No
voy a darme golpes de pecho, ni enhebraré una retahíla de mea culpa dominicales,
pero debo reconocer ante ustedes que he navegado, muchas más veces de las que
quisiera asumir, las aguas del maniqueísmo. Cuanto cuesta mantener el equilibrio
y no ser arrastrado por las pasiones vertiginosas… ¡Qué difícil aquello de la
objetividad!
No
creerán que voy a desperdiciar esta
oportunidad para embarcarme en una de mis habituales digresiones, así que quiero
recordar ahora al muy querido José “El Pollo” Ramírez, quien solía cerrar sus
correos así: “Si fuera objeto sería objetivo, pero como soy sujeto…”.
Empecé
a trajinar, a veces desafinando, este concierto polícromo y vital de la imagen
muy pronto. Recuerdo de niño a mi madre,
la extrañada Mercedes, con una cámara Brownie de Kodak “retratando” todo cuanto
acontecía en nuestro ámbito. Eso lo hacía, incluso desde antes de yo adquirir
memoria, lo cual supe mucho después cuando vi unas pequeñas cartulinas de borde
irregular con fotos de mi padre sosteniéndome sentado en sus piernas; u otras
trepado en las enormes piedras que abundaban en los alrededores de la casa de
mi madrina Felicia y mi padrino Eusebio –Chebo–, en la parte alta del río
Osorio en la maltrecha y maltratada La Guaira.
Cuando
a los 14 años di los primeros pinitos en este vendaval de imágenes, supe
convertirlo en consuelo de las diatribas propias de todo adolescente que
siempre anda en aquello de “no sé qué me pasa”.
Aprendí a caminar, a veces dando zancadas, otras tropezando, infinidad
de caídas, pero siempre avanzando. Fueron los años de formarme jugando en el
laboratorio con la magia del blanco y negro.
Allí
no tuve más remedio que entender la tolerancia que se consumaba en los grises,
esa maravillosa sinfonía tonal donde veía unirse los blancos y los negros. Ahí
tuve que aprender a desplazarme a través del mediotono para consumarlo en el
claroscuro.
Tiempos
aquellos de encerrarme horas en el cuarto oscuro, pero también de buscar
fundamentación teórica a la alquimia, que nunca cesó de maravillarme al ver en
las cubetas la ordalía que hacía transfigurar el papel blanco en aquellos
segmentos del mundo que mis ojos habían descubierto a través de las
lentes.
Una
de las lecturas más esclarecedoras de aquellos tiempos fue La photoghraphie est-elle un art?, de Volker Kahmen, donde hacía
referencia a unas palabras de Zolá: “La photographie met en évidence une foule
de détails qui seraient passes inaperçus et que l´on n´aurait pas pu repérer
pour la plupart –la fotografía pone en evidencia una serie de detalles que
podrían pasar desapercibidos y que la mayoría no hemos podido identificar–.
¡Eureka! Ese par de líneas significaron
para mí una epifanía: podía darle forma conceptual a la idea que sentía, más no
sabía manifestar.
Ocurría
en aquellos días, al igual que ahora, que mi relación con la imagen era
enteramente irracional. No he sabido, aunque seré honesto y escribiré que no he
querido –no me ha dado la real gana–, dejar que mi vinculación con la fotografía
no sea instintiva. Me he esforzado por
mantener una cierta condición primitiva –coqueteando con lo animal– en la
mirada, para poder apropiarme del click que hace mío lo que veo.
Cuando años más tarde leí Cámara Secreta, del boricua Edgardo Rodríguez
Juliá, y encontré: “Convertir una imagen en realidad social es arriesgarnos a
degradarla, pervertirla, empobrecerla”, pasé largos días rumiando esa bendita
frase. Por supuesto que lo primero que me pregunté fue: ¿qué será lo que el
estimado Edgardo llama realidad social? ¿Acaso no se puede enriquecer, sublimar
y enaltecer lo fotografiado? Luego entendí que él no había hecho otra cosa más
que practicar uno de sus juegos preferidos: zaherir a quien lo lee. Esa clave la descubrí al encontrar en esa misma
obra aquello de: “… el espejismo, esa momificación que es la fotografía”.
¿Momificación?
Opto por no caer en la provocación que significa en estos días para el ambiente
venezolano dicha palabra, y de un salto me planto en el soplo vital que imprime
a una estampa la intención de quienes oprimimos el obturador.
El
catalán Joan Fontcuberta, a quien días atrás otorgaron el llamado Nobel de la Fotografía –Premio
Internacional de Fotografía Hasselblad– en su libro Ciencia y fricción asentó: “La fotografía reúne incesantemente lo
obvio y lo obtuso, lo que es y lo que no existe, lo que se nos da a ver y lo
que se acepta como reconocible: es ahí donde radica la monstruosidad funcional
de la fotografía.”
Si,
por otra parte, nos remitimos a la definición de claroscuro vamos a encontrar:
“Efecto que resalta la distribución adecuada de luces y sombras, especialmente
en un cuadro. Contraste de luz y sombra que finge o hace resaltar las formas en
profundidad.”
No
puedo dejar de preguntarme ¿hasta donde la representación que realizo de mi
mundo, en cuanto que todo aquello que veo e interpreto a través de mi máquina
lo hago mío, puede cabalgar con soltura alejado de los extremos en que a menudo
nos sumergimos? ¿Puedo despojarme de
toda intencionalidad o debo ejecutar un juego de espejos que solo muestren lo
que cada cual hará que se refleje desde su propia mirada?
A
la postre, creo que ese juego infinito que distribuye luces y sombras para
provocar el resaltamiento de las formas es un puente que se derrumba cada vez
que produces una imagen. Ese parpadeo del diafragma abre las puertas que
aparentan estar bloqueadas, pero que no pueden hacerse parapeto invencible ante
el acto que las convierte en símbolo. No
en balde Fontcuberta en su ya citada Ciencia
y fricción se pregunta: "¿Hasta que punto lo imprevisto ha incidido en el
discurrir de la representación fotográfica?"
© Alfredo Cedeño
11 comentarios:
Realmente hermoso Amigo. Voto por las fotos de tu infancia...
Ylleny Rodríguez
Bendita la luz de tu mirada que transforma lo estético en flujo constante del tiempo. Gracias por compartir
Vilma Cantagallo
Buenos dias mi querido alfredo,siempre deleitando con tus bellas imagenes y tus relatos.Enfocando con tu ojo interior,los que nos dejas cada domingo.BENDICIONES Y EXITO
Siempre al mirar imagenes en blanco y negro sentimos nostalgia.
Bello relato anecdótico y autobiográfico.
Gracias por esta entrega.
Muchos saludos.
Dora.
La fotografía sigue siendo en blanco y negro.
Jaime Ballestas
Muy linda las fotos y apropiados los comentarios, alimento y frescura
para el alma.. gracias..!!
Muchas bendiciones
Matilde O.
Un bello paseo, por lo que es y ha sido su lente, lo que ud transmite que día a día y al pasar de los años va evolucionando. Hermoso maestro! y me llega en particular esto... "Allí no tuve más remedio que entender la tolerancia que se consumaba en los grises, esa maravillosa sinfonía tonal donde veía unirse los blancos y los negros. Ahí tuve que aprender a desplazarme a través del mediotono para consumarlo en el claroscuro."
Zafira
Acabo de ver tu trabajo, sólo te puedo decir que vale la pena que estés todo el tiempo trabajando para nosotros tener ese material tan hermoso.
Marina
Claroscuro....Luz y sombra... como la vida misma. excelente y hermoso trabajo que nos describe desde sus comienzos la fuerza y el amor de tu persona en lo que haces a travez de la fotografia ,lo maravilloso de un momento captado en un click y que jamas volvera a repetirse,El claroscuro que nos lleva a la infancia cuando nuestras primeras fotos eran asi y que a mi parecer ningun color de la nueva era podra borrar esa magia de aquellas fotografias. Felicitaciones por esta entrega y que ese click siempre se escuche y podamos disfrutarlo
Lola Rodriguez
GRACIAS X COMPARTIR CONMIGO TU BELLAS OBRAS EN FOTOGRAFIA DE BLACONEGROS O CLAROSOSCUROS,,, SON PERFECTAS... FELIZ DOMINGO... Y NUNCA DEJES DE COMPARTIR CONMIGO TU TRABAJO..
Miriam Coromoto
Una buena reflexión sobre la fotografía entretejiendola con tu historia con ella. Me gusta especialmente la frase que traes "–la fotografía pone en evidencia una serie de detalles que podrían pasar desapercibidos y que la mayoría no hemos podido identificar"Para mi en la fotografía se muestra una percepción de la realidad, dependiendo en que momento, en que detalles se dije el que la capta, aunque también el que la mira tiene su propia interpretación.
Un abrazo
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