sábado, mayo 11, 2013

ESTADO CARABOBO

En el canto lejano del turpial,
entre las flores de cercano brillo,
entre las ranas que semejan hojas
y cierran en la luz sus ojos verdes,
vaga un humo tenaz; y se oye que alguien dice:
"Las sombras incendiaron el maíz".
Y a lo lejos ulula la montaña de un dios.
Aquí el hombre ve el año
como una lenta furia de colinas,
donde el arbusto esconde su fruto y su veneno.

…esta estrofa es de Vicente Gerbasi, hijo de esta tierra de la cual muestro las fotos de esta entrega de hoy: Carabobo, que para los venezolanos lleva un sello indeleble de coraje, determinación y libertad.  Fue en sus territorios donde el 24 de junio de 1821 quedó sellada la independencia de nuestro país al derrotar Bolívar las fuerzas realistas que comandaba el mariscal español Miguel de la Torre.

Nuevamente debo escribir la frase: podría llenar miles de páginas sobre la historia de este rincón de mi país. Aunque ya en otras oportunidades lo he dicho, quiero refrescarles que el territorio venezolano  está dividido en 24 regiones, de los cuales 23 corresponden a los llamados estados. Hoy escribo sobre uno de ellos: Carabobo, ubicado en el centro- norte- costero de Venezuela, en la Región Central del país.
 
       Cuando los exploradores europeos llegaron a estos territorios, allí vivían diversas naciones indígenas, Agustin Codazzi aseguró a fines del siglo XIX que estuvieron allí los Tacarigua, Araguas, Meregotos, Ajaguas y Mucarias. Otros cronistas aseguran que también estuvieron los Guamos, Guamonteyes, Jirajaras, Chiruas o Chirguas.
 
            Tal parece que el 24 de diciembre de 1547 el segoviano Juan de Villegas tomó posesión de “la gran laguna que llaman Tacarihua”, como la describió fray Pedro Simón en Noticias Historiales de Venezuela.  Este autor narra: “luego que entraron en ellas, a hacer valientísimos hechos los españoles, por serlo también los indios y, pareciéndole ser la tierra a propósito para poderse sustentar un pueblo de españoles y para acabar de conquistar aquella gente y pasar con las conquistas adelante a las de Caracas, con licencia que llevaba el capitán para esto del gobernador, fundó en nombre del Rey un pueblo que llamó la Nueva Valencia.”
 
            José de Oviedo y Baños, autor de Historia de la conquista y población de la Provincia de Venezuela dejó allí asentado en 1723: “Noticioso al mismo tiempo el Gobernador Villacinda de la abundancia de indios que había en la comarca de la laguna de Tacarigua y la conveniencia que ofrecía la hermosura y fertilidad de su terreno para poder poblar en ella una ciudad, (…)nombrando por cabo a Alonso Díaz Moreno, vecino que entonces era de la Borburata, lo despachó con orden de que poblase una ciudad en las cercanías de la laguna; diligencia en que puso tanto cuidado Alonso Díaz, que aunque los indios procuraron estorbarla a fuerza de sus armas, vencidos siempre y desbaratados por el valor de Alonso Díaz, dieron  lugar a que atravesada la provincia y reconocido el mejor sitio, fundase el mismo año de cincuenta y cinco la ciudad de la Nueva Valencia del Rey.”
            Peeeero… el francés, oriundo de Tolouse, Louis Alfred Silvano Pratlong Bonicell Gal, el muy recordado hermano Nectario María, quien tanto hizo por la recuperación y manejo honesto de nuestras fuentes históricas, halló un documento en los archivos de la Real Academia de la Historia, de Madrid, bajo el registro D-95 donde se lee: “Año 1553, el licenciado Alonso Arias de Villacinda, siendo gobernador, pobló la Nueva Valencia”.    
 
 
            Donde no parece haber duda es en torno al primer emplazamiento que en los actuales territorios carabobeños fundaron los europeos: el puerto de Borburata. Juan de Villegas realizó el acto de poblar la muy pomposa Nuestra Señora de la Concepción de Borburata el 24 de febrero de 1548. A los pocos días, revela Torcuato Manzo Núñez en Historia del estado Carabobo, que de Villegas regresó a El Tocuyo, para desde allí organizar la consolidación de dicha población.
 
            Informa Manzo que pasaron “más de 20 meses en los preparativos, y el 20 de noviembre de 1549 salió del Tocuyo Pedro Alvarez con 40 soldados, 5 mujeres y 70 indios a poblar Borburata. Ya antes había mandado Juan de Villegas, gobernador interino de la provincia, por muerte del titular Juan Pérez de Tolosa, a unos esclavos para hacer conucos que aseguraran la alimentación de los que habían de llegar.”  
 
            Fin de fines que ambas poblaciones se consolidaron. A manera de ejemplo les copio la relación que escribiera Antonio Manzano en 1768, y que José Antonio de Armas Chitty reproduce en Carabobo: tierra de meridianos: “Además de las grandes ventajas que la ciudad de Valencia tiene a las otras de la Provincia, asi en lo hermoso de su Laguna y las convenientes dichas, lo fecundo de sus tierras, la produsión de todos frutos, es su temple muy saludable, su Cielo muy alegre, no hay invierno, que moleste ni verano que fatigue, pues que desde el mes de Noviembre comienza a soplar u viento Norte fresco, y alegre, dia y noche, hasta el mes de Mayo que comienza a soplar el Sur, sin que uno, ni otro moleste. Hasta fines del Siglo pasado, se sembraba mucho trigo, se cojía con abundancia; pues habia molinos, de los que solo han quedado los vestigios, pues en donde está la casa Polvora llaman la sabana del trigal; se divisan los surcos y están las piedras; y en otros valles otras.”
 
             Carabobo tiene una extensión territorial de 4650 km², que viene a representar el 0,5% del territorio venezolano, sin embargo los registros demográficos del año 2011 arrojan una población de 2.365.665 habitantes, lo cual lo hace tercer estado más poblado de Venezuela.
            Tierra feraz y cuna de mujeres preciosas que se te enredan a la piel con la solera de la carne firme que embriaga. Espacios cuajados de ritmo, altanería sabrosa y parajes indescriptibles. Carabobo, donde nació Venezuela y mueren día a día las tristezas en el bamboleo libre de una bandera que sigue agitándonos las ganas de seguir sonriendo…

© Alfredo Cedeño


PENACHO

De cresta y pico desportillados
su pupila se mantiene alerta,
va marcando verdes espacios
donde caen acordes ametrallados,
y compases que no tienen puerta
o centellas que bordan batracios.

© Alfredo Cedeño



jueves, mayo 09, 2013

martes, mayo 07, 2013

PERLA


Primero fue lluvia de pétalos
acicalados en delgada cortina,
luego fue nácar sin cosecha
que se hizo perla transparente.

© Alfredo Cedeño

domingo, mayo 05, 2013

TOLEDO

       En mi niñez, la radio era lo que hoy son las consolas de videojuegos, y demás chismes tecnológicos con los que suelen entretenerse los locos bajitos actuales.  Mi abuela tenía un gran radio en el que oía a primeras horas las noticias, luego la “novela” donde ocupó por largos años un sitio destacado El Gavilán, cuyas aventuras trepidantes me hacían delirar hasta el infinito mientras contemplaba el mar sentado al lado de la inolvidable vieja Elvira.

 
            Luego de las novelas venía música y en aquellos tempranos años 60 era el rey de los compases un tocayo: Alfredo Sánchez Luna, quien era más conocido como Alfredo Sadel. Aún recuerdo una mañana que le oí cantando:
Toledo, mujer española con ojos de acero que el cielo besó,
princesa que el Tajo bañara, boca que tostara la lumbre del sol.
Orgullo de nueva Castilla, flor de maravilla que envuelve un mantón,
puñal que tus ojos clavaron en medio de mi corazón.
Años más tarde supe que la había escrito un mexicano de nombre tan largo como su talento y obra: Ángel Agustín María Carlos Fausto Mariano Alfonso Rojas Canela del Sagrado Corazón de Jesús Lara y Aguirre del Pino, pero que fue conocido como Agustín Lara.
 
           Mucho tiempo después, cuando Plácido Domingo grabó la llamada Suite Española, CD en el que homenajeaba al autor de Granada, Murcia, Silverio Pérez, entre otras, fue un revival  de aquella repetición de la pieza que cantaba Sadel y cuya última estrofa dice:
Toledo, la tizona tus letras grabó
fundiendo en una hoja nobleza y valor.
Acero de unos ojos que saben mirar
y matan como mata un puñal.
 
            En este punto quiero hacerles una confesión, so riesgo de que algunos de ustedes que padecen de mi amistad, se dediquen a hacer el respectivo mal uso de lo que a continuación escribo.  En aquella época de niño gordo, ignaro, consentido de Elvira y feliz, cuando oía aquello de “la tizona tus letras grabó”, me quedaba dándole vueltas a la frase. Me preguntaba una y otra vez, ¿cómo será que le graba las letras a la tizana? ¿Será que le ponen una letrica a cada pedacito de fruta? ¿Cómo será eso?
 
Mi ignorancia de muchacho glotón la superé cuando, en clases de literatura con vanos intentos de desasnarme, me explicaron que  La Tizona era una de las espadas del Cid Campeador; la cual había sido del rey Búcar de Marruecos y a quien el Cid se la ganó en Valencia.  Pero, basta de vueltas y revueltas y sigamos en lo que hoy traigo como tema y que, como bien han visto ya a esta altura, tanto por el título como por las imágenes, trata sobre la muy castiza ciudad española de Toledo.
 
En la tradición oral se asegura que esta localidad fue fundada por Hércules. Sin embargo, al ceñirnos al campo científico encontramos que fue una ciudad de origen carpetano. Este pueblo fue una tribu prerromana, parte de los pueblos celtíberos que habitaban el oeste y el norte de la Península Ibérica.
 
Se sabe que el año 192 a.C. la ciudad fue tomada por el cónsul romano Marco Fulbio Nobilior, quien construyó Toletum sobre las ruinas carpetanas. Al cabo de varios siglos, a partir del V de nuestra era, los pueblos bárbaros se dedican a hostigar a las fuerzas romanas.  Fue así como esta zona fue ocupada por los alanos en el 411, para siete años después terminar en manos visigodas.
 
Siglo y medio más tarde, tanto como en el 569, el rey visigodo Atanagildo instaló su Corte en Toledo y con el rey Leovigildo pasa a ser capital del reino hispano-godo, que fue el primer Estado peninsular independiente. Durante esta etapa visigoda (que va del siglo VI al VIII) la ciudad se distingue como sede episcopal y de concilios; lo cual le otorgó gran importancia civil y religiosa.
 
            Pero, comenzando el VIII los moros llevan a cabo su conquista y fue así como Toletum se convirtió en Tulaytulah.  A fines de ese siglo la España musulmana era gobernada por el emir árabe Alhakén I. Toledo era una ciudad, si bien sometida al emir, con autonomía propia. Alhakén no quiso seguir sabiendo de libertades así que mandó como gobernador de Toledo a un muladí -un converso al islamismo- de su absoluta confianza, algunos afirman que de nombre Amrú y otros que Ambroz.  Lo cierto fue que el muy bellaco con la excusa de celebrar su nombramiento, invitó a palacio a las personas más destacadas, ricas e influyentes, que al parecer eran más de 400.
 
Para hacerles breve el cuento, el tierno y efusivo anfitrión hizo que los degollaran a todos y mandó arrojar sus cabezas a un foso preparado de antemano para tales fines… dicho suceso pasó a ser conocido como “La Jornada del Foso”.
 
            No será hasta bien entrado el siglo XI, en 1085, cuando Alfonso VI se ocupa de la reconquista cristiana; y fue virtud de él hacer de Toledo una ciudad tolerante entre las culturas establecidas en la ciudad, donde cristianos, musulmanes y judíos convivían en paz con sus iglesias, mezquitas y sinagogas.
 

            Más adelante, en el siglo XIII, Alfonso X El Sabio estableció allí  la muy célebre  Escuela de Traductores.  Ello hizo que la danza de transcripciones de textos árabes y judíos, así como traducciones de obras del pensamiento griego convirtieran a Toledo en el centro intelectual europeo. 
 
Al siglo siguiente esa convivencia pluricultural se fue a la mierda, y perdonen lo soez, pero no hay mejor manera de definirlo. La persecución a los judíos y el empeño en cristianizarlos terminó desembocando en esa imbecilidad que fue el Tribunal de la Santa Inquisición.  Todo esto fue aliñando la decisión de los Reyes Católicos, digo que envalentonados por lo que significaba que el genovés hubiera descubierto nuevas tierras, de expulsar a los judíos en 1492, quienes estaban establecidos en Toledo desde la época visigoda… ¡Ay humanidad, divina inclemencia!
 
          He hecho este vuelo de leves roces sobre este pueblo cuyo casco histórico conserva sus mismos sinuosos callejones. Uno, al andar por entre ellos, bien sabe que por allí deambularon Cervantes, Góngora, ese mago del trazo llamado Doménikos Theotokópoulos y que conocemos como El Greco,  y dejémoslo hasta ahí.  Bien dijo Julio Caro Baroja: “Toledo, en sí, es un lujo que tiene España”. España y el mundo, afirmo yo. 

            Esta ciudad es la misma que Cervantes deja en El Quijote en once citas pero que la describe en aquel trozo: “Estando yo un día en el Alcaná de Toledo, llegó un muchacho a vender unos cartapacios y papeles viejos a un sedero; y, como yo soy aficionado a leer, aunque sean los papeles rotos de las calles, llevado desta mi natural inclinación, tomé un cartapacio de los que el muchacho vendía, y vile con caracteres que conocí ser arábigos.”
 
            Toledo de Cervantes y Agustín Lara, quien la describió con precisión quirúrgica: 
Toledo, lentejuela del mundo eres tú
que adorna un soberbio capote de luz.
 

            Es la Toledo de El Entierro del Conde de Orgaz, pieza sublime de El Greco, en la iglesia de Santo Tomé. ¡Esas figuras largas que parecen se van a subir por el techo para irse al cielo!  Y en el cielo Dios, la Virgen, Jesús, los ángeles, San Pedro con sus llaves, aquel mundo de muertos vivos.  La cara de la muchacha con la antorcha abajo a la izquierda, la única que parece que no le quita a uno el ojo de encima.  Te mueves para ver si no te ve y qué va, donde te metas ahí estará mirándote.
 
            Toledo es historia nuestra, de allí venimos y ojalá logremos su misma permanencia, la que le ha permitido resistir cientos de embates. Toledo: pedazo de morería judaica ibérica que se me amalgama en el pellejo cuando la camino.

© Alfredo Cedeño
 
 

sábado, mayo 04, 2013

CRAYONES


Con todos los colores hice una puerta
para poder abrir y cerrar el arcoíris
cada vez que quisiera soñar sin control,
los afilé borracho en orgía cromática
y tracé fronteras donde  Vasarely claudicó
con un amargo revoloteo de guacamayas,
ahora los empuño con suavidad de pícaro
y resucito mis ilusiones que extravié un día
cuando no supe evitar que las machucaran.

© Alfredo Cedeño

jueves, mayo 02, 2013

NEUROSIS


Llegó con un aguacero de besos arruinados
y una cortísima hilera de alegrías sin brillos
que fragmentaron una neurosis con destinos
donde fracasos, traiciones y enemigos vanos
comisquearon en el alma de ángeles pávidos.

Se marchó con dulces recuerdos glamorosos
con trazos diagonales de puentes  vegetales
y salpicaduras largas de breves misericordias
de las bocas que arrojan besos y cortan dardos
sin las breves insolencias de la lluvia al follar.

© Alfredo Cedeño
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