martes, octubre 30, 2012

TRIUNVIRATO


Hoja, nieve y cruz
son impasible trinidad
para abrir el cielo
con azules impíos
de mujeres suaves
y orgasmos limpios…

© Alfredo Cedeño

domingo, octubre 28, 2012

GUAYANA

           Venezuela es no solo un vasto territorio de paradojas geográficas y riquezas inmarcesibles. También es una amplia cantera de mezquindades que suelen disfrazarse bajo diferentes ropajes con los que se pretende lanzar al ostracismo las verdaderas riquezas de los talentos que, pese a todo, se empeñan en brotar por todas partes.
          Mi vida no se ha caracterizado por un "lenguaje político correcto” precisamente. Podría enumerar una larga lista de ocasiones en las que he chocado con ciertos petulantes de dudoso prestigio académico y creativo, quienes alguna vez pretendieron silenciar mis críticas a esta pesadilla gubernamental que vivimos desde fines del siglo XX con el ya cacareado recurso de que yo seguía el guión de la “manipulación mediática”. 
          Venezuela ha tenido el dudoso privilegio de ser la cuna de mujeres y hombres de comprobado talento que se han visto condenados a un largo destierro de los “intelectuales de turno” en sus respectivas ocasiones. Ha sido el caso de muchos. Pero el tiempo, ese largo y equitativo brazo que todo lo coloca donde le corresponde, nunca deja de cumplir con su labor.
          Uno de esos marginados, una de las plumas más sólidas que nos hemos dado el lujo de tener en Venezuela, fue el escritor Pedro Berroeta. A él le enrostraron el que fungiera como presidente de Venezolana de Televisión –VTV–, el canal oficial del estado, de 1976 a 1979, durante el primer mandato de Carlos Andrés Perez. A partir de ahí le colgaron el sambenito de “adeco” para, con ello, pretender arropar con un silencio fatuo su palabra resonante.
          Hago este largo preámbulo porque de Pedro Berroeta es una frase que siempre evoco cuando pienso en la zona de la cual escribo hoy. “Junto a la mano de Dios la mano del hombre, así es Guayana”.
           (Confieso que soy de los que sufre arcadas cuando lee algo y aparece una frase al estilo de “yo creo, yo considero, yo puedo”; así que pido excusas a quienes le provoque  bascas pero no puedo más que seguir en primera persona.)
           Yo, que he sido un privilegiado permanente de la vida y el amor, me puedo jactar de haber andado esta tierra bendita de una punta a la otra, y de ello no cesaré nunca. Por eso es que esa frase de don Pedro no deja de retumbarme, porque no he vuelto a encontrar otra frase que diga en mejor y más sucinta manera lo que es este trozo de nuestro país.
           Guayana es el espacio de lo increíble y lo temerario, de las angustias que liberan y los espacios que atenazan en su inmensidad, de las rocas milenarias y de los sueños que se convierten en pesadillas hasta robarse la vida de los más osados. Aquí fue donde las leyendas se hicieron realidad en la pluma del escocés Sir Arthur Ignatius Conan Doyle para cristalizarse en El mundo perdido. 
           Ahora bien, el paseo de Guayana por la historia occidental comenzó de la mano del vasco Juan Bono de Quejo, quien acompañó a Colón en su cuarto viaje a la recién descubierta tierra americana.   Él pilotaba una de las embarcaciones de aquella  cuarta expedición y fue quien, en 1516,  exploró el Delta del Orinoco, sus informaciones  son las primeras noticias que se tienen de lo que hoy es tierra guayanesa y fue pionero en mencionar el nombre indígena del Orinoco: Huyapari.
        Años más tarde, en 1532, Diego de Ordaz se internó  por el Orinoco hasta llegar  a los Raudales de Atures, al sur de la actual  Puerto Ayacucho, recorriendo más de mil kilómetros de río, luego internóse hacia el sur  y tal parece que llegó  hasta la Sierra de Imataca en su expedición.  Después de múltiples inconvenientes, Ordaz regresó y llamó Guayana a la zona -siendo esta la primera vez que tal denominación se empleó.

          A Ordaz le siguieron en su labor descubridora numerosos conquistadores que se fueron estrellando contra uno y otro tipo de contratiempos.  Antonio de Berrío hizo varias incursiones a la zona y en 1590 recorrió  este territorio hasta la Sierra de Parima.  Este expedicionario, en 1591,  construyó a orillas del Orinoco, unos 10 kilómetros abajo de su unión con el Caroní,  un fuerte.  Más adelante, y se piensa que fue el 21 de diciembre, por ser este el día  de  Santo Tomás Apóstol, en el año 1595, Berrío fundó  Santo Tomé de Guayana.
            Ya en Europa se hablaba de El Dorado.  Sir Walter Raleigh andaba obsesionado por llegar allá y en 1595 escribió: Hace ya muchos años tuve conocimiento, por una relación, del poderoso, rico y hermoso imperio de Guayana y de aquella grande y áurea  ciudad que los españoles llaman El Dorado y los naturales Manoa (...). Para enumerar sólo los diversos animales, aves, peces, frutas, flores, gomas y maderas y sus numerosas religiones y costumbres haría falta: para lo primero, tantos volúmenes como los del  Gesnerus,   y para lo segundo, otro montón de Décadas. 

            El inglés no sólo estaba deslumbrado por las supuestas riquezas de este territorio, si no que, luego de recorrerlo, asentó: No existe ningún país como la Guayana que pueda ofrecer más placer a sus  habitantes: no sólo en cuanto a las diversiones corrientes como son la caza, halconeo y pesca, sino también a todas las demás.  Tiene inmensas llanuras, ríos transparentes, abundancia de faisanes, perdices, codornices, grullas, garzas y de todas las aves.

           Raleigh ha de continuar con su fijación y a comienzos  del siglo XVII -unos dicen que en 1617, otros que en 1618- ordena el ataque y destrucción del centro poblado que frenaba sus intenciones de conquistar el Orinoco, lo cual le abriría las puertas a El Dorado.  El favorito de Isabel II no logró su cometido y en el intento perdió a su hijo.
           La magia guayanesa se expandió y nadie dejó de señalar  las bondades que esta tierra  encierra, es así como Fray Pedro de Aguado en su Recopilación Historial de Venezuela escribe, a fines del siglo XVI: ...los indios lo guiaron y llevaron  a las provincias y rica noticia de Guayana, tierra muy poblada y apacible y de innumerables riquezas, cuyos naturales  lo         recibieron  muy amigablemente y le proveyeron de muchas comidas”.
         En 1629 fue el holandés  Adrián Janzoon Peter, quien asaltó Santo Tomé de Guayana destruyéndola, lo mismo sucederá  en 1637, 1664 y muchas otras veces en que filibusteros, piratas y toda clase  de bandoleros asolaron la zona.  En 1662 comenzó la llegada de los misioneros a esta región, el primero en establecerse  fue el jesuita  francés Dionisio Merland, quien fracasó en su tentativa  misional.   En 1687 llegan los capuchinos catalanes, en 1720 lo hacen  los jesuitas como congregación y en 1721 los franciscanos observantes.  En 1734 estas tres órdenes religiosas se repartieron el territorio guayanés. En 1764 Santo Tomé fue trasladada a Angostura del Orinoco, nombre que rápidamente quedó abreviado a Angostura.

           Otro que dejó asentadas en sus crónicas de fines del siglo XVIII fue el jesuita italiano Felipe Salvador Gilij, quien llegó a decir que en los relatos de El Dorado había muchos enredos.  Por ello, afirmo que el magnetismo de esta tierra es una fuente perenne que ata a sí a todo aquel que la conoce. 
         Alejandro de Humboldt, a comienzos del siglo XIX, escribió: Todo este país es una región abierta, llena de hermosas sabanas, y no se asemeja  en absoluto al  país que hemos recorrido hasta ahora en el Alto Orinoco.  (...)  Pequeñas mesetas ofrecen un clima sano y templado; el cacao, el arroz, el algodón, el añil y el azúcar crecen abundantemente por dondequiera que se somete al cultivo un suelo virgen y cubierto de gramíneas...
           Guayana… Tierra de tepuyes, de historia, de amor, música y gente hermosa como todo este largo, ancho y generoso país donde me permitió la providencia nacer.   Guayana… La siempre codiciada, la regada  por el padre de los ríos, la espléndida, la ubérrima, la que ha parido hombres y mujeres muy especiales, la del Caroní, El Carrao, Canaima, Yuruan, Supamo, Chikanán, Cuyuní, Caura, Cuchivero, Aro, Paragua, Kukenán,  Kuao,  Manapiare, Parucito y diez mil ríos más.
            Guayana… La del Aponwao, Churun-merú, Gran Sabana, Payapal, Auyan-tepuy, Autana. La de los Pemon, Akawayo, Ye´kwana, Yanomami, Baniva, Kurripako, Guajibo, Yabarana, Panare, Piaroa, Piapoco, Warekena, Yeral, Sanemá, Mapoyo, Hoti, Uruak, Sapé, Saliva, Puinave y Lokono.   Guayana… Una fiesta para los ojos que se quiere guardar siempre en el fondo de las retinas.  Guayana…La codiciada por su manganeso, dolomita, hierro, diamantes y bauxita.  Guayana… La del Oro, Oro y más Oro, pero nunca igualada en sus panoramas y su gente.      

© Alfredo Cedeño

 

sábado, octubre 27, 2012

ABONO


Alguna vez se regaron las hojas
como los dolores de amores viejos
y fueron alfombra para los nuevos,
se hicieron añicos de oro y sepia
como las alegrías de besos dulces
y nadaron fértiles sobre las ganas.

© Alfredo Cedeño

jueves, octubre 25, 2012

SÉPALOS


Como ramo de hipocresías marchitas
de aquella que alguna vez fue ansiada
los pétalos se abren fugaces y tristes,
se esconden en matices deslumbrantes
que reptan solitarios en su miseria
de un modelo de virtudes que aparentan.

© Alfredo Cedeño

martes, octubre 23, 2012

BRUNOS


Negros tulipanes del desprecio
atesoran blancas esperanzas
de suicidas en busca de paz.

Oscuras fauces de un final
que estruja ilusiones mudas
y dispara en medio de la boca.

Lóbregas tinieblas en flor
dejan caer ladridos opacos
sobre los pasos ya perdidos. 

Leves rayos de nieve hienden
errores con estambres luminosos
y no desertan en su lanzar de luz.

© Alfredo Cedeño

domingo, octubre 21, 2012

MAESTRO PRIETO

Tierra de la heredad, arrullo y nido,
donde creció la angustia
y se engendró el destino
de la sangre que llevo entre las venas…
            Estos versos con que abro mi nota de hoy son de Luis Beltrán Prieto Figueroa. El Viejo Prieto, El Maestro, El Combatiente, y como esos, podría seguir una larga retahíla de epítetos que le fueron endilgando en sus 91 años de vida.
            El hijo de Loreto Prieto y Josefa Figueroa nació en La Asunción, Margarita, en 1902, y, se infiere de sus datos biográficos, comenzó su formación académica tardíamente, ya que realizó estudios de secundaria en el Colegio Federal de la capital margariteña hasta 1925 cuando se trasladó a Caracas donde concluyó sus estudios de secundaria en el liceo Caracas en 1927. Siete años más tarde, en 1934, Prieto egresó de la Universidad Central de Venezuela con el título de doctor en ciencias políticas y sociales.
            Lo cierto fue que a partir de allí, su carrera política y docente fue muy activa. En 1936 funda y funge como primer presidente de la Federación Venezolana de Maestros; en 1941 fue uno de los  miembros fundadores del partido Acción Democrática; en 1945 aparece como secretario de la Junta Revolucionaria de Gobierno que surgió al ser derrocado el presidente Isaías Medina Angarita el 18 de octubre de 1945. En 1948, al ser electo Rómulo Gallegos Presidente de la República, este lo designó Ministro de Educación.
            El hombre público que fue Prieto hizo que su obra poética cayera en un segundo plano, y no faltó quienes aseguraran que en realidad se le celebraban sus textos creativos por ser uno de los hombres claves del “stablishment” de aquellos tiempos.
            Escribió él:
Todo era rehacer,
tejer y destejer
en la malla de un tiempo ilimitado

           Prieto hizo y rehizo parte del entramado de nuestra historia política del siglo XX. Fue secretario general de AD y luego presidente de ese partido, hasta que en 1967 se retiró de dicha organización para fundar el Movimiento Electoral del Pueblo –MEP–. Mucho se ha dicho y escrito de la militancia de izquierda del Maestro Prieto. 
            El escritor e investigador José Rodríguez Rodríguez, conocido como José Sant Roz, en una de sus tremebundas publicaciones asegura: “Se hizo de Prieto una figura que en absoluto se aviene con la realidad. Prieto en verdad nunca fue de izquierda, y lo probó hasta que Betancourt le dio la espalda. Luego los grupos de izquierda en su necesidad de crear un punto de ataque contra la mole Betancourt-Caldera, procuraron hacer de Prieto un revolucionario. Lo pusieron por los cielos, y el “maestro” aceptó el papel. Pero lo cierto era que Prieto era más reaccionario que el mismo Betancourt, que Leoni y que Gonzalo Barrios (su compadre).”
Vengo de un pueblo
de cristalina estirpe
y voz rasgada.
Vengo de un pueblo azul
de mojada cintura
y mano dura

          Como bien pueden suponer serían muchas las páginas que puedo escribir sobre Luis Beltrán Prieto, pero hoy sólo quiero reproducir un lote de sus versos que acompaño con una serie de mis imágenes. Es mi homenaje a sus letras que pocas veces se conocen. O tal vez se esconden, para honrar aquella lapidaria frase que Manuel Vicente Romerogarcía, largó en enero de 1896 en El Cojo Ilustrado: “...Venezuela es el país de las nulidades engreídas y las reputaciones consagradas.” Tal vez debió añadir: y de la mezquindad perpetua.

© Alfredo Cedeño 

Llego a ti, solar de mis afectos
a beber en tu corta geografía
celeste claridad del mediodía. 

ni un pañuelo de nube
interrumpe el metálico
relucir de los días. 

Detrás de la sequía
que se prolonga y crece
el hambre es un fantasma

Este es el barrio
de la gente hacendosa y peregrina,
que se siembra en la tierra antes de muerta

Me quedé en la noticia.
No podía ni llorar.
El llanto se secó como si hubieran
talado las laderas donde crecen las lágrimas.

Pasa veloz el agua
y no regresa;
su caricia mojada
pone el canto en la piedra

Ser poeta es vivir 
la gloria y la agonía
de la estrofa que nace

Vuelo,
aventura
en el aire.

Tus ojos en la noche
asesinos alertas
disparando sus flechas
al fondo de mi sangre.

Soy hombre
multiplicado esfuerzo
idea y voluntad
que se realizan

cuerpo deforme
que en pesado vuelo
la amplia envergadura de las alas
hace sombra en la ola.

Incesantes las campanas
dan un dan con otro dan,
si se funden las campanas
ya no dan de lo que dan

Voy repitiendo mi nombre
y el eco lo va copiando,
cuando se acabe mi voz
¿El eco te lo dirá?

Como cirio en la sombra derretido,
en la penumbra tibia
tu caricia me abrasa.

Se puso azul el camino
de tanto azul en el cielo,
iba remando en el río
el azul de los reflejos.

Se deshacen los azules
entre la sombra que avanza
mientras tú, ninfa desnuda,
eres claridad alzada.


Mis pasos transeúntes
fueron tras la querencia,
muy cerca de la lumbre
al borde de la lágrima


sábado, octubre 20, 2012

PELDAÑOS


Alguna vez bajaron
otras subieron,
a veces quedaron pecios
flotando al paso vencido,
otras se abrieron vetas
como laberintos secos,
pero siempre  los pasos
nos llevaron y volvieron.

© Alfredo Cedeño

jueves, octubre 18, 2012

ROEDOR


En mi cola se perdió la Vía Láctea
y renació la traición de las perras,
se alborotaron los golpes alevosos  
y se derrumbaron las devociones,
surgieron cáñamos de luto cerrado
y las ramas fueron cortos cadalsos.

© Alfredo Cedeño

martes, octubre 16, 2012

MAÑANERO

El cielo rebota en el estanque
y Dios –dicen los abuelos–
se le escabulle al templo
para ir a saltar en los cerros
recomponiendo nubes y luz,
torneo de anhelos y motivos
hecho espigas de melodías
derramándose en las orillas
con bendiciones de la vida
y certezas de canción furtiva.

© Alfredo Cedeño

domingo, octubre 14, 2012

OTRO 12 DE OCTUBRE

Recién hace dos días se conmemoraron 520 años de la llegada de los exploradores europeos hasta estos territorios de aquende la mar  océana. Son múltiples los términos acuñados para reducir a la brevedad la llegada del navegante genovés, luego Almirante y Virrey, Cristóbal Colón a la cuna del Realismo Mágico y el fandango perpetuo. Descubrimiento, encuentro, masacre, genocidio, golpe de suerte, jugarreta del destino, holocausto indígena, son algunos de ellos. 
Yukpa, Yanomami, Yekwana, Warao, Baré, Barí, Warao, Hiwi, Panare, Piaroa, Kariña, Añú, Warekena, Yabarana, Mapoyo, Akawayo, Pemón, Wayuu,  Kurripakos, Piapocos, Baniva, Yeral, Yaruro, Sanema, son algunos de los grupos indígenas que en la actualidad sobreviven en la Venezuela de mis tormentos. Varios de ellos, como en el caso de los Yabarana, Añú y Banivas, para citar algunos ejemplos, están en franco peligro de extinción.
Afirman los especialistas que a la llegada de los navegantes eran centenares de etnias diferentes las que existían a lo largo y ancho del  continente entonces recién incorporado, en el mero inicio, a la corona española. Las voces que han denunciado las tropelías ha sido numerosas, y ello ocurrió casi desde el mismo inicio de la aventura de Colón. 
 
Mucho se ha escrito y dicho respecto al talante de aquellas faenas. Por ejemplo, Georg Friederici en El carácter del descubrimiento y de la conquista de América, explica: “En su primer viaje hacia lo desconocido, Colón no llevaba a bordo un solo misionero o sacerdote que desempeñara una misión oficial,(…). Y, sin embargo, el descubridor presenta las cosas como si la razón principal, por no decir la única, de la misión que le había sido encomendada fuera la conversión de los infieles”.
Debe hacerse ver que Sus Majestades Católicas en las Instrucciones dadas a Colón en el Segundo Viaje, las cuales se dictaron en Barcelona el 29 de mayo de 1493, se manifestaba de manera clara y piadosa:  “Toda la gente que fuere en los navíos si ser pudiere, sean personas conocidas e fiables”.
Poco duraron aquellas buenas y santas intenciones… Sus honorables majestades los Reyes Católicos el 22 de junio de 1497 en Medina del Campo, emiten una Carta Patente para todos los Administradores de Justicia por la cual se les autorizaba a que los delincuentes que merecieren pena de muerte o hubieren de desterrar, los destierren a la Isla Española y les envíen a labrar metales por el tiempo que el Almirante les mandare o hagan lo que éste les ordenare por el tiempo que a los destinatarios de la carta les pareciere. En la misma fecha se expidió una Real Cédula al Conde de Cifuentes para que entregara al Almirante los desterrados a la Isla Española cuando los navíos estuvieren prestos para partir, entregando los presos por ante escribano y testigos.
 
Aseguran los analistas que esto era formar colonias de criminales, pero los Reyes Católicos decían en su Cédula que era en servicio de Dios. Este argumento siguió siendo el comodín justificador de los hispanos en estos territorios por un largo, largo, muy largo tiempo… Cito a manera de ejemplo que en las estipulaciones firmadas entre Diego de Velázquez y Hernán Cortés en La Habana en 1518 el artículo primero contemplaba como principal motivo de la empresa “la ampliación de nuestra sancta fee catholica”.
En fin que la religión fungió desde nuestros primeros tiempos a manera de las célebres “pagapeos” caraqueñas. Explico: estas eran unas negritas esclavas que, durante nuestra época colonial, las viejas damas encopetadas de Caracas, también llamadas mantuanas, llevaban como acompañantes a las misas en la catedral; las mencionadas señoronas, cuyos esfínteres posteriores ya no eran tan eficaces en el autocontrol, solían largar en medio de los oficios religiosos sus efluvios, para de inmediato golpear en la cabeza a la esclava que le acompañaba, mientras la señalaban como culpable de los efectos sonoros y odoríferos de las acciones de sus honorables nalgamentas.
Debe decirse, igualmente, que la iglesia católica ha sido señalada insistentemente como la gran alcahueta del supuesto genocidio que ocurrió en las tierras americanas. Es cierto que hubo un fallecimiento masivo de nativos pero también es justo que nos demos un paseo por ciertos detalles. 
Muy a menudo se pretende ignorar que las victorias militares de pequeños grupos de europeos sobre miles de guerreros no fueron logradas ni por los arcabuces ni por los escasísimos cañones que portaban, ya que por lo general eran inútiles: la humedad neutralizaba la pólvora; ni por los caballos: en medio de nuestras endiabladas selvas no podían ser lanzados a la carga. Aquellos triunfos se debieron sobre todo al apoyo de los propios indígenas quienes más que como usurpadores, saludaban a menudo como libertadores a los recién llegados quienes les ayudaban a librarse del yugo de los imperios locales. 
 
Si nos remitimos a los movimientos migratorios transoceánicos vamos a encontrar que de 1509 a 1559, los españoles que llegaron a las Indias Occidentales fueron poco más de quinientos por año. En total: 27.787personas en ese medio siglo. 
Lo que si produjo una matanza de órdago fue el choque microbiano y viral que en pocos años causó la muerte de la mitad de la población autóctona de lo que hoy llamamos Latinoamérica. Las enfermedades que llegaron a América, como pulmonía, tuberculosis, gripe, sarampión o viruela eran desconocidas en el nicho ecológico aislado de los indígenas, quienes carecían de las defensas inmunológicas para hacerles frente.
Pudiera citar muchos otros elementos que desmontan la “leyenda negra” española en nuestro continente, que en gran medida se fue estructurando alrededor del fanatismo de Fray Bartolomé de las Casas, de quien  William S. Maltby escribió: “ningún historiador que se precie puede hoy tomar en serio las denuncias injustas y desatinadas de Las Casas”. Por su parte Jean Dumont, asentó: “Ningún estudioso que se precie puede tomar en serio sus denuncias extremas.” Otro que le arrea al obispo es Celestino Capasso quien afirma: “Arrastrado por su tesis, el dominico no duda en inventarse noticias y en cifrar en veinte millones el número de indios exterminados, o en dar por fundadas noticias fantásticas como la costumbre de los conquistadores de utilizar a los esclavos como comida de los perros de combate...”.
 
Otro detalle que no quiero dejar de apuntar es que los representantes de la iglesia católica, es decir los misioneros, en todo el imperio español, tanto en Centro y Sudamérica, como en Filipinas, en lugar de pretender que los nativos aprendieran castellano, ellos empezaron a estudiar las lenguas indígenas y dieron gramática, sintaxis y transcripción a idiomas que, en muchos casos, no habían tenido hasta entonces ni siquiera forma escrita. 
 
Añado otro ejemplo de ese compromiso con nuestras culturas locales: En 1596 en la Universidad de Lima se creó una cátedra de quechua, y alrededor de aquella época, nadie podía ser ordenado sacerdote católico en el virreinato si no demostraba que conocía bien el quechua, al que los religiosos habían dado forma escrita. Y lo mismo ocurrió con el náhuatl, el guaraní, el tarasco...
 
Creo que ya es hora de tratar de abordar desapasionadamente lo ocurrido hace ya 104 lustros. Hubo un encuentro inesperado para ambas partes, donde terminó imponiéndose un modelo societario sobre el otro.  Bien sabemos que la historia la escribe el vencedor, pero muchas veces el que triunfa termina siendo derrotado por su propia incompetencia e incapacidad para hacer saber lo que aportó. Sus errores siempre se recordarán, sus virtudes nunca se conocerán.
 
           Excesos los hubo y no se trata de justificarlos, pero si trazamos una línea y hacemos cuentas, me atrevo a decir que fueron mayores las contribuciones que lo sustraído. Continuar en el ejercicio plañidero sobre “el Paraíso destruido por las hordas europocéntricas que vinieron a imponer un modelo imperialista que no tuvo ningún otro interés más que el de someter a sangre y fuego a quienes vivían en un idilio precomunista…”. Pido sincero perdón, pero ese fárrago no es otra cosa que aquello que los amigos cuya lengua materna es la imperial llaman: bullshit.  
 
          Son 520 años de la llegada a territorio americano de los europeos, y si hoy, más de cinco siglos después, no somos capaces de dar respuesta de rehabilitación y verdadera dignidad a los sobrevivientes de nuestros habitantes originales somos un fraude. Es tiempo de que dejemos de estar endilgándole las culpas al Almirante, sus acompañantes, los reyes, y a la madre que los parió. Es la hora de manifestar una verdadera solidaridad con ellos y de abandonar la rentable práctica de una supuesta defensa y apoyo que ha permitido a una horda de parásitos contemporáneos vivir a sus costillas en cuantas universidades y ONG puedan ser imaginadas.  
 
          Ya basta de que unos cuantos vivales de oficio en ejercicio pretendan hablar por los "indiecitos". Es asumiendo una actitud de respeto y no paternalista como debe ser asumida la relación con nuestros indígenas.  Mi respeto y solidaridad hacia los sobrevivientes de uno de los pilares de nuestros ancestros nunca ha permitido bozales o cosa alguna por el estilo, ni las permitirá.  Espero que esta fecha algún día sea motivo de celebración, porque ciertamente la merece. De no ser así hoy no podría yo escribir, no podrían muchos de ustedes leerme…Y cada día me siento más orgulloso de la que es mi lengua madre.

© Alfredo Cedeño


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