Mucurujún fue el nombre que dieron sus primigenios
habitantes a este lugar. En sus alrededores vivían los grupos indígenas
Mucuguá, Quindorá, Tafayés, Chijós, Muarcé, Mucumbás, Mucuyupú y Timotes, entre
muchos otros. Ellos vivían en bohíos de piedra y techos de paja silvestre, su
alimentación y economía giraban en torno al cultivo de la papa y el maíz.
Ellos tenían sus propias deidades, las cuales representaban
en figurillas de piedra que aún es común encontrar en algunos parajes cercanos. Aquellos grupos desarrollaron una cultura en
cerámica que, también, es posible ver en las casas de algunos vecinos que las
conservan con justificado celo.
Corría el año 1600 cuando estos parajes fueron descubiertos
por los exploradores españoles y, casi de inmediato, comenzaron los misioneros
a incursionar. Fabián García de la
Parra , cura de la orden de los Agustinos, fue el primero en
arribar.
Al poco tiempo, Carlos I, mediante Real Cédula, ordena al
visitador Real Alonso Vázquez de Cisneros que visite los dominios de los Timotes. La tarea encomendada se llevó a cabo en septiembre de 1619.
Él revisó los primeros libros de bautismo –que ya se
llevaban- y ordenó el 23 de septiembre de 1619, reunir a todas las parcialidades
indígenas en el sitio de Mucurujún para formar un pueblo que se habría de
llamar Santa Lucía de los Timotes. Para ello dio un plazo de 90 días, orden que
fue llevada a cabo por el capitán Francisco Camelo, tal y como lo asienta el
Archivo General de Indias.
Desde allí empieza la historia a ser narrada a la manera de
los vencedores. En diciembre de 1619 el pueblo estaba constituido y los indios
de los alrededores obligados a vivir en la decretada localidad. Sus tierras
pasan a manos de los encomenderos Hernando y Lorenzo Cerrada, Pedro de Rivas,
Martín de Surbarán y Martín Buenavides. Comenzaron a llegar familias españolas
quienes, entre otras cosas, introdujeron el cultivo del trigo y la metamorfosis
cultural siguió su paso. Un proceso
civilizatorio muchas veces cuestionado, por lo sangriento que llegó a ser, que
hoy encontramos consumado en la merideña población de Timotes.
La otrora Mucurujún todavía se asoma en la población
contemporánea. La podemos encontrar en los tejidos de algodón que, siguiendo
técnicas milenarias, se hacen en Piñango y Tafayez. La vemos en las casas de
piedra y techo de paja que hacen en Gavidia y Mucumbás, en su cultivo en
terraza, en la gentileza y cordialidad con que el natural de Timotes sigue
recibiendo al forastero.
Timotes, después de cuatro siglos, sigue teniendo por hijo al
hombre de la montaña que no ha variado su actitud, a pesar de que de fuera sólo
le llegó la destrucción y alteración de un modelo social y cultural que ahora
conocemos parcialmente gracias al trabajo de los científicos sociales.
Timotes continua siendo cuna de mujeres empeñosas que haciendo
melcochas, o el pan de cada día, llenan de aromas sus calles con la suave
sonrisa que marca en los rostros pequeñas huellas donde se pueden ver
germinar gentileza, firmeza y gallardía…
© Alfredo Cedeño
5 comentarios:
Pues es terrible, aún hoy en día, que no se deje vivir a cada pueblo su propia vida.
un abrazo
Amaia
pueblo que al pasar por la carretera del Páramo parece triston, gente con la piel curtida de sol y frío, pero con calor humano y afabilidad . La conquista española trajo paradojicamente desarrollo y destrucción a un pueblo totalmente autóctono .Saludos
Gracias por recordarnos siempre quien es Venezuela!
Timotes pueblo símbolo de desarrollo en Venezuela, gente laboriosa que con sus manos saca el fruto de la tierra... valle de los timoties indigenas que han dejado sus marcas en nuestra población, mi muy amado pueblo.
Estoy interesada en conocer el paradero de la familia Barrera Villarreal, de Julio Óscar Barrera Villarreal o sus descendientes, gracias. Soy de Cabimas y Manuel Ángel Barrera Arrias fue hermano de mi bisabuelo José de los Santos Barrera Arrias. Gracias
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