La mañana de domingo los enseña paseando limpios:
van mamá, papá, y sus crías todavía somnolientas
dejando a su paso por la acera un rastro de familia.
Las ancianas todavía usan mantilla en sus cabecitas
y se juntan en la esquina de la iglesia con gestos
casi de palomas perdidas para ir juntas a carear su fe.
La puerta del bar se abre sigilosa y ellos salen torpes
con un cruzar de piernas que anuncia tragos a granel
y echan a rodar sus voces desafinadas en la mañana.
Las trotadoras pasan con gesto de deportistas expertos
que juegan a apabullar a los panzones que vamos lentos
y radiantes por nuestra condición de mortales paisanos.
La bicicleta pasa sigilosa y el sudor gotea al asfalto
y el maillot se pega sinuoso al cuerpo de la muchacha
que se impulsa firme y jadeante encima de los pedales.
Las calles todavía están llenas de papeles y policías
que pasean inútiles y romos rodando de un lado al otro
con esa inmutable incompetencia de los desechos vacíos.
La pañoleta de los Scouts se bambolea inocente y pura
en los cuellos de los chamacos que recitan sus promesas
para dejar el mundo mejor al caos que encontraron aquí.
Las caras de la familia inicial vienen de vuelta y ríen
van reconciliándonos con esta ciudad a veces atorrante
y fuera de la cual no podemos encontrar paz ni calma.
® Alfredo Cedeño
1 comentario:
No importa si es lento, no importa si es rápido, no importa lo experto, no importa lo panzón, pero eso si:
" RADIANTE "
Soledad
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