El 22 de
agosto de 1711, José Francisco Cañas y Merino, gobernador de la Provincia de Venezuela
–personaje que se hizo famoso por sus numerosos desmanes mientras ocupó la
representación real española en estas tierras, entre muchos de ellos está que en
1713 mandó talar todos los árboles de Caracas…–, confirió el título de capitán
de la Compañía Miliciana
de Morenos Libres de Caracas a Juan del Rosario Blanco.
En 1715, este
mismo hombre, Juan del Rosario, junto a la oficialidad de su compañía, dirigió
un Memorial al rey Fernando II de Aragón y V de Castilla, solicitando se le
otorgue la gracia de fundar un pueblo de negros libres.
Él pretendía crear una población
tal como se había hecho en la provincia mexicana, a barlovento de Veracruz, y
la cual se llamó San Miguel de la
Antigua.
Blanco y su gente, amén de enviar al rey su
Memorial, hablan de su proyecto con el cabildo caraqueño y con Alberto
Bertodano, quien para ese momento había reemplazado a Cañas y Merino como
gobernador de la Provincia. El negro Blanco fue
recibido a cajas destempladas. Seguramente consideraron una impertinencia eso
de crear un pueblo de negros.
Juan del Rosario y sus oficiales asumen una actitud
paciente. Hay cambio de gobernador, asume Marcos de Betancourt y Castro, ante
quien acuden a presentar de nuevo sus requerimientos. Betancourt los recibe
condescendientemente, aunque luego ha de cambiar su actitud. Pero sigamos.
In illo tempore los negros
siguieron esperando. En un gesto, que habla de un excelente ojo político, Blanco aprovecha que la provincia de
Venezuela es adscrita al Virreinato de Santa Fe para acudir directamente al
Virrey, que si no me equivoco era Jorge de Villalonga. A pesar de que la
solicitud hecha por el capitán ante el Virrey no llenaba todos los
requerimientos del caso, el funcionario concede en un decreto de que el
gobernador de la Provincia
de Venezuela, informase sobre las pretensiones de los negros libres.
Un tanto para Blanco. Éste,
inmediatamente saca provecho a este decreto y lo utiliza como si de un decreto
fundacional se tratara. Solicita, y logra, en mayo de 1721, que se haga un
reconocimiento de las tierras donde pretendía fundar el pueblo. El informe se
elabora, pero en él no se favorecía la petición de los negros, puesto que eran
tierras no aptas para vivir.
Juan del Rosario, quien tenía el pendejo muy lejos
y sabía muy bien lo que tenía entre manos, y no trataba de poner en guardia a
los amos del terreno que realmente quería, solicita permiso para ir al frente
de diez de sus hombres a reconocer el terreno. Esto se le concede, y sin mucho
protocolo, Juan del Rosario funda junto con sus acompañantes lo que
pomposamente bautizarán Nuestra Señora de la Altagracia y San Joseph
de la Nueva Sevilla
de Curiepe, Cabo de Codera y Ensenada de Higuerote.
En Caracas, los mantuanos ponen el grito
en el cielo. Seguramente los tildaron de negros parejeros y otros desplantes por el estilo. Empiezan los reclamos y el 22 de septiembre de 1722 –justo dentro de seis días se cumplirán 290 años– el gobernador Diego de Portales y Meneses,
ordena la demolición de Curiepe. Un tanto contra Blanco. La orden se cumple,
pero sus habitantes no abandonan los alrededores de su población. Blanco hace
una serie de reclamaciones de orden legal y nada pasa.
Juan del Rosario lleva su caso
ante la Real Audiencia
de Santo Domingo… nada pasa. Llega el año de 1730 y Juan del Rosario muere sin
ver logrado su sueño. Siguen las peleas y los intentos por destruir el pueblo,
sus habitantes se resisten, los dueños manipulan y mueven cielo y tierra para
desalojarlos. Son fintas de bando y bando, pero ninguno anota.
Así llega el año 1763 y los
negros de Curiepe se organizan y recogen un reducido caudal para que dos de sus
paisanos acudan a Madrid a entrevistarse con el Rey. El anciano Juan Pedro
Barreto y Joseph Antonio Colmenares empiezan el viaje, para intentar presentar
directamente ante la corte el caso de su pueblo. Comenzando su traslado el navío donde
navegaban fue apresado por los ingleses y son despojados del escaso caudal que
llevaban consigo; más no así de una carta que llevaban y que era enviada por un
moreno de Caracas a un familiar suyo quien trabajaba de sirviente en la casa de
un Duque.
Fin de fines que los negros de
Curiepe logran entrevistarse con Carlos III en persona, quien los oye con
atención. Ellos regresarán a Venezuela con una Real Cédula en las manos, del 26
de julio de 1763, la cual no les otorgaba la propiedad de sus tierras, pero les reconocía sus posesiones y
ordenaba atenderlos y hacerles pagar sus pertenencias. ¡Tanto para el equipo de
Blanco!
Sin embargo, los intentos de
expulsión no cesaron, y entre dimes y diretes llega otra Real Cédula. Carlos
IV, el 23 de enero de 1792, emite otro decreto que da cierto aire a los negros
y permite que Curiepe se consolide aún más. ¡Nuevo tanto, y definitivo, para el equipo moreno!
Los datos y detalles de las
peripecias alrededor del surgimiento de esta población dan para escribir miles
de páginas. Seleccioné al alimón algunos
aspectos para poder darles una idea de lo que fue su génesis. Es la historia de
una menuda población mirandina, esa misma que, cuando vamos hacia las muy
atiborradas playas de Higuerote, vemos su entrada a mano izquierda.
Es la misma que al caminarla hoy,
siglos después, vemos llena de mil detalles adorables, con gente que anda y
trabaja con la raigambre de la digna altivez que les legara Juan del Rosario
Blanco, al que nada –ni nadie– pudo parar en su sueño de darle a sus hermanos
de color su propio pueblo.
© Alfredo Cedeño
8 comentarios:
¡Qué interesante Alfredo!
¿Sabes lo que me sucede? Que me doy cuenta de lo ignorante que llego a ser, pues apenas tengo idea de la historia de tu país. Se me queda tan lejano y tan perdido... Así que me alegra tener la oportunidad de, a fuerza de leerte, poder ponerle ojos y cara y darle un significado en mi persona, y hacerlo más próximo.
A bote pronto, las fotos que más me gustaron: La señora con la silla azul en la cabeza, la grieta en la casa, la ventana casi derruida y con rejas retorcidas. A cual más genial.
Un abrazo,
Lorena
BUENOS DIAS !!!! ALFREDO... SIEMPRE ENCANTADA DE TUS FOTOS QUE CAPTAN LA ESENCIA DE CADA PUEBLO, DE CADA PERSONA DE CADA SITIO... Y LAS CONVIERTES EN BELLAS IMAGENES...
BELLISIMO LO QUE HACES,TU INFORMACION,TUS DETALLES----MIL GRACIAS. MUCHAS BENDICIONES DE DIOS.
MIRIAM LÓPEZ
Un domingo mas caminando a través de tus imagenes y palabras por un retazo de la historia de tu país.
Amaia
Bonito cuento con fotos:
Recibidos
x
Humberto Marquez
15:01 (Hace 23 minutos)
para mí
1. Ahora entiendo porqué en Ajedrez y Damas (y parece que en otros asuntos de la vida) siempre juegas con las negras.
2. "Al alimón" quizá no exprese lo que quisiste decir ya avanzada tu historia, pues se refiere a hacer cosas conjuntamente, especialmente en toreo, cuando dos diestros acuden, de común inteligencia, a enfrentar a un solo toro...
abrazo al alimón de:
El Gocho y Lustrado.
(Humberto "chácharo" Márquez)
Qué bellas fotos y qué interesante lo que escribes acerca de tu país. Especialmente me llama la atención eso de que talaran los árboles, me parece increíble y me gustaría saber la razón. Me gusta mucho saber de las hitoria de ciudades, todo me gusta saberlo, gracias por compartilo.
Alfredo, me encanta Curiepe!
Qué ironía no? Fue Blanco finalmente el que lo logró.
Preciosa historia y las fotografías como siempre un lujo. La mejor: 15. Impresionante.
Gracias!
Un beso dominguero.
Yo no se nada de la historia de mi país, apendo mucho de lo que envias, la foto de la silla azul, tiene un efecto estupendo...
Maríu Ríos
Bella la historia,...bellos las fotos,...y muy bella la inquietud de blanco....Buen fin de una épica llena de palos en la rueda.Saludos.ELCRUZADO
Publicar un comentario