Hoy
comienza oficialmente la llamada Semana Santa, o Semana Mayor, nombre que se da
a la “conmemoración anual cristiana de la Pasión , Muerte y Resurrección de Jesús de
Nazaret.” Tradicionalmente estos son días de actividades rituales de todo orden
por parte de los diversos creyentes cristianos.
Su inicio formal es a partir del Domingo de Ramos y concluye el Domingo de
Resurrección.
Fue en el Primer
Concilio de Nicea, celebrado en el año 325 de nuestra era donde se estableció
que la Pascua
de Resurrección había de ser celebrada cumpliendo con determinado grupo de
cánones: que la Pascua
fuera conmemorada en domingo, que no concordase jamás con la Pascua judía, la cual se
celebraba independientemente del día de la semana, para de este modo evitar
paralelismos o confusiones entre judíos y cristianos, así como muchas otras
normas que no voy a embutirles ahora. En la mencionada asamblea de Nicea se estableció
que la fecha de la Pascua
sería el primer domingo después de la luna llena tras el equinoccio de primavera
en el hemisferio norte; es por ello que dicha celebración varía entre el 22 de
marzo y el 25 de abril de cada año.
Esta
representación de los eventos finales de Jesús se decidió basarlo en un grupo
de episodios recopilados en las Sagradas Escrituras. El domingo del cual me
ocupo hoy se asentó en la crónica que hacen de su entrada a Jerusalén los
diferentes evangelistas. Y debo referir en aras de la verdad que de ellos solo
uno, Juan, es quien menciona palmas en su
relato del hecho. Les copio a Mateo: “Y
los discípulos fueron, e hicieron como Jesús les mandó; y trajeron el asna y el
pollino, y pusieron sobre ellos sus mantos; y él se sentó encima. Y la
multitud, que era muy numerosa, tendía sus mantos en el camino; y otros
cortaban ramas de los árboles, y las tendían en el camino.” Marcos le acompaña
en su versión; mientras que Lucas no hace mención alguna a ramas, gajos o
ganchos de mata alguna.
Como ya dije
en el párrafo precedente fue Juan quien dejó asentada referencia a ellas:
“grandes multitudes que habían venido a la fiesta, al oír que Jesús venía a
Jerusalén, tomaron ramas de palmera y salieron a recibirle, y clamaban:
¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor, el Rey de Israel! Y
halló Jesús un asnillo, y montó sobre él.”
Quiero hacer
referencia también que poco asociamos este episodio de la entrada de Jesús a
esa ciudad con el de la expulsión de los mercaderes del templo, lo cual fue
narrado por Lucas y Mateo en sus evangelios. Les transcribo lo asentado por el
último de ellos: “Y entró Jesús en el templo de Dios, y echó fuera a todos los
que vendían y compraban en el templo, y volcó las mesas de los cambistas, y las
sillas de los que vendían palomas; y les dijo: Escrito está: Mi casa, casa de
oración será llamada; mas vosotros la habéis hecho cueva de ladrones.”
Volvamos a lo
nuestro. Lo cierto es que las palmas no son omnipresentes y sabemos que se
sustituyen por ramas de sauce en Rumanía, mientras que en Rusia, Ucrania y
Polonia las utilizadas son de abedul.
La bióloga Evelyn
Pallotta asegura que al inicio, aquí en Caracas, las hojas utilizadas para dicha celebración del Domingo de Ramos “provenían
de la palma de cera representada científicamente dentro del género Ceroxylon,
en Venezuela con sus representantes Ceroxylon
interruptum o Ceroxylon klopstockia.”
Explica esta autora que en la actualidad
se utilizan hojas de palma de distintas especies, tales como las de corozo y de
palmito. En Caracas tienen particular resonancia Los Palmeros de Chacao. La
tradición oral de esa ahora parroquia caraqueña, pero en aquel tiempo pueblo
independiente, transmite que a raíz de una epidemia de cólera que azotó la
comunidad el párroco ofreció una promesa de que los vecinos subirían a El Ávila
a colectar palmas para adornar el Templo en los días de Semana Santa. Tal
parece que el ofertorio tuvo efecto y desde entonces un grupo de creyentes
suben a las faldas de El Ávila a colectar las hojas que luego son repartidas en
numerosos templos capitalinos.
Semana de
recogimiento la que hoy comienza, pero que, como bien sabemos todos, ha
devenido desde hace largo tiempo también en días de solaz y vacaciones. No es
gratuito que algunos malhablados la hayan definido como Semana Zángana. Más,
estos días que llevamos más de dos meses viviendo no son de zanganería ni de
observancia precisamente. Vivimos tiempos de cambios y de exigencias, tiempos
de ciudadanía que, cual devotos creyentes de la libertad, patean
incansablemente las calles exigiendo respeto y normas democráticas de vida. A ello los truchimanes rojos han respondido
con desmedida violencia institucional, y con la anuencia de cierto sector de la
oposición que juega a pescar en río revuelto.
Es tiempo de rezos, pero es también tiempo de
dar con el mazo. En eso estamos y en eso seguiremos hasta lograr nuestro propio
Domingo de Resurrección que se ha ido labrando por los caminos de una poco corta pero muy firme insurrección pacífica.
© Alfredo Cedeño
5 comentarios:
excelente,significativo y muy reflexivo trabajo que ha realizado...Dios lo bendiga.
Muy interesante su publucacion , como lo narra en su articulo que es tan completlo , nos llena de conocimiento de la historia y el porque de ésta importante tradición , gracias sr Cedeño
Buen día. Gracias por este bello homenaje a los palmeros y con ellos a todas las hermosas tradiciones venezolanas.
Alejandro Moreno
Agradecida estoy por los conocimientos adquiridos en esta festividad tan importante, gracias. Es como un remanso dentro de la obscuridad
hoy Miercoles santos reviso mi correo y me encuentro con esta historia ,que bueno saber y reconocer que la tradición se mantiene a pesar del tiempo,ojala que sigan existiendo creyentes y sigan recolectando palmas , Feliz Semana Santa ,RECORDAR QUE HAY QUE CUMPLIR CON LOS PRECEPTOS
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