En
ocasiones anteriores al escribir sobre la división territorial de Venezuela he
explicado que este país de mis tormentos está dividido en 24 Entidades
Federales, 23 de las cuales se denominan estados, uno de ellos es el tema de
esta nota de hoy: el estado Táchira, ubicado en el extremo occidental del país,
a unas seis centenas de kilómetros en línea recta al suroeste de Caracas.
Apenas
dos semanas atrás escribí sobre los alfareros de una localidad de esta región (http://textosyfotos.blogspot.com/2014/01/alfareros-de-lomas-bajas.html),
y pese al riesgo de parecer recurrente, como les iré mostrando con breves
pinceladas estos territorios han dado tanto de qué hablar, y han hecho tanto
que bien podría estar semanas enteras escribiendo de esta tierra y su gente, de
la cual se suele decir que tiene una acendrada vocación de poder; y si a la
historia nos remitimos encontraremos que sólo es superada por Caracas en cuanto
a la cantidad de presidentes venezolanos que han nacido acá: Cipriano Castro,
Juan Vicente Gómez (por 27 largos y oscuros años), Eleazar López Contreras,
Isaías Medina Angarita, Marcos Evangelista Pérez Jiménez, Carlos Andrés Pérez
(en dos oportunidades y de quien se aseguraba sotto voce que al igual que el
actual en realidad era oriundo de Colombia) y Ramón J(osé) Velásquez.
Sería
injusto y casi blasfemo, digo yo, pretender que Táchira es sólo cuna de matachines
y jerifaltes ansiosos de poder y dejar de mencionar que también ha parido
hombres como Pedro María Morantes, a quien se ha conocido mejor como Pío Gil,
cuya pluma poco temerosa de comienzos del siglo XX nos dejó su novela El Cabito en la cual desnudó la satrapía
de su paisano Cipriano Castro.
Gil, o Morantes, escoja usted lo que
más le guste, fue autor de frases memorables como esta: “Nuestros imbéciles
magistrados han establecido que únicamente son amigos de ellos los que los
adulan, también han establecido que sólo los que los adulan tienen talento. El
mérito no vale nada.” O aquella otra: “Los venezolanos tenemos el culto de la servilitud
y somos felicitadores. El servilismo y el despotismo se han colocado frente a
frente influenciándose recíprocamente. El servilismo produce el despotismo, y
éste, a su vez, genera aquél.” No puedo dejar de cerrar este párrafo con
aquello de: “Existen los aduladores de profesión, anatómicamente organizados
para el oficio, con glúteos anestesiados al puntapié, insensibles al bofetón,
con rostros ignorantes del pudor, con conciencias refractarias al
remordimiento.”
Además
de este escritor y abogado, Táchira ha sido la cuna del arquitecto Fruto Vivas
–a quien algunos reprochan sus recientes rojos coqueteos–, el poeta Manuel Felipe
Rugeles, Leonardo Ruiz Pineda, el maestro Pedro Antonio Ríos Reyna y de nuestro
querido Pedro León Zapata, cuyas caricaturas llevan medio siglo desnudando los
vericuetos del poder en nuestro país. Otro hijo del Táchira es un personaje que
parece salido de las más enfebrecidas plumas del siglo XIX, me refiero a Rafael
Inchauspe Méndez, más conocido como Rafael de Nogales Méndez quien fuera un
hombre de vida fantástica. Basta leer su
obra Cuatro años bajo la media luna,
uno de los más crudos testimonios occidentales acerca del genocidio armenio, para
delirar de asombro.
Nogales Méndez, nacido en San Cristóbal
y con raíces en Seboruco, se educó en Alemania, Bélgica y España, por lo que,
amén de español, hablaba fluidamente alemán, francés e italiano, participó a fines
del siglo XIX en la guerra entre España y Estados Unidos; luego en 1902 en la Revolución Libertadora
de Venezuela; en 1904 en la guerra ruso-japonesa; cuando estalla la Primera Guerra
Mundial intento enrolarse en el ejercito francés pero al exigirle renunciar a la
nacionalidad venezolana los mandó al carajo y se alistó en el ejército alemán donde
lo enviaron al frente otomano donde se ganó el título honorífico de bey.
Él obtuvo la Cruz de Hierro en su Primera
Clase la cual recibió de manos del káiser Guillermo I; y también se ganó el
sable de Mejishovon y la estrella de Mechedieh. Creo que se autorretrata a
cabalidad en la dedicatoria de su Cuatro
años…: “Esta modesta obra, escrita con la tosca pluma de un soldado, la dedico respetuosamente a la memoria de
mis compatriotas latinoamericanos, desde Méjico hasta la Argentina , que durante la Guerra Magna supieron combatir
y morir con gloria para mantener en alto la tradición guerrera de muestra
raza.”
Pero no sólo en el viejo continente
este hombre pasmoso estuvo dando muestras de arrojo. Al concluir la Primera Guerra
Mundial colaboró con las fuerzas nicaragüenses de Augusto César Sandino; en California se unió a las fuerzas
del revolucionario mexicano Ricardo Flores Magón, para luego volver a Venezuela
que entonces era gobernada por su paisano Juan Vicente Gómez, quien lo designó gobernador
del estado Apure donde termina alzándose en armas contra Gómez, lo cual hace
que se deba exiliar y muere en Panamá el 10 de julio de 1936. Él, además de su
citada obra, también dejó escritos: El
saqueo de Nicaragua y Memorias de un
Soldado de Fortuna.
Gente
de carne y hueso que han ido colocando su cuota para que esta entidad, nacida
oficialmente el 23 de noviembre de 1863 cuando el general Juan Crisóstomo Falcón,
como Presidente de la
República , creó el estado Táchira mediante decreto. Pero, ojo, mucho antes había comenzado su
transito por los libros históricos. Fray Pedro Simón en Noticias Historiales de Venezuela, en el capitulo XVI de su Séptima
Noticia de la II Parte
dice: “…hasta los primeros de junio del mismo año de mil y quinientos cincuenta
y ocho, en los cuales le dieron principio y fueron marchando la vuelta del
Valle de Cúcuta. Y habiéndolo pasado, y después de él, las lomas del Viento,
llegaron al valle donde después se pobló la villa de San Cristóbal, a quien
llamaron el Valle de Santiago por haber entrado el día de este sagrado
apóstol.”
Treinta
años más tarde a lo narrado por Simón, mediante Real Cedula de 26 de mayo de
1588 se erigió la
Gobernación de La
Grita y Cáceres, bajo la dependencia del Nuevo Reyno de
Granada. La cadena histórica es inmensa y no voy a dedicarme a atiborrarlos de
fechas y citas, pero les doy fe de que sobra material para hacerlo.
Tierra que no cesa de
moverse, Marco Aurelio Vila en Geografía del Táchira explica: “La
estabilidad geológica del Táchira aún no
se ha realizado. Dentro de la historia del hombre son varios los movimientos
sísmicos que han perturbado la vida tachirense. Michelena y Capacho Nuevo deben
su existencia a los daños que los terremotos ocasionaron a las localidades de
Lobatera y Capacho Viejo, lo que indujo a muchos de los habitantes de estas
localidades a buscar nuevo lugar donde levantar su destruida localidad.”
Táchira con sus 29 municipios y 66
parroquias, que le hacen el más dividido geo-políticamente en toda Venezuela,
es también la cuna de la explotación petrolera en Venezuela. Un grupo de
emprendedores tachirenses: Manuel Antonio Pulido, José Antonio Baldó, Ramón
María Maldonado, Carlos González Bona, José Gregorio Villafañe y Pedro Rafael
Rincones, crearon con un capital de 100.000 bolívares, el 12 de octubre de
1878, la empresa La Petrolia
del Táchira, que operaba en las cercanías de Rubio.
A su primer pozo, el Eureka-1, le
siguieron otros cuyos niveles de producción alimentaban una refinería que
procesaba ¡15 barriles de petróleo! a diario y cuya producción de kerosén se
exportaba fundamentalmente a vecinos pueblos colombianos. Pioneros en todos los
ámbitos del mundo hidrocarburo en Venezuela crearon la primera publicación
institucional del país The Petrolia Star,
con la cual mantenían informados al personal, allegados y visitantes sobre las
gestiones de la empresa.
He
tenido el privilegio de andar estos rincones y conocer a su gente, de comer en
sus mercados y oler sus hortalizas, de llenarme los ojos de sus riscos preñados
de almácigos colgados a sus faldas. Hubo tiempos en los que pude disfrutar su
hospitalidad, ahora en mengua por la invasión de esa plaga infernal que
significa el maridaje de guerrilla-narcotráfico-paramilitares quienes aparentan
disímiles rutas que terminan confluyendo en una pelea descarnada por cuotas de
poder que hacen muchas veces
intransitables estos bucólicos parajes.
Táchira,
cuyo nombre afirman se originó en el vocablo indígena tachure, usado para denominar a la humilde planta tua-túa o
sibidigua (Jatropa gossypifolia), y
que en sus cerros y quebradas es común encontrar, sigue siendo una comarca de
sueños donde cualquier quimera se puede hacer verdad, sus hijos lo han
demostrado, en sus paisajes –a pesar de todo– se puede seguir comprobando.
© Alfredo Cedeño
1 comentario:
Precioso.
Ylleny Rodríguez
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