Tuenkarón. Y le dijo: “Yo te mandare una mujer para que sea tu compañera”. Y
entonces el Sol soltó y dejó irse a Tuenkarón.
Es el sortilegio de este país, la
magia de la palabra que nos ha ido hilvanando con la vasta paciencia ancestral
que nos nutre y nos mantiene articulados. Insisto es la consciencia de ser
parte de un todo que se ha elaborado con la preciosa participación de todos.
© Alfredo Cedeño
8 comentarios:
Este blog me trajo recuerdos del día que trabajé por el Orinoco y llegué a Curiapo. Allí, cordializando con un indígena, llego un niño con un gato bello, sin parecido alguno a los que habìa visto antes. Tremendo brinco el que peguè cuando quise acariciarlo y me percatè que era un cunaguaro bebé..... què de vivencias las que uno tiene..... que admiraciòn hacia tì quien no solo las plasmas en blanco y negro sino que las adornas con la historia y fotografìas
Besitos
Raquel Garcia
Por eso lo llamo maestro! siempre aprendo con ud!! GRACIAS! Y muy interesante esto... Una de las recopilaciones de Koch-Grünberg tenía que ver con su mundo espiritual. Confieso que me impresionó al leer en el tercer tomo de su citada obra la creencia pemona de que el hombre tiene cinco almas. Aclara don Theodor que: estas almas se asemejan a los hombres, pero no son corporales sino como sombras. Mi informante dijo: –Son como las sombras de un fuego, una es la más oscura, la segunda menos oscura, la tercera casi clara, la cuarta muy clara, pero quedan siempre en sombra, y la quinta alma es la que habla. Esta es la más noble y la designan yekatón.
Zafira
Esto me trae hermosos recuerdos de cuando escale 8 veces el Roraima y compartí momentos muy intensos con los Pemones.. Nada es casual...
Henry
Hola, q lindo q nos enseñes a través de fotos a los olvidados hermanos venezolanos que viven apartados en selvas, ríos, montañas y lagos
Gracias
Rita
Otro trocito de tu país ya u historia transmitido con todo el amor que lo profesas. Me llamó la atención lo de "las cinco almas" ¿será por eso que a veces nos cuesta tanto llegarnos a entender a nosotros mismos?
Un abrazo
Hola quisiera poder tener información mas detallada de la cultura Pemon. Me releído los libros de Mons. Mariano Gutierrez Salazar. Como podría entrar en contacto contigo o tu informante?
Gracias.
Valentina
Hola Valentina, buen día. No dejaste ningún mecanismo de contacto. Mi correo: alfredorcs@gmail.com
SALUDOS DESDE EL CARIBE,
ME ENCANTA COMO ESCRIBES Y ENTRELAZAS CON HERMOSAS FOTOS.
GRATOS RECUERDOS D ESE BELLO LUGAR D UNA MUY GRATA PERO FUGAZ VISITA EN EL 1995 A LA TIERRA D LOS TEPUYS Y LOS PEMONES.
SOY BORIKUA D SANGRE TAINAESPANOLAAFRICANA Y SABE DIOS Q MÁS. ME GUSTARÍA ALGÚN DÍA PODER VOLVER ALLÁ.
PAZ Y BENDICIONES... MARIÁNGELES RIVERA EN FACEBOOK... MARIBIEKE@GMAIL
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