Hoy escribo con todas las reservas del caso, con
plena consciencia de estar entrando a un campo minado donde es muy posible que
aparezca más de uno –o una– exigiendo mi decapitación inmediata por insolente,
o reaccionario, o por cualquiera otra de esas lindezas que ciertos personajes
“radicales” suelen utilizar en ocasiones como esta.
Pero, como a fin de cuentas, nunca ha sido la
morigeración motivo del cual ufanarme vayamos a lo que voy y que se arme la
gorda. ¿Será que me tocará una flaca? (Segundo párrafo apenas y ya le estoy
dando argumentos a las entradas en carnes para que se sientan emulas de Salomé
y pretendan mi cabeza así sea en una tapa de caldero…)
Dejo la vagancia, y divagancias, para tratar de
mantener el rumbo, pese a lo poco flexible y escasamente divertido que suele
ser el sometimiento a los cánones argumentales. En todo caso, como dicen los
mexicanos, me vale madre y sigo en lo mío.
Vaya a saber Dios cuando se acuñó el termino
Identidad Nacional, seguramente en algún lado por ahí tengo el dato anotado; o sabrá Dios en cual de estos libros puede estar. Les confieso que hoy ando con el vago trepado en el cogote, ante lo cual
opto por escribir de memoria.
Como bien han de suponer no ando precisamente de
ganas para ponerme a escarbar allí. Lo que si les puedo decir es que en el caso
venezolano tal definición gozó de una amplia difusión a partir de mediados de
los años 70, cuando Esteban Emilio Mosonyi, acompañado de un nutrido grupo de
compañeros profesores de la Universidad
Central de Venezuela, así como estudiantes y creadores de
diversas disciplinas, creó el Movimiento por la Identidad Nacional.
El mencionado grupo destacó en aquel tiempo por una
campaña contra las Misiones Evangélicas Nuevas Tribus y su trabajo,
supuestamente pastoral, que llevaban a cabo entre los diferentes grupos
indígenas que habitaban el estado Amazonas. Fue de tal intensidad y constancia
la mencionada “pelea” que el extinto Congreso Nacional nombró una comisión que
investigó a profundidad a dichos misioneros, y al poco tiempo esa asociación
religiosa fue expulsada de los mencionados espacios.
Pero como a fin de cuentas se trata de dar cierto
soporte a lo que se dice, recurro a Pedro Talavera Fernández, de la Universitat de
Valencia, España, quien explica así dicho concepto: “La Identidad nacional se
puede definir como el sentimiento subjetivo del individuo a pertenecer a una
nación concreta, a una comunidad en la que existen diversos elementos que la
cohesionan y la hacen única, como por ejemplo la lengua, la religión, la
cultura, la etnia, etc.; siendo estos elementos objetivos sobre los cuales se
asienta el sentimiento de pertenencia a una comunidad, una comunidad nacional.”
Si queremos
ponernos a escarbar en lo etimológico, diría que la palabra nación proviene del
latín nātio (derivado de nāscor, nacer). Dijo Varron – Marcus Terentius Varro–,
quien fue amigo de Cicerón y autor de Sátiras
menipeas: “Son muchas las naciones que habitan los diversos lugares de
Europa”. Considero que es pertinente señalar que este señor vivió en 116-27 a .C. Es decir: desde hace
más de dos milenios se viene gestando alrededor de dicha palabra todo un
universo de significados. ¿O serán significancias? Le dejo eso a los eruditos
profanos para su correcta dilucidación.
De continuar “curucuteando” en torno a la palabreja,
encontramos en el siglo X, específicamente en el año 968, al obispo Liutprando
de Cremona, quien en un samplegorio que tenía con el Emperador Bizantino
Nicéforo II asentó en una de sus misivas a él: “lo que dices que pertenece a tu
Imperio, pertenece, como lo demuestran la nacionalidad y el idioma de la gente,
al Reino de Italia.”
También podría hacer referencias a las
universidades medievales y como los estudiantes se agrupaban en “naciones” de
acuerdo a su lengua materna o lugar de nacimiento. En aquel tiempo, también los
comerciantes de los grandes mercados se reunían en naciones, identificándose
así el origen de los productos en venta.
Si nos metemos ahora con lo que significa
identidad, la marrana torcería el rabo, por lo cual me limitaré a transcribir
al caletre, amén del ya citado Talavera, aquello de: “Todos los elementos comunes que unen a un pueblo, una
nación, personas, tales como el idioma, la religión, gastronomía, folklore,
música, danza, y muchos otros elementos; ese sentimiento común a todos los
ciudadanos que conforman un país es lo que conocemos como Identidad Nacional.”
No puedo dejar de mencionar la diatriba que entraña
dicho concepto. Hay quienes cuestionan la “identidad nacional” porque,
aseguran, está sospechosamente cerca al “carácter nacional”. También hay
aquellos quienes afirman que ello acarrea consigo unos supuestos racistas.
¡Santa María de Ipire! ¿Será que habrá algo en lo
que, por fin, todos a una coincidamos? En el caso de Venezuela donde se ha
construido un crisol en el que se han transmutado indios, negros, españoles, colombianos, italianos, portugueses, canarios, argentinos, rusos, alemanes, chinos, chilenos, árabes, y paremos de
contar, ¿se puede hablar de una identidad nacional? ¿Acaso lo nacional está más
allá del amor por la tierra natal? ¿Qué pasa con aquellos que han adoptado a
Venezuela con amor genuino y se han despojado del lar nativo? Eso mismo ocurre
en el planeta entero.
¿Hasta cuando seguimos amarrados a los dogmas que
no dejan volar la esencia del hombre? ¿Qué perverso mecanismo interno se nos
dispara y hace que la miopía mental se eleve a niveles incalculables que sólo
permiten el afianzamiento de divisiones y diversas segregaciones?
Hay un
sentimiento de pertenencia a un rincón que se desborda de emociones y que está
más allá del accidente natal-geográfico de nuestros respectivos alumbramientos.
Me han tildado de apátrida en alguna oportunidad por decir que me hubiera
gustado nacer en Puerto Rico o en New York o en Londres o en Toledo o en
Recanati. Y estoy convencido de que si me hubieran parido en cualquiera de esos
lugares, seguiría profundamente enamorado de esta tierra que es mía no por haber nacido en ella, sino porque junto con su gente se me ha sembrado
con agreste dulzura en los sentidos.
© Alfredo Cedeño
7 comentarios:
Que fotos, Alfredo!
Me ha gustado mucho Alfredo. Según te iba leyendo iba pensando que no entendía por qué muchos utilizan la "identidad nacional" para justificar exclusión, violencia, destrucción, cuando para mí es sinónimo de "amor a la tierra" "pertenencia" "trabajo por un objetivo común" y me ha encantado cuando he llegado al párrafo de
"¿Hasta cuando seguimos amarrados a los dogmas que no dejan volar la esencia del hombre? ¿Qué perverso mecanismo interno se nos dispara y hace que la miopía mental se eleve a niveles incalculables que sólo permiten el afianzamiento de divisiones y diversas segregaciones?" y ese final que me ha gustado.
Hermosa y estoy segura que sentida reflexión nos traes este domingo. Hermosas fotos también, me encanta la primera.
Abrazos grandes y espero que nunca pierdas mirada crítica en positivo y constructiva
Uno es de la tierra que ama, que puede o no coincidir con la de nacimiento. Como siempre, muy buena tu reflexión dominguera. Un abrazo!
Cuando leí el Digo yo! no pude parar de reír y con mucha curiosidad empece a leer el artículo. Las fotos que brincan de un lado para otro son hermosas, muestran nuestra bella geografía y sin duda alguna la que me gusto mucho mucho es la de su rincón maestro, allí plasma su identidad UNA FOTO DE SU HIJO Y SU MUNDO DE LIBROS, que bonito leerlo así, sin atadura libre y sereno. Y si somos mucho cuando ud menciona... "En el caso de Venezuela donde se ha construido un crisol en el que se han transmutado indios, negros, españoles, colombianos, italianos, portugueses, canarios, argentinos, rusos, alemanes, chinos, chilenos, árabes, y paremos de contar, ¿se puede hablar de una identidad nacional? ¿Acaso lo nacional está más allá del amor por la tierra natal? ¿Qué pasa con aquellos que han adoptado a Venezuela con amor genuino y se han despojado del lar nativo? Eso mismo ocurre en el planeta entero."
Zafira
Dicen que uno es de donde pace, no de donde nace.
Definitivamente los sentimientos hacia un pedazo de tierra, hacia un lugar, un rincón del mundo, o muchos, no pueden limitarse a una definición,
ni cuantificarse, ni estar amarrados a descripciones o denominaciones.
Las fotos, como siempre, una "preciosura".
Lorena Lucas
hermosas las fotos, como siempre!!
y excelente la reflexión, muestra muchas aristas comunes a todos, en particular me quedé pensando en la conformacion de nuestras sociedades latinoamericanas.
Un fuerte abrazo,
Maria
Magnífica entrega, Alfredo, corresponde a los aprontes de un escritor que quiere a su tierra,..y esencialmente a su gente.Gran calidad en las fotos,...y mesura en el texto. Todo bello. Un abrazoELCRUZADO
Publicar un comentario