domingo, septiembre 18, 2011

CUBAGUA



De esta isla sólo se puede escribir desde la alucinación. Uno recorre sus ruinas y las calles de otrora relumbran pavimentadas de nácar. Camino por entre esta devastación y me envuelven las fantasías escuchadas a mi madre, tías y ancianos, sobre Cuagua, que no Cubagua, como luego bautizaron este espacio, que en las mañanas me mostraban desde Punta de Piedras, como un reflejo perdido del horizonte.

Todos me repetían sin variar: “De ahí salió la salvación de la corona española, ¡en el siglo XVI!, porque hoy cualquiera la salva, y nos pagaron poniéndonos nombre de perla, ¡buen pago nos hicieron esos vergajos!”

(¿Ahora entienden de donde me viene lo mal hablado? Mi abuela paterna, la difunta Elvira, decía: lo que se hereda no se hurta.)

Ahora bien, desplantes y maledicencias aparte, debo explicar que estos 24 km², que hoy forman parte del estado Nueva Esparta, han sido la cuna de muchísimas más cosas de las que muchos suponen o saben.

Aquí estuvo Nueva Cádiz de Cubagua, la primera ciudad en ser fundada en Venezuela y Suramérica. Aquí se llevó a cabo –y ahora saltan y me crucifican, o pretenden capar los defensores de los derechos animales o la liga contra la crueldad animal en la Colonia– la primera corrida de toros en el Nuevo Mundo; corría el año de 1527 y la realizaron para celebrar el nacimiento del Felipe II. Mi padre, que tampoco solía quedarse atrás, decía que seguro lo que habían hecho era una corrida de chivos, o quien sabe si de perros con mal de rabia. En esas honduras historiográficas no me sumerjo.

Los fabuladores documentados que elaboran la historia aseguran que finalizaba el siglo XV, corriendo el año de 1498, cuando Cristóbal Colon, durante su tercer viaje avistó a los naturales portando perlas como adornos relampagueantes que hacían filigranas sobre sus pieles cobrizas. Algunos historiadores, como es el caso de Juan Manzano Manzano, aseguran que fueron estos adornos los que causaron la caída en desgracia del almirante.

Dice Manzano que Colón en realidad había llegado a estos predios en 1494 y había guardado en secreto sus hallazgos, pero que no tuvo más remedio que darlos a conocer en su siguiente jornada de navegación. Manzano, al referirse a los supuestos hechos poco honestos del descubridor, escribe textualmente: "Retuvo para sí las perlas rescatadas en Cumaná y en la Margarita". Abunda el historiador en que ésta fue la razón por la cual el genovés fue hecho prisionero y enviado a España al final de su tercer viaje, cuando llegó a La Española, ya que las majestades católicas habían recibido información sobre el viaje secreto, así como del hallazgo de las perlas.

El primer poeta del que se haya tenido noticias en nuestras tierras fue el sevillano Juan de Castellanos; quien en su Elegías de varones ilustres de Indias escribió:

La isla de Cubagua nos enseña
Este natural cambio claramente,
La cual aunque es estéril y pequeña,
Sin recurso de río ni de fuente,
Sin árbol y sin rama para leña
Sino cardos y espinas solamente;
Sus faltas enmendó naturaleza
Con una prosperísima riqueza.


Lo cierto es que para 1510, en lo que hoy conocemos como Latinoamérica, los conquistadores españoles todavía no habían fundado ninguna ciudad, sin embargo, ya en ese año existía un Cabildo y había Regidores Reales en la pomposa explotación perlífera. En realidad, lo que había era una ranchería de precarias construcciones en las que se resguardaban del sol inclemente que siempre ha dominado en la zona.

Se sabe que en 1521 existía allí una serie de construcciones de dimensiones respetables y en 1528 se establece la entonces llamada Nueva Cádiz de Cubagua. De aquellos días dejó escrito Castellanos:

Hay fiestas, regocijos, hay torneos,
Con muchos cortesanos ejercicios:
Hay damas, hay galanes, hay paseos,
Engrandécense mas los edificios;
En isla tan estéril é inamena
Nunca jamás se vió mesa tan llena.

Cuanto mas el ostial se frecuentaba
Tanto mayor riqueza descubría,
Si prosperidad hoy representaba
Mañana mas grandeza prometia:
La pesqueria se multiplicaba,
La gente y el contrato mas crecia,
Con cuya grosedad y multiplico
Quien mas pobre llegó salió muy rico.

Hoy, cinco siglos más tarde, sobre su áspera superficie, el centelleo de las conchas recibe al visitante, y bajo las aguas de su punta este se puede ver las columnatas de la que una vez fue la Wall Street de aquellos tiempos. Fue allí donde Enrique Bernardo Núñez ambientó su novela homónima, la cual es precursora de la literatura de lo real maravilloso. Así dice Núñez: “Pero con el sol los recuerdos inoportunos desaparecen. El mundo es hermoso y sólo ella existe. Venus asciende hasta la luna. Tendido en la arena, Leiziaga se olvida del petróleo, de los tesoros sepultados en Cubagua, …”

Siempre embarco de regreso desde Cubagua alucinado, conmovido por la grandeza que hemos sepultado inmisericordes. Siempre, siempre, siempre, mantengo entre los privilegios de mi vida el poder jactarme de haber andado por este pueblo donde sobreviven sus preciosas calles de nácar. Un suelo hecho cielo donde las estrellas bajan a dormir mientras se asolean y se cargan de luz…

© Alfredo Cedeño




















2 comentarios:

zulma dijo...

HOLA Y DIME UNA COSA TU HAS ANDADO POR ESO LADOS , SE VE TAN SOLITARIO EL PAISAJE , DEBE SER MAGNIFCO ESTA SOLO EN CONTACTO CON LA NATURALEZA . LA PROXIMA VEZ QUE DESEE HUIR DEL MUNDO DIRE ME VOY PARA CUBAGUA .

Jorge Thielen dijo...

Hola Alfredo,

Me ha gustado mucho tu post y las fotografias son increibles... Las tomaste tu? En estos momentos estoy trabajando en un documental sobre Cubagua y estoy buscando más material.. Aqui te mando el teaser trailer: https://vimeo.com/69110874

Escribeme a jorge.thielen.a@gmail.com  – quisiera conversar más contigo.

Saludos,

Jorge Thielen Armand

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