sábado, octubre 22, 2011

ANTONIO ESTÉVEZ



Al oeste del llano guariqueño, al centro de una sabana que no se acaba nunca, bajo un cielo que no tiene confines, y encima de una terraza, que lo protege de las crecidas del río Guárico, está Calabozo. Allí, cuando todavía esa ciudad era la capital del estado, nació Antonio Estévez, el lunes 3 de enero de 1916; al decir de muchos uno de los mayores compositores de Venezuela y como muestra citan La Cantata Criolla.

Antonio se ganó la bien merecida fama de destemplado en el ámbito musical. Era capaz de mandar muy largo a pasear hasta el carajo a quien fuera; pero también de acudir a la iglesia principal de su pueblo a saludar a quienes habían sido sus compañeros de juegos cuando niños. Podía increpar con las palabras más gruesas a un músico o un cantante que pretendiera realizar algún desbarajuste; o derretirse de amor cuando su muy querida hija Vicky lo llamaba Tapón. Su sensibilidad desbordada la escondía atrás de un mal genio que nunca pudo avasallar su talento.

Cuando niño recorría las calles de su ciudad natal porteando lo que su padre Don Mariano Estévez llamó Palo Floriao: el mango de una escoba vieja lleno de agujeros donde ensartaba pirulís multicolores y que Antonio salía a vender de puerta en puerta. Luego cargó trozos de hielo, que nuevamente el ingenio paterno fue el primero en fabricar en la zona y que por cuatro días mandó de regalo a las principales familias calaboceñas para que se acostumbraran a él y luego vendérselo cuando, llegado el quinto día, fueron a reclamar que no lo habían recibido.

"Papá era un lince para los negocios, pero yo lo único que sabía era vivir en otro lado, después fue cuando caí en cuenta que andaba era pensando en pajaritos preñaos", evocaba con su voz a veces destemplada y otras llena de la ternura infinita del niño que nunca dejó de llevar encima y cultivar.

Su genio fue proverbial, su verbo corrosivo y su batuta endiablada. Una tríada que se unió en él para poner las notas a sonar como dioses que revientan en la noche cerrada del llano. Sus estudios formales musicales los comenzó muy temprano. En 1930 ya estaba estudiando música y clarinete en Caracas, y en 1932 ingresa a la Banda Marcial de Caracas, dirigida entonces por Pedro Elías Gutiérrez, para luego comenzar, en 1934, a cursar composición en la Escuela de Música y Declamación con Vicente Emilio Sojo. Ese mismo año ingresó como segundo oboe de la Orquesta Sinfónica de Venezuela.

La vida se la ganaba dando clases de música en distintas instituciones educativas como el Colegio Chávez, la Escuela Experimental Venezuela, el Liceo Andrés Bello, donde crea el coro, entre muchas otras y tuvo como alumnos a Jacobo Borges, Aníbal Nazoa, Carlos Andrés Pérez, Jesús Sevillano, para citar algunos de los cientos de discípulos que tuvo en esos años.

En 1943, en el viejo claustro de la Universidad Central de Venezuela, ubicado en la esquina de San Francisco, comenzó reunir a un grupo de estudiantes para conformar un coro, al cual los sempiternos mamadores de gallo bautizaron como “los loros de Pizani”, ya que el entonces rector Rafael Pizani les había brindado su apoyo incondicional para que fundara el Orfeón Universitario; el malogrado orfeón que en 1976 desapareció casi totalmente en las islas Azores.

De aquel golpe contó a Miguel Otero Silva: “De repente sucedió esa horrible catástrofe que destruyó a nuestro Orfeón Universitario. Me vi obligado a detener todos mis trabajos de creación. No para derrumbarme en silencio sino para hacer algo, una obra de esos muertos que fueron mis discípulos y a quienes enseñé, no a cantar sino a amar: amar a la humanidad y al arte”.

Francisco Lazo Martí, médico y poeta guariqueño, también nativo de Calabozo, definió su tierra con estos versos, que ya he citado en otras oportunidades:

…el llano es una ola que ha caído,
el cielo es una ola que no cae

Antonio Estévez fue un retazo de ola que se desprendió a regar su talento y alimentarse de poesía, como bien dijo: “Para poderme expresar es imprescindible la poesía. La necesito como complemento e integración. Y también necesito de Venezuela, del barro venezolano en su acepción más pura y más elevada”.

© Alfredo Cedeño





















3 comentarios:

OSO dijo...

No puedo olvidar cuando nos acompaño en el encuentro cultural Cronopios ,en Macaracuay hacia finales de los 70 ,hasta me regaño ...!cuando le dije maestro podemos oir la Cantata mientras hablamos de ella...! Y me dijo o hablamos o escuchamos musica Carajo...! El Gran Maestro Estevez.
Chiva excelente tremendas fotos y el texto ni hablar.

Anónimo dijo...

Buenisimo esto...lo felicito sabe de alguien que tenga algún email de contacto de algun familiar del maestro Estevez??? gracias mi email
luisdmusicologia@yahoo.es

Enrique Rondón Nieto dijo...

Excelentes fotos y texto sublime. Un abrazo poeta

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