domingo, marzo 13, 2011

LUIS ALBERTO RUIZ

Luis Alberto Ruiz tiene 56 años y es chófer de gandolas, pero además de eso es arpista… Y de los buenos!

Antes de seguir, debo confesar que siempre he poseído una manifiesta animadversión hacia la llamada música criolla de “arpa, cuatro y maraca”, por la pobreza y monotonía que suele acompañar la ejecución que de ella realizan.
Días atrás, esos anfitriones inigualables de Valera, Trujillo, que son Gladys y Gerardo Lozada, me sacaron a rastras para su casa y allí estaba el maestro Ruiz. Mis reservas se fueron al carajo apenas él, con manos de celajes, pulsó las cuerdas de su arpa veterana de mil toques, y tocó las primeras notas de unos acordes que fabricaron arpegios de pureza poco común.

Este “gocho”, valerano por más señas, una vez cumplido con el servicio militar se quedó en Maracay, estado Aragua, donde se hizo amigo de un llanero de El Sombrero, estado Guárico, quien le terminó regalando su primera arpa. “Era como la mitad de esta, una arpita pues, y a mi me gustaba como sonaba, yo me embobaba viéndolo a él tocar. Así que cuando me la dio yo empecé a rasguñarla y así fue cómo aprendí. Al tiempo me regresé para acá, a mi casa en Carvajal, pero no me la traje, la dejé con otro amigo allá en Aragua, le dije que me la cuidara bien; y como a los dos años volví a buscarla. Ahí tenía como unos 28 años. Entonces si empecé a tocarla de verdad y al poco de eso me compré esta que es con la que si aprendí, y sigo aprendiendo”.

Luis Alberto maneja una gandola transportando productos de vidrio desde Valera hasta distintas partes del país. “Antes iba mucho a Barcelona, en Anzoátegui, a llevar carga, y cuando venía de vuelta me regresaba por el llano, cuando llegaba a Paso Real, que siempre hay joropo ahí, me paraba y terminaba montándome a tocar. Cuando me preguntaban que de donde era y decía que de aquí me decían: “Eso es mentira. ¿Gocho tocando arpa? Deje los embustes camarita que debes ser del Cajón del Apure por lo mínimo!” Y así he seguido aprendiendo, lo que me pasa ahora es que no siempre tengo tiempo, por eso de los viajes, a ponerme a practicar, pero cada vez que puedo me pongo una o dos horas a darle y darle hasta que voy encontrando otra forma de hacerla sonar…”

Este país… este país… Ah malhaya pudiera hacerles oír cómo toca el maestro arpista Luis Alberto Ruíz. Él hace honor a los versos del llanero por excelencia que fue Alberto Arvelo Torrealba:
“Yo aprendí en tierra abismada
lección que no tuvo tregua:
ir engañando a las leguas
con el silbo y la tonada.”

© Alfredo Cedeño















domingo, marzo 06, 2011

Pueblo Yabarana

180 kilometros en línea recta al este de Puerto Ayacucho, capital del estado Amazonas, está San Juan de Manapiare, población criolla que apenas lleva 70 años de fundada justo al lado del río que le da su nombre. A escasos centenares de metros desembocan en su cauce las aguas del Parucito, que riega las tierras ancestrales de los indígenas Yabarana.
Este grupo étnico, cuya presencia en esa área ha diminuido sensiblemente, al punto que un censo reciente realizado por ellos mismos estableció una totalidad de 316 individuos sobrevivientes. Los cientificos sociales los han ubicado, por su filiación lingüística, como parte de la familia Caribe.
Las causas para su casi extinción son numerosas, van desde el despojo sistemático de sus territorios seculares por parte de los ganaderos criollos, pasando por la intromisión de actores foráneos –como el caso del hermano Korta- en conflictos históricos interétnicos con otros grupos vecinos; hasta terminar en la penetración de los misioneros evangélicos quienes, al decir de Annemarie Selier-Baldinger, antropóloga suiza: “exterminaron la cultura material y espiritual de ellos”.
Selier ha logrado rescatar sus tejidos tradicionales y hoy en día ella enseña a los niños de Basilea las técnicas de tejido de las mujeres Yabarana. Sin embargo, en los territorios Yabarana y cuenca del Parucito esas técnicas son deconocidas hoy en día… gracias a la penetración cultural y los procesos de feroz aculturación que se han cumplido en el área.
Los Yabarana que perduran están distribuidos entre el propio San Juan de Manapiare y varias comunidades distribuidas a lo largo de la cuenca del ya mencionado Parucito. A ellas sólo se puede llegar gracias a su pericia como navegantes.
De las pocas cosas que no pudieron despojarlos fue de su rica cultura oral. Todavía las madres y abuelas transmiten a los más pequeños historias que explican su entorno. Una tarde a orillas del río oí absolutamente arrobado como explicaban a uno de sus vastagos cómo su dios Mayowoka puso los riscos en medio del lecho del río y el origen de las estrellas. Se los copio:
“Mayowoka mandó un día a su hijo a pescar, y le dijo muchas veces que sólo agarrara dos pescados. Pero él, muchacho al fin, se olvidó la orden de su papá y se volvió como loco agarrando todos los que pudo. Pero eso hizo que el espíritu dueño de los pescados se pusiera muy bravo, arrecho pues, y mandó una tempestad con unos vientos muy grandes. Al muchacho se le trambucó la curiara y cayó al agua, donde lo estaba esperando un pescado Payara, que es el dueño del agua y zassss, se lo zampó.
“Cuando Mayowoka vio aquello, y buscando de salvarlo, puso unas enormes piedras en el agua, y así fue como aparecieron los raudales y los chorros allá abajo en medio del río, y así pudo agarrar al Payara: le cortó la barriga y le sacó las tripas y éncontró entre ellas a su hijo. ¿Y qué pasó? Que él no quiso vivir más en la tierra, y entonces Mayowoka lo convirtió en las estrellas del cielo, para que desde allá arribota pudiera ver la tierra y también para que nosotros lo pudiéramos ver a él...”

© Alfredo Cedeño














domingo, febrero 27, 2011

SEMBRANDO PAPAS

La papa (Solanum tuberosum) es una planta de la familia de las solanáceas, que se cultiva en casi todo el mundo. Ha sido cultivada y consumida al menos desde el año 8000 AC. Esto fue determinado en 2005, con un estudio genético realizado, en la Universidad de Wisconsin, por el botánico David Spooner, quien estableció, a través del análisis de marcadores genéticos de 360 especies, que "todas las variedades cultivadas actualmente se originaron a partir de la domesticación del Solanum bukasovii en el sur del Perú y oeste de Bolivia", en la fecha indicada.
Luego del descubrimiento de América, en el siglo XVI su cultivo se extendió literalmente al mundo entero. En Venezuela se realiza principalmente en las montañas de los estados andinos, al oeste de Venezuela. En el estado Trujillo se dedican a su siembra 4.800 hectáreas, cuyas labores se realizan mayoritariamente de manera artesanal y siguiendo ancestrales maneras comunales en la que los campesinos ayudan a sus vecinos en las labores de plantación.
En estos días los amigos campesinos de la parte alta de San Isidro, en las afueras de Valera, estado Trujillo, 630 kilómetros al oeste de la capital venezolana, han estado afanados en una jornada de siembra de la preciada raíz.
Las faenas se realizan en un ambiente de camaradería que ayuda a soportar las duras condiciones de trabajo. El rito laboral se enseña a los hijos, para quienes es una fiesta ver al padre conducir a los bueyes. La semilla se planta con gesto amoroso en los surcos. Algunos brotes ya se asoman translúcidos, mientras otros muestran algunas hojas… El eterno misterio de la vida que en estas montañas no deja de ser impresionante y que se convierte en un rito donde tierra, animales y hombres se conjugan para convertirse en alimentos.

© Alfredo Cedeño













domingo, febrero 20, 2011

AQUÍ EMPEZÓ EL JALEO

Hasta hace relativamente poco tiempo se consideró el siguiente texto una especie de prehistoria de nuestra lengua; en concreto que había sido la primera vez que se plasmó por escrito la lengua romance que, evolucionada, hoy conocemos como castellano o español:
Cono aiutorio de nuestro
dueno dueno Christo, dueno
salbatore, qual dueno
get ena honore et qual
duenno tienet ela
mandatione cono
patre cono spiritu sancto
enos sieculos delo siecu
los. Facanos Deus Omnipotes
tal serbitio fere ke
denante ela sua face
gaudioso segamus. Amen
Ese es el texto del códice Aemilianensis 60 que se conservó por siglos entre las paredes del Monasterio de Yuso de San Millán de la Cogolla, en La Rioja, España.
Recientemente se determinó que existe uno más antiguo aún: el códice Aemilianensis 46 de la Real Academia de la Historia de Madrid; al que algunos estudiosos han preferido denominarlo diccionario enciclopédico por su vasto contenido.
En cualquier caso, ambas piezas fueron elaboradas entre los muros de este monasterio entre los siglos X y XI de nuestra era, entre muchas otras obras de similar tenor; por lo que todos coinciden en que fue este lugar donde comenzó su andar escrito nuestro idioma.
A esta altura les pido permiso para hacer otra digresión: cerca de este monasterio está la población de Berceo, cuna en el siglo XII del monje y poeta Nicolás de Berceo, pero donde muchos siglos antes, en el V, año 473 para ser quisquillosos con aquello de las fechas, nació en una familia campesina de origen hispanorromano un niño al que llamaron Emiliano, y cuyo nombre se transformó en Millán. La tradición refiere que se dedicó al pastoreo de ovejas y que, en medio de sus labores, un ángel se le apareció para encaminarlo hacia un ermitaño que moraba en los riscos de Bilibio, lugar donde el río Ebro hace su entrada a La Rioja. Aquel eremita, de nombre Félix o Felices, lo instruyó para que siguiera su ejemplo; a lo cual Emiliano accedió y se recluyó en las cuevas de la sierra de la Demanda durante cuarenta años.
Millán, como también se le llamaba, comenzó a destacar y a ganar fama de santo, hasta que fue llamado por el Obipo Dídimo para ordenarlo sacerdote. Pero caridad y cuentas no suelen llevarse bien; así que todas las donaciones propiedad de la parroquia él las daba a los necesitados lo cual llevó a que fuera acusado de malversación de fondos, y -¡por supuesto!- fue destituido por el mismo Dídimo.
Pero la semilla quedó plantada y Millán, que vivió 101 años, dejó establecida una comunidad religiosa que erigió dos monasterios: uno, el más antiguo donde vivió el santo varón, en la parte alta de la montaña, llamado San Millán de Suso –suso en castellano antiguo quiere decir arriba- y otro a menos de 2 kilómetros de Berceo, que bautizaron San Millán de Yuso –yuso: abajo-.
Fin de fines, y para ir abreviando, que el tiempo de ustedes apremia y no se trata esta de la Vida ejemplar de San Emiliano de Las Narices, que fue aquí donde nuestra lengua comenzó a gestarse ya que los religiosos que les habitaban se dedicaron a la vida propia de estudios en ellos; así como a labores de copistas de obras ya que la imprenta no existía. Este monasterio de Yuso, al que ahora llaman “el Escorial de la Rioja”, fue construido en el mismo sito donde estuvo un edificio románico que se demolió por completo en 1504 para construirlo.
Escaleras preciosas y rincones de luces incitantes al recogimiento. Pasillos de larga data y cruces de arcos que se convierten en bordados de piedras donde todavía resuenan las oraciones seculares de los frailes. Nichos que parecen espejear en las sombras de un Cristo que relumbra al descolgarse sobre un altar mínimo. Una virgen preñada que diluye en las sombras el manto de concupiscencia que le permitió brotar en la criatura que porta en su siniestra. ¡Los códices enormes! ¡Las primeras letras manuscritas y adornadas con primor por aquellas manos monacales!
Dios debe existir, y el cielo también. Fue la sensación que me embargó cuando salí de allí y sólo alcancé a bisbisearle a ellos un profundo agradecimiento por otorgarme el privilegio de estar en la cuna de nuestra lengua, en el propio sitio donde comenzó todo este maravilloso jaleo de nuestro idioma, de la maravillosa fiesta que es el español…

© Alfredo Cedeño













domingo, febrero 13, 2011

MARÍA INÉS y NUNCIO, CAMPESINOS DE TRUJILLO




Ella se llama: María Inés Araujo, y él: Nunciación Segovia Flores. Ambos juntan más de siglo y medio a cuestas. Ella ha juntado 76 docenas de lunas, él anuncia, con arrogancia bien ganada, que “son 85 años los que porto”. Viven a doce kilómetros uno del otro, en la orilla izquierda de la carretera de Quebrada de Cuevas que une a Valera con la merideña Timotes.
Son algo más de 600 kilómetros al oeste de Caracas donde están ellos. Sus miradas son cándidas, pero no ingenuas. Sus gestos son apacibles, más no desmañados. Sus voces son broncas, y llenas de aire de la montaña.
Ella recuerda que vivía “de esto que está aquí abajo, así, hacia allá arriba, y salíamos con la mañana cuando ya podíamos ayudar con las faenas de la casa a poner nuestra parte. Porque mire, es que la vida es como una mano, o como una guitarrita, si se rompe así sea una uña, o una cuerda, ya aquello no sirve de más nada. Nosotros siempre estuvimos bien afinados…”
Él, de gesto firme y gesto amable, evoca cuando: “esto era montaña, y la casa de papá era en aquella popa del cerro que se ve aquí mismo. Y de bolas que no ha sido fácil para naiden de por todo esto hacer que la familia saliera adelante; pero con Dios y Santa María uno pudo y seguirá pudiendo porque lo otro es sentarse a orilla del camino como cuando te llegas a una cuesta que es el puro resbaladero de rabo y no haces nada”
María Inés y Nuncio, como llaman los vecinos a Nunciación, estaban este domingo 13 de febrero en sus casas. Y abrieron sus puertas, me ofrecieron sus sillas, derramaron sus vidas en mi libreta, se plantaron ante la cámara, me brindaron dos pocillos de café que sabían a gloria y me dejaron con las emociones a flor de piel. Él repitiendo una y otra vez: “Pareciera que Trujillo no le duele a nadie, y no se imaginan lo que a mi me duele esta tierra de gente de tanto coraje”. Ella diciéndome: “lo único que espero de la vida es ser como ese azulejo, que anda por las ramitas, comiendo lo que Dios tenga a bien darme y vivir en paz”.
© Alfredo Cedeño


sábado, febrero 05, 2011

jueves, febrero 03, 2011

PETITORIO











Al Colegio Betania!

Buenos días a todos! Alguna vez cuando estuve así del tamaño de ustedes cuando estudiaba quinto grado; quise ser grande para poder entender y hacer las cosas que veía hacer a los grandes. Quería ser marinero y aviador y mago y doctor y arquitecto y escritor y fotógrafo y de todo! Y de todo he hecho un poco porque aprendí que lo más importante es tratar de mantenerme como cuando tuve mis mejores años de vida: cuando estudié primaria y tuve unas maestras espectaculares que me enseñaron a querer a este maravilloso país donde tuve la suerte de nacer.
Gracias por ver mi trabajo!

Alfredo Cedeño
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