Volar sobre la selva amazónica
venezolana es una experiencia preñada de paradojas: es fascinante y es
aterrorizador. Vas maravillado de tal
abanico de verdes que parecen llegar hasta el infinito para tropezarse con el
borde inferior del cielo; también vas rogando que la máquina no se estropee, y
puedas llegar hasta donde te diriges porque en aquel océano vegetal no se
distingue nada. Aterra pensar verse caído
allá abajo.
En medio de esa manta inacabable, sin detenerse en
aquello de los espacios geopolíticos que determinan las fronteras, en un vasto
territorio entre Venezuela y Brasil, viven los indígenas Yanomami.
No quiero seguir escribiendo sobre este grupo sin
citar a ese venezolano -por decisión propia- de excepción que fue Daniel de
Barandiarán y que en Hijos de la
Luna asentó: “El indio Sanemá-Yanoama es el abolengo
primigenio de América. Su nobleza humana no data. Es el testigo viviente, con
sus demás hermanos marginales, del primer hombre entrado en América”.
Para no soltar al “indio” Daniel, como lo llamaba
su gente más querida, citó su interpretación de la autodenominación de este
grupo humano: “Yo soy gente, persona humana y pueblo”.
No me canso de repetir que soy un privilegiado.
Nací en una tierra donde su gente es un alambique que baña de esperanza sus
vidas, por eso no logro entender a la pandilla de vagos que amparados en grupos
de distinta laya se dedican a ocuparse solo de su propio universo porque se
consideran el ombligo del mundo. Hay
un largo número de ejemplos que podría
citar… Por respeto a ustedes, quienes cada domingo me soportan, no me desviaré.
Mis privilegios han sido múltiples por haber podido recorrer este país de una
punta a la otra. No ha habido sitio donde no encontré siempre un gesto o una
razón de querer volver siempre. Incluso a aquellos donde trataron, en vano, de
hacerme daño. No dejaré de decir:
Venezuela es lo que es pese a nosotros mismos.
Haber estado donde nace el Orinoco, en las
cercanías del cerro Delgado Chalbaud y estar en contacto con los Yanomami fue
una experiencia que me acompañará toda mi vida. Es uno más de la inmensa lista
de privilegios de los cuales les escribí líneas atrás.
La bibliografía sobre ellos es
enorme, podría volcar acá infinidad de datos y detalles que poco aportarían. Hoy les ruego me excusen y vean las fotos que
logré hacer de ellos y traten de formarse una levísima idea de estos testigos
de la llegada del ser humano a nuestro continente.
© Alfredo Cedeño
1 comentario:
Estimado Alfredo,....estas fotografías son mas elocuentes que muchas palabras,....aparte de la excelente calidad, tiene un valor intrínseco excepcional, es una verificación de la existencia en estado casi natural de este pueblo originario,...cuexta creer aue a esta altur de la evolución de las civilizaciones se puedan hallar tan vivos testimonios de primitividad.
Positivamente, l nota es un verdadero documento. Un abrazo, Profesor.ELCRUZADO
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