sábado, agosto 27, 2016

¿SOMOS?


                Venezuela es un mar de conflictos irresolutos donde hemos navegado desde nuestra génesis. En Doña Bárbara el maestro Rómulo Gallegos retrató a perfección esa eterna diatriba en la cual vivimos sumergidos; barbarie y sensibilidad, viveza y gentileza, egoísmo y solidaridad, son caras de una misma moneda que somos. Por lo general ha solido imponerse nuestro lado oscuro y hemos visto dejar al margen con excusas baladíes nuestra parte luminosa. Es así como Bolívar desplazó a Miranda, Castro y Gómez nos aherrojaron durante casi cuatro décadas, el propio Gallegos fue desplazado por una turba militar de la presidencia de la república.
                El triunfo de la fiereza ha sido constante y avasallador. En todos los ámbitos gente muy valiosa ha sido desplazada por jugadas de maromeros trasnochados. Las excusas de las que se han agarrado para arrinconar al talento han sido proverbiales. Son oportunidades en las que pienso en las palabras que usaba mi abuela Elvira en situaciones de ese tipo: “Es que si usaran la inteligencia que tienen para vainas buenas, ya estarían en la luna”.    
                El bendito bozal marxista que nos secuestró el razonamiento y la intelectualidad nacional, a quienes les encanta autodefinirse como intelligentsia, ha sido otro vívido ejemplo de ello. Conozco varios académicos de honestas raíces democráticas coquetear, de mente y piernas abiertas, con cierta hermenéutica izquierdista como forma expedita para ascender en el escalafón universitario. Esa dictadura se ha manifestado a plenitud en el mundo literario. Los mejores ejemplos de ello fueron el ya citado Gallegos, Juan Liscano y Andrés Eloy Blanco, cuya obra nunca fue atendida en profundidad por los “académicos” por haber sido adecos.
                La tela que puede ser cortada en ese sentido es inabarcable, es proporcional a la mezquina miopía de un sectarismo que se arropó con la bandera de la solidaridad y la justicia social, las cuales pretendieron impartir a partir de la segregación de mentes muy valiosas. Recuerdo la vergüenza con la cual esa pluma privilegiada que fue Adriano González León, el 4 de agosto de 2006, durante la rueda de prensa para anunciar el primer ciclo de cátedras literarias de Escribas, donde, sentado a la diestra de Eugenio Montejo, reconoció que con Gallegos y su obra se había cometido una injusticia  innombrable y que ella era de una inmensa calidad; al final de sus palabras ese día con un murmullo de voz reconoció que él mismo había caído en eso y que había privado en su generación el estigmatizarlo por su militancia política.   
                Como ellos los ejemplos son incontables. Otro al que se trató de minimizar su trabajo por sus simpatías con el partido blanco fue a Juan Liscano.  Nunca dejaron de enrostrarle que había sido el organizador del Festival de la Tradición que se realizó en el Nuevo Circo de Caracas del 17 al 21 de febrero de 1948 con motivo de la ascensión al poder de Rómulo Gallegos. A falta de argumentación real con la cual cuestionarle se limitaban a soltarle con sorna su condición de folklorista. Extraña manera de insultar la de aquellos que se decían defensores de los valores del pueblo y hacían befa de quien hizo que la urbe conociera las manifestaciones más puras de la cultura venezolana. Él no se arredró ante las arremetidas retóricas, y cuando en la década de los 60 estalló el conflicto armado de la guerrilla no le dio cuartel a lo que llamó “el absurdo (…) la carencia de base doctrinaria y dialéctica de esa insurgencia”.
                No menos doloroso fue en ese tiempo lo vivido por el querido poeta Jesús Rosas Marcano, una de las mentes más y mejor formadas que he conocido, de una sapiencia y humildad muy sólidas. Una tarde caminando bajo el sol infernal de Araya me confió: “Coño mijo, a mí me cobraron que mi hermano estuviera peleando contra la guerrilla y esa izquierda todopoderosa de la [universidad] Central me la puso bien chiquita, no me quedó otra que hacerme el pendejo y agachar la cabeza”. Su hermano fue el oficial del ejército Juan Bautista Rosas Marcano, quien perdió parte de su mano derecha durante unas operaciones contra la guerrilla de la citada década.  A Chuchú, como lo conocíamos, lo salvó del destierro “intelectual” su talento y trabajo incansable, tanto en lides docentes como en una larga y todavía inapreciable labor investigativa. Hay todavía quienes pretenden minimizarlo reduciéndolo a “el que hacía las canciones de Un Solo Pueblo”.
                Es una muy larga lista de desatinos perpetrados contra muchos de nuestros talentos y ante ello el silencio se impone. Nadie quiere enfrentarse a la omnímoda petulancia de un grupete arrogante y “progresista” que consagra o destruye a quien se le antoja amparado por el prestigioso paraguas de lo académico. En julio de este año George Steiner en declaraciones a Borja Hermoso de El País, España, resumió muy bien la situación de la que hablo: “…el más grande de los críticos es minúsculo comparado con cualquier creador. Así que hablemos claro y no nos hagamos ilusiones. (…) en la universidad hay una vanidad descomunal. Y les sienta mal que les digas claramente que son parásitos. Parásitos en la melena del león”.
                Este paradigma ha permeado a todas las esferas, mejor no abundemos en nuestro campo político porque es nauseabundo lo que se puede mostrar a manera de ejemplo. Regreso a Liscano y en el poema Somos, de su libro Resurgencias tal vez esté la respuesta:
Somos hoy los inestables transeúntes de las nuevas ciudades
brotadas entre los escombros de los pueblos nativos.
Pasamos sin saberlo, de lo acabado a lo reciente desconocido
y malgastado ya.

© Alfredo Cedeño


Alfredo Cedeño

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Buenos días, Alfredo. Como siempre me impresiona el inagotable tesoro de recuerdos a los que siempre recurres con oportunidad. El país está entretejido de luces y de sombras pero a pesar de los momentos sombríos, hemos adelantado en democracia y derechos. Desgraciadamente llevamos casi dos décadas de regreso a los más atrasado de la injusticia y las tinieblas pero no perdamos las esperanzas de salir pronto de este marasmo. Costará reconstruir,pero hay energías para ello. Un fuerte abrazo.

Alejandro Moreno

Anónimo dijo...

Muy bueno. Revelador como siempre.

Jaime Ballestas

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