Entre el puesto que los besos zahoríes abrieron en tu boca
pongo mis consignas de enamorado y bellaco derretido
emplazo los saltos de un venado que llegó a lamer tus pies
sitúo los sobornos de los sátiros que seducen a las vestales
acomodo las consignas de justicia que algún día nos llegará
estaciono un corneta prófugo de un cuartel a tocar Aída
ubico dos aviones de humo blanco en tus caderas mías
cargo tu mirada a la orilla de la mar y navego sin timón
planto las agujas de mi reloj en tus manos dueñas del tiempo
alineo mis dientes al lado de los tuyos con suavidad taimada
deposito en tu cuello el alma de las canciones que bailamos
implanto en tus cabellos una lluvia de luciérnagas pícaras
alojo en un bote los rumbos de una calle hacia el arcoiris
albergo una centella en tus tobillos doblándose en mis corvas
guarezco el cristal de tu llanto con impermeables de flamas
asilo las heridas de los gestos crueles que nos cruzaron
amparo a los cachorros sueltos abandonados en las carreteras
abrigo los castigos de su propia inclemencia al caer mustios
cobijo las llamadas de los amores trémulos de no comprender
acojo las hojas de la hierba que siempre cortan en las plazas
protejo la luz de tu paso que me llega limpio como la lluvia
estaciono en tus orejas los versos moribundos de la madrugada
asiento en tus rincones los duendes que me abren tu soledad
hospedo la sombra de los besos que saben a dulce de limón
arrimo la existencia perfumada de una rosa a tus pezones
salvo de compases grises el rasgar de tus uñas en mi espalda
resguardo las ilusiones de los enamorados que naufragan
ayudo las gotas de tu saliva a regarme altiva el paladar
consuelo la desesperación de la caricia que rueda nocturna
recubro con entrega tu risa para acostarme en tus rodillas
preservo tu tibia lascivia al cerrar tus piernas atrapándome
y coloco veleros que zarpen a navegar tu ternura dominical.
® Alfredo Cedeño
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