La ciudad era un racimo de plomo derretido
y la muerte le salía a bocanadas
Estos versos terribles los escribió la poetisa bogotana
Emilia Ayarza en su poema A Cali ha
llegado la muerte escrito a raíz de la explosión de varios camiones cargados
de dinamita que el 7 de agosto de 1956 acabó con la mitad de esa ciudad
colombiana, destruyendo 40 barrios y matando a miles de personas. Así como ese
estallido, la violencia es una onda que nunca sabemos cómo se generará, ni donde
terminará. Se me ocurre pensar en este momento en la propia Colombia y la
deflagración que vivió a raíz del asesinato de Jorge Eliécer Gaitán el 9 de
abril de 1948.
El
término violencia en español es lo que los filólogos denominan cultismo; ya que
se originó en el sustantivo latino violencia,
que se deriva del adjetivo violens,
-entis, con significado de impetuoso, furioso; a su vez este provino del
sustantivo vis: potencia, fuerza, poder. En cuanto a sus aplicaciones como herramienta
para definirla podría llenar decenas de líneas con sus variantes. Pero hoy me
interesa abordar la violencia que hemos vivido de manera patente durante días
recientes en distintos rincones de Venezuela, violencia que se ha venido
entrelazando al tejido societario venezolano en los últimos quince años y que
ahora se manifiesta con pleno vigor y, pareciera que, con poca capacidad de
mengua en tiempos próximos.
No
puedo dejar de extrapolar lo que ahora vivimos y evocar al poeta salvadoreño
Roque Dalton y sus versos:
En El Salvador la violencia no será tan sólo
la partera de la Historia.
Sin lugar a dudas que Dalton hizo un guiño en
su poema a la frase acuñada por el pensador prusiano Carlos Marx, quien en el
capítulo XXIV de El Capital asentó
aquello de: La violencia es la comadrona
de toda sociedad vieja que lleva en sus entrañas otra nueva. Y que desde su
publicación en 1867 ha
servido como acicate y justificación para expresiones irracionales de todo
orden.
No
sólo Marx veía con buenos ojos la
violencia, su compinche y socio Engels en un artículo publicado en 1895 en la
revista Die Neue Zeit escribió: “durante
el golpe de Estado de 1851, cuando Morny hubo de recurrir positivamente a la
violencia para que continuase lo que había comenzado…”. Estas dos citas pueden
dar pie para entender al investigador colombiano Alvaro Guzmán que en Sociología y Violencia asienta: “La
violencia política aparece entonces como un recurso extremo por el cual optan
las clases en la salvaguardia de sus intereses, particularmente los de
dominación.”
Por su parte el boliviano Víctor
Montoya en Teorías de la violencia humana
asegura: “La violencia existe desde siempre; violencia para sobrevivir,
violencia para controlar el poder, violencia para sublevarse contra la
dominación, violencia física y psíquica.” El sociólogo germano-estadounidense Lewis Alfred
Coser plantea que la violencia juega un papel funcional en la sociedad y enumera
que la puede haber: como Realización, como Señal de Peligro y como Catalizador.
Todos estos enunciados son una mínima muestra de las variaciones que ha habido,
hay y habrá en torno a esta realidad que ahora vivimos aquí al norte de
Suramérica.
Creo que los venezolanos hemos
jugado con fuego y pido a quien corresponda que nos proteja de nuestra
irresponsabilidad. Hemos sido nosotros mismos quienes nos hemos hundido en un
tremedal del que no veo fácil salir. Por largos años la dirigencia política
tradicional, de manera alegre y venal se dedicó a sembrar las bases de su propia descalificación y a ganarse un profundo sentimiento de repulsa y desconfianza
de la ciudadanía, mientras que una élite económica jugo a ser una versión
tropical, bananera y subdesarrollada del Ciudadano
Kane, destapando una Caja de Pandora a la que ahora, cuando ven sus
propiedades e intereses en juego, nadie encuentra como cerrar.
Todo ese remolino de cosas abrió las
puertas para que en medio de una ola delirante de popularidad llegará por vía
electoral a la presidencia de Venezuela un ex militar que, por vía de un golpe
de estado fallido, había intentado llegar al máximo poder en el país. Son ya 15 años en los cuales se ha ido
eslabonando un culto a la violencia que ha permeado todos los sectores
venezolanos. Violencia que se manifiesta
en una inseguridad desbocada que nos hace a todos víctimas directas o
indirectas de ella; violencia que se ha expresado de manera reiterada a través
de distintos mecanismos y medios.
Hace apenas horas el actual
presidente Maduro declaró: “En nosotros no van a tener debilidad. Vamos a
acabar con los componentes fascistas que hoy tenemos.” No se olvide que el actual primer mandatario siendo legislador fue capaz durante una sesión de la Asamblea Nacional de golpear a uno de sus colegas en el rostro.
En este marco de violencia
institucional y generalizada vemos declaraciones como las de Diosdado Cabello,
presidente del Poder Legislativo venezolano, advertir desde la ciudad de Cumaná
a los “señores fascistas de la oposición” a que vayan en “santa paz porque la
revolución socialista será implacable”. Vemos en ambas declaraciones de los
máximos representantes de la organización política en el poder manifestaciones
de intolerancia e intransigencia que, por otro lado, obtienen una réplica de
algunos voceros opositores del mismo tenor. Todo ello para conformar un circulo
vicioso en el que la serpiente del conflicto se muerde la cola, y sigue un giro
que por momentos se hace insoportable.
Son ahora los estudiantes
acompañados por vastos sectores de la colectividad (que no la gran mayoría
puesto que la apatía es evidente en muchos otros, sobre todo en los estratos
más humildes donde no se ven acciones de calle contrarias a la vocería de los
llamados socialistas del siglo XXI), quienes han dado una dura lección de
civismo exigiendo libertades coartadas;
y cuyas manifestaciones han sido atacadas de manera brutal por los
cuerpos de seguridad y bandas armadas afectas al gobierno.
Este accionar contra las protestas
no es nuevo, en los últimos doce años ello ha sido ejecutado de manera
sistemática, acompañado de una implacable labor de propaganda y difusión que ha
tenido repercusiones domésticas e internacionales. Ya perdí la cuenta de
cuantas protestas documenté en todo este tiempo, y hoy ellas resurgen con bríos
que, confieso, me sorprenden. Ello me hace recordar en un pasaje de una novela
mía aún inédita en la que un personaje dice: “Todo lo que tiene que ver con el
hombre es así de imprevisible, porque a fin de cuentas somos la naturaleza. Tú
ves que está lloviendo y el río empieza a echar agua y sabes que si sigue creciendo
se va a desbordar, que si sigue así por varios días se va a inundar una
orilla. Lo mismo pasa con la gente, tú
la ves que está a punto de cansarse de que la jodan, de que la carguen
acorralada, hasta que llega un día que estallan y se llevan por delante lo que
sea. Igualitos al río, que por más sacos
de arena que le pongas, cuando se desborda lo que queda es correr.”
Les escribo, con el corazón en la
mano, no quiero que Venezuela haga suyas aquellas palabras de Shakespeare en
Tito Andrónico: “Te ruego que les hagas sufrir una muerte violenta, que
violentos han sido contra mí y los míos.”
Hemos sido un pueblo alegre, vivaz y hermoso que no se merece este
Purgatorio que ahora vivimos. Por todo
ello hago mías las palabras escritas por Freud en carta que le dirige a Einstein
en 1933:
Hoy la violencia está
en la más absoluta oposición a la actitud psíquica que nos impone —que nos ha
impuesto ya— el proceso de civilización. No podemos echar marcha atrás. Tenemos
que sublevarnos contra esa violencia porque, simple y sencillamente, ya no nos
es posible sufrirla, asimilarla. Le aclaro: esto no es un repudio meramente intelectual
y emocional. Al contrario. Nosotros, los pacifistas, tenemos ya por naturaleza,
esto es, instintivamente, una intolerancia ante la guerra.
© Alfredo Cedeño
3 comentarios:
Alfredo como siempre la belleza de tus fotos la nitidez de ellas, captas el aroma a violencia que vivimos. Doloroso si
Me enorgullece que tengas la valentía de mostrarlas y escribir como sabes hacerlo
Leida
Hola Alfredo muy buenas las imágenes,los comentarios muy bien escogidos .Duele ver a Venezuela en LLamas y con esta violencia desatada ,nunca habia visto algo asi, solo cuando el caracazo vi algo parecido ,donde nos sale lo mas obscuro que llevamos dentro,porque todos tenemos luces y sombras, unos mas que otro,Es duro ver a mi hermano en esta posición ,los políticos han hecho los que les ha dado la gana con esto y se han enconchado y solo los estudiantes sin una dirección son los que están expuestos .Cuidate y gracias por tus comentarios
Mary Santa Teijeiro
En estas horas que vivivmos, deseo expresar mi punto de vista sobre las manifestaciones y protestas que se dieron en estos días.
Comienzo por la declaración de los estudiantes afectos al PSUV, donde indican que la Oposición tiene orquestado un golpe desde Mexico donde se incluía el asesinato de Mónica Spear y de allí en adelante encender la llama de la protesta. Conozco bastante bien a la gente de la oposición y esa opción es de todo punto irreal, máximo que se ha demostrado que fueron delincuentes comunes plenamente identificados, uno de ellos soltado en los operaticos de "justicia" implementados por Iris Varela.La declaración de este chico es irreal, pero....
Si alguien es capaz de pensar así de otro, es porque él hubiese pensado algo similar.
Me refiero a esto porque muchos de ustedes saben que vivo a una cuadra de la Calle Elice, donde se escenifican los, para mi extraños, enfrentamientos entre manifestantes y Guardia Nacional. Digo extraños porque comienzan no antes de las ocho de la noche, cuando la mayoría, por no decir todos los auténticos manifestantes deben de haberse ido. Segundo, los destrozos en su mayoría son originados por armas de fuego de alto calibre. Los estudiantes no disponen de ese tipo de armas. Llamo a la reflexión de estos eventos, para que estas protestas lleguen a su objetivo y la oposición no vuelva a pisar "peines". No sea que suceda lo mismo que en 2002 y haya un montón de inocentes encarcelados.
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