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Los domingos en la tarde es común ver, en los alrededores de la urbanización Barici de Barquisimeto, estado Lara, una afluencia de gente de todas las edades; así como de vehículos de cualquier tipo, pero sobre todo de muchachos. Este flujo de gente joven fue lo que más me llamó la atención. De entrada pensé en alguna fiesta de esas que se suelen organizar a esa edad, pero, no me cuadraban los adultos contemporáneos, así como los adultos en serio, o de la tercera edad, que también veía en la marcha.
Como bien han de suponer, mi condición de averiguador de la vida ajena no se iba a quedar en paz hasta tanto no supiera las razones y motivos de las movilizaciones. Camisas rojas y gestos patibularios no vi, así que no era alguna faramalla de los simpatizantes del señor aquel. Tampoco observé pitos, ni matracas, ni altavoces, o cualquiera de esas cosas propias de las mojigangas que suelen ser los actos de proselitismo político.
Por supuesto que pregunté. “Vamos donde Chulalo”, me respondió una pareja. La respuesta me sonó a algo así como “¿Y tú no sabes quien es Chulalo? Éste como que está más perdido que El Diablo de Carora”. Callé y los seguí. Fueron unas once cuadras hacia el sur de la Avenida Lara, bajando por la calle C, hasta llegar a la Iglesia Nuestra Señora de Fátima. ¡Chulalo es un cura! ¡Y todos iban para misa!
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Yo le doy cada día gracias a Dios y a la vida por todo lo que me da. Pero este domingo se las di repetidamente. Pocas veces había visto yo un oficio religioso como el que viví este 6 de noviembre en el mencionado templo.
Chulalo es como todos conocen en la capital larense a Jesús Gerardo Pérez, un cura más “guaro” que El Obelisco y que a sus 45 años –nació el 19 de febrero de 1966- logra convocar a una vasta feligresía en su parroquia. Inicialmente, él fue un fraile de los Carmelitas Descalzos, ahora es un sacerdote diocesano.
Antes de seguir quiero compartir con ustedes algunos detalles sobre lo que es la misa, esa actividad que vemos llevarse a cabo tan a menudo y de la que, por lo general, sabemos poco. Todos coinciden en señalar que su origen está, indubitablemente, en la Última Cena, cuando Jesús, estableció el sacrificio eucarístico de su cuerpo y su sangre, como memorial de su muerte y resurrección, y ordenó a sus apóstoles celebrarla “hasta su regreso”.
Explico: La Eucaristía es la consagración del pan en el Cuerpo de Cristo y del vino en su Sangre que renueva mística y sacramentalmente el sacrificio de Jesucristo en la Cruz. La Eucaristía es Jesús real y personalmente presente en el pan y el vino que el sacerdote consagra.
Algunos historiadores sacros dicen que las raíces de esta ceremonia son reminiscencias de costumbres que observaban los judíos en sus cenas rituales. Lo cierto es, que a raíz del acto de Jesús los apóstoles y los primeros discípulos se reunían el primer día de la semana, recordando la Resurrección de Cristo, para estudiar las Escrituras y compartir el pan de la Eucaristía; y el lenguaje que se usaba era el griego.
En la medida que la religión católica fue adquiriendo vigor y prestigio se fue revistiendo de solemnidad. Algunas veces, la solemnidad es una máscara que deforma a quien la porta, esconde la esencia de las cosas y le sirve la mesa a esa niña tonta y presumida que es la soberbia. Fue de esa manera como la fiesta que es la misa se fue tornando en una celebración empingorotada donde se arrinconó a su principal atributo: la humildad. Gracias a Dios y la vida, digo de nuevo, siempre hay resquicios por donde la luz entra y nos alumbra. Chulalo es uno de esos candiles que ha encontrado las grietas necesarias para recuperar la alegría y el gozo que debe tener la misa.
Él celebra la misa en un espacio habilitado en la parte trasera de la edificación religiosa que le nombré al comienzo. Ese templo se quedó chico, y por ello se acondicionó ese lugar y ha habido ocasiones en que se han congregado allí hasta mil trescientos feligreses.
Chulalo entra por un costado al salón y de inmediato un grupo de muy jóvenes y muy virtuosos músicos comienzan a tocar. ¡Ojo!, cuando digo que tocan, es porque hacen música, no motetes o algunas de esas melodías aburridas y reiteradas que se acostumbran en ocasiones como estas. Si es cierto que los ángeles hacen música estoy seguro que deben hacerlo como estas criaturas. Luego de esta introducción él empieza por saludar y bendecir a los presentes y pregunta por aquellos que acuden allí por primera vez y les da la bienvenida.
A partir de ese momento transcurren dos horas, y un poco más, que son un torbellino de palabras, emociones y sensaciones imposible de describir y retratar. Sus palabras son una bocanada de aire fresco que sacuden. Su homilía es un reto, y él no teme colocarse una máscara para lograr hacer que su mensaje cale entre quienes lo oyen.
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Llegado el momento de darse el abrazo de la paz el altar es tomado por casi un centenar de aquellos adolescentes que les mencioné al comenzar y es cuando la fiesta llega a su clímax. Mientras Chulalo recorre todos los asientos y va dando un abrazo a cada uno de los presentes… Perdonen los discípulos de Carreño (Manuel el del libro, no el otro que fue hasta ministro), pero es que sólo me sale: ¡Qué cura carajo!
Una vez concluida la ceremonia una criatura que no pasa de los veinte años informa a todos que esa tarde dominical habían estado en un centro comercial. Nada extraño que presumamos eso en una persona de su edad. Pero, lo extraordinario es que estuvieron allí convocando a los clientes a colaborar en la cobertura de las necesidades de un grupo de ancianos recluidos en los hospicios más necesitados de la ciudad. El plan de esa tarde era conseguir donativos para 70 “viejitos”, lograron obtener para 175…
Al igual que este grupo de muchachos, felices y solidarios, las obras sociales que se llevan a cabo desde esta iglesia se irradian por toda la ciudad. Es una iglesia viva para la cual la caridad no es un dogma sino una actitud de vida.
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Sólo me queda compartir con ustedes las imágenes que pude hacer luego de un enorme esfuerzo para concentrarme en documentar este rito feliz y no ser llevado por ese “río de agua viva” que es la ceremonia que este cura memorable lleva a cabo en su parroquia cada noche de domingo. Dios los bendiga, a él y sus feligreses…
© Alfredo Cedeño