Te fuimos creando a nuestra imagen y semejanza
para espantar nuestros propios demonios
a quienes nunca supimos dar buena crianza,
te fuimos llenando de nuestra propia basura
que no sabíamos cómo desechar en nuestra torpeza
de cachorros abandonados en medio de la jungla,
te fuimos exigiendo que cumplieras lo que nos tocaba
hacer por nosotros mismos pero que no hicimos
llenos de una ineptitud y soberbia proverbial,
te fuimos llenando de soeces reclamos amargos
con un repicar de culpas que jamás quisimos asumir
para irlas achacando al primero que pasara cerca,
te fuimos llenando de peticiones de perdones
que jamás pudimos concedernos y presumimos
que merecíamos pese a nuestra oscura carga de rencores.
Y ahora prendemos cirios, rezamos hipócritas y lloramos
con la esperanza maldita de conquistar absoluciones
de una imagen que a la postre es una ilusión que no es,
y elevamos imprecaciones a cargo de nuestra feligresía
de escasa devoción para ganar el Paraíso terrenal
en la primera agencia de rezandería que tropezamos,
y nos arrodillamos a escupir oraciones a la lejanía
de un cielo marchito donde los ángeles se desnudan
como niñas que acuden victoriosas a su defloración,
y se van hilando profanaciones de templos ajenos
desde la arrogante marcha a pasos destemplados
para imponer oraciones y modos de adoración,
y vamos armando capítulos de una farsa de colorines
que presagian una larga vida a gestos apostatas
sin terminar de encontrar en nosotros el Dios que somos.
® Alfredo Cedeño
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